
El mensaje enviado por el Presidente estadounidense a Jerusalem es claro y consistente: "Dos Estados para dos Pueblos".
por Lic. Daniel Alaluf
El pasado jueves 4 de Junio, a las 13:09 hora local, tanto en Jerusalem como en Ramallah, las radios y televisores transmitían en directo el discurso de Barack Obama. Mientras, los espectadores intentaban comprender con cual de las dos ciudades estará en sintonía el presidente americano.
Pagando el precio de la política de Bush
La visita a los países árabes y el discurso del presidente americano es, fundamentalmente, uno más de los esfuerzos de Obama a fin de demostrar a los gobiernos y ciudadanos de los países árabes sus intenciones de cerrar la problemática era de relaciones que comenzara tras los atentados del 11 de Septiembre del 2001, entre Occidente y el mundo musulmán.
La salvaje política liderada por su antecesor, G.W. Bush, se alineaba perfectamente con los postulados de Samuel Huntington, expuestos en su obra maestra "El choque de las civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial". Este pensador, en pocas palabras, desarrolla las ideas de Arnold Joseph Toynbee, afirmando que los actores políticos más importantes del siglo XXI serían las civilizaciones y los principales conflictos serían los conflictos entre civilizaciones (no entre ideologías, como ocurrió durante la mayor parte del siglo XX, ni entre estados-nación). Para Huntington los profundos lazos culturales propios de cada civilización, dificultan a largo plazo que los estados-nación puedan "cambiar de bando". Si bien se podrá ser infiel, en algunas ocasiones, a la propia alianza civilizatoria; las muy profundas fuerzas históricas, culturales y religiosas condicionan a largo plazo los grandes movimientos.
Basándose en esta visión G.W. Bush tuvo la caótica capacidad de dibujar un panorama preocupante para la hegemonía de Estados Unidos y Occidente en el mundo. Bush actuó en la región considerando que los países islámicos se enfrentaban a él con odio cohesionados por la Yihad religiosa, el conflicto palestino-israelí y el poder de los petrodólares.
"El círculo de desconfianza y discordias debe terminar"
El aclamado discurso de 59 minutos, poderoso y ambicioso, puede ser básicamente dividido en siete secciones diferentes en las cuales trató sobre la democracia en Egipto; advirtió a Israel sobre la construcción y ampliación de sus asentamientos; admitió los errores cometidos por los Estados Unidos en los últimos años, especialmente durante la guerra en Irak; habló sobre la libertad de culto; criticó la problemática realidad de los derechos de las mujeres en la región; trató sobre desarrollo económico y finalizó con una optimista visión de las diferentes oportunidades que se pueden realizar, presentando un mensaje de paz fuertemente abalado por citas del Corán, la Toráh y la Biblia.
Las palabras del mismo, que incluyen vastas citas del propio Corán, expresan la voluntad del presidente estadounidense de cambiar la realidad de las actuales relaciones a la Huntington, existentes en Oriente Medio. Obama pide al mundo islámico "buscar un nuevo comienzo entre los Estados Unidos y los musulmanes en el mundo entero", dejando de lado las desconfianzas y formando nuevas alianzas a fin de confrontar la violencia de los extremistas y las divisiones religiosas.
"La única solución al conflicto en Oriente Medio es la coexistencia de dos Estados, el israelí y el palestino"
El mensaje enviado por el Presidente estadounidense a Jerusalem es claro y consistente: "Dos Estados para dos Pueblos".
Obama no dudó en hablar de "ocupación", palabra no usada por él hasta entonces y no sólo del derecho palestino a un Estado, sino a "ser respetados y honrados". Sugirió a los palestinos manejar su "lucha" de una forma no violenta y la comparó a aquellas que libraron los negros en los Estados Unidos, en Sudáfrica y a diferentes luchas llevadas a cabo por distintos pueblos en Asia y Europa Occidental. Estas comparaciones no son buenas noticias para el gobierno israelí.
