SHOAHELEN EPSTEIN: "MUCHOS HIJOS DE SOBREVIVIENTES NO TIENEN NINGUNA FOTO FAMILIAR, NADA" (P12 - 25/08/08)
Su libro "Tras la historia de mi madre" fue elegido como el mejor de 1997. La madre de la escritora fue sobreviviente del Holocausto y una renombrada modista de alta costura en los Estados Unidos. Estuvo en Buenos Aires para presentarlo. –¿Cómo recuerda hoy a su madre? –Como una mujer muy complicada y muy fuerte. Una mezcla verdadera de femenino y masculino, muy moderna, alguien que podría ser un modelo de muchas mujeres de hoy en día, porque ella pudo tener una carrera, hijos y un marido. Ella era la que mantenía toda la casa.–¿Qué significa ser hija de sobrevivientes?–En primer lugar, como la mayoría de hijos de sobrevivientes, yo llevo el nombre de alguien que fue asesinado. En mi caso llevo el nombre de mi abuela materna, a quien mi padre adoraba y que era además una mujer muy fuerte. A ella la mataron en la cámara de gas en Auschwitz. Y además, como la mayoría de hijos de sobrevivientes, como toda la familia murió no somos herederos de una sola persona sino de familias enteras. Como escritora, mientras yo elaboraba este libro sentía que no estaba escribiendo una historia personal, sino la historia de todo un grupo de personas, toda una colectividad. De todas maneras, soy de las más afortunadas de los hijos de sobrevivientes. En primer lugar, soy hija de checos y en Checoslovaquia muchos no judíos fueron aliados y muy importantes para mis padres. Mis padres tenían amigos que eran cristianos que también estuvieron en los campos de exterminio porque se oponían a los nazis. Yo los conocí. La mujer que me cuidaba cuando yo era chiquita era una mujer que había escondido un chico judío durante la guerra. Yo crecí creyendo que muchos de los no judíos ayudaron a los míos. Muchos hijos de sobrevivientes no tienen ninguna foto de sus familias, nada. No tienen ninguna idea de cómo eran sus padres cuando eran jóvenes, ni pueden tener imágenes de los abuelos, de los tíos. En el caso de mi madre y mi abuela, ellas entregaron álbumes de fotos a clientas de ellas del salón de costura para que se las cuiden durante la guerra y después de la guerra se las devolvieron. Por eso yo tengo fotos de mi familia. Y en el caso de mi padre, como era un atleta sus compañeros de equipo guardaron las fotos. Entonces en mi caso el peso de ser hija de sobrevivientes fue diferente, porque las fotos de mi familia estaban en las paredes y eso me daba una posibilidad de hablar de la familia y poner un contexto donde ubicarla. Y estoy hablando de las fotos porque en todos los museos que existen, como el Museo del Holocausto en Washington o el museo que construyeron en Auschwitz, hay pilas y pilas de fotos, pero nadie sabe quiénes son. Hay sobrevivientes a los que les gustaría reconocer a alguien y fotos que no sabemos de quiénes son. Entonces, tanto cuando escribí Niños del Holocausto como Tras la historia de mi madre, yo era muy consciente de que tenía un privilegio que otra gente no tenía y escribía un poco en nombre de todos.
HABLA EL HIJO DEL NAZI MAS BUSCADO (CRTICA - 25/08/08)
El embajador de Venezuela en Estados Unidos, Bernardo Álvarez, declaró a la Agencia Judía de Noticias que "si Venezuela no reconociera la existencia del Estado de Israel no podría permitir que hubiese un embajador israelí en Caracas". Agregó que la reunión que sostuvo el presidente Chávez con líderes de la comunidad judía aclaró "cualquier tipo de dudas de la posición venezolana frente al antisemitismo". El diplomático, quien asistió a la cita de la semana pasada con miembros del Consejo Judío Mundial, afirmó que el eje del encuentro "fue siempre el pueblo judío y los judíos del mundo, que tienen el derecho, como cualquier otro grupo humano, a su existencia", reseñó un boletín de prensa de la Embajada de Venezuela en Washington. Según Bernardo Álvarez, la reunión celebrada en el palacio de Miraflores fue "importante, esperada, productiva, respetuosa y cordial".
