Religiosidad y creencias entre los judíos de Alepo
Por María Ch. de Azar
La religiosidad es uno de los rasgos más importantes de los judíos de Alepo, no sólo conocen la Ley, sino que están dispuestos a abandonar con frecuencia otros aspectos de su vida, como el trabajo, por el deseo de profundizar en los textos sagrados y en cumplir los ritos. Componen uno de los baluartes de la ortodoxia judía, asentados en esa antigua ciudad en los primeros años del la era común.
Se preocuparon por preservar la vida comunitaria, respetando las interpretaciones de sus sabios y rabinos, quienes abrevaron conocimientos en los centros religiosos de Babilonia y Jerusalén.
Los judíos de Alepo, forman parte significativa de la población judía en la Argentina, su inmigración hacia estas costas se inició a fines del siglo XIX, en numerosos viajes, personales y familiares, se asentaron en los barrios de Buenos Aires que los acogieron según familias y vecinos de origen, lugares donde fundaron instituciones propias, al principio en espacios precarios, y ya cumplieron aquí, más de cien años de trayectoria.
Se incorporaban lentamente a la nueva sociedad, mantenían sus costumbres religiosas en reuniones, preocupados por conseguir trabajo, satisfacer sus necesidades primarias y cumplir con los rezos cotidianos según lo practicaban en Alepo, prácticas que no abandonaron en medio de los sufrimientos y carencias que el proceso de adaptación exigía.
Conocidas familias, cuyos apellidos trascendieron con los años, desarrollaron actividades comerciales de buen rendimiento financiero, ayudaron a los recién llegados, garantizando el viaje con llamados formales, gestiones eficientes de documentación, participando con ideas y medios económicos que posibilitaron además, la creación de Talmud-Torá para los niños (lugar de estudio), sociedades de asistencia y espacios de consumo para mantener el cashrut (aptos) en los alimentos.
Otros objetivos de mayor envergadura, fueron la fundación de grandes sinagogas, instalaciones para baños rituales, y el cementerio. Edificios ideales que concretaron en obra, atravesando generaciones. Importantes centros religiosos y educativos, bastiones de la continuidad, que jóvenes familias con su práctica custodia y mantiene hoy activa la comunidad judeo alepina. Sinagogas como Shaare Sión, Sucath David, Yesod Hadat, Yeshurum, casi todas con escuelas y iyeshivot anexas, situadas en sus antiguos barrios y otras más recientes, a partir de 1960, que con mayor poder económico surgieron alrededor de sus nuevas viviendas.
Las noches de viernes y los sábados, sus templos se ven colmados con tres generaciones: abuelos, hijos y nietos a los que se suman niñas adolescentes, perpetúan con su presencia los rituales sagrados, conservando en sus casas la reunión familiar en torno a la mesa sabática con los mismos sabores que trasmitieron los primeros inmigrantes. Las Altas Fiestas y las que consideramos más íntimas, con menos difusión, encuentran en las familias más jóvenes la misma intensidad religiosa, recitando bendiciones de las frutas en Tu bishvat, en el intercambio de fuentes colmadas de dulces y vinos en Purim, y estudiando Torá en la sinagoga durante la larga noche de Shavuot, con sabrosos desayunos que nuevamente encuentran en las delicias que la tradicionales familias aún preparan.
La comunidad judeo alepina además de la religión mantiene ciertos mitos y costumbres, que como ordenadores simbólicos operan reglando normas de conducta a sus integrantes y les ayudan a configurar su identidad.
En la vida cotidiana y en las celebraciones del ciclo de vida, más allá de cumplir con los actos de la fe mosaica, mantienen costumbres que dan color a la tradición. Observamos, aunque disminuyeron en número, ciertas creencias y supersticiones que no forman parte de los textos de la liturgia. Es probable que fueran influenciados por la cultura árabe, varios siglos de convivencia lo pueden acreditar, y por la fe depositados en sus rabinos, figuras que por su personalidad y sabiduría consideran con respeto y venerando sus decisiones. Es frecuente la consulta a los jajamin, cuya trayectoria y experiencia permiten confiar en el uso del conocimiento de la Cabalá, textos de Tehilim, o bíblicos como instrumento para alejar temores, sobre todo en los niños y en las embarazadas, considerados sujetos más débiles frente a la mirada de los otros, causante de sus síntomas, efecto, dirían, del mal de ojo.
