GEOPOLITICA INTERNACIONAL


EL TERRORISMO ISLAMISTA EN LA ERA OBAMA
Los atentados de Bombay buscaron avivar el conflicto entre la India y Pakistán
Alberto Priego, Ph.D., Universidad de Londres


Muchos fueron quienes culparon al presidente George W. Bush de los atentados terroristas islamistas de Londres (2005) y Madrid (2004).
Incluso le culparon del 11-S (2001), anterior en el tiempo a las intervenciones militares de Afganistán (2002) e Irak (2003). Los brutales atentados de finales de noviembre en Bombay se cobraron la vida de 183 per sonas, y no fueron miles gracias a la decidida intervención del Gobierno de Delhi, que rechaza cualquier tipo de negociación con terroristas y plantó cara a los comandos terroristas islamistas. Decenas de españoles salvaron, por fortuna, sus vidas. El atentado de Bombay se produce ya en la era Obama y echa por tierra la indocumentada tesis anterior. Obama tampoco parece contar con el beneplácito de los terroristas de Al-Qaeda. Si el Presidente Bush era el enemigo público número uno para los terroristas de Bin Laden, su sucesor heredará dicha condición. La razón se inclina del lado de quienes sostienen que el enemigo del terrorismo islamista no es otro que el mundo occidental.

El que será el 44º presidente de los Estados Unidos de América parece haber fijado su vista en Afganistán. Lo ha convertido en su prioridad número uno en política exterior, incluso por encima de Irak. Lograr la paz en el país pastún se antoja fundamental para estabilizar un mundo castigado por el radicalismo y por la intolerancia de los terroristas islamistas. Por ello, la idea de la próxima Administración norteamericana es llevar a cabo una política holística en Asia Meridional que favorezca un entorno más seguro para Afganistán.
“La nacionalidad de las víctimas (americanos, australianos, israelíes, británicos, etc.), el modus operandi y el seguimiento mediático alcanzado hacen del atentado de Bombay el nuevo 11-S de la India”
Históricamente Pakistán se ha visto amenazado tanto por el norte como por el sur, es decir por la India y por Afganistán. Mientras que los problemas con la India son contemporáneos, con Afganistán se remontan al siglo XIX. Así, desde su creación, el inquilino del Palacio Aiwan-e-Sadr ha buscado afianzar al menos uno de esos frentes para poder ocuparse del otro. En la actualidad, el presidente Zardari ha tratado de mejorar las relaciones con la India aunque todavía no lo ha logrado. Si se alcanzara un acuerdo con Nueva Delhi en Jammu y Cachemira, Islamabad podría centrar sus esfuerzos en su otro enemigo histórico, Afganistán, fortaleciendo así la misión que la OTAN está llevando a cabo allí. La ayuda pakistaní se antoja necesaria para frenar el tráfico de drogas y el terrorismo islamista que tienen su base en el país pastún. Sin embargo, este objetivo choca frontalmente con el de los grupos terroristas que están llevando a cabo esfuerzos ímprobos para que la India y Pakistán no puedan alcanzar dicha paz.
En este contexto debe enmarcase el último atentado terrorista perpetrado en la India, en el que un grupo de veinte hombres segaron la vida de más de 180 personas, aunque el objetivo era provocar una matanza de 5.000 personas. Más allá del drama personal, el verdadero objetivo de los terroristas era frenar el proceso de distensión iniciado por Asif Alí Zardari. El comando terrorista que perpetró el atentado de Bombay dejó un reguero de pistas que inculpaban a grupos pakistaníes con el único fin de recrudecer el conflicto entre estos dos países.

El atentado terrorista de Bombay
El 26 de noviembre de 2008 un grupo de 20 hombres, perfectamente entrenados, lanzaron un ataque sobre la cinematográfica ciudad de Bombay –también conocida por Mumbai– con un doble objetivo: causar el mayor daño posible y alcanzar una gran repercusión internacional. Los asaltantes se distribuyeron en dos grupos: en el primero, los terroristas que estaban alojados en los hoteles.
