Ana JerozolimskiEntrevista a Marcos Aguinis
Semanario Hebreo- Uruguay
Aguinis, destacado escritor y conferencista, ex Secretario de Cultura de Argentina, es un conocido defensor de la causa de Israel. Con su aguda pluma y su análisis original, es una de las voces más respetadas del mundo judío.
Dentro de pocos días llega a Israel, a brindar una conferencia organizada por los Amigos de Habla Hispana de la Universidad de Tel Aviv , sobre "El orgullo de ser judío". Es el evento más esperado de la comunidad latinoamericana en Israel, desde hace meses.
P: Dr. Aguinis, ¿Qué considera que tiene Israel hoy para festejar en este singular aniversario de la Independencia?
R: 60 años en los que se incentivó la combinación de drama y creatividad que recorre cada capítulo de la historia judía. Lucha por la vida, por la continuidad, por conservar la democracia pese a todas las desventuras, más éxitos impresionantes en el campo de la ciencia y el arte, consolidación del hebreo como idioma vivo, y la lista podría seguir. Mucho, de veras.
P: Las fechas redondas siempre parecen tener un significado especial y son sin duda una oportunidad para analizar y resumir. ¿Diría que estos primeros 60 años son lo que se soñaba al crearse el Estado de Israel?
R: En primer lugar le aclaro no me gusta la palabra "crearse", porque el Estado de Israel existía antes de 1948, en que sólo proclamó su independencia e inició su etapa soberana. No fue un invento, ni una creación súbita, ni un regalo. No había ni hay otro Estado en ese territorio. Pero en 1948 ya estaban fijadas las bases de un país viable, organizado y productivo. En cuanto a su pregunta, diría que el sueño se refería a conseguir la construcción de un Estado lleno de cultura y felicidad, que viviese en paz con sus vecinos. Ese sueño no se ha cumplido y, quizás, como la mayoría de los sueños, no se realice jamás en tu totalidad. Pero hacia allí se dirigen los esfuerzos. Entre Hertzl y 1948 hubo un abismo de historias. Entre 1948 y 2008 hay otro abismo de historias. La historia seguirá, con dramas y júbilo, con fracasos y éxitos.
P: Le diré Dr. Aguinis, que en este mismo número, en una entrevista que nos concedió el ex Presidente de la República, Dr. Jorge Batlle, él da entender precisamente lo mismo que usted al comienzo de su respuesta, que no se puede hablar de 60 años de Israel solamente. Y es muy cierto, sin duda. ¿A qué atribuye que haya todavía en el mundo quienes no entiendan lo singular e impactante del fenómeno de Israel y de su avance en tantas áreas, aún en medio de la adversidad? Sería demasiado simplista atribuirlo meramente a antisemitismo ¿verdad?
Además ¿cómo distinguir entre la legítima discrepancia y polémica por un lado, y la tendenciosidad mal intencionada por otro?
R: No debemos tener miedo en atribuir al antisemitismo su alta responsabilidad. Somos demasiados cuidadosos con el antisemitismo, así como Europa es demasiada cuidadosa con el tema de la multiculturalidad reaccionaria, que sabotea los méritos de la modernidad, del progreso, de los derechos humanos universales, del respeto al individuo. El odio al Estado de Israel empieza por el odio a los judíos y todo lo que ellos hacen o no hacen. El antisemitismo es absurdo, líquido, variable, obstinado. ¿No es elocuente el libelo "El judaísmo en la música" de Richard Wagner? ¡Nada menos que atribuirles a los judíos negatividad frente a la música! ¿No es para reír? ¿o llorar? Por supuesto que los israelíes han cometido gruesos errores. Pero, ¿qué país no los ha cometido? ¿Por qué resuenan tanto las acusaciones contra Israel y casi no se escuchan las que deberían denunciar crímenes mucho más horrendos en otras partes? Hasta un historiador israelí, pagado por la universidad de Haifa, dice que la guerra de la Independencia fue una "limpieza étnica" encarada por los judíos, adrede... ¿Por qué no dice que si ganaban los árabes no habrían existido refugiados ni expulsados judíos, ni "limpieza étnica", sino 650.000 cadáveres adicionales a los de la Shoá? ¿Por qué no dice que hay países árabes "Judenfrei", mientras que en Israel vive un 20 por ciento de árabes con representación parlamentaria, libertad para practicar el islam, enseñar en árabe y tener alcaldías a su cargo? ¿Existe algo parecido en un país árabe?
