
Paz de cementerios
Deseamos sinceramente concertar la paz. Se nos ha dicho que la mejor manera es la creación de un Estado palestino junto a Israel. Muchos aceptan la idea, pero ¿ésta realmente nos aseguraría la paz y la tranquilidad que tanto anhelamos?
En teoría, parecería ser la mejor solución: dos estados para dos pueblos. Nada ideal para nosotros, pero el menor de los males, a estar a la lógica. Ya se ha derramado demasiada sangre para obtener lo que tenemos. Ceder algo para conseguir la paz y la tranquilidad, es el sueño de muchos israelíes. El Haaretz del viernes, 15 de mayo, afirma que el 57% de los habitantes de este país apoyaría esta solución. Es posible que esa mayoría pueda ser menor, pero no deja de ser tal. Es evidente que lo ha sido desde hace cierto tiempo.
Desde luego, hay presiones muy fuertes que llegan de fuera. Los israelíes deben hacer concesiones; fueron los que ganaron todas las guerras y adquirieron tierras que no son suyas. Esa aseveración es bien desvirtuada, pero estamos hartos de guerras. El nuevo inquilino de la Casa Blanca ha iniciado su mandato con gestos reconciliadores frente al mundo árabe. Parece estimar que la solución del problema palestino sería la varita mágica que le permitirá solucionar los conflictos de esta parte del mundo. Una idea poca sensata: los musulmanes, por lo menos los extremistas, bien han demostrado que no están interesados en la paz. Aspiran a ser la fuerza dominante mundial. Pero Obama en lo suyo.
He leído un comentario que me ha dado que pensar. Lo escribe un periodista norteamericano considerado como uno de los más influyentes de ese país. Se llama Charles Krauthammer, y ha obtenido la más importante distinción del periodismo norteamericano: el premio Pulitzer. Tiene una columna semanal en el Washington Post que aparece en otros 200 periódicos y medios informativos. Colabora con muchas otras publicaciones y canales televisivos. En 2006 el “Financial Times” lo designó el comentarista más influyente de EE.UU.
En un comentario reciente se refiere a la entrevista del New York Times con Haled Mashal, el dirigente máximo del Hamás. Este habría llegado al extremo de ofrecer un plan de paz de diez años que contemple la creación de dos estados. Pero el ofrecimiento tiene muchos agujeros, y de hecho no se trataría de una paz propiamente dicha, sino solamente de una tregua de una década.
En el ínterin Israel se habría debilitado con el asentamiento de millones de refugiados árabes, escribe. Y dice tener el convencimiento de que mientras tanto el Hamás se habría armado hasta los dientes, de modo que Meshal y sus secuaces puedan reanudar la guerra contra un país al que están empeñados en borrar del mapa.
“Este tipo de paz es la que suele conocerse como la paz de los cementerios” afirma Krauthammer, y agrega: “Los occidentales pueden ser idiotas, pero Hamás, desde luego, no lo es. Los islamistas palestinos ven a la nueva Administración americana haciendo insinuaciones a Irán y Siria, y cómo Europa, con Gran Bretaña a la cabeza, empieza a aceptar a Hezbolá. Y entienden que les ha llegado el turno. Y saben lo que tienen que hacer. Lo han leído en el libreto que dejó escrito Yasser Arafat”.
“Con los Acuerdos de Oslo el difunto cabecilla palestino demostró lo que se puede conseguir con la firma de un falso tratado de paz con Israel: reconocimiento diplomático universal, miles de millones de dólares en ayuda, el control de Gaza y la Margen Occidental, que acabaron convertidas en campos de entrenamiento”, ... A cambio de una firma, Arafat logró que le dejaran las manos libres para crear la infraestructura necesaria a fin de reanudar la lucha contra Israel.
Meshal ha visto la oportunidad que se le presenta, explica el dilecto periodista. “La Administración Obama no sólo se esfuerza para establecer contacto con los ex enemigos de América en la región, sino que ha inaugurado su mandato señalando con el dedo acusador a Israel, a causa de la aparente negativa del Gobierno Netaniahu a aceptar una solución sobre la base de dos estados.
“No hay Gobierno israelí que rechace la solución biestatal si los palestinos aceptasen un compromiso territorial y firmaran una auténtica paz con el estado judío” sigue diciendo el comentarista. “El propio ministro de Defensa de Netaniahu, Ehud Barak, ofreció exactamente ese acuerdo en el año 2000. Hasta se avino a dividir Jerusalén y expulsar a los judíos de cada uno de los asentamientos que quedaran dentro de la nueva Palestina. Pues bien, para aquellos que lo hayan olvidado: la respuesta palestina fue un “no” categórico. Y no es casualidad alguna que nueve semanas más tarde Arafat y sus secuaces iniciaran una salvaje guerra terrorista que se cobró la vida de mil israelíes.
“Netaniahu se muestra reticente a la creación de un estado palestino sin antes saber qué tipo de estado va a ser. Esa prudencia elemental debería compartirla toda persona sensata que recuerde lo ocurrido en los últimos años. Los palestinos ya tienen un estado, un territorio independiente sin un solo colono ni soldado israelí. Se llama Gaza. ¿Y qué es? Una base terrorista, de carácter islamista y aliada de Irán, que ha disparado más de 10.000 proyectiles y bombas de morteros contra civiles israelíes.
“Si el estado que fuera creado en la Margen Occidental fuera igual, sería una locura que Israel aceptase una solución biestatal. De ahí que el Primer Ministro insista en que la Autoridad Palestina ponga en pie primero las instituciones de toda índole, que hubieren de sustentar a un estado capaz de cumplir con sus obligaciones en lo relacionado con el mantenimiento de la paz.
Krauthammer afirma que “es razonable el escepticismo de Netaniahu”. Y seguidamente lo explica: “Porque los palestinos jamás –ni siquiera en 1947– han aceptado la idea de vivir junto a un estado judío. Quienes podrían probar una solución así, por ejemplo el presidente de la AP, Mahmud Abbás, no tienen autoridad alguna para ello; y quienes sí la tienen, por ejemplo Meshal y Hamás, ni por asomo se proponen concretarla.
“La estratagema de Meshal disfrazando el plan de paz, lo que no es sino una tregua para relanzar la guerra contra Israel, representa una nueva versión del rechazo palestino a la existencia del estado judío. Arafat aplacaba a Israel y a la Administración Clinton con conversaciones de paz al tiempo que preparaba metódicamente a su pueblo para la guerra. Arafat esperó siete años para poner fin a su mascarada. ¿Dónde está, pues, la novedad que trae Mashal? En el interín él habla de diez años. Y después, que se derrame la sangre”.
Hasta aquí el comentario referido. Desde luego, habrá quien discuta los argumentos expuestos. Pero a pesar de nuestra ansiedad para lograr la paz, habríamos de estar alertas para no caer en semejante trampa, como parece ser el caso.
Moshé Yanai