De acuerdo a las intenciones de Obama, Biniamin Netanyahu deberá tomar una decisión responsable y cambiar su cerrada postura. El Premier israelí y los sectores radicales de derecha de su gobierno se aferran a la peligrosa posición conservadora, que fuera irresponsablemente avalada por G.W. Bush durante los últimos 8 años, de mantener las cosas como están. Esta posición, según lo que se observa en el terreno, llevará a Israel a perder sus características de Estado Judío y lo que es aún más grave expone al mismo a convertirse en un apartheid.
Israel necesita un gobierno responsable que actúe fervientemente para lograr una pronta solución del conflicto palestino-israelí, no por que así lo desee el presidente Obama, sino por su propio bien. La paz y la delineación de límites reales y aceptados por la comunidad internacional dentro de los cuales se pueda mantener la mayoría judía y respetar los derechos de las minorías son fundamentales. Israel debe volver a ser un país donde el Pueblo Judío pueda elevar ante las naciones las banderas del sionismo sin que estas se vean opacadas por la realidad de la ocupación y la opresión, postulados extremadamente ajenos a este noble movimiento creado por Teodoro Herzl.
El Premier Netanyahu deberá comprometer algo aún más valioso para él que sus cambiantes ideales: su puesto.
En pocas semanas deberá decidir si mantiene el peligroso pacto actual con la extrema derecha israelí o se alinea a una nueva esperanza de paz para Medio Oriente, manteniendo las precauciones necesarias; pero reconociendo que Israel tiene gran lugar en este nuevo orden que plantea Obama. Israel debe ser quién lidere junto a los Estados Unidos este cambio y no esconderse cobardemente hasta que se lo impongan. El plan de Obama debe ser visto por Israel como una oportunidad y no como una amenaza, la paz es una oportunidad y no un riesgo.
Los verdaderos desafíos
El presidente americano ha logrado -por medio de este mensaje- crear una esperanza en algunos sectores moderados del mundo árabe, pero el verdadero desafío se encuentra en aquellos sectores que no desean escuchar discursos, en los sectores radicales extremistas, para los cuales el diálogo no es una opción frente a la Yihad.
Obama deberá encontrar la fórmula para desarrollar sus ansiadas coaliciones entre estados, teniendo en cuenta las diferentes características de los mismos. Mientras que su discurso fue dirigido al "Mundo Musulmán" grandes son las diferencias entre los estados que lo componen. Este "mundo" esta compuesto por países como Egipto, un líder fuerte con intereses militares; los países cleptocráticos del golfo; Siria con su régimen dictatorial secular; Irán con su fundamentalismo religioso; y los desafíos que presentan los grupos del Islamismo político: la Hermandad Musulmana, Hizbollá, Hamas y las diferentes organizaciones Shiitas.
Irán será la prueba inmediata del presidente estadounidense. Obama deberá actuar, de alguna forma, a la brevedad. La amenaza que este país fundamentalista presenta es inminente, no sólo para Israel sino para el mundo árabe moderado y por ende para el nuevo orden mundial al que aspira el actual gobierno americano.
En lo relacionado al proceso de paz palestino-israelí no sólo deberá Obama flexibilizar la postura israelí. El presidente deberá neutralizar los sectores extremistas existentes dentro de la deteriorada autonomía palestina y lograr que la amplia solidaridad hacia la causa palestina -que expresan los países árabes moderados- se traduzca en algo más que odio hacia Israel. Un verdadero compromiso del mundo árabe, el apoyo que desea ver el presidente americano, significará el respaldo verdadero a la paz, la aceptación del enemigo como socio y el brindar a los negociadores palestinos las herramientas necesarias para realizar difíciles concesiones a los israelíes en la mesa de negociación.
Conclusión
El discurso del presidente estadounidense ha sido una excelente lección de la historia, política y economía de las relaciones entre los Estados Unidos y el mundo árabe, desde sus comienzos (tal como lo reflejara con su comentario sobre el Tratado de Trípoli de 1796) hasta nuestros días.
La capacidad retórica del líder americano parece mejorar con el correr de los días. Este discurso puede ser considerado uno de los mejores expresados por él, hasta el momento, y quizás el más interesante que hemos podido escuchar en los últimos años, pero lo que diferencia a un "excelente" discurso de uno "histórico" es la implementación del mismo en el terreno. ¿Tendrá Obama fuerza, perseverancia y capacidad de lograr que en unos años analicemos estas palabras como históricas? ¿Será este el comienzo de la cooperación entre las civilizaciones?
por Lic. Daniel Alaluf
El pasado jueves 4 de Junio, a las 13:09 hora local, tanto en Jerusalem como en Ramallah, las radios y televisores transmitían en directo el discurso de Barack Obama. Mientras, los espectadores intentaban comprender con cual de las dos ciudades estará en sintonía el presidente americano.