Éstos poseían identidades y tarjetas de crédito falsas, lo que nos da una idea de su gran organización. El segundo grupo asaltó la ciudad usando lanchas neumáticas que partieron de dos pesqueros –Alpha y Al Kabir– que habían sido secuestrados en Karachi y cuya tripulación fue asesinada.
Durante la primera fase, los terroristas se dedicaron a sembrar el pánico en lugares emblemáticos de la ciudad, como la estación Chhatrapati Shivaji, el Café Léopold, el Metro Cinema o el hospital Cama Albless. Una vez acabaron con estos objetivos se atrincheraron en los hoteles Taj Mahal y Trident Oberai, aunque previamente tuvieron tiempo para atacar el Centro Cultural Judío. La idea de los terroristas era atrincherarse en los hoteles y negociar la liberación de presos pertenecientes a la organización Muyahidines Indios, tal y como se deduce de su vestimenta. Los asaltantes vestían pantalones y chalecos con numerosos bolsillos donde acumulaban grandes cantidades de explosivos y comida suficiente para resistir varios días. Sin embargo, la política de Nueva Delhi es la no negociación con grupos terroristas, algo que ya practicó hace algunas semanas cuando hundió un barco pirata en las aguas de Somalia.
El asalto se saldó con el trágico resultado de 183 muertos y una cifra indeterminada de heridos. Sin embargo, más allá del irreparable daño personal, el objetivo de los terroristas era, por un lado, asesinar a los extranjeros –de hecho preguntaban por la nacionalidad antes de ejecutarlos– y, por otro, envenenar las relaciones entre la India y Pakistán. Analicemos más en detalle estas dos afirmaciones.
“El entrenamiento militar está proporcionado por miembros de los servicios secretos pakistaníes (ISI) que han venido colaborando con los grupos terroristas de Cachemira contra los intereses indios”
En primer lugar, hay que decir que en la perversa mente de los terroristas circula la siguiente idea: si las víctimas son occidentales la atención internacional a sus acciones será mayor. En buena medida es cierto ya que, si atendemos al número de víctimas, la India ya había sufrido otros atentados donde los fallecidos son más que en el atentado de Bombay. Sin embargo, la nacionalidad de las víctimas (americanos, australianos, israelíes, británicos, etc.), el modus operandi y el seguimiento mediático alcanzado hacen del atentado de Bombay el nuevo 11-S de la India. La realidad es que el atentado a punto estuvo de acabar con la vida de decenas de españoles, entre ellos la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, y numerosos empresarios.
En segundo lugar, y al igual que ya ha ocurrido en atentados anteriores de grupos terroristas pakistaníes, el verdadero objetivo era generar un clima de desconfianza entre los dos países que favoreciera la consecución de sus objetivos. Esta hipótesis cobra más fuerza si atendemos a las declaraciones de Asif Alí Zardari en las que, por primera vez en la historia de Pakistán, se calificaba de terroristas a los grupos violentos de Cachemira. En una línea similar, Zardari renunciaba al uso del arma nuclear como primera opción frente a la India. Esta predisposición favorecía la estabilidad regional, ya que abría una vía de cooperación en las difíciles relaciones entre la India y Pakistán, dos países que ya se han enfrentado en tres guerras.
¿Quién está detrás de los atentados? El atentado de Bombay fue inmediatamente reivindicado –vía e-mail– por un grupo denominado Deccan Muyahideen, aunque se duda de la existencia real de esta organización. La traducción literal es “Muyahidines del Sur” (sánscrito), aludiendo a una meseta situada en el centro de la India. En el propio comunicado encontramos tres elementos que nos hacen sospechar que la reivindicación
era falsa:
● El tono es mucho más suave que el utilizado por los Muyahidines de la India
en sus reivindicaciones.
● El idioma, hindi con palabras en urdu en lugar del inglés, pretende poner en
antecedentes a las autoridades sobre la procedencia del grupo: parte norte de
la India o Pakistán.
