
Denuncias de fraude y violencia en Irán
TEHERAN.- El manto de dudas que se extendió sobre Irán después de que las cifras oficiales dieran un aplastante triunfo al presidente Mahmoud Ahmadinejad provocó ayer las peores protestas callejeras desde la Revolución Islámica de 1979 en Teherán, donde miles de personas salieron a denunciar irregularidades en los comicios presidenciales y se enfrentaron con la policía.
El líder supremo, el ayatollah Ali Khamenei, exhortó a todos los iraníes a respetar la victoria de Ahmadinejad, luego de unas elecciones presidenciales que su rival, el candidato reformista moderado Mir Hossein Moussavi, describió como una "peligrosa farsa".
Ahmadinejad descartó las acusaciones y señaló que el proceso se desarrolló de manera justa y libre. "Afortunadamente el gran pueblo ha elegido el camino del futuro, de la grandeza y del despertar, y esto es una gran victoria", afirmó en un discurso transmitido por la televisión estatal.
El ministro del Interior, Sadeq Mahsouli, un aliado de línea dura de Ahmadinejad, declaró que el presidente había sido reelegido a un segundo mandato de cuatro años con el 62,6% de los votos, frente al 33,7% para Moussavi, con un récord de concurrencia a los comicios del 85%.
La magnitud del triunfo del actual mandatario generó dudas y puso un punto final a las amplias expectativas que había generado Moussavi, representante del cambio en un Irán enfrascado en la lógica ultraconservadora y combativa de Ahmadinejad. El presidente reelecto felicitó a todos aquellos que trabajaron en el proceso electoral porque, en su opinión, "realizaron una labor impecable".
Sin embargo, más de 3000 partidarios de Moussavi protestaron en las calles de Teherán. Algunos de ellos gritaban contra Ahmadinejad e intentaban detener el tránsito en una atestada avenida capitalina. Vehículos incendiados, pedradas, corridas y gases lacrimógenos arrojados por la policía para dispersar a los manifestantes sumieron a la capital en un caos nunca visto en tres décadas, cuando en enero de 1979 el sha Reza Pahlevi abandonó el país tras meses de revueltas populares y protestas contra la monarquía, lo que desembocó, dos semanas después, en la llegada al poder del ayatollah Khomeini.
Estados Unidos aseveró que está siguiendo de cerca el resultado electoral y los "reportes de irregularidades". La Casa Blanca afirmó que seguirá "monitoreando" la situación, poco después de que la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, dijera que esperaba que el resultado de las elecciones reflejara "la verdadera la voluntad del pueblo iraní".
El ex primer ministro Moussavi, que anteayer se había proclamado ganador de los comicios minutos antes de que se cerraran las urnas, protestó por lo que calificó una manipulación de las elecciones.
El candidato reformista dijo que miembros de su cuartel electoral fueron golpeados "con bastones, palos de madera y varas eléctricas".
"No me rendiré ante esta peligrosa farsa", advirtió Moussavi, que pidió a las autoridades "volver a la legalidad y salvar el voto de la nación", ya que "la sagrada tierra de Irán pertenece a la gran nación iraní, y no a quien comete fraude".
En respuesta, el ayatollah Khamenei, cuyo poder e influencia se consideran determinantes, instó a los candidatos perdedores a evitar "conductas provocativas".
"El elegido y respetado presidente es el mandatario de toda la nación, y todos deben apoyarlo por unanimidad y ayudarlo", afirmó la máxima autoridad de Irán en un comunicado.
Analistas iraníes y occidentales dijeron que la reelección de Ahmadinejad posiblemente decepcionará a las potencias occidentales que buscan convencer a Irán para que suspenda sus actividades nucleares, que se sospecha están dirigidas al desarrollo de armas nucleares. También afirman que el nuevo mandato de Ahmadinejad podría complicar aún más los esfuerzos del presidente estadounidense, Barack Obama, para acercarse a Teherán.
"No augura nada bueno para un acuerdo rápido y pacífico de la disputa nuclear", estimó Mark Fitzpatrick, del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres.
