LA LIBERTAD RELIGIOSA, CLAVE EN MEDIO ORIENTE


El islam no es el enemigo, sino los islamistas, y esta es la clave para construir la paz.
Francisco de Cáceres
Analista internacional
gaceta.es / COPE.es

El reciente viaje de Benedicto XVI al cercano Oriente no ha sido una simple peregrinación a los Santos Lugares, sino un recorrido cargado de repercusiones políticas. No sólo por el viaje en sí, sino también por las circunstancias: la amenaza israelí de un bombardeo nuclear sobre los centros de producción de la probable arma atómica de Irán, antes de que sea operativa, es la primera.
Pero la declaración de la delegada USA en la Conferencia del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) supone el primer reconocimiento oficial norteamericano de que Israel es una potencia nuclear, aunque también puede ser el modo de obligar a Israel a reconocer un Estado Palestino de pleno derecho.
A ello hay que añadir la entrevista de Netanyahu con Mubarak en Egipto; los previstos viajes de ambos para entrevistarse con Obama y su anunciada exposición de un plan de paz, en El Cairo en junio. Como vemos, la agenda está cargada y por ello es preciso buscar la clave de todo ello. En primer lugar, el viaje del Papa. Recibido con uñas y dientes por los radicales de ambos bandos, lo más escandaloso es la mala fe del frente laicista internacional, que le recuerda sus delitos: sus presuntos deslices antimusulmanes (el famoso discurso de Ratisbona) y sus distorsionadas conexiones con el nacional-socialismo.
Se dirá que lo primero favorecía a Israel, pero es evidente que el objetivo no es ése, sino el propio Benedicto XVI. Esperaban un amable intelectual y se han encontrado un Papa sabio. Es justa la defensa que hace el Papa de la aspiración palestina de “una patria en la tierra de vuestros antepasados” , así como del reconocimiento de Israel por todos los musulmanes. Israel y Palestina tienen derecho a existir en la patria de sus antepasados, y por eso fracasan los planes de paz.
El obstáculo jurídico más importante es que el Estado palestino no tiene un soporte territorial propiamente dicho, sino un archipiélago de núcleos de población, vigilados de hecho por colonias judías y divididos por intocables líneas de comunicación israelíes. Pero mientras Gaza está en manos de los radicales de Hamás, la Autoridad Nacional Palestina y Mahmud Abas dominan en la Orilla Occidental del Jordán, y tanto el Papa como Obama piensan que allí está la solución política del problema, pero hay algo más profundo.
Aun contando con que Israel tiene ahora un Gobierno de derechas, el tándem Netanyahu-Avigdor ha cumplido correctamente su papel de huésped del Papa. La prensa israelí es libre para decir lo que quiera, y algunos medios han sido muy críticos con este viaje y con el apoyo del Papa a las aspiraciones palestinas, pero Benedicto XVI también ha sido muy respetuoso con Israel.
Primero por principio y, luego, porque sabe que, mientras los cristianos huyen en todo Oriente de la intransigencia islámica, el único país donde crece su número es Israel.
La clave del problema no es la religión, sino el mal uso que hacen de ella los que pretenden convertirla en una ideología y en instrumento político de sus fines, sean cristianos, musulmanes o judíos. Y esto vale, por supuesto, para Oriente Medio. El islam no es el enemigo, sino los islamistas, y esta es la clave para construir la paz en aquella parte del mundo.
Francisco de Cáceres es analista internacional.
El reciente viaje de Benedicto XVI al cercano Oriente no ha sido una simple peregrinación a los Santos Lugares, sino un recorrido cargado de repercusiones políticas. No sólo por el viaje en sí, sino también por las circunstancias: la amenaza israelí de un bombardeo nuclear sobre los centros de producción de la probable arma atómica de Irán, antes de que sea operativa, es la primera.
Pero la declaración de la delegada USA en la Conferencia del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) supone el primer reconocimiento oficial norteamericano de que Israel es una potencia nuclear, aunque también puede ser el modo de obligar a Israel a reconocer un Estado Palestino de pleno derecho.
A ello hay que añadir la entrevista de Netanyahu con Mubarak en Egipto; los previstos viajes de ambos para entrevistarse con Obama y su anunciada exposición de un plan de paz, en El Cairo en junio. Como vemos, la agenda está cargada y por ello es preciso buscar la clave de todo ello. En primer lugar, el viaje del Papa. Recibido con uñas y dientes por los radicales de ambos bandos, lo más escandaloso es la mala fe del frente laicista internacional, que le recuerda sus delitos: sus presuntos deslices antimusulmanes (el famoso discurso de Ratisbona) y sus distorsionadas conexiones con el nacional-socialismo.
