Yom Hashoah
Lourdes Rensoli Laliga
Publicado el 27.01.2009
Por Gentiuno.com
En los años 60 cortos, si mal no recuerdo, un sociólogo eminente y modesto, llamado Richard L. Rubenstein publicó un libro titulado "The cunning of History", en el que se basó W. Styron para escribir una novela impactante que fue llevada al cine con gran éxito. Me refiero a "Sophie's Choice" o "La decisión de Sophie", protagonizada por Meryl Streep. Recuerde el lector que la macabra decisión de Sophie consiste en elegir, por orden del doctor Mengele, cual de sus dos pequeños hijos iría a la muerte: el niño o la niña. En cualquier caso, su vida quedaría destrozada para siempre. Como lo fue.
En la obra mencionada, Rubenstein se refiere al nuevo modelo de sociedad establecido por los nazis y basado en la neo-esclavitud. Ciertos grupos humanos, basados en la supremacía racial, cuyo concepto de raza no es biológico sino un maligno enfoque integral sobre el ser humano, consideran "dañino" a cierto grupo diferente y lo esclavizan hasta exterminarlo. Su terrible conclusión es que dicho modelo era y sigue siendo posible.
Nunca he estado muy convencida de que el Holocausto no va a repetirse. Nunca en mi vida he querido estar equivocada con mayor intensidad. Pero veo indicios en los tiempos...
El doble juego de Occidente, sobre todo de los hipócritas y cobardes países de Europa, que juegan al apaciguamiento con el Islam radical y a la "ira fundamentada" contra Israel, cuando la II guerra mundial demostró la ineficacia de la primera y la perversión de la segunda sale a relucir a diario. Esos neo-hippies que pretenden que Israel, asediado por el terrorismo, combata bombas suicidas y misiles con flores. Risa daría de no ser tan trágico.
Puede pasar de nuevo, no nos durmamos en los laureles. No confundamos nuestras ilusiones con las perspectivas. Es duro ser el advocatus diaboli, pero hay que alertar a las personas de bien. El natural deseo de que no vuelva a suceder y el vértigo de cada día no nos dejan a veces analizar con frialdad analítica la creciente exacerbación de los ánimos judeófobos en Europa e Iberoamérica. El feroz antisemitismo noruego revive. No les importan las brutales agresiones islamistas en Oslo. Saben que se les teme. Los radicales islámicos echan un pulso con Dinamarca a base de agresiones a personajes del gobierno. Holanda se muere de miedo y, en lugar de castigar a los culpables, priva a Hirshi Ali de su nacionalidad y la obliga a abandonar el país. El Reino Unido reflexiona sobre como aplicar la Sharia o Ley islámica en el país, junto al código tradicional. Todos contra los EU. Todos contra Israel. Y los Estados Unidos siguen siendo--defectos y virtudes aparte--un baluarte para los judíos y una mano tendida para Israel.
Nadie se equivoque: no soy una profesora de gabinete, desde el que divago cómodamente (con el bolsillo repleto de dinero) sobre aquello que me contraría. He huido de la dictadura comunista de Cuba, en la que escuché gritar desde temprano la perversa consigna "¡Judíos asesinos/ del pueblo palestino!". En la que estigmatizaba a cualquier ciudadano el asistir a una asociación cultural judía, y no digamos a una sinagoga. Dictadura que me privó de mi cátedra universitaria y me lanzo al exilio por temor a males mayores, con todo lo que eso supone: rechazo, discriminación, menosprecios, puertas cerradas, abusos en una España a la que amo y en la que tengo raíces directas y personas muy queridas. En la que, junto a las manos tendidas de algunas personas de bien, los comunistas de lujo han atropellado—y continúan haciéndolo de muchos modos-- a quien ha huido de ese paraíso del que ellos se niegan a disfrutar, al menos en la misma condición de un ciudadano. En medio de circunstancias muy difíciles, aun trabajando en medios universitarios, en los que he temido no llegar a fin de mes económicamente, he ido siguiendo este proceso y viendo con horror como los mismos judíos comenzaban a contagiarse de las posiciones de dichos comunistas de lujo. Alertarles ha provocado risas a menudo.
