ISRAEL NO ESTA TAN SOLO
Zapatero es un simple pacartista incapaz de sacarse del cerebro la 'kefia' que tiene incrustrada
Pilar Rahola
Zapatero es un simple pacartista incapaz de sacarse del cerebro la 'kefia' que tiene incrustrada
Pilar Rahola
Permitan un paréntesis, sin duda inusual, que no remite al análisis internacional que exige este espacio, sino a una cuestión de tipo personal. Estos días los escasos analistas que intentamos mirar el conflicto de Oriente Próximo desde una perspectiva que no es la antiisraelí al uso, y que no nos apuntamos al tiro enloquecido contra Israel, estamos sufriendo ataques de diverso tipo. Desgraciadamente, algunos provienen de sectores de la izquierda, y otros, de sectores islamistas. Personalmente, no me achican ni las campañas de difamación, ni los insultos, ni las amenazas.
La palabra libre define a los seres libres. Y sólo aquellos que tienen miedo a la libertad niegan el derecho a pensar libremente. Yo no pienso callar. Porque mi derecho a pensar distinto conforma mi dignidad como periodista y como persona. Hablemos, pues, nuevamente, de lo que está ocurriendo a miles de kilómetros de nuestro país, no tanto para abundar en los lugares comunes de muchos análisis, que continúan simplificando el conflicto hasta el delirio –felices de poder considerar a Israel como el paradigma de la maldad, haciendo bueno, por el camino, el fenómeno totalitario yihadista–, sino justamente para introducir algunos matices cruciales para entender su complejidad. Lo primero, la cuestión de la soledad israelí contra Hamas. Cabe preguntarse seriamente si Israel, ese Israel criminalizado en las calles, está tan solo en su decisión de acabar con la estructura militar de Hamas. En este sentido, algunas informaciones apuntan que la soledad no lo es tanto, aunque sea calladamente.Muy significativa fue la entrevista de Henrique Cymerman al presidente Shimon Peres, cuya honestidad política define su larga carrera. Peres aseguró que, en privado, los árabes piden a Israel que acabe con Hamas. Y ello iría en consonancia con las informaciones que aseguran que los servicios secretos egipcios y jordanos sabían que Israel iniciaría esta ofensiva. De hecho, las primeras declaraciones del presidente Mahmud Abas fueron mucho más críticas con Hamas que con el Tsahal israelí. Hay que añadir a ello que algunos sectores disidentes de las dictaduras de la zona, como por ejemplo colectivos estudiantiles iraníes, también mantuvieron la misma postura crítica, aunque en este caso sufrieron la pertinente represión.Daftar-e Tahkim-e Vahdat-Taif-e'Alameh, uno de los grupos más activos de resistencia contra el régimen, llegó a hacer un comunicado en los siguientes términos: "Hay que condenar los crímenes de Israel, pero es igualmente importante condenar a las organizaciones terroristas que usan los kindergarten y hospitales como escudos contra los ataques israelíes. El uso de escudos humanos por Hamas prepara el terreno para los intensos bombardeos y para la matanza de niños y civiles". Comunicado que no habrían sido capaces de subscribir algunos ruidosos de las izquierdas europeas. También es muy significativo el papel de Turquía y, globalmente, a excepción de Siria e Irán, que torpedean cualquier posible acuerdo, por frágil que sea, el silencio de algunas de las cancillerías más importantes del mundo islámico. Si la mirada la desviamos hacia el mundo occidental, esta ofensiva de Israel es la que ha recibido menos críticas políticas de la historia. A excepción de Zapatero, incapaz de sacarse del cerebro la kefia que tiene incrustada, y que ha vuelto a perder la oportunidad de ser un estadista, para acabar siendo un simple pancartista, la mayoría de los líderes han sido prudentes, y si han pedido contención a Israel, también han dejado claro su rechazo frontal a Hamas. En el telón de fondo, el problema global del yihadismo, que preocupa a los más serios de la política internacional. No olvidemos, por ejemplo, que Egipto sufre el acoso del fundamentalismo islámico a través de la organización Hermanos Musulmanes, de la que nació Hamas. Puede que la calle grite mucho, y que Israel, como siempre, sea el blanco del odio. Pero en realidad está en la vanguardia de la defensa de la libertad. Y algunos que gritan en su contra lo saben.