TEHERAN.- El manto de dudas que se extendió sobre Irán después de que las cifras oficiales dieran un aplastante triunfo al presidente Mahmoud Ahmadinejad provocó ayer las peores protestas callejeras desde la Revolución Islámica de 1979 en Teherán, donde miles de personas salieron a denunciar irregularidades en los comicios presidenciales y se enfrentaron con la policía.
El líder supremo, el ayatollah Ali Khamenei, exhortó a todos los iraníes a respetar la victoria de Ahmadinejad, luego de unas elecciones presidenciales que su rival, el candidato reformista moderado Mir Hossein Moussavi, describió como una "peligrosa farsa".
Ahmadinejad descartó las acusaciones y señaló que el proceso se desarrolló de manera justa y libre. "Afortunadamente el gran pueblo ha elegido el camino del futuro, de la grandeza y del despertar, y esto es una gran victoria", afirmó en un discurso transmitido por la televisión estatal.
El ministro del Interior, Sadeq Mahsouli, un aliado de línea dura de Ahmadinejad, declaró que el presidente había sido reelegido a un segundo mandato de cuatro años con el 62,6% de los votos, frente al 33,7% para Moussavi, con un récord de concurrencia a los comicios del 85%.
La magnitud del triunfo del actual mandatario generó dudas y puso un punto final a las amplias expectativas que había generado Moussavi, representante del cambio en un Irán enfrascado en la lógica ultraconservadora y combativa de Ahmadinejad. El presidente reelecto felicitó a todos aquellos que trabajaron en el proceso electoral porque, en su opinión, "realizaron una labor impecable".
Sin embargo, más de 3000 partidarios de Moussavi protestaron en las calles de Teherán. Algunos de ellos gritaban contra Ahmadinejad e intentaban detener el tránsito en una atestada avenida capitalina. Vehículos incendiados, pedradas, corridas y gases lacrimógenos arrojados por la policía para dispersar a los manifestantes sumieron a la capital en un caos nunca visto en tres décadas, cuando en enero de 1979 el sha Reza Pahlevi abandonó el país tras meses de revueltas populares y protestas contra la monarquía, lo que desembocó, dos semanas después, en la llegada al poder del ayatollah Khomeini.
Estados Unidos aseveró que está siguiendo de cerca el resultado electoral y los "reportes de irregularidades". La Casa Blanca afirmó que seguirá "monitoreando" la situación, poco después de que la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, dijera que esperaba que el resultado de las elecciones reflejara "la verdadera la voluntad del pueblo iraní".
El ex primer ministro Moussavi, que anteayer se había proclamado ganador de los comicios minutos antes de que se cerraran las urnas, protestó por lo que calificó una manipulación de las elecciones.
El candidato reformista dijo que miembros de su cuartel electoral fueron golpeados "con bastones, palos de madera y varas eléctricas".
"No me rendiré ante esta peligrosa farsa", advirtió Moussavi, que pidió a las autoridades "volver a la legalidad y salvar el voto de la nación", ya que "la sagrada tierra de Irán pertenece a la gran nación iraní, y no a quien comete fraude".
En respuesta, el ayatollah Khamenei, cuyo poder e influencia se consideran determinantes, instó a los candidatos perdedores a evitar "conductas provocativas".
"El elegido y respetado presidente es el mandatario de toda la nación, y todos deben apoyarlo por unanimidad y ayudarlo", afirmó la máxima autoridad de Irán en un comunicado.
Analistas iraníes y occidentales dijeron que la reelección de Ahmadinejad posiblemente decepcionará a las potencias occidentales que buscan convencer a Irán para que suspenda sus actividades nucleares, que se sospecha están dirigidas al desarrollo de armas nucleares. También afirman que el nuevo mandato de Ahmadinejad podría complicar aún más los esfuerzos del presidente estadounidense, Barack Obama, para acercarse a Teherán.
"No augura nada bueno para un acuerdo rápido y pacífico de la disputa nuclear", estimó Mark Fitzpatrick, del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres.
Agencias AP, AFP, EFE, ANSA y Reuters