● El medio usado para la reivindicación –el correo electrónico– no es habitual en los atentados cometidos en la India. Por el contrario, una llamada telefónica suele servir para adueñarse de tan vergonzantes acciones.
“Según el terrorista capturado, el atentado había sido planeado en la Cachemira pakistaní, en un campo de entrenamiento de Lashkar-et-Taiba, donde tuvieron contacto con miembros de Al-Qaeda y del ISI”
Sin embargo, el propio comunicado sí aporta datos que nos ponen sobre la pista de la autoría. El primero es el uso de los correos electrónicos como medio de reivindicación, algo propio del terrorismo checheno. Además, según el servicio secreto de la India (RWO), el rastreo de dicho mail les llevó a un ordenador ruso ubicado en Pakistán. Es sabido que en los campos de entrenamiento de Lashkar-et-Taiba hay chechenos que reciben adiestramiento. De hecho, el modo de actuación de los terroristas nos recuerda al secuestro del barco turco de Trabzón, al hospital Budyonnovsk, al teatro Dubrovka o a la Escuela nº 1 de Beslán. Esta colaboración no nos puede sorprender, ya que en la toma de la Mezquita Roja (julio de 2007) se encontraron los cadáveres de varios terroristas chechenos. Por lo tanto, esa primera pista nos indicaría que Lashkar-et- Taiba estaría detrás de los atentados.
En segundo lugar, el operativo, tal y como se llevó a cabo, necesita de un adiestramiento que en esta región sólo se suministra en Muridke, es decir, en el cuartel general de Lashkar-et-Taiba. Este entrenamiento militar está proporcionado por miembros de los servicios secretos pakistaníes (ISI) que han venido colaborando con los grupos terroristas de Cachemira contra los intereses indios.
De hecho, en mayo de 1999, militantes armados, supuestamente actuando motu proprio, se infiltraron más allá de la línea de control con la intención de provocar una nueva guerra entre los dos países. Estos militantes suelen recibir entrenamiento y apoyo logístico de sectores del Ejército. Cabe destacar al general Hamid Gul, vinculado a estos grupos y a quien Benazir Bhutto acusó de preparar el atentado de Karachi de noviembre de 2007.
Además, en el año 2001 se produjo un asalto al Parlamento indio llevado a cabo por Lashkar-et-Taiba. En este caso sólo hubo que lamentar 10 víctimas mortales, aunque lo más reseñable es la semejanza en el modus operandi.
“Mientras no desaparezca la inestabilidad no desaparecerá el negocio de la droga, ya que la falta de seguridad se antoja como condición sine qua non para el cultivo de opio y para su posterior transformación en heroína”
En tercer lugar, el periódico Majallah al-Dawa publicó que la única opción que tenían los musulmanes de la India era la yihad o la emigración. Resulta que este rotativo pertenece a la organización Jamat-ut-Dawa, que no es otra cosa que la heredera de Lashkar-et-Taiba, prohibida en Pakistán en 2002. Así, bajo este nuevo nombre, Lashkar-et-Taiba ha continuado operando libremente en Pakistán manteniendo incluso a su fundador, Hafiz Muhammad Saeed, como líder.
Unos días después de los atentados de Bombay, Saeed acusó a la India de inculpar a Pakistán en lugar de solucionar la situación de los musulmanes.
En cuarto lugar, de los 20 asaltantes de la ciudad de Bombay, las autoridades indias lograron capturar uno con vida, Abu Islami. Tras horas de interrogatorio confesó su pertenencia a Lashkar-et-Taiba, algo que concuerda con los números de teléfono encontrados en su móvil: cinco pertenecían a activistas de esta organización. Según Islami, el atentado había sido planeado en la Cachemira pakistaní, en un campo de entrenamiento de Lashkar-et-Taiba, donde tuvieron contacto con miembros de Al-Qaeda y del ISI.
Los terroristas habrían salido de Karachi en un mercante perteneciente a Dawood Ibrahim, desde donde abordaron a los dos pesqueros que sirvieron para llegar a Bombay. Dawood Ibrahim es el principal capo del crimen organizado de Karachi, que cuenta con una organización denominada D-Group. Dawood Ibrahim controla el negocio del tráfico de drogas procedente de Afganistán al tiempo que mantiene importantes vínculos con Al-Qaeda, con los Talibán y con el ISI.
