ARTICULOS DESTACADOS

La intensa campaña de Hizbolá en Beirut
por Walid Phares
Como muchos de nosotros habíamos advertido en múltiples ocasiones a lo largo del último año, Hizbulá ha emprendido ya su esperada campaña intensiva contra el gobierno democráticamente electo del Líbano. En cuestión de 24 horas, la súper milicia pro-iraní bloqueaba todos los accesos al Aeropuerto Internacional de Beirut, establecía una exclusiva
zona de seguridad en torno al cuartel general de la organización al sur de la ciudad, desplegaba sus fuerzas por los distintos barrios sunitas de la capital, y levantaba controles por todo el país. Dentro de 48 horas o más, el "Partido de Alá" podría controlar grandes zonas de la República Libanesa. En pocas palabras, esto podría mutar en un golpe de estado a cámara lenta. ¿Qué hay detrás de la operación?
El escenario general fue bastante predecible. El eje sirio-iraní, que de Basora a Gaza está activando los diversos campos de batalla de la
región, ha dado orden a sus fuerzas locales en el escenario libanés de levantarse contra el gobierno pro-occidental de Fuad Seniora. Hizbulah es un fiel activo iraní en el Mediterráneo Oriental. Todos los argumentos y agravios avanzados por su secretario general Hassán Nasralah en su conferencia de prensa más reciente contra el gobierno han sido planteados constantemente desde el verano de 2005. Estas críticas al gabinete son invocadas cada vez que una acción a gran escala es ordenada por los estrategas de Teherán. Los asuntos locales forman parte del paisaje general, pero en la política libanesa parecen ser los motivos en cuestión. ¿Cuales son?
Allá por septiembre de 2004, la resolución 1559 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas solicitaba el desarme de todas las milicias, incluyendo a Hizbulah, y a Siria retirarse del Líbano. El eje respondía con una cadena de asesinatos contra sus críticos libaneses. Un intento de asesinato contra el Ministro Marwan Hamade en el otoño de 2005 se acompañaba de la masacre de enormes proporciones del Primer Ministro Rafiq Hariri y sus asistentes y amigos en febrero de 2005. A la Revolución de los Cedros seguía el millón y medio de personas tomando las calles para exigir la salida de los sirios y el desarme de Hizbulah. Assad sacaba a sus efectivos en abril de ese año dejando atrás al "segundo ejército", Hizbulah. A fecha de julio de 2005, una cadena de asesinatos ponía sus miras en políticos libaneses anti-Hizbulah.
Este estado dentro del estado recibe más de 300.000 millones de dólares al año para mantener su dominio socio-económico entre los chiítas libaneses. Además recibe cargamentos de armas, incluyendo misiles y cohetes. En julio de 2006, Hizbulah provocaba una guerra con Israel con el fin de evitar su desarme a manos del gobierno libanés. Antes de noviembre, el grupo llevaba a cabo la ocupación del centro de Beirut con el fin de paralizar la economía del Líbano. En el 2007, los asesinatos de legisladores eran reanudados. En noviembre de ese año, Hizbulah y sus aliados bloqueaban la elección de un nuevo Presidente del Líbano con el fin de evitar la elección por parte de la mayoría en el parlamento de un líder que realmente instara a Naciones Unidas a desarmar a la milicia. Pero en el invierno de 2008, se conocía un plan maestro para dar al traste con los activos estratégicos del gobierno, incluyendo el aeropuerto internacional. Enseguida, operativos entrenados por los Pasdarán iraníes instalaban cámaras de vigilancia en los accesos y se obtenía información de seguridad sensible a través del jefe de personal a cargo del aeropuerto, un chiíta cuya fidelidad había sido comprada por Hizbulah.
El gobierno libanés reaccionó por fin solicitando a Hizbulah retirar las cámaras y empezar su desmantelar el sistema de comunicaciones telefónicas paralelo. Además, el gobierno ordenaba al personal del aeropuerto acudir a su cuartel general en el Ministerio de Defensa. En cuestión de 24 horas, el secretario general de Hizbulah Hassán Nasrallah reaccionaba y ha lanzado su golpe de estado por fases. En su conferencia de prensa ha declarado la guerra al gobierno y lo acusa de ser "agente de los americanos". Unas cuantas horas después, las Fuerzas Especiales de Hizbulah y sus francotiradores estrechaban su cerco en torno al aeropuerto y se desplazaban a la parte occidental sunita de Beirut. Se hacían con el control del barrio estratégicamente situado de Ra’s al Nabaa, con vistas a ambas partes (cristiana y musulmana) de la capital, se abría el camino a tiros por la calle Hamra y en la práctica controla más del 90 por ciento de la parte occidental de Beirut. Antes de medianoche, medio millón de sunitas, cristianos y drusos se encontrarán bajo una "ocupación" de patrocinio iraní.