Es curioso y notable observar en los últimos años y en determinados comercios, generalmente detrás de la caja registradora, fotos de rabinos, pasajes de la liturgia con bendiciones impresas en distintos materiales, papel, telas, metales, como protectores de ese espacio.
La mezuzá, infaltable en la puerta de casa de los jalebíes, (oriundos de Alepo) y en los marcos de todas las habitaciones, forma parte de un acto de fe, reconociendo la unicidad de Dios, saludo cotidiano antes de salir y al llegar a su hogar.
Es habitual la querencia de amuletos y rituales, preparados y ejercitados por personajes especiales de la comunidad. El uso de una manito de oro, como jamsika, (mano abierta con los cinco dedos extendidos) objeto que aún hoy mantiene su valor para espantar las miradas fuertes, firme creencia de sus portadores.
El hombre alepino, religioso ferviente, participante activo de los ritos sinagogales, cumple el acto cotidiano de vestir sus tefilim (filactelias) sea en su casa o en el templo, también tiene sus creencias y supersticiones, es frecuente descubrir en su bolsillo unos trocitos de shebbe, piedra de alumbre, que se incluye entre los variados regalos de la bandeja de novia, tradición que se conserva. Pasa inadvertida pero casi siempre está junto a una ramita de ruda, debajo de la almohada del recién nacido. Ambos amuletos muchas veces se dejan ver en las femeninas carteras.
Una costumbre que se mantiene y forma parte de la ceremonia de circuncisión es la típica ceníe (bandeja) de tres pisos, de 32 velas, (hoy renovada y con diseño distinto). Se pasa antes de cumplir el pacto abrahamico. Cada mujer deposita dinero en la misma y obtiene el derecho de encender una. Comenzando por la abuela, quien enciende la primera, significa Brit- Milá, la segunda base tiene 13 velas y significa Bar Mitzvá y la tercera tiene 18 velas, significa vida. La recaudación se usa para fines benéficos. Esta bandeja es trasladada por una joven soltera, privilegiada con esta elección, para que se case pronto. Es una ceremonia que además de cumplir con la mitzvá de zedaká, pone un toque de color, por la luz que emana de las velas de colores, acto en el que también participan las niñas más pequeñas.
Es otra oportunidad de celebración familiar, donde todos participan de los rituales y dan sentido a los mismos como organizadores inmejorables de esta comunidad.
SEFARAires No.71
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Fórmulas de religiosidad en el habla vernácula
de los sefarditas
Prof. María Esther Silberman de Cywiner
Las tradiciones cumplen una función relevante en la cultura de los pueblos y su papel es de gran importancia en la experiencia y conducta de los mismos. Una filosofía de vida junto a un soporte moral y ético no exentos de ironía y humor son el legado que se acrecienta con los siglos y va a dar en lo que consideramos tradición oral de un pueblo.
El judeoespañol, cuyo medio de transmisión principal es la oralidad, por efecto de la dispersión de las comunidades asentadas en el Mediterráneo Oriental y Occidental donde desde antiguo se hablaba el judeo-español, va perdiendo hablantes que actualmente se encuentran por todas partes, representados por hombres y mujeres mayores que hablan la lengua desde que nacieron. Pero esta lengua hablada como lengua materna, no se transmite más en la misma forma a las generaciones sucesivas.[i] La desaparición paulatina de los primeros inmigrantes de habla judeo-española dejó espacios silenciados en los hogares sefarditas. Donde los abuelos ponían la experiencia viva de las tradiciones en la lengua vernácula, ahora sólo quedan vagos reflejos, chispas esparcidas del gran fuego que supo arder y dar calor en los tiempos de bonanza.
Nuestra propuesta es mostrar manifestaciones de religiosidad en la lengua vernácula de los hablantes del judeoespañol a través de un trabajo de recopilación realizado a partir de colecciones autorizadas y de material obtenido de informantes de primera, segunda y tercera generación de sefarditas.
Dicha religiosidad se disemina en variantes paremiológicas, locuciones diversas, proverbios, interjecciones, bendiciones, maldiciones, fórmulas de agradecimiento, de ruego y alabanza, etc., de constante uso en el proceso de comunicación intersubjetiva.
Podríamos decir también que dicho sustrato de religiosidad se expresa por las citas de los libros sagrados, Torá, Talmud, “Proverbios”, etc.; por la presencia de nombres reveladores de patriarcas y personajes bíblicos; por la alusión o mención de festividades significativas del calendario hebreo; por la presencia de una ética basada en la observancia del decálogo mosaico. Pero sobre todo, por la mención, invocación y apelación a D’s, que ocupa un lugar preferencial en esta selección que nos proponemos mostrar aquí.
