
Ser o no ser
No se puede dejar de comentar el histórico discurso del Primer Ministro. Voy a ceder la palabra a quienes desde el otro borde del Mediterráneo, han dado hartas pruebas que comprenden la justicia del proceder de Israel.
Mucho ha dado que hablar el discurso del domingo pasado del Primer Ministro, Beniamín Netaniahu. El público israelí lo ha recibido generalmente con beneplácito. Los colonos han hecho uno que otro gesto de contrariedad, pero en general han pensado que la cosa podía ser más grave. Washington se ha mostrado satisfecho, porque por lo menos guarda las apariencias de la línea trazada por el nuevo inquilino de la Casa Blanca en su anterior discurso en El Cairo. Los palestinos, para no cambiar, siguen perdiendo la oportunidad de iniciar un diálogo efectivo con Israel, y muchos de ellos continúan afilando sus espadas. Los europeos han dicho esto y aquello, y por lo menos algunos de ellos comprenden que con Hamastán de un lado, Hizbulá y la Irán de Ahmadinejad del otro, no se puede exigir a Israel que proceda de modo tal que llegue a suicidarse.
He leído un artículo que publica una entidad de evidente seriedad, como es la GEES española. Puede ser de derecha (y no lo niega), pero bien se ha visto que con la izquierda ya no tenemos lo qué hacer: sencillamente, está en su abrumadora mayoría contra Israel. (Que me perdonen mi admirada amiga Pilar Rahola). Sinceramente, hubiera preferido que otro fuera el cariz de las cosas. Pero aunque no soy likudista, confieso que lo dijo Netaniahu me agradó. Lo he aplaudido al escuchar cómo defendía los intereses vitales de mi país. Espero que lo siga demostrando con los hechos.
Explicar la fisionomía de lo dicho no es cosa fácil. Esta vez voy a delegar la palabra al comentario ya mencionado. Yo diría incluso que a su modo de ver, Bibi se ha quedado corto. Pero, ¡qué puntería! Creo que casi da por completo en el blanco. Parafraseando algo que se lo debemos a Shakespeare, lo intitula “To Bibi or not to Bibi”: es decir, “To be or not to be”. Que como bien se sabe, se traduce como “Ser o no ser”. Qué bien dicho en seis escuetas palabras en inglés, y tan sólo cuatro en nuestro idioma.
A continuación el texto del artículo:
“El pasado domingo el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, Bibi, pronunció su primer gran discurso político desde su acceso al poder hace un par de meses. Todo el mundo estaba expectante y, al igual que sucediera con el de Obama en El Cairo, se decía que iba a ser una intervención histórica. Y en gran medida así ha sido. Pero no tanto por su contenido como por las circunstancias que han rodeado esta alocución.
Para empezar, se iba a pronunciar justo después del discurso de Obama en El Cairo, por lo que expertos y público esperaban que fuese una respuesta al mismo. Sobre todo porque Obama en El Cairo había planteado una demanda concreta a Israel –la congelación de los asentamientos– y una petición más genérica, la aceptación del mapa de ruta de 2003 y la solución de los dos Estados. Algo que, se pensaba, era imposible que fuera aceptado por la coalición de centro-derecha que gobierna Israel desde las pasadas elecciones.
“En segundo lugar, se esperaba que Netanyahu se enfrentara a la nueva política de la Administración Obama hacia la zona, incluido Israel, y que se ha caracterizado por una creciente simpatía por los planteamientos palestinos y el deseo de mejorar la imagen de América en el mundo árabe a través de dudosas concesiones, como sentarse a negociar con el régimen de los ayatolas en Irán. Este factor, esa nueva actitud hacia Israel, mucho más crítica y menos amigable por parte de los Estados Unidos es un factor que por fuerza debía tenerse en cuenta por parte del líder israelí.