En 1993, Dawood Ibrahim y su socio Tigre Menom organizaron una cadena de atentados en los que murieron más de 200 personas. Desde entonces se esconde en los suburbios de Karachi. De hecho, su repatriación es uno de los elementos más tensos en las relaciones entre la India y Pakistán. Su principal objetivo es la desestabilización de la India, Pakistán y Afganistán para poder llevar a cabo sus negocios ilícitos. Por ello, Dawood Ibrahim ha cooperado activamente con grupos terroristas, como Lashkar-et-Taiba o Jaish-e-Mohammed, con el fin de mantener vivo el conflicto de Cachemira evitando que Pakistán pueda destinar los esfuerzos necesarios para la estabilización de Afganistán. Con el país pastún sumergido en el caos, Dawood Ibrahim puede mantener sus negocios de narcotráfico con mayor facilidad y, gracias al poder que tiene en Pakistán, enviar la droga a Europa y EE.UU. vía Emiratos Árabes,

Irán o Turquía.
“El presidente electo de los Estados Unidos ya señaló la importancia de la cooperación pakistaní en la pacificación de Afganistán, que es hoy por hoy el principal frente en la lucha contra el terrorismo islamista”
Una vez parece probada la implicación de ciudadanos concretos y grupos terroristas pakistaníes, la India procedió a la petición de extradición de veinte personas presuntamente implicadas en los atentados de Bombay. Entre ellas encontramos nombres tan importantes como Hafiz Muhammad Saeed (líder de Jamat-ut-Dawa), Maulana Masood Azhar (líder de Jaamet-et-Mohammed), Dawood Ibrahim, Tiger Menom o el que consideran cerebro del ataque, Zakir-ur-Rehman (Lashkar-et-Taiba). Aunque se han producido cientos de arrestos –algunos de ellos importantes como los de Saeed, Azhar o Rehman–, todavía no se ha concedido ninguna extradición ya que Islamabad pide pruebas concretas de la implicación.

Objetivos del atentado
Los objetivos que se pretendían con el atentado son varios e interrelacionados.
El más claro era la necesidad de que la India y Pakistán volvieran al enfrentamiento que tanto favorece a los grupos terroristas. Tras el asalto al Parlamento indio de 2001, Nueva Delhi realizó un desplazamiento de tropas a la zona de Cachemira que rápidamente fue contestado por Islamabad con otro de características similares. De este modo, ahora se pretendía sembrar de nuevo la desconfianza y provocar una reacción similar a la que se produjo en 2001. Sin embargo, en esta ocasión éste podría ser considerado como un objetivo manifiesto, ya que el latente y verdadero no era otro que evitar que Pakistán enviara cuatro divisiones militares prometidas a las zonas tribales fronterizas con Afganistán.
Tropas cuyo papel era lograr frenar a la insurgencia talibán que amenaza con tomar buena parte de Afganistán aprovechando el duro invierno.
Este objetivo es compartido por los conocidos como Talibanes Pakistaníes, quienes parecen estar detrás del asesinato de Benazir Bhutto. Así, tras los atentados de Bombay, su líder Meshed ha comunicado que si Islamabad declara la guerra a la India su organización lucharía al lado de las tropas pakistaníes. Algo que parece cada vez más cercano.
El fin de semana del 27 y 28 de diciembre la 14ª división pakistaní (20.000 hombres) abandonó sus posiciones en la zona fronteriza con Afganistán y se dirigió hacia Sialkot y Kasut (Cachemira). De este modo, la misión de la OTAN en Afganistán se convierte en algo casi imposible, ya que los insurgentes encuentran refugio al otro lado de la frontera pakistaní sin que la Alianza pueda hacer nada para evitarlo. Si las fuerzas de la Alianza no pueden llevar a cabo sus acciones, tampoco se podrán implementar los planes para frenar la producción de opio en Afganistán, principal problema para la estabilización del país. Se crea así un círculo vicioso que comienza con la falta de seguridad, continúa con la debilidad del Gobierno afgano y termina con el cultivo del opio, que se presenta como la única salida posible para los ciudadanos afganos. De hecho, las zonas donde la producción de droga es mayor –Helmand y Kandahar– son al tiempo las zonas donde se llevan a cabo más atentados contra las fuerzas de la coalición, estableciéndose así un vínculo directo entre falta de seguridad y narcotráfico.