Nos limitaremos a analizar el último aspecto mencionado haciendo una aclaración previa. Tanto al escuchar como al transcribir la palabra D’s en boca de un sefardí, sorprende a quien no está familiarizado con la fonética judeoespañola, el modo como los sefarditas pronuncian el nombre del Creador. Siempre pronuncian Dyó, sin la s final. En razón de que la religión mosaica admite la existencia de un solo D’s -precepto que se sintetiza en la máxima proclamación de fe judaica: el “Shemá Israel, Adonay Elohenu, Adonay Ejad” (Escucha, oh Israel, Adonay es nuestro D’s, Adonay es Único”) -el judío hispano hebreo del medioevo, cuando leía en ladino la traducción del nombre de Adonay como D’s, entendía que decir D’s con s era hacer mención a más de un dios. Por lo tanto suprimía la s final y pronunciaba el Dyó para no incurrir en idolatría.
Las nuevas generaciones descendientes de inmigrantes sefardíes conservan cada vez menos la lengua de sus mayores. Pero sin embargo donde hubo abuelos, tíos, padres que hablaban en el hogar la lengua de la España del siglo XV, algo se conservó y aflora, curiosamente, en el habla familiar. Muchas expresiones han ido modernizando su fonética. Otras, han sufrido deformaciones léxicas por ignorar el hablante la expresión original, quedándose con un remedo de la fórmula primigenia. En esto se advierte, al igual que en la transmisión del romancero tradicional sefardí, ejemplos de degradación semántica; de deformación léxica o fonológica; de recreación y sustitución de elementos; todo lo cual es propio y legítimo en el proceso de tradicionalidad. Esta aclaración ayuda a comprender las variantes recogidas de una misma fórmula. Admitimos que nosotros también hemos heredado de nuestra habla cotidiana y familiar expresiones que ponen al Dyó como valedor divino de nuestros proyectos y anhelos: El Dyó ke mos lo déshe ver (Que D¨s permita que lo veamos). Y aún más, que cuando prometemos o manifestamos deseos de realizar algo por precaución, por espíritu de prudencia, empleamos como una muletilla inevitable la condicional oída una y otra vez, Si el Dyó kiere... (Si D’s quiere...Quiera D’s). Y esto ¡qué duda cabe!, no es patrimonio exclusivo de los sefarditas.
Es interesante preguntarse hasta qué punto ese sustrato de religiosidad al que apuntamos inicialmente se sostiene exclusivamente en una cuestión de fe deísta. Y estamos tentados a arriesgar que aquí se produce contaminación con otras condiciones propias del espíritu humano, miedo, duda, superstición, ignorancia. Todo lo cual lleva al individuo a aferrarse tanto a talismanes, como a palabras mágicas o salvadoras, bajo las cuales siente que su débil naturaleza está protegida de tanta intemperie metafísica. Y lo hace poniendo en el enunciado diversos matices emocionales y expresivos.
Las fórmulas de religiosidad en el habla vernácula de los sefarditas estructura géneros y estilos discursivos de carácter familiar e íntimo dentro de los cuales la palabra adquiere expresividad propia en la comunicación intersubjetiva acorde con las situaciones, temas y contactos típicos de los significados de las palabras, con la realidad concreta y circunstancias específicas.
Sin duda, volviendo ahora a las fórmulas de religiosidad, podemos comprender mejor el tono y la expresividad que se advierte en muchas de ellas, tomando en cuenta el hecho que el hombre del Antiguo Testamento permanece siempre en diálogo con el Todopoderoso. No se vale de intermediaciones. Agradece, ruega, suplica, reniega, proclama, promete, invoca, con la convicción de que su voz será escuchada. Las oraciones y plegarias se elevan en una íntima confesión de fe, confianza, temor y piedad por la propia condición de eterno pecador frente a la infinita misericordia de D’s.
