PARA ENTENDER LA SITUACION EN IRAN


Golpe de estado en Irán
Especial para Infomedio

Rahim Kaderi opina que el estallido de la ira popular en Irán era solo cuestión de tiempo. Un régimen no puede prolongarse indefinidamente en el poder en contra de la voluntad de su pueblo. La República Islámica de Irán ha seguido, desde la Revolución de 1979, una política que ha ido colocando en la oposición a sectores cada vez más amplios de la población iraní: monárquicos, kurdos, izquierda, derecha, centro, jóvenes, mujeres, universitario, y ahora ha marginado del juego político a los propios reformistas que querían cambiar el sistema islámico desde dentro. Rahim Kaderi es un intelectual kurdo residente en España.
Las actuales revueltas que se están registrando a lo largo y ancho del territorio iraní han unido a estos sectores contra un Gobierno que utiliza todos los resortes del poder para manipular las elecciones.
Las elecciones de Irán bajo ningún concepto pueden ser calificadas de democráticas. Si el Gobierno puede llevar a cabo un pucherazo de estas magnitudes es porque, de acuerdo con su legalidad, es el propio régimen quien controla todo el proceso electoral, desde la selección de los candidatos que se presentan hasta el recuento final de los votos y la publicación de los resultados.
En las elecciones iraníes el fraude ha existido siempre. La diferencia del actual fraude con los anteriores consiste en que en Irán todo el mundo sabía que la política ultrareaccionaria de Ahmadineyad no tenía ninguna posibilidad de ganar. Pese a ello, Ahmadineyad se ha atribuido una victoria aplastante, despreciando e insultando así a la conciencia e inteligencia colectivas de su pueblo. El golpe de Estado dirigido por el propio Jamenei ha sido un desafío a los iraníes, tal como es la cuestión nuclear para la comunidad internacional.
En múltiples ocasiones he destacado la solidaridad y el apoyo de la comunidad internacional a los partidos políticos, las ONG,S, asociaciones y agrupaciones cívicos que luchan por la democracia y la libertad en Irán. Ahora más que nunca es necesario respaldar a los manifestantes y sus legitimas reivindicaciones. Entre todos no debemos permitir que avance la postura ultrareaccionaria de Jamenei – Ahamadineyad lo debemos retroceder, es bueno no sólo para los iraníes sino para toda la humanidad.

Las autoridades iraníes deben anular las elecciones para restablecer la paz en las calles