No me hubiera asombrado e indignado si este mal hubiera sido denunciado sólo por mí o por personas muy superiores pero poco leídas hoy, como Rubenstein. Es que voces como las de Oriana Fallaci, Gustavo Perednik, Pilar Rahola y Giovanni Sartori, entre muchas, se han alzado para despertar las conciencias. Se ha respondido con acusaciones de racismo, de fascismo, de miseria moral. Siempre el camino más fácil. El que se sigue cuando se cree absurdamente que, con algunas concesiones de palabra y de obra, se contentará a seres enfermos por el odio, inculcado a menudo desde la infancia, a quienes lo quieren todo, para destruirlo y regocijarse en su agonía en salvajes orgías de muerte.
Desdichadamente, este mal que corroe a Occidente lo han detectado también los neonazis y otros grupos extremistas y lanzan sus libelos, igualmente de destrucción y de maldad contra quienes ninguna culpa tienen de la amenaza que se cierne sobre Europa: judíos, musulmanes pacíficos, inmigrantes de otras religiones. Y se corre el riesgo de ser tildado de fascista, término desfigurado que abarca una incongruente diversidad y que muchos aplican sobre todo a quienes no somos de izquierdas, precisamente porque hemos bebido su cáliz hasta cerca del fin, no hasta lo último porque no hemos sido presos políticos ni objetos de maltratos físicos.
Vuelve a señalarse a los judíos como autores de absurdos crímenes "rituales", se evocan de nuevo los Protocolos de los Sabios de Sión, se acusa a los judíos de haberse apropiado de supuestas riquezas ajenas. Se exigen "medidas para su control". Se evoca la "solución final" de los nazis. Eso, después de negar la legalidad y razón de ser del Estado de Israel, de criminalizarlo y de victimizar a los terroristas de Hamas y hasta de asegurar que no representan peligro terrorista alguno. Y la ONU y la Unión Europea asienten, asienten, asienten, y obsequian a esos mismos terroristas con millones de euros extraídos de nuestros impuestos. Ahora a Europa se suman Venezuela, Nicaragua, y algunos países del cono sur, sea a nivel de gobierno o de grupos judeófobos y neonazis exacerbados por consignas extraídas de un pseudo marxismo populista combinado por algunas de las peores doctrinas que el hombre ha producido y que los ilusos creían superadas.
En la historia nada se pierde. Todo puede retornar, si se presentan las condiciones adecuadas. Huir puede ser eficaz en algunos casos pero no se puede huir de todas partes. El pueblo judío y las personas de buena voluntad que lo apoyan han de trabajar con tesón para evitar que el huevo de la serpiente se incube otra vez hasta su plena maduración. Y los políticamente miopes, los trepadores, los déspotas, deberían comprender a tiempo que—si sus tenebrosas alianzas con los islamistas dieran los venenosos frutos apetecidos serán victimas de quienes hoy los secundan, pues acabarían siendo un estorbo para los planes de destrucción de los segundos. La ceguera humana siempre supone que todos serán victimas menos él. Pero el gobernante sin escrúpulos que pretende perpetuarse en el poder sin importarle los medios, el demagogo que planea acallar las justas protestas con subvenciones que no solucionan los verdaderos problemas, el oportunista que las acepta gozoso sin pensar en lo que viene detrás, los apaciguadores de todos los bandos son traidores. Se han traicionado primero a sí mismos como seres humanos, y han traicionado a quienes debían dirigir, proteger y ayudar. Y la traición, deleznable vicio, se paga con la vida. No necesariamente a manos de la victima sino de quien, a su lado, convirtió en victimas a los inocentes. No lo olvidemos.
Honremos hoy y siempre la memoria de los muertos y mutilados, del cuerpo o del alma, en el horror del Holocausto, que muchos se recrean en negar. Pero recordemos las advertencias de Rubenstein y de otro lúcidos estudiosos; luchemos contra ellos con todos los medios disponibles. Que junto al Kaddish, al El Male Rahamin y otras oraciones por los muertos, estemos siempre alertas y nuestras voces se escuchen. Aún hay tiempo.
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