“El objetivo latente y verdadero no era otro que evitar que Pakistán enviara las cuatro divisiones militares prometidas a las zonas tribales fronterizas con Afganistán”
Mientras no desaparezca la inestabilidad no desaparecerá el negocio de la droga, ya que la falta de seguridad se antoja como condición sine qua non para el cultivo de opio y su posterior transformación en heroína. En este escenario se ha establecido una triple alianza entre narcotraficantes (Dawood Ibrahim), talibanes (Mullá Omar) y terroristas (Bin Laden). Los talibanes proporcionan protección a los líderes de Al-Qaeda y a cambio éstos les dan contactos para comprar armas. Estas armas son pagadas con el dinero que obtienen por su colaboración en el tráfico de drogas, que puede llevarse a cabo gracias a la inestabilidad que generan sus acciones. Por su parte, la droga que se consume en Europa y EE.UU. permite a Al-Qaeda elaborar un discurso sobre las sociedades occidentales corruptas (kafirs) contra las que hay que luchar, al tiempo que se presentan como la única alternativa para los jóvenes.
Volviendo al atentado de Bombay, la principal conclusión que se obtiene es que se buscaba dar aire a la insurgencia afgana distrayendo la atención de las fuerzas pakistaníes en otros asuntos, como Jammu y Cachemira. La nueva política de Zardari y las promesas de Barack Obama no deben caer en saco roto, ya que la paz en Afganistán depende en buena medida de alcanzar un acuerdo en Cachemira. De hecho, el presidente electo de los Estados Unidos ya señaló la importancia de la cooperación pakistaní en la pacificación de Afganistán, que es hoy por hoy el principal frente en la lucha contra el terrorismo islamista.
Con una situación caótica sería mucho más fácil para Al-Qaeda lograr su verdadero objetivo: hacerse con el control de un Estado para implantar su visión integrista radical e iniciar la construcción de un Califato (Al-Khulafa al-Rashidun) a imagen y semejanza del existente durante el reinado de los cuatro primeros califas. Una vez tuvieran controlado Pakistán y sus armas nucleares, les sería más sencillo lanzar la yihad (jihad bil-sayf) para acabar con las prácticas corruptas –capitalismo, consumismo, corrupción, etc...– que se permiten en la tierra de los infieles (dar al-harb) que deben ser conquistadas.
“Si permitimos un conflicto entre la India y Pakistán, en Afganistán los terroristas habrán conseguido su objetivo: la desestabilización regional y el fortalecimiento de talibanes, narcotraficantes y terroristas”
Así, si permitimos que un conflicto regional entre la India y Pakistán altere los planes de la Comunidad Internacional en Afganistán, los terroristas habrán conseguido su objetivo: la desestabilización regional y el fortalecimiento de las estructuras de talibanes, narcotraficantes y terroristas. Casi un año después de la muerte de Benazir Bhutto, los integristas están más cerca de lograr su objetivo: hacerse con el poder de Pakistán e iniciar la construcción de su Califato. Por ese motivo, Barack Obama ha fijado en Afganistán su principal prioridad en política exterior.
Más allá de consideraciones geopolíticas, parece que, tal y como ocurrió en 1979 con la invasión soviética, el país pastún es pieza clave para la estabilidad mundial. Drogas, errorismo e integrismo islamista se encuentran en Afganistán e inician una expansión por todo el mundo solamente comparable al comunismo en los tiempos de la URSS. ¿Cuál será ahora la fórmula para la disuasión?
FAES Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales

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