VIAJE PAPAL A MEDIO ORIENTE


Bienvenido a Tierra Santa
"CARETAS" PERU

Ex agentes del Mossad y el Shin Bet (Servicio de Seguridad Nacional) conforman ahora la empresa Top Secure, a cargo de la seguridad del Papa en Israel. El entrenamiento suponía situaciones límite de peligro. Nada al azar.
Ketura Blat, de 55 años, cierra los ojos y eleva las manos al cielo a escasos metros del Monte de los Olivos, en el Valle de Josafat, en la zona vieja de Jerusalén, donde el papa Benedicto XVI celebró una misa ante 2,000 almas este sofocante martes 12.
Es una visita histórica en el siempre candente Medio Oriente, y así lo reconoce esta mujer judía que vive en Tierra Santa desde hace poco más de 20 años y que comparte su vida cotidiana con cristianos, armenios, musulmanes y árabes.
En un inglés salpicado con hebreo, Blat dice que está cansada de tanta muerte y anhela que la presencia del Papa en Jerusalén, la tercera de un sumo Pontifice desde la creación del Estado de Israel, en 1948, sea la señal de paz que tanto anhela esta región.
En un escenario acondicionado al lado de un pequeño cementerio cristiano en Josafat, el Papa lanzó nuevamente un ferviente llamado por la paz en Medio Oriente y suplicó a los responsables que busquen un camino para encontrarla.
Miles de banderas con los colores del Vaticano flamean en Jerusalén, pero la ciudad fue cerrada el lunes 9 para evitar cualquier incidente perturbador.
Las autoridades prohibieron el desplazamiento a pie de Benedicto XVI, temiendo un atentado, y autorizaron el Papa Móvil blindado solo para trayectos cortos.
Jerusalén, construida aproximadamente en 1500 a.C., es considerada la meca del cristianismo, pero solo el 4% de sus 600,000 habitantes es cristiano.
Paradojicamente, la mayoría de cristianos en Tierra Santa es de origen palestino y vive en la Franja de Gaza y Cisjordania, pero a ellos se les ha “limitado” el acceso a la ciudad, lo que ha desatado ciertas protestas. Se temen represalias, según la prensa local.
Su visita a Tierra Santa ocurre nueve años después de que lo hiciera su antecesor, Juan Pablo II. Por supuesto, en la prensa no han faltado las comparaciones.
Analistas dicen que, mientras Karol Wojtyla era un hombre de contacto con las personas, Joseph Ratzinger es “un hombre de libros”. Uno de los organizadores de la actual visita papal zanjó la diferencia entre ambos en los siguientes términos: “Juan Pablo era como Arafat, un personaje carismático; Benedicto, en cambio, es como Mahmud Abbas (actual líder de la Autoridad Nacional Palestina), un burócrata gris”.
Si bien el Vaticano califica el acontecimiento como una visita religiosa del “peregrino de la paz”, para el gobierno de Israel, como para los países vecinos, es esencialmente política. Así lo reconoce, por ejemplo, Yoav Bar, importante miembro de la División de Latinoamérica del Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel.
Bar, judío amable y generoso, nació en Rumania y recientemente ha sido nombrado nuevo embajador en el Perú, cargo que asumirá en agosto próximo.
“El Papa representa la paz y es una autoridad en todo el mundo. Su influencia es enorme”, dijo Bar a CARETAS desde su oficina en el corazón de Jerusalén.
Es por eso que las autoridades han estado particularmente pendientes de sus gestos y discursos. El lunes, al llegar al aeropuerto de Tel Aviv, procedente de Amman, Benedicto XVI pidió a los líderes del Medio Oriente que hagan “todo lo posible” para que los pueblos israelí y palestino “puedan vivir en paz en una patria que sea la propia, dentro de unos confines internacionalmente reconocidos”.
Las palabras papales, pronunciadas delante del presidente israelí, Simon Peres, y del primer ministro Benjamin Netanyahu, fueron consideradas tibias por algunos observadores, pues no incluyeron la expresión “Estado palestino”. Sin embargo, dada la presencia de Netanyahu y la actual posición de su nuevo gobierno –una coalición que abarca desde la extrema derecha a la centroizquierda laborista–, el respaldo a la creación de una patria palestina propia fue un mensaje muy claro.