El hombre vive con su pensamiento suspendido entre el cielo y la tierra. Pronuncia fórmulas de súplica, para conjurar la inmensa angustia frente al daño de la enfermedad y la muerte:
Ke el Dyó no mos trayga enfermedad (Que D’s nos proteja la salud)
El Dyó ke no mos trayga oras de sar (Que D’s nos libre de horas de peligro)
Para alcanzar ayuda y salvación de los peligros que siempre lo acechan, dice:
El Dyó ke mos apyade (Quiera D’s tener piedad de nosotros)
El Dyó ke mos gwadre de embidya. (Que D’s nos proteja de la envidia)
El Dyó ke mos gwadre de ojo malo (Que D’s nos proteja del mal de ojo)
El Dyó ke mos gwadre de vizino malo y de aire de burako (Que D’s nos proteja del mal vecino y del golpe de aire)
En otros casos, pide ayuda para propios y ajenos en forma general:
El Dyó ke lo ayude (Que D’s lo ayude)
El Dyó ke mos ayude (Que D’s nos ayude)
Otras veces apela al Todopoderoso para que asegure y provea necesidades materiales básicas:
El Dyó ke mos dé el bien y lugar ande lo meter (Que D’s provea nuestras necesidades)
El Dyó ke mos dé pan para komer y paño para vestir (Que D’s nos dé qué comer y con qué vestirnos)
También usa fórmulas que son expresiones de agradecimiento y que se expresan como bendiciones:
El Dyó ke te dé salud y años de vida (D’s te conceda salud y larga vida)
Vidas larga ke te dé el Dyó (Que D’s te conceda larga vida)
El Dyó ke te page (D’s te lo pague)
Ke el Dyó te dé muncho más (Que D’s te premie con más)
Ese hombre lleno de limitaciones proclama su confianza en la existencia de un D’s y en su justicia:
Al Dyó no vemos, ma de sénsya lo konosemos. (D’s se manifiesta aunque no sea visible ante nuestros ojos)
¡Ay un Dyó en los Syelos! (Confiemos porque hay quien haga justicia)
Está en manos del Dyó (De D’s depende su destino)
La fe en D’s lo reconforta ante un adversario:
Kuando el Dyó está contigo, no t’espantes de tu enemigo. (No te preocupe del enemigo si D’s te acompaña)
Por la misma razón, no duda de su omnisciencia ni de su ubicuidad; el hombre poco puede frente a su poder:
Lo ke el Dyó faze, ninguno lo desfaze (El designio divino es inapelable)
La gente pone, el Dyó dispone (El hombre propone y D’s dispone) Kada uno por sí, y Dyó por todas partes (Cada uno ve por sí, D’s ve por todos)
El hombre de fe reconoce la equidad en los designios divinos; manda el dolor pero prevé su remedio:
El Dyó apareja la melezina antes de la yaga (D’s prevé solución a los problemas)
Sabe que D’s no abandona a sus criaturas cuando sus semejantes se olvidan de él:
Kuando la puerta del riko se aserra, la del Dyó se avre (Cuando falta lo material siempre está la ayuda de D’s )
Un proverbio recuerda que el hombre debe esforzarse para que a su vez D’s le ayude:
Kien anda, el Dyó le manda ( A quien se preocupa, D’s lo ayuda)
El Dyó no tyene monedas, tyene modos y maneras (D’s no da riquezas, sino medios para alcanzarla)
Ese mismo hombre, sin embargo, también juzga la justicia divina y la inequidad en la distribución de los bienes:
El Dyó da muezes a ken no tyene dientes. Almendras a ken no tyene muelas. Favas a ken no tyene quixadas (D’s da nueces a quien no tiene dientes. Almendras a quien no tiene muelas. Habas a quien no tiene quijadas)
Son variadas las locuciones, interjecciones, maldiciones y demás manifestaciones de la oralidad en el habla vernacular de los sefarditas.
Así por ejemplo, cuando se quiere encarecer algo que ha sido hecho con excelencia, sobre todo en cuestión de comida, se emplea la fórmula d’alavar al Dyó:
Esta kumida está d’alavar al Dyó (Esta comida es digna ofrenda de D’s)
La bondad de alguien se compara con el pan:
Es pan del Dyó (¡Es un pan de D’s!)
Es frecuente en el repertorio femenino la exclamación de desesperación ante un gran infortunio o amenaza mortal de un ser querido:
¡A Dyó Dyó!...ke nunka nasyera ió (¡Ay, D’s mío! ¡Ojalá yo no hubiera nacido!)
Hay además otras fórmulas exclamativas para aludir a D’s:
¡Bendicho sea el Dyó (¡Bendito sea D’s!)
¡Senior del mundo! (¡D’s!)
¡Patrón del mundo! (¡D’s!)
Ante un enemigo odioso, las maldiciones afloran sin contemplaciones; el perdón sólo puede venir de D’s:
¡Ke el Dyó lo mate y lo keme (¡Que D’s lo mate y lo queme!)
¡Ke el Dyó lo siege! (¡Que D’s lo deje ciego!)
