
Pakistán al asalto de los talibanes
Por Guillaume Borrione para Guysen International News
Pakistán está decidida a “eliminar a los talibanes”. A finales de la semana pasada, el ejército atacó el valle del Swat, guardia posterior de la “talibanización” del país, que ya de hecho había comenzado. El pasado mes de febrero, el Gobierno civil cedía a los talibanes la instauración de la shaarya en la región del Swat, esperando así comprar la paz al precio de un pesado tributo para la democracia. Comprendiendo que no tenía otra elección, el Gobierno comenzó el combate in situ. Combates muy duros y que preocupan a las ONG humanitarias.
Este jueves 7 de mayo, el Primer Ministro paquistaní, Youssouf Raza Gilani, se dirigió a la nación a través de la televisión en estos términos: “Con el fin de restablecer el honor y la dignidad de nuestra patria y de proteger a la población, pedimos a las fuerzas armadas que eliminen a los militantes y a los terroristas”. El sábado 9 de mayo, explicaba que de esta batalla dependía “la supervivencia del país”. Esta ofensiva parece súbita, pero es realmente la continuación de la visita del Presidente Asif Ali Zardari en EE.UU. Visita durante la cual tranquilizó a la administración americana sobre su voluntad de combatir el terrorismo. El general norteamericano David Petraus, ya había informado en sucesivas ocasiones que el liderazgo de Al-Qaeda había instalado sus bases-posteriores en Pakistán. Una presencia que perturbaba la lucha de los norteamericanos contra los insurrectos talibanes en Afganistán y que “amenaza incluso la existencia del Estado paquistaní”.Decidiendo tomar el toro por los cuernos, el Gobierno paquistaní reconoció que los terroristas “intentan secuestrar por la fuerza al país”. Una situación insoportable que llevó a los dirigentes a asumir su responsabilidad y a cesar la “política de la avestruz”. Así pues, incluso dentro de las fuerzas políticas paquistaníes, esta ofensiva militar parece contar de gran consenso. Los conservadores, normalmente poco propensos a criticar a los talibanes, aportaron su apoyo al Gobierno. Una conferencia de religiosos en Rawalpindi aprobó la campaña militar calificándola de “Yihad contra los enemigos del Islam”. Hay que decir que desde hace dos años el valle del Swat se ha talibanizado por completo. Incluso en Mingora, la ciudad más grande de la región, la administración, las escuelas y la policía están bajo el control de los talibanes. Se sirven hoy de los 500.000 habitantes, secuestrados entre el ejército y los insurrectos, como “escudos humanos” impidiéndolos abandonar la ciudad. Según las cifras comunicadas por el ejército, entre 12.000 y 15.000 soldados están presentes en la región del Swat. Se enfrentan a 4000 o 5000 guerrilleros talibanes, la mayoría se encuentra en Mingora donde la población no tiene ya ni agua ni electricidad. A partir del pasado jueves por la noche, la ofensiva se intensificó, y el viernes 8 de mayo, el ejército anunció haber abatido a 160 islamistas en menos de 24 horas. Durante el fin de semana, las dos partes acordaron una tregua de nueve horas durante la cual el ejército paquistaní pidió a los habitantes abandonar el valle del Swat. Un flujo de población que se añadió al éxodo ya comenzado por el abandono de otros residentes asustados por los combates y que temían una intensificación de los enfrentamientos. Los talibanes temen también un ataque de mayor envergadura. Aprovecharon la tregua para reforzar sus posiciones. En el campo de batalla, el ejército habló sobre 200 talibanes ejecutados, la mayoría durante el ataque al campo de entrenamiento en la región de Shangla y 55 en la región del Swat. Sólo el carismático líder-predicador de los insurrectos, Maulana Fazlullah, parecía ausente durante el combate. Este último se esconde, según las declaraciones de los campesinos, en el valle del Tharan, a 20 kilómetros del distrito vecino del Upper Dir más al oeste. Sin embargo, Maulana Fazlullah sigue transmitiendo en las ondas de la radio sus instrucciones a los comandantes en el campo de batalla mientras advierte a sus “enemigos”. Los talibanes habían negociado un acuerdo muy controvertido, firmado en abril por el Presidente Zardari, que debía instaurar la shaarya en las regiones controladas por los talibanes en Pakistán. A cambio, los islamistas debían depositar las armas, cosa que obviamente no hicieron. Viendo a la serpiente crecer en el huevo, se tomaron medidas antes de que fuera demasiado tarde, haciendo así de este acuerdo un acuerdo caduco. Una manera “de despertar” por parte del pueblo Paquistaní, y poner de manifiesto a los norteamericanos que Pakistán es también capaz de llevar a cabo una lucha eficaz contra el terrorismo, cosa que su antecesor, el general-dictador Pervez Musharraf, siempre se negó a hacer. Único pero… el número de desplazados causados por la ofensiva. Ya son decenas de miles en las carreteras, huyendo de los combates por todos los medios posibles, hasta en carros empujados por un burro. Temiendo una tragedia humanitaria, como es el caso de la Alta Comisaría de los refugiados de la ONU o también de la Cruz Roja, el Primer Ministro Gilani pidió la ayuda de la comunidad internacional.Nunca Pakistán había conocido tal número de desplazados internos desde la división de la India después de su independencia, hace más de sesenta años. Este domingo, los oficiales hablaban de 250.000 personas que solicitaban ayuda, o sea más del doble del número registrados este viernes.Hasta ahora, más de 550.000 personas se vieron desplazadas por los combates. En Pakistán, se teme que este número ascienda dentro de poco a 1,3 millones. Tantas personas que podrían encontrarse sin refugio en la provincia del noroeste, conocida por su pobreza, situación que no mejora en nada la situación que prevalecía hasta el momento.