La premio Nobel de la paz iraní asegura que para implantar la calma en las calles los ayatolás deben celebrar nuevos comicios y ordenar el cese de la violencia contra los manifestantes
El lunes, 15 de junio, más de un millón de personas se manifestó por las calles de Teherán en apoyo de Mir Hosein Musaví y de Mehdi Karrubi, dos candidatos presidenciales derrotados, protestando por los resultados electorales. Su destino era la plaza Azadi (de la Libertad). Dicha plaza, en la época de la Revolución Islámica de hace 30 años, fue punto de encuentro de los revolucionarios. Musaví se subió a lo alto de un minibús y se dirigió a la gente congregada megáfono en mano. Les dijo que siguieran con sus protestas evitando comportamientos agresivos que dieran una excusa a las fuerzas de seguridad para responder con violencia.
Terminó la manifestación pacífica, y mientras se dispersaba poco a poco la gente, de pronto, desde el tejado de un edificio de los basiyís (una milicia de voluntarios) abrieron fuego contra la gente. Otro grupo de gente disparaba desde otra dirección. Según diversas informaciones, murieron 7 personas y hasta 30 más resultaron heridas y fueron hospitalizadas.
Los basiyís funcionan bajo la dirección y supervisión de la Guardia Revolucionaria de la República Islámica. Esta milicia se creó tras la revolución y su único trabajo consiste en mantener y salvaguardar al Gobierno. Aunque se trate de voluntarios, disfrutan de muchos privilegios. No usan uniformes militares pero tienen derecho a portar armas y equipamiento policial de comunicaciones.
La insatisfacción popular con los resultados no se refiere tan sólo a las últimas elecciones: ya hubo muchas objeciones hace 4 años cuando Ahmadineyad salió elegido presidente por primera vez. En aquella ocasión, Karrubi y Rafsanyaní, dos figuras veteranas y poderosas de la República Islámica, fueron sus oponentes electorales.
Hasta aquel momento, el puesto político más relevante de Ahmadineyad fue la alcaldía de Teherán, pero le apoyaban los basiyís y el ayatolá Jamenei, el líder vitalicio de la República Islámica. Karrubi remitió muchas quejas al Consejo de Guardianes, organismo gubernamental encargado de vigilar y observar el proceso electoral, pero no obtuvo resultados positivos. El entonces presidente Jatamí anunció que hubo muchas infracciones. Más aún, Hachemí Rafsanyaní, que también puso en duda el resultado, de forma explícita afirmó que expresaría sus dudas al mismo Dios, puesto que nadie en Irán le hacía caso.
Los cuatro años de presidencia de Ahmadineyad han sido de gran insatisfacción popular. En esta época la inflación ha llegado al 25%, hubo un aumento diario de los precios y el poder de compra de la gente cayó paulatinamente. Se cerraron muchos periódicos, se encarceló a un número cada vez mayor de activistas políticos y de derechos humanos y se clausuraron las instalaciones del Centro de Defensores de los Derechos Humanos [Nota del editor: Ebadi es presidente del Centro], etc.
El líder de la Revolución siguió apoyando al Presidente pese a la insatisfacción popular, incluso después de que el Parlamento declarara que se retiraron 1.000 millones de dólares sin disponer de autoridad legal. Y en el momento en que el ministro del Interior declaró vencedor de las elecciones a Ahmadineyad, el líder supremo le felicitó, pese a que todavía faltaban votos por contabilizar en todos los distritos. Además, otros candidatos tenían derecho a impugnar los resultados electorales y a ninguno debía felicitarse hasta que se hubieran dirimido todas las impugnaciones y se proclamaran los resultados definitivos. Esta felicitación temprana ha indignado al pueblo iraní.
Las objeciones que se hacen a las elecciones de la semana pasada son las siguientes:
1. En muchos colegios electorales no se permitió la presencia de interventores de Musaví y Karrubi.
2. Se denuncia la manipulación de muchas urnas.
3. Ahmadineyad obtuvo 14 millones de votos en las anteriores elecciones. En esta ocasión, sin embargo, se hizo el anuncio sin precedentes de que había obtenido 24 millones de sufragios. Karrubi anunció que había sacado menos votos que la suma de miembros de su equipo electoral y de su partido Etemad Melli. Cuando millones de personas salieron a las calles de Teherán y otras ciudades a protestar por los resultados electorales ya estaba claro que la cifra de 24 millones de votos para Ahmadineyad no podía ser correcta.
Los estudiantes también se oponen al resultado. El 15 de junio, de madrugada, cuando los estudiantes de la Universidad de Teherán estaban en sus dormitorios, milicianos basiyís atacaron las instalaciones y asesinaron a varios estudiantes. No se conocen las cifras exactas todavía, pero al menos asesinaron a 5 estudiantes, 2 de ellos mujeres. Hubo muchos heridos.
Basiyís y fuerzas de seguridad han atacado a estudiantes en otras ciudades como Isfahan, Shiraz y Tabriz. Se calcula que han asesinado a otros 4 y que hay muchos más heridos. Según dicen los propios estudiantes, han detenido a 300 compañeros suyos en los últimos días.
Las protestas contínuas han llevado a la detención de Ahmad Zeydabadi, secretario general del partido Advar Tahkim Vahdat, y además han detenido a gran número de activistas políticos y sociales, como Saeed Hajjarian, Mostafa Tajzadeh, Abdolfattah Soltani y Reza Tajik. Han desconectado la banda ancha de Internet y han ordenado a los periodistas extranjeros que se marchen de Irán cuanto antes.
Han cortado la telefonía móvil y las cadenas de televisión, incluídas VOA y BBC. El Gobierno ha intentado cortar las líneas de comunicación entre la población.
La situación ha hecho que varios parlamentarios anunciaran sus protestas en una carta y el presidente del Parlamento, Ali Larijani, ha declarado al ministro del Interior responsable de la violencia y la tensión.
Musaví y Karrubi animan a sus seguidores a proseguir sus protestas pacíficamente. Les han dicho que protesten gritando Alá Akbar (Dios es grande) entre las 9 y las 10 de la noche. Sus gritos resuenan por toda la ciudad cada noche y recuerdan las noches de la revolución.
La intensificación de las protestas ha desembocado en la decisión del líder supremo de ordenar una investigación de las quejas y en el anuncio del Consejo de Guardianes del recuento de algunas urnas. No parece que eso vaya a calmar las cosas.
La mejor solución para el establecimiento de la paz en Irán es:
1. Liberar sin condiciones a todos los detenidos por protestar contra el resultado electoral
2. Ordenar el cese de la violencia basiyí y policial contra los manifestantes
3. Declarar la nulidad de las elecciones
4. Ordenar la celebración de nuevas elecciones bajo los auspicios de organizaciones internacionales.
5. Compensar económicamente a los heridos y a los familiares de los asesinados
Quizás así vuelva la paz a la sociedad iraní. Si no, hay muchas posibilidades de que haya más violencia en Irán.

