
Hamás vuelve a las andadas
por Mario Ablin
Hace unas semanas, en el clímax del conflicto bélico, escribimos un artículo en Aurora en el cual nos adheríamos a la propuesta de comenzar una amplia campaña humanitaria para paliar el sufrimiento de la población civil de la Fraja de Gaza.
Una de las sugerencias entonces consignadas era la apertura de un hospital de campo en la zona limítrofe entre Gaza e Israel para atender a los heridos palestinos. A partir del cese del fuego, esa propuesta fue materializada por Israel, quien abrió un moderno y bien equipado hospital en las adyacencias del paso fronterizo de Erez.
Pues bien, desde la apertura, no fue trasladado a ese hospital ni un solo herido palestino a efectos de recibir atención médica. Esa llamativa ausencia se debe a las amenazas de Hamás que impide, mediante el uso de la violencia, el traslado de heridos al moderno centro médico israelí.
La violencia de Hamás hacia su propio pueblo no se agota en impedir la atención médica a las víctimas de la reciente conflagración, sino que dicha agresión se dirige también contra civiles presuntamente identificados con el movimiento Al-Fatah ligado a la Autoridad Palestina con sede en Ramala.
Ya durante los combates, milicianos de Hamás ejecutaron sumariamente a decenas de militantes del Al- Fatah. Luego del cese del fuego las bandas armadas de Hamás han comenzado una amplia redada de palestinos opositores, procediendo sistemáticamente a dispararles en las piernas a sus prisioneros para así dejarlos inválidos. También Hamás mantiene retenidas a centenares de personas en prisión domiciliaria, impidiendo a las mismas la libre circulación.
Además de la dura represión interna de la población palestina, Hamás ha reanudado con celeridad la restauración de los túneles subterráneos a traves de los cuales se ha reanudado el contrabando de armamento con la intención de ser utilizado en lo que los fundamentalistas islámicos llaman ``la proxima vuelta''.
Muy lejos de la Franja de Gaza, en Washington, el nuevo presidente de los Estados Unidos, Barak Obama, ha asumido sus funciones en una espectacular ceremonia de estilo imperial.
Obama trae consigo un equipo de funcionarios entre los cuales se cuentan varias figuras que tendrán una decisiva injerencia en las negociaciones futuras relativas al conflicto israelí-palestino. Entre ellos cabe mencionar a la secretaria de Estado Hillary Clinton; la subsecretaria de Estado Beth Jones; el asesor de seguridad nacional general James Jones y el enviado presidencial especial para Oriente Medio, George Mitchell.
El enviado especial Mitchell, responsable en su momento del éxito obtenido en las negociaciones entre Gran Bretaña y los separatistas irlandeses, así como autor del ``Informe Mitchell'' que dio lugar al plan americano llamado ``Hoja de Ruta'' para la orientación del proceso de negociación de paz entre israelíes y palestinos.
Mitchell, quien ha asumido sus funciones con una notable auto-confianza, ha declarado tajantemente: ``No hay algo así como un conflicto que no puede ser resuelto, aún si el mismo dura ya cientos de años. Los conflictos fueron creados por seres humanos y seres humanos pueden resolverlos. Vi algo así en Irlanda y algo así puede ocurrir en Oriente Medio''.
El optimismo de Mitchell es alentador como plataforma declarativa pero quizás se trata de un optimismo un tanto ingenuo cuando se trata de entender la naturaleza de un conflicto en el cuál está involucrado un movimiento fundamentalista islámico del tipo de Hamás.
Según la concepción ideológica-religiosa del integrismo islámico, el mundo está dividido en dos: ``dar-el salam'', territorios que pertenecen a la herencia del Islam, y ``dar-el-jarbi'', territorios sometidos a las leyes de la guerra.
La obligación religiosa del ``jihad'', la guerra santa, prescribe transformar el mundo dar-el-jarbi en un mundo sometido al Islam. La fe musulmana tiene como ideal fundacional la constitución de una sociedad bajo el dominio religioso del Islam y la sharía, ley religiosa islámica.