Se dirá que lo primero favorecía a Israel, pero es evidente que el objetivo no es ése, sino el propio Benedicto XVI. Esperaban un amable intelectual y se han encontrado un Papa sabio. Es justa la defensa que hace el Papa de la aspiración palestina de “una patria en la tierra de vuestros antepasados” , así como del reconocimiento de Israel por todos los musulmanes. Israel y Palestina tienen derecho a existir en la patria de sus antepasados, y por eso fracasan los planes de paz.
El obstáculo jurídico más importante es que el Estado palestino no tiene un soporte territorial propiamente dicho, sino un archipiélago de núcleos de población, vigilados de hecho por colonias judías y divididos por intocables líneas de comunicación israelíes. Pero mientras Gaza está en manos de los radicales de Hamás, la Autoridad Nacional Palestina y Mahmud Abas dominan en la Orilla Occidental del Jordán, y tanto el Papa como Obama piensan que allí está la solución política del problema, pero hay algo más profundo.
Aun contando con que Israel tiene ahora un Gobierno de derechas, el tándem Netanyahu-Avigdor ha cumplido correctamente su papel de huésped del Papa. La prensa israelí es libre para decir lo que quiera, y algunos medios han sido muy críticos con este viaje y con el apoyo del Papa a las aspiraciones palestinas, pero Benedicto XVI también ha sido muy respetuoso con Israel.
Primero por principio y, luego, porque sabe que, mientras los cristianos huyen en todo Oriente de la intransigencia islámica, el único país donde crece su número es Israel.
La clave del problema no es la religión, sino el mal uso que hacen de ella los que pretenden convertirla en una ideología y en instrumento político de sus fines, sean cristianos, musulmanes o judíos. Y esto vale, por supuesto, para Oriente Medio. El islam no es el enemigo, sino los islamistas, y esta es la clave para construir la paz en aquella parte del mundo.
Francisco de Cáceres es analista internacional.
El islam no es el enemigo, sino los islamistas, y esta es la clave para construir la paz.
Francisco de Cáceres
El reciente viaje de Benedicto XVI al cercano Oriente no ha sido una simple peregrinación a los Santos Lugares, sino un recorrido cargado de repercusiones políticas. No sólo por el viaje en sí, sino también por las circunstancias: la amenaza israelí de un bombardeo nuclear sobre los centros de producción de la probable arma atómica de Irán, antes de que sea operativa, es la primera.
Pero la declaración de la delegada USA en la Conferencia del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) supone el primer reconocimiento oficial norteamericano de que Israel es una potencia nuclear, aunque también puede ser el modo de obligar a Israel a reconocer un Estado Palestino de pleno derecho.
A ello hay que añadir la entrevista de Netanyahu con Mubarak en Egipto; los previstos viajes de ambos para entrevistarse con Obama y su anunciada exposición de un plan de paz, en El Cairo en junio. Como vemos, la agenda está cargada y por ello es preciso buscar la clave de todo ello. En primer lugar, el viaje del Papa. Recibido con uñas y dientes por los radicales de ambos bandos, lo más escandaloso es la mala fe del frente laicista internacional, que le recuerda sus delitos: sus presuntos deslices antimusulmanes (el famoso discurso de Ratisbona) y sus distorsionadas conexiones con el nacional-socialismo.
Se dirá que lo primero favorecía a Israel, pero es evidente que el objetivo no es ése, sino el propio Benedicto XVI. Esperaban un amable intelectual y se han encontrado un Papa sabio. Es justa la defensa que hace el Papa de la aspiración palestina de “una patria en la tierra de vuestros antepasados” , así como del reconocimiento de Israel por todos los musulmanes. Israel y Palestina tienen derecho a existir en la patria de sus antepasados, y por eso fracasan los planes de paz.
El obstáculo jurídico más importante es que el Estado palestino no tiene un soporte territorial propiamente dicho, sino un archipiélago de núcleos de población, vigilados de hecho por colonias judías y divididos por intocables líneas de comunicación israelíes. Pero mientras Gaza está en manos de los radicales de Hamás, la Autoridad Nacional Palestina y Mahmud Abas dominan en la Orilla Occidental del Jordán, y tanto el Papa como Obama piensan que allí está la solución política del problema, pero hay algo más profundo.
Aun contando con que Israel tiene ahora un Gobierno de derechas, el tándem Netanyahu-Avigdor ha cumplido correctamente su papel de huésped del Papa. La prensa israelí es libre para decir lo que quiera, y algunos medios han sido muy críticos con este viaje y con el apoyo del Papa a las aspiraciones palestinas, pero Benedicto XVI también ha sido muy respetuoso con Israel.
Primero por principio y, luego, porque sabe que, mientras los cristianos huyen en todo Oriente de la intransigencia islámica, el único país donde crece su número es Israel.
La clave del problema no es la religión, sino el mal uso que hacen de ella los que pretenden convertirla en una ideología y en instrumento político de sus fines, sean cristianos, musulmanes o judíos. Y esto vale, por supuesto, para Oriente Medio. El islam no es el enemigo, sino los islamistas, y esta es la clave para construir la paz en aquella parte del mundo.