Al otro lado de la antigua línea verde libanesa, los sectores cristianos de la capital permanecen al margen del control de Hizbulah, con cientos de jóvenes armados tomando posiciones en los tejados. ¿Ordenará Nasrallah una invasión del Beirut oriental, o movilizará a sus títeres "cristianos" para hacerle el trabajo? En las montañas Shuf, al sur de Beirut, los drusos anti-sirios han quedado estratégicamente acorralados. El eje sirio iraní ha preparado ya una fuerza especial con figuras drusas dispuestas para la caza: la Coalición del 14 de Marzo parece estar encaminada a su eliminación física a menos que una tercera fuerza la proteja. ¿Dónde está el ejército libanés? Bien, su máximo oficial, el General Michel Sleimane, se ha asegurado de que sus unidades no se alineen en con el gobierno libanés de Seniora en su lucha contra Hizbulah. Esto se denomina "neutralidad". Es el equivalente a que las fuerzas norteamericanas no intervinieran si surge una gigantesca milicia en América y rodea la Casa Blanca, el Congreso y los edificios federales. Impensable en una democracia, pero muy real en un país en donde la influencia de Irán no se ha visto reducida por la simple aparición de la Revolución de los Cedros, y eso es precisamente lo que los arquitectos de la política exterior de Washington no han sido capaces de comprender.
En Washington, hay montones de análisis en ambas partes del río: ¿qué puede hacer Estados Unidos para responder a la ofensiva sirio-iraní que está destruyendo una joven democracia tan apreciada para los redactores de discursos del Presidente y muchos líderes del Congreso de ambos partidos? Una derrota aplastante de la democracia en el Líbano a los ojos de un público americano ansioso por ver avances en la guerra contra el terror será devastadora. Buques americanos están patrullando aguas internacionales a lo largo de las costas libanesas. Una fuerza de UNIFIL de 10.000 efectivos está desplegada dentro del sur del Líbano. ¿Pero qué puede hacer este despliegue de fuerza para disuadir la determinación de Hizbulah? Muchos aconsejamos al gobierno norteamericano hace años implementar medidas graduales para contener a Hizbulah en el Líbano antes de que este drama se presentara. Pero fueron los políticos libaneses los que fracasaron a la hora de pedir rescate. Los cuatro años preciosos que han transcurrido desde la declaración de la resolución 1559 del Consejo de Seguridad han expirado hoy, y el gobierno de Fuad Seniora se encuentra al borde del colapso o la destrucción. ¿Qué puede hacer la coalición de los dispuestos a salvar el Líbano en este momento?
Aún se pueden hacer unas cuantas cosas. En primer lugar se puede invocar el Capítulo 7 en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Que la entidad internacional decida en este asunto. Mientras tanto, recurrir al plan de urgencia y extender todo el apoyo posible al gobierno democráticamente electo en peligro. La comunidad internacional cuenta aún con aliados significativos dentro del país: un sector aplastante de la opinión pública, con la mayor parte de los sunitas, los cristianos y los drusos y una minoría de chiítas, los dos tercios del ejército libanés y la mayoría en el Parlamento, respaldada por millones en la diáspora. Sobre el terreno, Hizbulah cuenta con miles de guerrilleros, pero nunca ha experimentado "ocupar" a otras comunidades libanesas. La organización de respaldo iraní puede verse tentada de eliminar a los demás líderes libaneses, drusos, sunitas y cristianos, pero eso incorporaría a Nasrallah y sus asistentes a la lista internacional por crímenes de guerra. Las próximas horas y días serán cruciales en el Líbano. También podría emerger un compromiso interino. Pero como reza la sentencia romana, Alea Iacta Est, la suerte ya está echada. Hizbulah ya no es "resistencia", irónicamente, a estas alturas es un ocupante de su propio país.
El Dr. Walid Phares es director del Future Terrorism Project de la Fundación para la Defensa de las Democracias y consultor de FOX News.
* * * * * * * *
El problema de
Israel a los 60
por Daniel Pipes
Dos estados de identificación religiosa nuevos surgieron de los fragmentos del Imperio Británico tras la Segunda Guerra Mundial. Israel, por supuesto, fue uno; el otro fue Pakistán.
Hacen una
pareja interesante, si bien poco comparada. La experiencia de Pakistán con extendida pobreza, inquietud interna casi constante y tensiones externas, culminando en su posición actual de estado casi criminal, insinúa los peligros que evitó Israel con su cultura política liberal y estable, su economía dinámica, su sector tecnológico puntero, viva cultura e impresionante cohesión social.