El fundamentalismo islámico es la única religión en que la violencia es norma y la conquista del mundo es un objetivo legítimo.
Para los movimientos terroristas islámicos tipo Hamás o Hizbollah cualquier cese del fuego o statu quo es sólo transitorio y debe ser continuado por el ``jihad'', la guerra santa.
El objetivo final es la constitución de un Estado musulman y la incorporación de la ley religiosa musulmana tanto a nivel interno como en las relaciones internacionales.
De lo expuesto surge con claridad el preocupante perfil religioso e ideológico del movimiento Hamás.
Aún cuando la nueva Administración de Gobierno iniciada en Estados Unidos bajo la presidencia de Obama declara ser ``dialoguista'' y aún cuando la auto-confianza de Mitchell le lleva a creer que no hay conflictos irresolubles, la creencia de que es posible llegar a un acuerdo a mediano o largo plazo con Hamás es un error estratégico y una ilusión sin base objetiva alguna.
Las negociaciones relativas al destino de la Franja de Gaza no deben llevarse a cabo con Hamás sino exclusivamente con la Autoridad Palestina; los fondos internacionales para la reconstrucción de las viviendas e infraestructuras dañadas deben ser canalizadas exclusivamente a través de la Autoridad Palestina; el pasaje fronterizo de Rafíah debe ser administrado por la Autoridad Palestina, con presencia de veedores israelies y europeos, sin participación alguna de Hamás.
Hamás ha retomado ya sus preparativos para la continuación del ``jihad'', la interminable guerra que libra el extremismo musulmán contra los regímenes árabes moderados, contra el Estado de Israel y contra el mundo occidental y judeo-cristiano.
El nuevo Gobierno americano debe entender desde el comienzo mismo de su gestion, que cualquier intento de diálogo con los movimientos terroristas islamicos está condenado al fracaso, y sólo alimentará la violencia desplegada por aquellos grupos.
La única estrategia válida ante el terrorismo fundamentalista es aquella anunciada explicítamente en el Talmud, según la cual ``si alguien viene hacia tí con intención de quitarte la vida, adelántate y mátalo''.
por Mario Ablin
Hace unas semanas, en el clímax del conflicto bélico, escribimos un artículo en Aurora en el cual nos adheríamos a la propuesta de comenzar una amplia campaña humanitaria para paliar el sufrimiento de la población civil de la Fraja de Gaza.
Una de las sugerencias entonces consignadas era la apertura de un hospital de campo en la zona limítrofe entre Gaza e Israel para atender a los heridos palestinos. A partir del cese del fuego, esa propuesta fue materializada por Israel, quien abrió un moderno y bien equipado hospital en las adyacencias del paso fronterizo de Erez.
Pues bien, desde la apertura, no fue trasladado a ese hospital ni un solo herido palestino a efectos de recibir atención médica. Esa llamativa ausencia se debe a las amenazas de Hamás que impide, mediante el uso de la violencia, el traslado de heridos al moderno centro médico israelí.
La violencia de Hamás hacia su propio pueblo no se agota en impedir la atención médica a las víctimas de la reciente conflagración, sino que dicha agresión se dirige también contra civiles presuntamente identificados con el movimiento Al-Fatah ligado a la Autoridad Palestina con sede en Ramala.
Ya durante los combates, milicianos de Hamás ejecutaron sumariamente a decenas de militantes del Al- Fatah. Luego del cese del fuego las bandas armadas de Hamás han comenzado una amplia redada de palestinos opositores, procediendo sistemáticamente a dispararles en las piernas a sus prisioneros para así dejarlos inválidos. También Hamás mantiene retenidas a centenares de personas en prisión domiciliaria, impidiendo a las mismas la libre circulación.
Además de la dura represión interna de la población palestina, Hamás ha reanudado con celeridad la restauración de los túneles subterráneos a traves de los cuales se ha reanudado el contrabando de armamento con la intención de ser utilizado en lo que los fundamentalistas islámicos llaman ``la proxima vuelta''.
Muy lejos de la Franja de Gaza, en Washington, el nuevo presidente de los Estados Unidos, Barak Obama, ha asumido sus funciones en una espectacular ceremonia de estilo imperial.