“En tercer lugar, está la realidad de una autoridad palestina dividida y la Franja de Gaza en manos de los terroristas de Hamás con los que ninguna negociación es viable a corto plazo. Es más, está el espectro de que la Autoridad Palestina de Abbas, en Cisjordania, pueda caer en manos de los extremistas y radicales si Israel se planteara un plan de abandono como el llevado a cabo en Gaza. Por lo tanto, es evidente que Israel no se puede permitir el lujo de ser bombardeado con cohetes de corto alcance desde Cisjordania, pues a pesar de lo rudimentario de muchos de estos sistemas, puntos tan vitales como el aeropuerto internacional, amén de múltiples instalaciones militares israelíes, quedarían a su merced y alcance.
“Por último está la reelección de Mahamud Ahmadinejad en Irán con lo que eso supone en relación al programa nuclear. A saber, más confrontación, menos diálogo y mayor empecinamiento para hacerse con la bomba cuanto antes.
“Es este conjunto de factores lo que verdaderamente es histórico para Israel, pues significa, en la práctica, una acumulación de amenazas existenciales y, lamentablemente, un menor apoyo internacional para hacerles frente. Por eso era impensable que Benjamin Netanyahu pudiera plantearse un discurso de enfrentamiento a Obama. Sería suicida política y estratégicamente. De ahí también que tuviera que aceptar realizar algunas concesiones.
“Netanyahu es hábil e inteligente y ha elegido aceptar lo más inaceptable desde el punto de vista teórico de la derecha israelí, la solución de los dos Estados, y evitar tener que enfrentarse desde ya al espinoso asunto de los asentamientos. Ahora bien, a la luz de la reciente experiencia en Gaza, Netanyahu ha hecho bien en anteponer algunos requisitos –cualidades– de todo Estado palestino. Ha exigido dos cosas: una política, que el mundo árabe y ese futuro Estado palestino reconozcan el derecho a existir de Israel en tanto que Estado judío; y otra de carácter estratégico, que el futuro Estado palestino sea una zona desmilitarizada.
“El mundo occidental y la comunidad internacional siempre hablan de un Estado palestino, pero ya hemos visto que eso no es suficiente. Hay que exigir una gobernación, transparencia y libertad que hoy por hoy no disfrutan los palestinos; hay que requerir limpieza y lucha contra la corrupción para poder implantar una economía de mercado que funcione; y hay que reclamar un compromiso activo con la seguridad de Israel.
“Natan Sharansky ha venido defendiendo que sólo a través de la democratización de los palestinos podrá avanzarse en el proceso de paz. Netanyahu adopta una postura más pragmática: pide que ese futuro Estado esté desmilitarizado de manera permanente e irrevocable.
“Netanyahu ha sido especialmente hábil con su propuesta. Acepta lo que nadie esperaba que aceptase y así gana tiempo para conseguir un nuevo clima de entendimiento con americanos y europeos. Que le hace falta. Sin embargo, para algunos es una idea impracticable que sólo puede paralizar el proceso de paz. Demasiado poco, demasiado tarde.
“Nosotros, por el contrario, creemos que es demasiado y demasiado pronto. El concepto es atractivo, pero imposible de hacer valer. ¿Quién asegurará la efectiva desmilitarización de Cisjordania? ¿La OTAN? ¿La ONU? ¿La UE? A tenor de la experiencia en el sur del Líbano, mucho tendrían que cambiar las reglas de enfrentamiento y los mandatos políticos para que los israelíes pusieran su seguridad en las manos de terceros. Y si lo hiciesen los soldados de la IDF, poco se habría avanzado.
“Es más, es poco creíble que los palestinos renuncien de manera permanente a contar con un ejército. Al fin y al cabo los Estados Unidos ya están gastando dinero y emplazando instructores para que lo tengan. Por mucho que prometan en la actualidad, esas palabras pueden cambiarse en unos años. ¿Qué podría hacer entonces Israel? Y aún peor, nadie puede asegurar que aun sin ejércitos los palestinos no pueden plantear una amenaza real y letal contra Israel. Hamas cuenta únicamente con milicias.
Poner contra las cuerdas a Israel para congraciarse con el mundo musulmán tiene implicaciones de largo alcance. Seguir por esa senda puede ser muy peligroso. Para Israel y, al final, para todos nosotros. Dejemos que Bibi sea Bibi por una vez”.