P: Tiene razón. Son como dos planetas diferentes...Y hablando de diferentes mundos ¿Cómo evalúa la posición del actual gobierno argentino respecto a Israel y, aparte, respecto a los judíos?
R: Bastante buena, en promedio. Desde Perón en adelante (quien se abstuvo en la Partición de 1947, pero después reconoció a Israel y envió ayuda por medio de la Fundación Eva Perón), todos los gobiernos mantuvieron una relación aceptable. Ni siquiera los vínculos amistosos con Chávez por parte de los Kirchner han afectado los vínculos con Israel. Por otra parte, no olvido que hubo manifestaciones antisemitas incluso dentro del Congreso, la prensa y las realizadas por grupos neo-nazis que violan cementerios y hacen pintadas. Hubo también un antisemitismo evidente y feroz en la última dictadura. Pero las relaciones con el Estado de Israel no sufrieron más de lo que han padecido en otras partes. Y la población judía no está más amenazada de lo que está en Francia, Holanda o Canadá. Eso no significa bajar los brazos, desde luego. Las instituciones comunitarias hacen un monitoreo permanente y denuncian cada acto antisemita.
P: Más allá de sus impresiones en el marco general de la situación política de Israel y de la convicción ideológica sobre lo justo de su existencia misma ¿cómo explicaría qué le inspira a usted Israel cuando le visita, cuando recorre sus calles, cuando ve a su gente? Se lo pregunto porque el lidiar con la vida diaria, ver las contradicciones en la calle, a veces puede parecer chocar con los ideales ¿no es así?
R: Los ideales superan las posibilidades que brinda la realidad. Además, producen una inevitable simplificación maniqueísta. Israel es un Estado con todas las contradicciones sociales que existen en cualquier país, más las que arrastra la colorida y muy compleja historia judía, más la existencia de una minoría árabe que se siente ciudadana de segunda (los judíos en el mundo sabemos cuánto duele eso). Este último tema será motivo de ajustes, supongo, luego de conseguida la paz con todos los vecinos y haya un Estado Palestino pacífico y viable. El sionismo aspiraba a un Estado ejemplar. En muchos sentidos lo ha logrado. Pero nunca será perfecto, nunca será el paraíso en la tierra. Esa pretensión es frustrante, además de ingenua.
P: Solemos decir que si el Estado de Israel hubiera existido cuando la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto no habría podido ocurrir. Por otra parte, entrevisté recientemente a un conocido experto en los temas de la Shoá, el Profesor Yehuda Bauer, quien fue terminante al afirmar que no sólo que Israel no nació debido a la Shoá, sino que probablemente habría surgido antes de no ser por el holocausto. ¿Qué la parece usted este punto, el vínculo entre la Shoá y la creación del Estado judío?
R: Coincido en afirmar que es un error grave suponer que el Estado de Israel fue un producto de la Shoá, error que cometen los mismos judíos y ha llevado a negar la Shoá para deslegitimar a Israel (matar dos pájaros de un solo tiro). La Shoá no conmovió al mundo, como debió ocurrir. La Shoá recién empezó a ser tenida en cuenta con mayor intensidad recién a partir del juicio a Eichmann. Luego de la Guerra Mundial todos los puertos del mundo siguieron cerrados para la "lacra" judía, incluso los de Estados Unidos. Ni hablar de la potencia colonial más importante de entonces, que era Gran Bretaña. Este país impidió con una crueldad extrema el desembarco de los refugiados que se lanzaban al mar en cáscaras de nuez. Desarmaba a los judíos del Ishuv mientras armaba hasta los dientes a la Legión Transjordana. La Shoá influyó en los mismos judíos, que aprendieron del levantamiento de los ghettos y tuvieron la certeza de que sólo les quedaba la alternativa de resistirse o morir. El secretario general de la Liga Arabe (creada por Gran Bretaña en 1945 para frenar las aspiraciones independentistas de los judíos y continuar con su influencia en Medio Oriente), Azzam Pashá, aseguró que harían una matanza de judíos tan grande que las de Gengis Khan parecerán un juego de niños. ¿Dónde está el influjo de la Shoá? Nadie quería vender armas a los judíos. Y Stalin apoyó la Partición para destruir a Gran Bretaña, no porque hubiese disminuido su antisemitismo, del que pronto daría poderosas muestras. Ni siquiera Estados Unidos vendió armas al Ishuv. Las Naciones Unidas nada hicieron para impedir la invasión de seis ejércitos árabes, ni para obligarlos a firmar la paz.
