LO QUE LEÍHace unos días leí un artículo, que se encontraba no en la primera página del periódico sino en una página interior, acerca de la lucha del gobierno de Sri Lanka contra los "Tigres de Tamil", una organización terrorista que quiere establecer un estado separado en el noreste de la isla. El artículo mencionaba que 6,500 (Seis mil quinientos) civiles habían muerto en las luchas durante los últimos tres meses, que 100,000 civiles habían huido de la zona de batalla la semana pasada, y están ahora en campos de refugiados, y que otros 50,000 civiles están desesperados por escapar, pues carecen de comida, agua, y medicinas. El gobierno de Sri Lanka acusa a los rebeldes de usar a los civiles como escudos humanos.
LO QUE NO LEÍ
Lo que no leí ese día y en los días subsiguientes, en el mismo periódico y en otros periódicos, fueron artículos informando sobre las marchas de protesta en Europa (y en otros lugares del mundo) de miles de personas, portando cartelones, denunciando la muerte de 6,500 civiles, comparando al gobierno de Sri Lanka con los nazis. No leí editoriales exigiendo un inmediato cese de fuego. Tampoco vi comunicados de los indignados académicos de la Gran Bretaña pidiendo boicotear a Sri Lanka. La razón por la cual estos eventos no fueron reportados es que no sucedieron: no hubo marchas de protesta, no se publicaron editoriales, ningún académico británico consideró necesario pedir que se boicotee a Sri Lanka, y, por lo menos hasta este momento, la dramaturga británica Caryl Churchill no ha escrito una obra titulada "Siete niños de Sri Lanka", a pesar de que las 6,500 víctimas civiles de Sri Lanka constituyen un número 15 veces mayor al número de civiles Palestinos que desgraciadamente murieron en la Guerra de Gaza, conflicto que si ocasionó marchas, editoriales y pedidos de boicot.¿A qué se debe la diferencia? La explicación se encuentra en la frase que proviene del folklore judío: No es el amor a Hamán (es decir a los palestinos) sino el odio a Mordechai (es decir a los judíos) lo que motiva las marchas de protesta, los editoriales, los pedidos de boicot, y las obritas de teatro antisemitas. En el caso de Sri Lanka no hay forma de culpar a los judíos. Por lo tanto, el conflicto en Sri Lanka lo único que provoca en el mundo occidental son bostezos.