Musavi no es Suárez
La condena internacional acaba dando sus frutos
Rafael Bardají cree que en Irán una nueva generación se ha echado a la calle ante lo que consideran un fraude electoral. Pero no sólo. Las manifestaciones en Teherán son la expresión de una más profunda y creciente falta de legitimidad del régimen islámico de los ayatolás. Desgraciadamente -salvo que experimente una evolución radical en estos días- Mir-Husein Musavi, el líder en quien todo el mundo tiene puestos sus ojos como alternativa a Ahmadineyad no aspira a cambiar el régimen. Ha sido y es parte sustancial de él y sólo quiere poner fin a sus innumerables fallos. Fallos en su gestión política, no en su inspiración y naturaleza religiosa.

Ahora bien, para que las transiciones ocurran se deben dar las circunstancias apropiadas y en el Irán actual pueden que se estén gestando. Pero también sabemos de la brutalidad del régimen y que nadie en su cúpula está interesado en modificarlo, por lo que cabe esperar que quienes hoy se manifiestan por las calles de Teherán acaben sucumbiendo a una dura represión. Como ya ocurrió en 1989 y en 2003.
De ahí que sea hoy más que necesario hacerles llegar un mensaje de apoyo y esperanza desde la comunidad internacional. Uno puede solidarizarse con la dura condena hecha pública por el presidente francés, Nicolas Sarkozy, o quedarse en la tibieza mostrada por el presidente americano, Barack Obama, para quien lo importante es no entremezclarse en los asuntos internos de Irán.
Pero si algo sabemos de anteriores experiencias, desde la URSS a Ucrania, pasando por nuestro país, es que el apoyo exterior, la condena internacional de un sistema dictatorial, teocrático o brutal, las exigencias de juego limpio y transparencia, acaban dando sus frutos. Musavi, que sepamos, no es Suárez, pero si las naciones democráticas le plantan cara al régimen de Irán, puede que acabe siéndolo. Tal vez a su pesar, como le sucedió a Gorbachov. La alternativa es condenar los brotes del cambio.
Rafael Bardají es director del Grupo de Estudios Estratégicos (GEES), un centro de investigación especializado en asuntos de seguridad y defensa.