Pero a pesar de todos sus logros, el estado judío vive
bajo una maldición que Pakistán y la mayor parte de las entidades políticas restantes no afrontan nunca: la amenaza de la erradicación. Su destacado progreso a lo largo de las décadas no le ha liberado de un peligro con muchos facetas que abarca casi cada medio imaginable: armas de destrucción masiva, ataque militar convencional, terrorismo, subversión interna, bloqueo económico, asalto demográfico y sabotaje ideológico. Ningún otro estado contemporáneo se enfrenta a un abanico de amenazas así; en la práctica, probablemente ninguno lo haya hecho nunca en la historia.
Los enemigos de Israel se dividen en dos bandos principales: la izquierda, y los musulmanes, con la extrema derecha como tercer elemento menor. La izquierda incluye a un extremo fanático (International ANSWER, Noam Chomsky) y un centro más refinado (la Asamblea General de Naciones Unidas, los partidos políticos de izquierdas-progresistas, los medios de referencia, las iglesias troncales, libros de texto). En el balance final, sin embargo, la izquierda no sirve tanto como fuerza en sí misma sino como auxiliar del principal actor anti-sionista, que es la población musulmana. Este segundo, a su vez, se puede dividir en tres agrupaciones diferentes.
En primer lugar están los estados extranjeros: cinco fuerzas armadas que invadieron Israel a su independencia en mayo de 1948, y los ejércitos vecinos, las fuerzas aéreas y la marina después que libraron las guerras de 1956, 1967, 1970 y 1973. Mientras que la amenaza convencional retrocedió en cierto sentido, la concentración armamentística de Egipto financiada por Estados Unidos supone un peligro y las amenazas procedentes de armas de destrucción masiva (especialmente de Irán, pero también de Siria y potencialmente de muchos estados más) plantean un peligro aún mayor.
En segundo lugar están los palestinos externos, aquellos que residen fuera de Israel, marginados por los gobiernos de 1948 hasta 1967, Yasser Arafat y la Organización para la Liberación de Palestina lograban su oportunidad con la derrota de las Fuerzas Armadas de tres estados en la Guerra de los Seis Días. Los sucesos posteriores, como la guerra del Líbano de 1982 y los acuerdos de Oslo de 1993, confirmaron la centralidad de los palestinos externos. Hoy, ellos llevan la iniciativa en el conflicto a través de la violencia (terrorismo, misiles desde Gaza) y lo que es más importante, a través de orientar a la opinión pública mundial contra Israel a través de un esfuerzo de relaciones públicas que tiene amplia resonancia entre los musulmanes y la izquierda.
En tercero están los ciudadanos musulmanes de Israel, los residentes de la ecuación. Se beneficiaron de las costumbres abiertas de Israel para prosperar en número y evolucionar de una comunidad dócil que no da problemas en una asertiva que rechaza cada vez más la naturaleza judía del estado israelí, con consecuencias potencialmente devastadoras para la futura identidad de ese estado.
Si esta larga lista de peligros diferencia a Israel de todos los demás estados occidentales, obligándole a protegerse a diario de las filas de sus muchos enemigos, su situación hace a Israel extrañamente parecido a los demás países de Oriente Medio, que de igual manera se enfrentan a la amenaza de la eliminación.
Kuwait, conquistado por Irak, desapareció realmente de la faz de la tierra entre agosto de 1990 y febrero de 1991. El Líbano, bajo control de Siria desde 1976, podría ser incorporado oficialmente por Damasco en cualquier momento. Bahrain es reclamado ocasionalmente por Teherán como parte de Irán. La existencia de Jordania como estado independiente siempre ha sido precaria.
Que Israel se encuentre en esta compañía tiene bastantes implicaciones. Ello pone en perspectiva el dilema existencial de Israel: si ningún país se enfrenta a su erradicación fuera de Oriente Medio, éste es un problema casi rutinarios dentro de la región, sugiriendo que la posición sin cerrar de Israel no va a cambiar a corto plazo. Este patrón también destaca la vida política únicamente cruel, inestable y letal de Oriente Medio. La grave y extendida enfermedad política de Oriente Medio señala el error de ver el conflicto árabe-israelí como la fuerza motriz detrás de sus problemas.
Haber sobrevivido Israel a incontables amenazas a su existencia a lo largo de las seis últimas décadas, y haberlo hecho con su honor intacto, ofrece un motivo de celebración para su población. Pero la alegría no puede durar mucho, dado que tiene que volver a las trincheras a defenderse de la próxima amenaza.