P: Inclusive en la discusión política, sea con los palestinos o con los árabes ciudadanos de Israel, surge el tema de la identidad misma de Israel. Los palestinos no querían que se hable de Israel como estado del pueblo judío y los árabes israelíes o palestinos de ciudadanía israelí, como dice parte de ellos, quieren que Israel sea declarado el país de todos sus ciudadanos, y no el Estado judío. ¿Cómo definiría usted a Israel?
R: Como dije antes, es el tema que cobrará mayor fuerza cuando se logre un avance significativo en la paz con los vecinos árabes y el mundo musulmán en general. Los judíos, dentro o fuera de Israel, están condenados a vivir discutiendo entre sí. Pero El Estado de Israel, cualquiera sea el camino que desarrolle en el futuro, nunca dejará de recordar que fue el producto de un esfuerzo colectivo de todo el pueblo judío, el más notable de toda su historia. Se edificó sobre pilares de tragedia y de ideales. Con un esfuerzo prometeico. Inyectando los valores que se han cultivado durante siglos: democracia, cultura, pluralismo, amor a la vida y la naturaleza.
P: Y ésto me lleva al hecho que Israel es un referente para los judíos en general, dondequiera que estén. Pero lo interesante es que todos decimos que durante 2.000 años las plegarias se dirigieron a Jerusalem, aunque la ligazón es también de los judíos no religiosos con el Estado de Israel....¿Cómo explicaría usted, que no es un judío religioso, qué es Israel para usted?
R: La religión es parte de la inmensa cultura que desarrollaron los judíos a lo largo de tres milenios. Grandes judíos, que se reconocieron tales, no fueron religiosos: Heine, Freud, Meyerbeer, Mahler, Spinoza, Einstein, Ben Gurión, Herztl, Chagall, Modigliani, etc. Algunos fueron obligados a convertirse, otros se resistieron. Pero se sentían judíos.
Las plegarias entraron en el ámbito del ritual, que a menudo no armoniza con la acción. Si los judíos la hubiesen llevado a cabo, como Iehuda Halevi, por ejemplo, quizás Israel no padecería las objeciones que ahora son tan fáciles de hacerle por parte de sus enemigos.
Para mí Israel es una gloria de lo que puede realizar una comunidad desde los más oscuros niveles de la impotencia, cuando está animada por el fuego de la vida y la esperanza. Un modelo que debería enorgullecer a la humanidad toda. No es un país perfecto, lo digo y repito. Pero es ejemplar.
P: ¿Recuerda su primer viaje a Israel? Me gustaría que comparta conmigo aquellas primeras impresiones...
R: Sí, fue en 1958, cuando el Estado cumplía sus diez primeros años de la independencia. Yo había escrito una audaz biografía sobre Maimónides (era demasiado joven) e imaginé cómo había divisado la costa desde el mar. Me estremeció el "déjá vu" al presenciarla yo mismo. La primera noche no pude dormir por la emoción. Tuve la fortuna de conocer a los "padres fundadores": Ben Gurión, Ben Zví, Nahum Goldman, Golda Meir. Era el primer Congreso Mundial de la Juventud Judía. Y entre mis compañeros figuraba Alan Grinspan, que llegó a jefe de la Reserva Federal norteamericana. Cuadriculé el país durante un mes y medio. Fue un viaje inolvidable, desde luego. En esa época Jerusalem estaba dividida, como Berlín. Y los judíos no tenían derecho a recorrer la Ciudad Vieja ni arrimarse al Muro Occidental: Jordania seguía siendo un territorio "Judenfrei".
P: ¡Qué interesante! Eso daría realmente para una entrevista entera y no olvidaré el tema, para la próxima, ¿Diría que hay cosas que le siguen sorprendiendo y otras que le decepcionan, cuando viene a Israel?
R: Por supuesto. Me asombra su crecimiento, pese a la hostilidad permanente. Me desencanta el bajo nivel de su dirigencia actual.
P: Uno de los objetivos de la creación del Estado de Israel, era garantizar la seguridad del pueblo judío. Claro está que Israel continúa luchando y que seguridad garantizada de hecho todavía no hay. ¿Cree que se puede hablar de un fracaso en ese sentido?
R: No. Fue y sigue siendo uno de sus grandes éxitos. Los judíos del mundo se sienten más dignos y son más respetados gracias al vigor de Israel.
P: ¿Se atreve a imaginar a Israel en el futuro, viviendo en paz?