La palabra libre define a los seres libres. Y sólo aquellos que tienen miedo a la libertad niegan el derecho a pensar libremente. Yo no pienso callar. Porque mi derecho a pensar distinto conforma mi dignidad como periodista y como persona. Hablemos, pues, nuevamente, de lo que está ocurriendo a miles de kilómetros de nuestro país, no tanto para abundar en los lugares comunes de muchos análisis, que continúan simplificando el conflicto hasta el delirio –felices de poder considerar a Israel como el paradigma de la maldad, haciendo bueno, por el camino, el fenómeno totalitario yihadista–, sino justamente para introducir algunos matices cruciales para entender su complejidad. Lo primero, la cuestión de la soledad israelí contra Hamas. Cabe preguntarse seriamente si Israel, ese Israel criminalizado en las calles, está tan solo en su decisión de acabar con la estructura militar de Hamas. En este sentido, algunas informaciones apuntan que la soledad no lo es tanto, aunque sea calladamente.Muy significativa fue la entrevista de Henrique Cymerman al presidente Shimon Peres, cuya honestidad política define su larga carrera. Peres aseguró que, en privado, los árabes piden a Israel que acabe con Hamas. Y ello iría en consonancia con las informaciones que aseguran que los servicios secretos egipcios y jordanos sabían que Israel iniciaría esta ofensiva. De hecho, las primeras declaraciones del presidente Mahmud Abas fueron mucho más críticas con Hamas que con el Tsahal israelí. Hay que añadir a ello que algunos sectores disidentes de las dictaduras de la zona, como por ejemplo colectivos estudiantiles iraníes, también mantuvieron la misma postura crítica, aunque en este caso sufrieron la pertinente represión.Daftar-e Tahkim-e Vahdat-Taif-e'Alameh, uno de los grupos más activos de resistencia contra el régimen, llegó a hacer un comunicado en los siguientes términos: "Hay que condenar los crímenes de Israel, pero es igualmente importante condenar a las organizaciones terroristas que usan los kindergarten y hospitales como escudos contra los ataques israelíes. El uso de escudos humanos por Hamas prepara el terreno para los intensos bombardeos y para la matanza de niños y civiles". Comunicado que no habrían sido capaces de subscribir algunos ruidosos de las izquierdas europeas. También es muy significativo el papel de Turquía y, globalmente, a excepción de Siria e Irán, que torpedean cualquier posible acuerdo, por frágil que sea, el silencio de algunas de las cancillerías más importantes del mundo islámico. Si la mirada la desviamos hacia el mundo occidental, esta ofensiva de Israel es la que ha recibido menos críticas políticas de la historia. A excepción de Zapatero, incapaz de sacarse del cerebro la kefia que tiene incrustada, y que ha vuelto a perder la oportunidad de ser un estadista, para acabar siendo un simple pancartista, la mayoría de los líderes han sido prudentes, y si han pedido contención a Israel, también han dejado claro su rechazo frontal a Hamas. En el telón de fondo, el problema global del yihadismo, que preocupa a los más serios de la política internacional. No olvidemos, por ejemplo, que Egipto sufre el acoso del fundamentalismo islámico a través de la organización Hermanos Musulmanes, de la que nació Hamas. Puede que la calle grite mucho, y que Israel, como siempre, sea el blanco del odio. Pero en realidad está en la vanguardia de la defensa de la libertad. Y algunos que gritan en su contra lo saben.
Lo confieso. Iba a titular este artículo de forma más contundente y explícita: "La izquierda fascista". Pero me ha frenado el sensato artículo de Lluís Foix, en La Vanguardia de ayer. Ciertamente, y como yo misma he escrito en ocasiones, hay que tener mucho cuidado con el uso de algunos grandes conceptos que han teñido de horror el pasado de Europa.