ISMO INTERNACIONAL
VICTIMAS INEXOBRABLES
por Pepe Eliaschev (Perfil - 24/08/08)
No hace mucho se decía que Al Qaeda tal vez no existe, Osama Bin Laden es un invento de la CIA y los atentados del 11 de septiembre de 2001 podrían haber sido perpetrados por el propio gobierno de los Estados Unidos. Nuestra debilitada capacidad de concentración ayuda a que nos olvidemos del terror o, peor aún, que los asuntos más siniestros nos terminen resbalando. Lo complejo asusta y lo truculento bloquea. Aun cuando la Argentina ha sido escenario de dos magnos ataques terroristas de proyección internacional (marzo de 1992 contra la Embajada de Israel y julio de 1994 contra la AMIA), en este país esta cuestión no le quita el sueño a nadie. Ambos siguen impunes. Sigue siendo bastante habitual que periodistas normalmente perceptivos y rápidos para evaluar la importancia de otras grandes historias desvaríen con ligereza cuando se trata de identificar esa amenaza poderosa y letal que, por su parte, se sigue consumando de manera ritual, semana a semana. Lo más notable de esta ceguera autoinducida es que el terror es particularmente devastador, no sólo en las capitales del capitalismo globalizado, sino en pueblos y ciudades de países pobres y, en particular, en el mismo mundo islámico, cuyos valores más ortodoxos los terroristas dicen venerar. Hace pocas horas volvieron a atacar, sanguinarios y bárbaros como siempre, pero no castigaron Roma, Londres o París, sino Issers, una modesta localidad a 55 km de Argel, la capital de esa nación árabe musulmana. Desde abril de 2007, los criminales que el diario español El País llama “vasallos de Al Qaeda” han perpetrado sólo en Argelia no menos de 194 asesinatos en unos seis ataques. Todos los muertos eran árabes argelinos que, presumiblemente, rendían culto al islam. Este es el nudo brutal: además de derramar sangre en Argelia, los fanáticos de Al Qaeda y agentes autónomos identificados con la guerra santa de Osama, como el Talibán, se han cansado de asesinar en Indonesia, Marruecos, Afganistán, Líbano, Egipto, Somalía y, desde luego, Irak, entre otras comarcas de neta predominancia musulmana. (...).
No hace mucho se decía que Al Qaeda tal vez no existe, Osama Bin Laden es un invento de la CIA y los atentados del 11 de septiembre de 2001 podrían haber sido perpetrados por el propio gobierno de los Estados Unidos. Nuestra debilitada capacidad de concentración ayuda a que nos olvidemos del terror o, peor aún, que los asuntos más siniestros nos terminen resbalando. Lo complejo asusta y lo truculento bloquea. Aun cuando la Argentina ha sido escenario de dos magnos ataques terroristas de proyección internacional (marzo de 1992 contra la Embajada de Israel y julio de 1994 contra la AMIA), en este país esta cuestión no le quita el sueño a nadie. Ambos siguen impunes. Sigue siendo bastante habitual que periodistas normalmente perceptivos y rápidos para evaluar la importancia de otras grandes historias desvaríen con ligereza cuando se trata de identificar esa amenaza poderosa y letal que, por su parte, se sigue consumando de manera ritual, semana a semana. Lo más notable de esta ceguera autoinducida es que el terror es particularmente devastador, no sólo en las capitales del capitalismo globalizado, sino en pueblos y ciudades de países pobres y, en particular, en el mismo mundo islámico, cuyos valores más ortodoxos los terroristas dicen venerar. Hace pocas horas volvieron a atacar, sanguinarios y bárbaros como siempre, pero no castigaron Roma, Londres o París, sino Issers, una modesta localidad a 55 km de Argel, la capital de esa nación árabe musulmana. Desde abril de 2007, los criminales que el diario español El País llama “vasallos de Al Qaeda” han perpetrado sólo en Argelia no menos de 194 asesinatos en unos seis ataques. Todos los muertos eran árabes argelinos que, presumiblemente, rendían culto al islam. Este es el nudo brutal: además de derramar sangre en Argelia, los fanáticos de Al Qaeda y agentes autónomos identificados con la guerra santa de Osama, como el Talibán, se han cansado de asesinar en Indonesia, Marruecos, Afganistán, Líbano, Egipto, Somalía y, desde luego, Irak, entre otras comarcas de neta predominancia musulmana. (...).