Pagando el precio de la política de Bush
La visita a los países árabes y el discurso del presidente americano es, fundamentalmente, uno más de los esfuerzos de Obama a fin de demostrar a los gobiernos y ciudadanos de los países árabes sus intenciones de cerrar la problemática era de relaciones que comenzara tras los atentados del 11 de Septiembre del 2001, entre Occidente y el mundo musulmán.
La salvaje política liderada por su antecesor, G.W. Bush, se alineaba perfectamente con los postulados de Samuel Huntington, expuestos en su obra maestra "El choque de las civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial". Este pensador, en pocas palabras, desarrolla las ideas de Arnold Joseph Toynbee, afirmando que los actores políticos más importantes del siglo XXI serían las civilizaciones y los principales conflictos serían los conflictos entre civilizaciones (no entre ideologías, como ocurrió durante la mayor parte del siglo XX, ni entre estados-nación). Para Huntington los profundos lazos culturales propios de cada civilización, dificultan a largo plazo que los estados-nación puedan "cambiar de bando". Si bien se podrá ser infiel, en algunas ocasiones, a la propia alianza civilizatoria; las muy profundas fuerzas históricas, culturales y religiosas condicionan a largo plazo los grandes movimientos.
Basándose en esta visión G.W. Bush tuvo la caótica capacidad de dibujar un panorama preocupante para la hegemonía de Estados Unidos y Occidente en el mundo. Bush actuó en la región considerando que los países islámicos se enfrentaban a él con odio cohesionados por la Yihad religiosa, el conflicto palestino-israelí y el poder de los petrodólares.
"El círculo de desconfianza y discordias debe terminar"
El aclamado discurso de 59 minutos, poderoso y ambicioso, puede ser básicamente dividido en siete secciones diferentes en las cuales trató sobre la democracia en Egipto; advirtió a Israel sobre la construcción y ampliación de sus asentamientos; admitió los errores cometidos por los Estados Unidos en los últimos años, especialmente durante la guerra en Irak; habló sobre la libertad de culto; criticó la problemática realidad de los derechos de las mujeres en la región; trató sobre desarrollo económico y finalizó con una optimista visión de las diferentes oportunidades que se pueden realizar, presentando un mensaje de paz fuertemente abalado por citas del Corán, la Toráh y la Biblia.
Las palabras del mismo, que incluyen vastas citas del propio Corán, expresan la voluntad del presidente estadounidense de cambiar la realidad de las actuales relaciones a la Huntington, existentes en Oriente Medio. Obama pide al mundo islámico "buscar un nuevo comienzo entre los Estados Unidos y los musulmanes en el mundo entero", dejando de lado las desconfianzas y formando nuevas alianzas a fin de confrontar la violencia de los extremistas y las divisiones religiosas.
"La única solución al conflicto en Oriente Medio es la coexistencia de dos Estados, el israelí y el palestino"
El mensaje enviado por el Presidente estadounidense a Jerusalem es claro y consistente: "Dos Estados para dos Pueblos".
Obama no dudó en hablar de "ocupación", palabra no usada por él hasta entonces y no sólo del derecho palestino a un Estado, sino a "ser respetados y honrados". Sugirió a los palestinos manejar su "lucha" de una forma no violenta y la comparó a aquellas que libraron los negros en los Estados Unidos, en Sudáfrica y a diferentes luchas llevadas a cabo por distintos pueblos en Asia y Europa Occidental. Estas comparaciones no son buenas noticias para el gobierno israelí.
De acuerdo a las intenciones de Obama, Biniamin Netanyahu deberá tomar una decisión responsable y cambiar su cerrada postura. El Premier israelí y los sectores radicales de derecha de su gobierno se aferran a la peligrosa posición conservadora, que fuera irresponsablemente avalada por G.W. Bush durante los últimos 8 años, de mantener las cosas como están. Esta posición, según lo que se observa en el terreno, llevará a Israel a perder sus características de Estado Judío y lo que es aún más grave expone al mismo a convertirse en un apartheid.
