LO QUE SIGUE


Larga y difícil, la respuesta de Israel
Por Guy Senbel para Guysen International News

Dos semanas después del comienzo de la octava guerra de Israel, el balance militar parcial, el político y diplomático ponen de manifiesto que el conflicto podría durar, e incluso extenderse.
Si bien la contienda es objeto de una inquietante ola de divergencias en la opinión pública mundial, demasiado retransmitida por una prensa apresurada en rellenar sus columnas con tribunas raramente magnánimas, ninguna iniciativa por el momento consiguió convencer a los Israelíes de la necesidad de llegar a un alto el fuego. Una Resolución de la ONU obligaría a las dos partes a silenciar las armas… Durante las dos últimas semanas, más de 900 objetivos estratégicos fueron alcanzados por Tzahal, y fueron eliminados altos responsables del Hamás, entre los más importantes. Por su parte, el Hamás lanzó 450 misiles, entre ellos 45 misiles de largo alcance. Doce israelíes, civiles y militares, perdieron la vida. Cerca de 650 Palestinos fallecieron, las tres cuartas partes eran terroristas del Hamás. En un frente unido, las autoridades políticas israelíes, desde la derecha religiosa a la izquierda laica, muestran una determinación sin resquicios; se trata efectivamente de acabar una operación destinada a eliminar los disparos de cohetes sobre Israel e impedir que el Hamás siga teniendo capacidad para hacerlo. Es decir, destruir su arsenal militar y eliminar a sus líderes en una estrategia de muerte a toda costa. Por distintas razones, Israel no puede permitirse renunciar a estos objetivos. Se trata prioritariamente de la seguridad de los habitantes del Neguev occidental y la zona costera israelí situada al Norte de la Franja de Gaza. Sderot se encuentra bajo los misiles desde hace ocho años. Se rompió una tregua de poco meses el mismisimo día de la elección de Barack Obama como Presidente de los Estados Unidos. Los misiles tipo Grad alcanzaron Ashkelón, Ashdod, Beer Sheva, Guedera. El jueves 8 de enero, el Hamás continuó lanzando misiles durante la “tregua humanitaria” de tres horas aceptada e impulsada por Israel. Frente a los que se presentan como “resistentes mártires”, se trata también demostrar que las estrategias defensivas de Tzahal son de una temible eficacia. La apertura de un nuevo frente es por otra parte una preocupación principal dentro del Gobierno israelí; el jueves 8 de enero, cuatro Katyushas fueron disparados desde el sur Líbano contra el Norte de Israel, alcanzando las ciudades de Nahariya y Shlomi. Israel respondió con moderados disparos de artillería. Algunos responsabilizan de los ataques al Fatá Al-Islam, otros sospechan del FPLP-CG de Ahmad Jibril, partidario de una guerra de desgaste contra Israel y opuesto a toda negociación con el estado judío. Quienes quiera que sean las milicias palestinas responsables, actúan en perfecta connivencia con el Jizballah que declaró que “no era responsable” de estos disparos. A priori, Nasrallah no tiene ningún interés en desencadenar un nuevo conflicto con Israel. La economía libanesa no puede estar peor. Beirut no está aún reconstruida. Las consecuencias de la Segunda guerra del Líbano hacen hoy sombra a un movimiento preocupado por reconstituir su arsenal militar, y menos comprometido en las misiones sociales que habían reforzado y fundado su base de apoyo. A pocas meses de las elecciones del Parlamento libanés, el Jizballah pretende movilizar a las poblaciones chiitas. Pero la hipótesis de una escalada suscitada por una alianza de las milicias terroristas chiitas y palestinas contra Israel no deben excluirse. Obligaría a incluir, quizás, a todo el Líbano, en una guerra destinada a borrar a Israel del mapa, como lo pide el líder de Irán Mahmud Ahmadinejad. Mientras que la hipótesis de un nuevo frente fue demostrada por los últimos disparos, algunos ya se preguntan sobre la continuidad del post-conflicto, anticipando sobre una solución probable, y cercana. ¿Qué pasará con los habitantes de Gaza? ¿El Fatáh logrará aumentar su poder? ¿Quién administrará el territorio? ¿La hipótesis de un Hamás desmilitarizado es viable? Tantas cuestiones a las cuales no es posible responder mientras el Hamás constituya una amenaza para el estado de Israel y la paz en la región. La dificultad para los dirigentes israelíes consistirá en convencer a sus socios internacionales que el embargo, las incursiones aéreas y la ofensiva terrestre en Gaza son necesarios para la seguridad de Israel. NO todos lo entienden así. La muerte de numerosos civiles palestinos, la crisis humanitaria y la violencia de los combates hicieron decir a un cardenal, Ministro de Justicia y Paz del Vaticano, que “la Franja de Gaza se asemeja cada vez más a un campo de concentración”.La dificultad para los soldados de Tzahal proviene del hecho que no se trata de una guerra contra un país o un ejército, sino de una guerra contra un movimiento terrorista que jura por la destrucción de Israel. Comprometido en una guerra santa, el Hamás pretende resistir a los asaltos del ejército israelí, para obtener mayores beneficios políticos. Al comenzar este conflicto, Ehud Barak, el Ministro israelí de Defensa, lo había prevenido. La respuesta de Israel será larga y difícil. En dos semanas, esta operación militar se ha convertido en una guerra en todo el sentido de la palabra. En las radios israelíes, las madres enlutadas por los soldados caídos en combate sólo hablan de amor y de paz. Esta noche, nuevamente pensamos en Guilad Shalit, rehén del Hamás en Gaza desde hace 930 días.