CAMINO A LA REALIDAD


Ganar o perder
por Miguel Martín


Tras años de sangre derramada y enfrentamientos, el saldo resultante en el conflicto entre israelíes y palestinos resulta abrumadoramente favorable para Israel y no solamente por los éxitos militares, que también, sino porque el grado de pérdida en todas las áreas que resulta para los palestinos, principalmente en vidas humana, materia diplomática y de credibilidad, ahoga con creces todas las posibilidades que pudieran tener de futuro si no se alcanzan metas más reales y vuelve a terminar todo en un nuevo enfrentamiento, que puede haberlo.
Si décadas atrás lograron reunir a su favor los apoyos occidentales, ese crédito puede estar desapareciendo y el saldo resultante parece haberse ido por los entresijos del conflicto que está enfrentando a los propios palestinos entre sí tras la situación en que han quedado por la derrota electoral de Fatah en Gaza con el consiguiente triunfo de las tesis islamistas de Hamás, reduciéndose el feudo de aquel a los territorios de Cisjordania en una clara situación de confrontación armada entre los propios palestinos que les resta credibilidad a pasos acelerados. Si hasta ayer se trataba de ganar la partida a los israelíes acusados de una “ocupación” de dudosa credibilidad vistos los resultados de paz obtenidos con egipcios y jordanos, hoy resulta inviable la situación palestina, divididos como están sus dirigentes y a punto de una posible guerra civil, y una imparable degradación económica y social que parece deteriorarse por momentos. Los esfuerzos de Mazen caen en saco roto, sus rivales en Gaza no soportan compartir el poder con Fatah y por si fuera poco, las indicaciones de Teherán, donde está la oficina principal de Hamás, son no pactar con los corruptos de la ANP. No es de extrañar que las palabras de Netanyahu hayan pasado inadvertidas para las opiniones públicas de la comunidad internacional, incrédulas e incapaces de admitir la seriedad de una oferta como la de Netanyahu, como suelen resultar siempre las declaraciones de los dirigentes israelíes sobre el futuro de la paz entre ambos pueblos, que además son las de los personajes más comprometidos con la defensa de su país. Netanyahu ha ido más allá de lo que sus homólogos palestinos son capaces, acaba de manifestar que la condición primera para hablar de un “estado palestino” es admitir la condición judía del Estado de Israel. Las palabras “Estado palestino” en boca de Biniamin Netanyahu suponen un salto espectacular en sus conocidas tesis de negar el derecho a tener los palestinos un estado propio al lado del israelí. No suelen prodigarse los dirigentes palestinos con declaraciones así. La grandeza de un estadista se mide por la capacidad que tiene de admitir como posible lo que hasta ayer él mismo negaba. En el caso de Netanyahu el salto resulta demoledor para los palestinos que se ven superados por todos los flancos y necesitan ponerse al corriente antes que las manifestaciones del Primer Ministro israelí terminen por destrozarles el escaso crédito que les haya quedado tras los últimos meses de luchas internas. El mundo hoy no es lo que era tan solamente hace seis meses. Los acontecimientos últimos hacen antiguos los inmediatos anteriores. Si Mazen y los suyos no son capaces de reaccionar ante estas declaraciones, demuestran su insolvencia para liderar a su pueblo y guiarlo hacia la paz y al mismo tiempo hacia el futuro y la estabilidad y con ello también corre el peligro de dejar expedito el paso a las tesis islamistas de Jaled Meshal que no solo cuestionan al Estado judío, sino que llama a su destrucción y aniquilación. Los palestinos se la están jugando y necesitan dar el paso de los valientes. ¿Serán capaces de asumir el precio de la paz para sus hijos? ¿Volverán a repetir los mismos errores? ¿Han aprendido la diferencia que existe entre ganar y perder? Han tenido en sus manos varias veces ambas posibilidades y siempre han escogido la peor: perder, así les está yendo.
La sangre derramada de forma inútil clama poner freno a esta sangría porque de no hacerlo el futuro palestino será muy incierto y oscuro. Es cuestión de tiempo y queda poco porque los acontecimientos en la zona pueden precipitarse de forma rápida y dejar el problema palestino en segundo o tercer plano, o en ninguno, que sería entonces más dramático.