R; Sí. Pero la paz profunda sólo llegará cuando sus vecinos estén cerca del nivel de progreso y democracia que predominan en Israel. Antes de eso, la envidia, la paranoia y las frustraciones árabes, impedirán que haya la necesaria confianza, el respeto y el afecto mutuo. Ya vemos como funciona la paz con Egipto y Jordania que, pese a los esfuerzos de la población israelí, mantiene la temperatura del hielo.
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Mentiras
Pilar Rahola
Ha muerto Irene Sendler, la mujer que salvó a 2.500 niños del gueto de Varsovia. Durante años no se supo de su existencia porque el comunismo nunca habló de ella. Fueron unos estadounidenses quienes descubrieron la hazaña de esta mujer que sacaba a niños del gueto, los escondía bajo nombres católicos y guardaba sus identidades en botes de conserva, bajo un manzano. Condenada a muerte por los nazis, fue rescatada por la resistencia cuando iba camino del patíbulo. En la prisión de Pawiak, encontró una estampa con la leyenda "Jesús, en vos confío". La conservó hasta el día en que se la regaló a Juan Pablo II. Descanse en paz esta mujer, justa entre los justos. Dicen los que dicen conocer el conflicto árabe-israelí que el Estado de Israel nació gracias al holocausto. En parte, pues, a esa Europa con mala conciencia de la que Irene Sendler fue una de sus pocas honras. Esta afirmación, repetida hasta convertirla en un axioma del discurso antiisraelí, es, sin embargo, una de las muchas mentiras que adornan la historia del conflicto. Contrariamente, ni Gran Bretaña - que acuñó el término judenfrei,libre de judíos, cuando creó el reino de Transjordania- ni nadie en Europa tuvo en cuenta el holocausto, y los puertos de todo el mundo se mantuvieron cerrados a la llegada de los supervivientes del exterminio. Sólo cabe recordar la tragedia del Patria, con 1.700 judíos, que se hundió en Haifa sin que los británicos permitieran su amarre. O el buque Struma, que fue relanzado a mar abierto y naufragó en el mar Negro, donde se ahogaron centenares de judíos. O la tragedia del Exodus...Si la creación del Estado de Israel llegó finalmente a la ONU, hace 60 años, fue por el encono de los judíos que, desde hacía siglos, soñaban con esas tierras, origen de toda su memoria. Pero fue, también, por la lucha suicida que protagonizaron hasta conseguir el reconocimiento. A partir de ese momento nació el Estado de Israel, que no tuvo ni un día de respiro y que ha logrado sobrevivir contra todo pronóstico. No sólo ha sobrevivido. También ha conseguido cuajar una democracia en una tierra convulsa y avanzar en ciencia y medicina. Sin embargo, su creación también es el inicio de un edificio de mentiras que ha construido la distorsión más flagrante de la historia moderna. Y en ese edificio se basan la mayoría de los tópicos que criminalizan a Israel. Sobre Israel no se analiza, se miente, hasta el punto de que muchos de los solidarios con Palestina crean una historia paralela que nunca existió. Por ejemplo, que "Palestina siempre fue árabe". Nunca existió ningún Estado árabe en Palestina, considerada por los árabes parte de Siria. Desde el año 1300 a. C. existió un reino hebreo. O que "los judíos robaron las tierras a los árabes". Mentira. En 1947 los judíos tenían 463.000 acres: 45.000 comprados a los británicos, 30.000 a las iglesias y 387.500 a los terratenientes árabes, la mayoría residentes en Damasco. Y así hasta el infinito. El concepto de pueblo palestino tiene 50 años: nace en los campos de refugiados jordanos y fue usado por estos países para mantener una situación de guerra. El resultado actual es la derivada de la injerencia árabe, la corrupción de sus dirigentes, la inculcación del fanatismo, primero panarabista y ahora islámico, y la negativa musulmana a tener de vecino un país democrático. Si 60 años después aún no hay paz, lo fácil es culpar a Israel, y sin embargo ningún otro país está más harto de la guerra. No así sus vecinos, que continúan financiando el terrorismo, alimentando el odio antijudío y negando toda opción de paz. La nakba palestina, pues, no nació hace 60 años de la mano de los judíos. Nació el día que los árabes decidieron usar a los árabes de Tierra Santa para destruir un joven Estado. Y nunca más dejaron de usarlos. Podemos levantar banderas de odio a Israel, como hacen tantos izquierdistas. Pero la verdad sigue siendo tozuda. Israel es el único Estado del mundo amenazado de destrucción. El único que tiene que pedir perdón por existir. Y el único que puede desaparecer. Sesenta años después, los descendientes de la shoah aún no viven en paz. Y ahora, como entonces, continúan llevando el estigma de la culpa. Nada nuevo, pues, bajo el sol bíblico.