Foix habla del uso perverso del término genocidio para atacar la incursión militar de Israel. Yo, que coincido con él, cometería el mismo error si usara el término fascista para definir a los sectores que tengo la intención de analizar. El fascismo es un fenómeno ideológico con un largo historial de violencia y muerte y no es equiparable a nada. Y si es la expresión extrema y trágica de las ideas de derechas, no podemos olvidar que también existe la versión extrema y trágica de las ideas de izquierdas. Del fascismo al comunismo, todos convergen en el mismo gusto por tiranizar y matar. Dejemos, pues, las ideologías totalitarias para la memoria negra de la historia. Como resulta evidente, sin embargo, que actualmente existen sectores de la izquierda que presentan tics inequívocamente intolerantes, y cuyo dogmatismo fanático impide la disidencia, a veces de forma violenta, también resulta fácil considerarlos fascistas de izquierdas. No caeré en la trampa, e intentaré considerarlos solamente intolerantes, incapaces de asumir dos actitudes fundamentales de la cultura de la libertad: el derecho a la disidencia y el derecho a no ser sospechoso por ejercerla. Por supuesto, escribo por la herida, no en vano tengo el dudoso honor de ser blanco, junto con algunos otros colegas, de las iras de sectores organizados que, con la excusa de la defensa del pueblo palestino, están demonizando nuestro derecho a pensar distinto. Guardianes celosos del pensamiento único, y esclavos de su miedo a pensar en libertad, disparan contra el pianista para impedir cualquier posibilidad de reflexión crítica. Sobre el conflicto de Palestina no se debate. Se imponen argumentos camuflados de solidaridad y pacifismo, y cualquier análisis que esté fuera de la ortodoxia progre es enviado a los infiernos de la maldad y de la complicidad asesina. Por supuesto, todo bien aliñado con campañas de difamación, insultos en todos los foros posibles, y algunas lindas amenazas. Estos mismos que se manifiestan de forma gritona en las calles, levantando bondadosas banderas de solidaridad, son los mismos que nos atizan con esas banderas, en un intento burdo de hacernos callar porque pensamos distinto. Su intolerancia llega hasta el punto de intentar monopolizar, no solo la verdad del conflicto, sino también la defensa de la paz. Es decir, no sólo niegan el debate. También se creen con el derecho a considerarse "los buenos" de la tragedia que se vive en Tierra Santa, en un ejercicio pueril de maniqueísmo. Buenos palestinos y malos israelíes y resumen en blanco y negro un conflicto que hace 60 años que dura. Por supuesto, los que tenemos opiniones más complejas sobre el rompecabezas de Oriente Próximo somos tildados de genocidas, cómplices de la matanza, y otras lindezas al uso. ¿Y si resultara que para defender la paz, se necesita un pensamiento más complejo? ¿Y si los enemigos de la paz, estuvieran en las filas que defienden? ¿Y si algunos palestinos lo tuvieran más claro que los papistas europeos que dicen defenderlos? ¿Y si Israel fuera la única alternativa real que le queda al pueblo palestino, cuando se libere de las ideologías que los oprimen? Ni contemplan la posibilidad de pensarlo, imbuidos de una pretendida superioridad ética que les permite negar toda opción que no sea la de su verdad bíblica. La superioridad ética de la intolerancia.En este proceso de demonización de la disidencia, se ha llegado a momentos de pura locura. Por ejemplo, las manifestaciones de Madrid y Barcelona, donde los gritos de Allah Akbar, los pasamontañas y las pistolitas, los vivas a Hamas, las quemas de banderas israelíes y americanas y los grupos islamistas se manifestaban en buena compañía con 'L´estaca', los progres al uso y los pacifistas de toda la vida. Y con el propio conseller de Interior, en uno de los actos más vergonzosos de la historia de esta conselleria. Como dicen algunos mossos, ¿cómo van a recibir información sobre islamismo radical por parte de otros servicios de inteligencia, si su propio conseller se manifiesta en tamaña compañía? Dicen que se manifestaron a favor de la paz, pero se oyeron gritos de guerra. Dicen que se manifestaron a favor de la solidaridad, pero en la manifestación se repartieron revistas donde seis ciudadanos catalanes -Joan Culla, Vicenç Villatoro, Lluís Bassat, Miquel Sellarès, Pilar Rahola i Jaume Renyer- eran señalados con la diana de la maldad y la sospecha. ¿Ellos señalan, y quizás otros disparan? Por supuesto, recibirán la querella pertinente. Y finalmente, dicen que se manifestaron a favor de Palestina, y solo oímos el ruido atronador del odio contra Israel. De tolerancia, nada. De solidaridad, con el ojo tuerto. Y de libertad, sólo el grito, usado para imponer el pensamiento único, y acallar las bocas disidentes.