Israel necesita un gobierno responsable que actúe fervientemente para lograr una pronta solución del conflicto palestino-israelí, no por que así lo desee el presidente Obama, sino por su propio bien. La paz y la delineación de límites reales y aceptados por la comunidad internacional dentro de los cuales se pueda mantener la mayoría judía y respetar los derechos de las minorías son fundamentales. Israel debe volver a ser un país donde el Pueblo Judío pueda elevar ante las naciones las banderas del sionismo sin que estas se vean opacadas por la realidad de la ocupación y la opresión, postulados extremadamente ajenos a este noble movimiento creado por Teodoro Herzl.
El Premier Netanyahu deberá comprometer algo aún más valioso para él que sus cambiantes ideales: su puesto.
En pocas semanas deberá decidir si mantiene el peligroso pacto actual con la extrema derecha israelí o se alinea a una nueva esperanza de paz para Medio Oriente, manteniendo las precauciones necesarias; pero reconociendo que Israel tiene gran lugar en este nuevo orden que plantea Obama. Israel debe ser quién lidere junto a los Estados Unidos este cambio y no esconderse cobardemente hasta que se lo impongan. El plan de Obama debe ser visto por Israel como una oportunidad y no como una amenaza, la paz es una oportunidad y no un riesgo.
Los verdaderos desafíos
El presidente americano ha logrado -por medio de este mensaje- crear una esperanza en algunos sectores moderados del mundo árabe, pero el verdadero desafío se encuentra en aquellos sectores que no desean escuchar discursos, en los sectores radicales extremistas, para los cuales el diálogo no es una opción frente a la Yihad.
Obama deberá encontrar la fórmula para desarrollar sus ansiadas coaliciones entre estados, teniendo en cuenta las diferentes características de los mismos. Mientras que su discurso fue dirigido al "Mundo Musulmán" grandes son las diferencias entre los estados que lo componen. Este "mundo" esta compuesto por países como Egipto, un líder fuerte con intereses militares; los países cleptocráticos del golfo; Siria con su régimen dictatorial secular; Irán con su fundamentalismo religioso; y los desafíos que presentan los grupos del Islamismo político: la Hermandad Musulmana, Hizbollá, Hamas y las diferentes organizaciones Shiitas.
Irán será la prueba inmediata del presidente estadounidense. Obama deberá actuar, de alguna forma, a la brevedad. La amenaza que este país fundamentalista presenta es inminente, no sólo para Israel sino para el mundo árabe moderado y por ende para el nuevo orden mundial al que aspira el actual gobierno americano.
En lo relacionado al proceso de paz palestino-israelí no sólo deberá Obama flexibilizar la postura israelí. El presidente deberá neutralizar los sectores extremistas existentes dentro de la deteriorada autonomía palestina y lograr que la amplia solidaridad hacia la causa palestina -que expresan los países árabes moderados- se traduzca en algo más que odio hacia Israel. Un verdadero compromiso del mundo árabe, el apoyo que desea ver el presidente americano, significará el respaldo verdadero a la paz, la aceptación del enemigo como socio y el brindar a los negociadores palestinos las herramientas necesarias para realizar difíciles concesiones a los israelíes en la mesa de negociación.
Conclusión
El discurso del presidente estadounidense ha sido una excelente lección de la historia, política y economía de las relaciones entre los Estados Unidos y el mundo árabe, desde sus comienzos (tal como lo reflejara con su comentario sobre el Tratado de Trípoli de 1796) hasta nuestros días.
La capacidad retórica del líder americano parece mejorar con el correr de los días. Este discurso puede ser considerado uno de los mejores expresados por él, hasta el momento, y quizás el más interesante que hemos podido escuchar en los últimos años, pero lo que diferencia a un "excelente" discurso de uno "histórico" es la implementación del mismo en el terreno. ¿Tendrá Obama fuerza, perseverancia y capacidad de lograr que en unos años analicemos estas palabras como históricas? ¿Será este el comienzo de la cooperación entre las civilizaciones?