Por Guillaume Borrione para Guysen International News
Pakistán está decidida a “eliminar a los talibanes”. A finales de la semana pasada, el ejército atacó el valle del Swat, guardia posterior de la “talibanización” del país, que ya de hecho había comenzado. El pasado mes de febrero, el Gobierno civil cedía a los talibanes la instauración de la shaarya en la región del Swat, esperando así comprar la paz al precio de un pesado tributo para la democracia. Comprendiendo que no tenía otra elección, el Gobierno comenzó el combate in situ. Combates muy duros y que preocupan a las ONG humanitarias.
Este jueves 7 de mayo, el Primer Ministro paquistaní, Youssouf Raza Gilani, se dirigió a la nación a través de la televisión en estos términos: “Con el fin de restablecer el honor y la dignidad de nuestra patria y de proteger a la población, pedimos a las fuerzas armadas que eliminen a los militantes y a los terroristas”. El sábado 9 de mayo, explicaba que de esta batalla dependía “la supervivencia del país”. Esta ofensiva parece súbita, pero es realmente la continuación de la visita del Presidente Asif Ali Zardari en EE.UU. Visita durante la cual tranquilizó a la administración americana sobre su voluntad de combatir el terrorismo. El general norteamericano David Petraus, ya había informado en sucesivas ocasiones que el liderazgo de Al-Qaeda había instalado sus bases-posteriores en Pakistán. Una presencia que perturbaba la lucha de los norteamericanos contra los insurrectos talibanes en Afganistán y que “amenaza incluso la existencia del Estado paquistaní”.Decidiendo tomar el toro por los cuernos, el Gobierno paquistaní reconoció que los terroristas “intentan secuestrar por la fuerza al país”. Una situación insoportable que llevó a los dirigentes a asumir su responsabilidad y a cesar la “política de la avestruz”. Así pues, incluso dentro de las fuerzas políticas paquistaníes, esta ofensiva militar parece contar de gran consenso. Los conservadores, normalmente poco propensos a criticar a los talibanes, aportaron su apoyo al Gobierno. Una conferencia de religiosos en Rawalpindi aprobó la campaña militar calificándola de “Yihad contra los enemigos del Islam”. Hay que decir que desde hace dos años el valle del Swat se ha talibanizado por completo. Incluso en Mingora, la ciudad más grande de la región, la administración, las escuelas y la policía están bajo el control de los talibanes. Se sirven hoy de los 500.000 habitantes, secuestrados entre el ejército y los insurrectos, como “escudos humanos” impidiéndolos abandonar la ciudad. Según las cifras comunicadas por el ejército, entre 12.000 y 15.000 soldados están presentes en la región del Swat. Se enfrentan a 4000 o 5000 guerrilleros talibanes, la mayoría se encuentra en Mingora donde la población no tiene ya ni agua ni electricidad. A partir del pasado jueves por la noche, la ofensiva se intensificó, y el viernes 8 de mayo, el ejército anunció haber abatido a 160 islamistas en menos de 24 horas. Durante el fin de semana, las dos partes acordaron una tregua de nueve horas durante la cual el ejército paquistaní pidió a los habitantes abandonar el valle del Swat. Un flujo de población que se añadió al éxodo ya comenzado por el abandono de otros residentes asustados por los combates y que temían una intensificación de los enfrentamientos. Los talibanes temen también un ataque de mayor envergadura. Aprovecharon la tregua para reforzar sus posiciones. En el campo de batalla, el ejército habló sobre 200 talibanes ejecutados, la mayoría durante el ataque al campo de entrenamiento en la región de Shangla y 55 en la región del Swat. Sólo el carismático líder-predicador de los insurrectos, Maulana Fazlullah, parecía ausente durante el combate. Este último se esconde, según las declaraciones de los campesinos, en el valle del Tharan, a 20 kilómetros del distrito vecino del Upper Dir más al oeste. Sin embargo, Maulana Fazlullah sigue transmitiendo en las ondas de la radio sus instrucciones a los comandantes en el campo de batalla mientras advierte a sus “enemigos”. Los talibanes habían negociado un acuerdo muy controvertido, firmado en abril por el Presidente Zardari, que debía instaurar la shaarya en las regiones controladas por los talibanes en Pakistán. A cambio, los islamistas debían depositar las armas, cosa que obviamente no hicieron. Viendo a la serpiente crecer en el huevo, se tomaron medidas antes de que fuera demasiado tarde, haciendo así de este acuerdo un acuerdo caduco. Una manera “de despertar” por parte del pueblo Paquistaní, y poner de manifiesto a los norteamericanos que Pakistán es también capaz de llevar a cabo una lucha eficaz contra el terrorismo, cosa que su antecesor, el general-dictador Pervez Musharraf, siempre se negó a hacer. Único pero… el número de desplazados causados por la ofensiva. Ya son decenas de miles en las carreteras, huyendo de los combates por todos los medios posibles, hasta en carros empujados por un burro. Temiendo una tragedia humanitaria, como es el caso de la Alta Comisaría de los refugiados de la ONU o también de la Cruz Roja, el Primer Ministro Gilani pidió la ayuda de la comunidad internacional.Nunca Pakistán había conocido tal número de desplazados internos desde la división de la India después de su independencia, hace más de sesenta años. Este domingo, los oficiales hablaban de 250.000 personas que solicitaban ayuda, o sea más del doble del número registrados este viernes.Hasta ahora, más de 550.000 personas se vieron desplazadas por los combates. En Pakistán, se teme que este número ascienda dentro de poco a 1,3 millones. Tantas personas que podrían encontrarse sin refugio en la provincia del noroeste, conocida por su pobreza, situación que no mejora en nada la situación que prevalecía hasta el momento.