¿Verdad que tenía razón? Hasta la próxima.
Mucho ha dado que hablar el discurso del domingo pasado del Primer Ministro, Beniamín Netaniahu. El público israelí lo ha recibido generalmente con beneplácito. Los colonos han hecho uno que otro gesto de contrariedad, pero en general han pensado que la cosa podía ser más grave. Washington se ha mostrado satisfecho, porque por lo menos guarda las apariencias de la línea trazada por el nuevo inquilino de la Casa Blanca en su anterior discurso en El Cairo. Los palestinos, para no cambiar, siguen perdiendo la oportunidad de iniciar un diálogo efectivo con Israel, y muchos de ellos continúan afilando sus espadas. Los europeos han dicho esto y aquello, y por lo menos algunos de ellos comprenden que con Hamastán de un lado, Hizbulá y la Irán de Ahmadinejad del otro, no se puede exigir a Israel que proceda de modo tal que llegue a suicidarse.
He leído un artículo que publica una entidad de evidente seriedad, como es la GEES española. Puede ser de derecha (y no lo niega), pero bien se ha visto que con la izquierda ya no tenemos lo qué hacer: sencillamente, está en su abrumadora mayoría contra Israel. (Que me perdonen mi admirada amiga Pilar Rahola). Sinceramente, hubiera preferido que otro fuera el cariz de las cosas. Pero aunque no soy likudista, confieso que lo dijo Netaniahu me agradó. Lo he aplaudido al escuchar cómo defendía los intereses vitales de mi país. Espero que lo siga demostrando con los hechos.
Explicar la fisionomía de lo dicho no es cosa fácil. Esta vez voy a delegar la palabra al comentario ya mencionado. Yo diría incluso que a su modo de ver, Bibi se ha quedado corto. Pero, ¡qué puntería! Creo que casi da por completo en el blanco. Parafraseando algo que se lo debemos a Shakespeare, lo intitula “To Bibi or not to Bibi”: es decir, “To be or not to be”. Que como bien se sabe, se traduce como “Ser o no ser”. Qué bien dicho en seis escuetas palabras en inglés, y tan sólo cuatro en nuestro idioma.
A continuación el texto del artículo:
“El pasado domingo el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, Bibi, pronunció su primer gran discurso político desde su acceso al poder hace un par de meses. Todo el mundo estaba expectante y, al igual que sucediera con el de Obama en El Cairo, se decía que iba a ser una intervención histórica. Y en gran medida así ha sido. Pero no tanto por su contenido como por las circunstancias que han rodeado esta alocución.
Para empezar, se iba a pronunciar justo después del discurso de Obama en El Cairo, por lo que expertos y público esperaban que fuese una respuesta al mismo. Sobre todo porque Obama en El Cairo había planteado una demanda concreta a Israel –la congelación de los asentamientos– y una petición más genérica, la aceptación del mapa de ruta de 2003 y la solución de los dos Estados. Algo que, se pensaba, era imposible que fuera aceptado por la coalición de centro-derecha que gobierna Israel desde las pasadas elecciones.
“En segundo lugar, se esperaba que Netanyahu se enfrentara a la nueva política de la Administración Obama hacia la zona, incluido Israel, y que se ha caracterizado por una creciente simpatía por los planteamientos palestinos y el deseo de mejorar la imagen de América en el mundo árabe a través de dudosas concesiones, como sentarse a negociar con el régimen de los ayatolas en Irán. Este factor, esa nueva actitud hacia Israel, mucho más crítica y menos amigable por parte de los Estados Unidos es un factor que por fuerza debía tenerse en cuenta por parte del líder israelí.
“En tercer lugar, está la realidad de una autoridad palestina dividida y la Franja de Gaza en manos de los terroristas de Hamás con los que ninguna negociación es viable a corto plazo. Es más, está el espectro de que la Autoridad Palestina de Abbas, en Cisjordania, pueda caer en manos de los extremistas y radicales si Israel se planteara un plan de abandono como el llevado a cabo en Gaza. Por lo tanto, es evidente que Israel no se puede permitir el lujo de ser bombardeado con cohetes de corto alcance desde Cisjordania, pues a pesar de lo rudimentario de muchos de estos sistemas, puntos tan vitales como el aeropuerto internacional, amén de múltiples instalaciones militares israelíes, quedarían a su merced y alcance.