Horas más tarde de la llegada del Papa a Israel, Netanyahu viajó a Egipto y expresó por primera vez desde el bombardeo a Gaza, en enero último, su deseo de alcanzar la paz y la confianza en reanudar el diálogo con las autoridades palestinas.
Prácticamente destruida, Gaza permanece aislada, luego de la operación ‘Plomo Fundido” que dejó más de 1,000 palestinos muertos en 22 días de ataque. Recientemente, la ONU acusó a Israel de difundir falsos testimonios sobre el bombardeo contra escuelas de las Naciones Unidas, en los que murió una treintena de personas durante el violento ataque, pero Israel rechazó las acusaciones. Un ex miembro de las Fuerzas Armadas israelíes, enterado del caso, reiteró a CARETAS que los soldados vieron cómo, desde una de esas escuelas, dispararon un misil contra Israel.
Algunas versiones indican que el Sumo Pontífice fue impedido de visitar Gaza. En cambio sí cruzará el muro de Cisjordania y llegará a Belén, en territorio palestino.
Benedicto XVI tiene otros temas pendientes en el Medio Oriente. Reparar el daño causado por la Iglesia Católica tras una larga historia de antisemitismo e hilar fino en las complejas relaciones con las otras religiones monoteístas del mundo, como el Islam.
Juan Pablo II hizo esfuerzos para mejorar las relaciones entre católicos y judíos, especialmente después de que el Mossad, el servicio secreto de Israel, le informara sobre el verdadero origen del atentado que sufrió por parte del turco Ali Agca en 1981.
En 1983, el Vaticano, considerado por muchos judíos como una ciudad-estado pro palestina, finalmente estableció relaciones diplomáticas con Israel. Juan Pablo II se disculpó por los errores cometidos por los católicos durante siglos y visitó Yad Vashem, el museo israelí construido en memoria de las víctimas del Holocausto.
Benedicto XVI, por el contrario, metió la pata en enero último al levantar la excomunión al obispo británico Richard Williamson, quien había negado el Holocausto.
Algunos rabinos no asistieron al recibimiento del Papa en protesta por su historia personal como ciudadano alemán y por su posición frente al conflicto palestino-israelí, pero Benedicto XVI calmó las aguas al honrar, el lunes último, a las víctimas del Holocausto en el Yad Vashem. Allí, en una ceremonia solemne, pidió que “nunca más un horror similar pueda deshonrar a la humanidad”. Evitó cruzar por el ambiente donde se acusa a Pío XII de pasividad ante Hitler, pero sí estuvo en la “Sala de la Memoria”, donde figuran los nombres de 22 campos de exterminio nazi. Colocó una corona de flores con los colores del Vaticano y, tras un momento de silencio, llamó a combatir el “repugnante antisemitismo” que “aún levanta la cabeza”.
La custodia de la misa papal en el Valle del Josafat corre por cuenta de la empresa privada de seguridad Top Secure, que cuenta con permiso del gobierno. La compañía está conformada por ex agentes del Mossad y es dirigida por Noam Shalit (42), un ex miembro del Shin Bett, el equivalente israelí del FBI estadounidense.
Top Secure, así como los servicios secretos israelíes, son expertos en lo que se conoce como la seguridad encubierta y han evaluado todas las amenzas. Por ejemplo, posibles intentos de atentado contra el Papa con francotiradores; a corta distancia y hasta con bombas RPG lanzadas desde una distancia estratégica.
No es paranoia. En Jerusalén conviven, aparentemente en paz, palestinos, musulmanes, armenios y católicos, pero también hay extremistas agazapados que, en cualquier momento, pueden convertir la ciudad en un auténtico campo de guerra.
En el Medio Oriente, la religión es utilizada como arma para la guerra y la destrucción Probablemente por ello es tan difícil llegar a un entendimiento en esta parte del mundo. Benedicto XVI es consciente de que judíos, palestinos y musulmanes buscan explotar su visita al Medio Oriente para servir a sus propios intereses y está de acuerdo. Se ha ofrecido como “instrumento de paz” y quizá ese es el mayor mérito de este periplo. Pero es también un esfuerzo que tiene pocas garantías de éxito en una tierra donde ya no prima la razón, sino la lógica del ojo por ojo.

Escribe desde Israel: Américo Zambrano