Obama trae consigo un equipo de funcionarios entre los cuales se cuentan varias figuras que tendrán una decisiva injerencia en las negociaciones futuras relativas al conflicto israelí-palestino. Entre ellos cabe mencionar a la secretaria de Estado Hillary Clinton; la subsecretaria de Estado Beth Jones; el asesor de seguridad nacional general James Jones y el enviado presidencial especial para Oriente Medio, George Mitchell.
El enviado especial Mitchell, responsable en su momento del éxito obtenido en las negociaciones entre Gran Bretaña y los separatistas irlandeses, así como autor del ``Informe Mitchell'' que dio lugar al plan americano llamado ``Hoja de Ruta'' para la orientación del proceso de negociación de paz entre israelíes y palestinos.
Mitchell, quien ha asumido sus funciones con una notable auto-confianza, ha declarado tajantemente: ``No hay algo así como un conflicto que no puede ser resuelto, aún si el mismo dura ya cientos de años. Los conflictos fueron creados por seres humanos y seres humanos pueden resolverlos. Vi algo así en Irlanda y algo así puede ocurrir en Oriente Medio''.
El optimismo de Mitchell es alentador como plataforma declarativa pero quizás se trata de un optimismo un tanto ingenuo cuando se trata de entender la naturaleza de un conflicto en el cuál está involucrado un movimiento fundamentalista islámico del tipo de Hamás.
Según la concepción ideológica-religiosa del integrismo islámico, el mundo está dividido en dos: ``dar-el salam'', territorios que pertenecen a la herencia del Islam, y ``dar-el-jarbi'', territorios sometidos a las leyes de la guerra.
La obligación religiosa del ``jihad'', la guerra santa, prescribe transformar el mundo dar-el-jarbi en un mundo sometido al Islam. La fe musulmana tiene como ideal fundacional la constitución de una sociedad bajo el dominio religioso del Islam y la sharía, ley religiosa islámica.
El fundamentalismo islámico es la única religión en que la violencia es norma y la conquista del mundo es un objetivo legítimo.
Para los movimientos terroristas islámicos tipo Hamás o Hizbollah cualquier cese del fuego o statu quo es sólo transitorio y debe ser continuado por el ``jihad'', la guerra santa.
El objetivo final es la constitución de un Estado musulman y la incorporación de la ley religiosa musulmana tanto a nivel interno como en las relaciones internacionales.
De lo expuesto surge con claridad el preocupante perfil religioso e ideológico del movimiento Hamás.
Aún cuando la nueva Administración de Gobierno iniciada en Estados Unidos bajo la presidencia de Obama declara ser ``dialoguista'' y aún cuando la auto-confianza de Mitchell le lleva a creer que no hay conflictos irresolubles, la creencia de que es posible llegar a un acuerdo a mediano o largo plazo con Hamás es un error estratégico y una ilusión sin base objetiva alguna.
Las negociaciones relativas al destino de la Franja de Gaza no deben llevarse a cabo con Hamás sino exclusivamente con la Autoridad Palestina; los fondos internacionales para la reconstrucción de las viviendas e infraestructuras dañadas deben ser canalizadas exclusivamente a través de la Autoridad Palestina; el pasaje fronterizo de Rafíah debe ser administrado por la Autoridad Palestina, con presencia de veedores israelies y europeos, sin participación alguna de Hamás.
Hamás ha retomado ya sus preparativos para la continuación del ``jihad'', la interminable guerra que libra el extremismo musulmán contra los regímenes árabes moderados, contra el Estado de Israel y contra el mundo occidental y judeo-cristiano.
El nuevo Gobierno americano debe entender desde el comienzo mismo de su gestion, que cualquier intento de diálogo con los movimientos terroristas islamicos está condenado al fracaso, y sólo alimentará la violencia desplegada por aquellos grupos.
La única estrategia válida ante el terrorismo fundamentalista es aquella anunciada explicítamente en el Talmud, según la cual ``si alguien viene hacia tí con intención de quitarte la vida, adelántate y mátalo''.