“Por último está la reelección de Mahamud Ahmadinejad en Irán con lo que eso supone en relación al programa nuclear. A saber, más confrontación, menos diálogo y mayor empecinamiento para hacerse con la bomba cuanto antes.
“Es este conjunto de factores lo que verdaderamente es histórico para Israel, pues significa, en la práctica, una acumulación de amenazas existenciales y, lamentablemente, un menor apoyo internacional para hacerles frente. Por eso era impensable que Benjamin Netanyahu pudiera plantearse un discurso de enfrentamiento a Obama. Sería suicida política y estratégicamente. De ahí también que tuviera que aceptar realizar algunas concesiones.
“Netanyahu es hábil e inteligente y ha elegido aceptar lo más inaceptable desde el punto de vista teórico de la derecha israelí, la solución de los dos Estados, y evitar tener que enfrentarse desde ya al espinoso asunto de los asentamientos. Ahora bien, a la luz de la reciente experiencia en Gaza, Netanyahu ha hecho bien en anteponer algunos requisitos –cualidades– de todo Estado palestino. Ha exigido dos cosas: una política, que el mundo árabe y ese futuro Estado palestino reconozcan el derecho a existir de Israel en tanto que Estado judío; y otra de carácter estratégico, que el futuro Estado palestino sea una zona desmilitarizada.
“El mundo occidental y la comunidad internacional siempre hablan de un Estado palestino, pero ya hemos visto que eso no es suficiente. Hay que exigir una gobernación, transparencia y libertad que hoy por hoy no disfrutan los palestinos; hay que requerir limpieza y lucha contra la corrupción para poder implantar una economía de mercado que funcione; y hay que reclamar un compromiso activo con la seguridad de Israel.
“Natan Sharansky ha venido defendiendo que sólo a través de la democratización de los palestinos podrá avanzarse en el proceso de paz. Netanyahu adopta una postura más pragmática: pide que ese futuro Estado esté desmilitarizado de manera permanente e irrevocable.
“Netanyahu ha sido especialmente hábil con su propuesta. Acepta lo que nadie esperaba que aceptase y así gana tiempo para conseguir un nuevo clima de entendimiento con americanos y europeos. Que le hace falta. Sin embargo, para algunos es una idea impracticable que sólo puede paralizar el proceso de paz. Demasiado poco, demasiado tarde.
“Nosotros, por el contrario, creemos que es demasiado y demasiado pronto. El concepto es atractivo, pero imposible de hacer valer. ¿Quién asegurará la efectiva desmilitarización de Cisjordania? ¿La OTAN? ¿La ONU? ¿La UE? A tenor de la experiencia en el sur del Líbano, mucho tendrían que cambiar las reglas de enfrentamiento y los mandatos políticos para que los israelíes pusieran su seguridad en las manos de terceros. Y si lo hiciesen los soldados de la IDF, poco se habría avanzado.
“Es más, es poco creíble que los palestinos renuncien de manera permanente a contar con un ejército. Al fin y al cabo los Estados Unidos ya están gastando dinero y emplazando instructores para que lo tengan. Por mucho que prometan en la actualidad, esas palabras pueden cambiarse en unos años. ¿Qué podría hacer entonces Israel? Y aún peor, nadie puede asegurar que aun sin ejércitos los palestinos no pueden plantear una amenaza real y letal contra Israel. Hamas cuenta únicamente con milicias.
Poner contra las cuerdas a Israel para congraciarse con el mundo musulmán tiene implicaciones de largo alcance. Seguir por esa senda puede ser muy peligroso. Para Israel y, al final, para todos nosotros. Dejemos que Bibi sea Bibi por una vez”.
¿Verdad que tenía razón? Hasta la próxima.