EL POLVORIN EN MEDIO ORIENTE


¡Sanseacabó!
Alberto Mazor
Por: Semana-co.il

En cuestión de algunos meses o pocos años, es decir, si todo sigue como hasta ahora, el equilibrio en Oriente Medio, y de hecho en todo el mundo, puede cambiar. La emergencia de Irán como un estado capaz de desplegar armas nucleares tendría un efecto dramático sobre las jerarquías y relaciones regionales. En resumen, habría dos superpotencias regionales en vez de una.
Obama sabe que Palestina, después de todo, es el "corazón sangrante" de Oriente Medio
Durante mucho tiempo, Israel disfruta de una relativa carta blanca en su accionar regional: procede unilateralmente en lo que respecta a ocupar o desocupar territorios conquistados, continua ampliando asentamientos "legales" o "ilegales" en Cisjordania o ejecuta selectivamente a dirigentes terroristas más allá de sus fronteras. Pero ocurre que Hezbollah no tiene una sede única que se pueda destruir, ni Hamás, ni la OLP antes de Oslo. Biniamín Netanyahu entiende muy bien que disponer de una dirección propia, ser un Estado nación y actuar en la preceptiva representación del mismo, resulta demasiado peligroso en un vecindario donde hay una única hegemonía militar. Tener una dirección fija significa que, a pesar de sus efectivos y fortaleza militar, su ejército y su población podrían destruirse en cuestión de minutos con pocas bombas atómicas. Entonces Bibi trata de explicarle a Obama que todo podría empezar a cambiar pronto. Si tanto Israel como Irán estarían en posesión de armas nucleares y de la capacidad para desplegarlas, la amenaza segura de destrucción mutua ciertamente modificaría la relación entre ambos países. Y en cuanto al mundo occidental, le guste o no, se verá forzado a respetar a Irán y a restringir su guerra contra el fundamentalismo islámico a la categoría de "fría".Es bastante comprensible que tanto Israel como EEUU se sientan incómodos con esta realidad cambiante. Por eso han acompañado casi todos sus discursos sobre asuntos exteriores con exigencias de que Irán detenga su proyecto a cualquier precio. Después de todo, no se puede esperar que dos superpotencias militares cedan de buena gana en esta posición. Sin considerar el pragmatismo o la individualidad de cualquier líder, el dictado de la realidad es el que manda en el día a día. Las únicas opciones reales que tiene Israel en este punto son aceptar el mar cambiante en la relación de fuerzas en Oriente Próximo o atacar a Irán como medio de prevención en un intento de parar, o de retrasar, su avance hacia el armamento nuclear. Si Netanyahu se comporta con el mismo molde que cualquier otro líder de un Estado nación, seguramente se inclinaría hacia la segunda posibilidad. Pero Bibi tiene un problema. Resulta que el flamante presidente de la superpotencia global única del mundo, Barack Obama, parece no estar dispuesto a mantenerse de brazos cruzados y observar cómo la región se zambulle nuevamente en el caos en su intento por mantener condiciones hegemónicas, al menos no sin pagar un precio. En otras palabras, a Israel ya no le quedarán las manos libres en lo que respecta a Irán, con el apoyo público de EEUU, sin una política que avance real y definitivamente para solucionar la cuestión palestina. A fin de contrarrestar la desconfianza en el mundo árabe y musulmán acerca de un nuevo enfrentamiento bélico, tendrán que haber claros progresos, o una resolución, sobre el punto más sensible de la región: la creación de un Estado palestino, o tal cual lo expresó Obama para disipar dudas: "Dos Estados para dos pueblos". La iniciativa de la Casa Blanca de retrasar un mes la reunión con Netanyahu, el recibimiento previo de Obama a los presidentes de Egipto y de la Autoridad Palestina y al rey de Jordania, así como la próxima visita del mandatario norteamericano a Egipto sin siquiera pasar por Jerusalén, son la señal de que éste toma en serio sus intenciones. Obama considera que Netanyahu pueda seguir manteniendo su supremacía regional si abandona su aferramiento y su sueño de controlar todo "Eretz Israel". Asimismo, está ponderando si vale la pena sacrificar 450.000 colonos ideológicos de Cisjordania a cambio del estatus de Israel en la región y la capacidad única de actuar como le plazca. Dicha agenda permitiría a Israel mantener su posición al tiempo que disminuiría la tensión en la zona. EEUU, todavía luchando por recobrar un sentido de liderazgo y honradez tras las desastrosas acciones en Irak y Afganistán, podría salir de la negociación con una imagen más grata de lo acostumbrado durante la administración Bush. Obama sabe que Palestina, después de todo, es el "corazón sangrante" de Oriente Medio. Además es, y siempre ha sido, un peón en el juego de la gran política de fuerza. Quizá esta vez juegue realmente a su favor. En Washington, Netanyahu se encontró con la horma de su zapato a nivel político y mediático. El dilema de Bibi no es de envidiar: si entra en la vía de las negociaciones, podría quedarse sin su coalición gubernamental y sin su partido. Las referencias de Obama a la Hoja de Rutas y al proceso de Annapolis, que fijan como objetivos la seguridad de Israel, el cese del terrorismo y la creación de un Estado palestino, auguran días difíciles para la alianza estratégica de EEUU con Israel.Al vincular la solución del conflicto con los palestinos a la cancelación del programa nuclear iraní, Obama ha dejado sin efecto cualquier salida intermedia. A pesar de los requerimientos norteamericanos, ni Netanyahu ni los ministros de su gabinete están dispuestos a detener la ampliación de los asentamientos en Cisjordania y la alteración de la demografía de Jerusalén. Más bien parecen empeñados en la empresa contraria para que, como ha sucedido en otras ocasiones, la política de los hechos consumados determine el ritmo de las acciones.