Pilar Rahola : La Vanguardia. Barcelona.
ISRAEL
Jon Juaristi
EN el sexagésimo aniversario de la fundación del Estado de Israel, los periódicos españoles recuerdan la inmediatez de su reconocimiento por los Estados Unidos, y no paran de hablar de Al Nakba, la mítica catástrofe fundacional de la identidad palestina. Antiamericanismo subrogado y victimismo arcaico. Para eso da la efemérides. Para una cobertura periodística sudanesa.
Israel es una nación. Probablemente, una de las dos únicas naciones dignas de tal nombre que quedan en el mundo (la otra es los Estados Unidos, por supuesto). Los palestinos son menos nacionalidad hoy que hace diez años. Parece que se cumple trágicamente en ellos aquel viejo principio aplicable al mundo árabe en su conjunto: nada provoca en él mayores divisiones fratricidas que la aspiración a la unidad. Culpar a Israel de las tensiones -seamos, por una vez, eufemistas- entre Hamás y la OLP resultará todo lo progresista que se quiera, pero ni los mismos árabes se tragan ya semejante patraña. Los que simpatizan con la Autoridad Nacional Palestina culpan a Hamás, y a la inversa. Aquí, la prensa proárabe (que, como es sabido, desprecia a los árabes) ni se entera.
Que Israel sea una nación tiene ventajas e inconvenientes para los israelíes. Entre las ventajas, la mayor sigue siendo, hoy como en 1948, la posibilidad de vivir la condición judía con la relativa normalidad asegurada por un Estado que se define como judío y una población que mayoritariamente se reconoce en esa identidad. O sea, que un ciudadano no tiene que andar dando explicaciones de por qué es judío, lo que, si hasta en Newark, New Jersey, se hace difícil, a pesar de la abundancia de judíos en el vecindario, para qué hablar de cómo se sobrelleva en Madrid. En cambio, el Estado de Israel ha conseguido reducir el antisemitismo ambiental a un mínimo soportable.
Por otra parte, los israelíes comparten un proyecto: subsistir como una nación democrática. No es poco, habida cuenta del panorama, y pocos países lo tienen tan claro. Que, además de todos los esfuerzos invertidos en esa tarea, les quede energía suficiente para convertirse en una referencia mundial en nuevas tecnologías e incluso haya producido una literatura de calidad más que respetable dice bastante a favor de la fórmula nacional, tan desacreditada en Europa. El inconveniente más grave se deriva de que tratan de sacar adelante dicho proyecto en medio de países que no han conocido la democracia y donde la sola idea de nación es impugnada o violentamente combatida por el islamismo. Hace veinte años, las principales amenazas para el proyecto israelí venían de un nacionalismo árabe, incluido el palestino, que hoy se bate (en retirada) con el mismo enemigo que persigue la aniquilación de Israel.
Obviamente, Israel no puede esperar nada de los restos del nacionalismo árabe. ¿Es razonable suponer que las democráticas sociedades occidentales se mostrarán hoy más sensibles y comprometidas hacia el Israel amenazado directamente por el régimen iraní y por la marea fundamentalista de Oriente Medio? Pues tampoco, y España es un perfecto ejemplo. La extensión de la democracia «social» debilita la nación-estado y suscita antipatías espontáneas, más o menos trufadas de mala fe, contra los Estados nacionales que quieren persistir en su ser. El antisemitismo clásico, de derechas, odiaba a los judíos por su supuesto rechazo de la nación. La nueva judeofobia de izquierdas condena a los israelíes a causa del apego de éstos a la forma nacional. ¿Cabe esperar una actitud distinta en los nacionalismos secesionistas? A la vista está que no. Las izquierdas nacionalistas son abiertamente hostiles al Estado de Israel, y los nacionalismos de derechas, que buscan desesperadamente votos en el electorado radical, se cuidan mucho de no desempolvar la retórica pro-israelí que en otro tiempo caracterizó a fuerzas como el PNV o CiU. En conjunto, los españoles, como la mayoría de los europeos no alemanes, optan por la irresponsabilidad suicida. Pues Israel ya no es el gran obstáculo para el Estado palestino (bastante obstáculo tienen los palestinos con ellos mismos), sino la barrera que necesita romper el islamismo para merendarse a Europa.