¡Ke el Dyó s’apiade d’él. El Dyó ke lo pedrone! (¡Que D’s se apiade de él. D’s que lo perdone!)
El hombre se somete a la justicia divina en caso de incumplimiento de promesas o pone a D’s como fiador de sus dichos con una fórmula sarcástica:
Ke el Dyó me mate si no estó diziendo vedrá(Si miento que D’s me castigue)
El Dyó me lo pedrone (Que D’s me perdone...por lo que digo)
Finalmente, algunos ejemplos donde no falta la ironía y el humor, propios de todos los pueblos del mundo:
Del Dyó y el vizino no se puede encubrir (De D’s y de un vecino no hay como ocultar nada)
Yerro de médiko, setensya del Dyó (Al error del médico se le dice sentencia de D’s)
Ken cazó una vez, digno de lástima es; ken cazó dos no tiene pedrón del Dyó
(Quien se casó por primera vez, es digno de lástima; pero quien se casó por segunda vez ¡no tiene perdón de D’s!).
Conclusión
Sin haber agotado el repertorio de fórmulas de religiosidad en el habla vernácula de los sefarditas, hemos tratado de mostrar una diversidad en cuanto a géneros y estilos discursivos. Y
en cada uno de esos breves enunciados de la tradición oral judeoespañola podríamos descubrir, como diría Borges, el ‘multum in parvo’.
(*) La Profesora María Esther Silberman de Cywiner es investigadora de la Universidad Nacional de Tucumán
(1)Ver Isaac Benabú, en “Prefacio”a Kuentos del Folklor de la Famiya Djudeo-Espanyola, de Matilda Koen-Sarano, Kana-Yerushalaym, Israel,1986, p.XIV.
Bilbiografía
BAJTIN, Mijail (1985): “El problema de los géneros discursivos” en Estética de la Creación Verbal. Siglo Veintiuno Editores. Trad. de Tatiana Bubnova. México, pp.248-293.
BENABÚ, Isaac (1986): “Prefacio” en M. K. SARANO: Kuentos del Folklor de la Famiya Djudeo-Espanyola. Kana-Yerushalaym. Israel, p.XIV.
KOEN SARANO, Matilda (1995): “Temas djidió en el reflan djudeo-espanyol” en Revista Los Muestros. La boz de los sefaradim. Nº 21, Dic. Bruselas, pp.44-50.
LOS MUESTROS: Nº17, Dic.1994, pp.29-31; Nº 19, Jun.1995, pp.3-42; Nº 22, Mar. 1996; Nº 25, Dic. 1996. Bruselas.
NEHAMA, Joseph (1977): Dictionnaire du Judéo-Espagnol. Colab. Jesús Cantera. Consejo Superior Investigación Científica. Instituto “Benito Arias Montano”. Madrid, España.
NUEVA REVISTA DE FILOLOGÍA HISPÁNICA Nº 1, Año XII. “Refranes judeo-españoles de Esmirna”.
Entrevistas
Sr. Jacobo Cuño: Feb. 1996, San Miguel de Tucumán / Sra. Luisa de León: Ene. 1997, San Miguel de Tucumán / Sr. Jacobo Cuño: Set. 1997, San Miguel de Tucumán / Sra. Raquel Levy de Silberman: Oct. 1999, San Miguel de Tucumán.
SefarAires No.71
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La religiosidad en los sefaradíes
Por Luis León
Los sefardíes, especialmente los de lengua judeoespañola, tienen un origen común con las otras comunidades judías: ashkenazíes, mizrahim (orientales) y otras numéricamente minoritarias. Los une un patrimonio fundante: el Antiguo Testamento y los tratados emanados de él, que conforman un cuerpo complejo de pasajes históricos, normas religiosas, de higiene y ética.
Los avatares sufridos por los judíos tras la destrucción del Segundo Templo, los obligó a tomar rumbos diferentes, generándose así a lo largo de los siglos, comunidades con lenguas propias, costumbres y vida cotidiana específicas mucho más parecidas a las de los pueblos con quienes compartieron el territorio que con los de su origen; los rasgos físicos se fueron diferenciando al mezclarse con otras etnias y puede decirse que el principal factor conciente de un pasado común, fueron las Sagradas Escrituras, libro que les dio origen y a través de la práctica cotidiana de esa liturgia, que leyeron y releyeron, generación tras generación, y escritas en miles de páginas, interpretaciones de los jajamim (sabios).
El camino recorrido por cada comunidad los diferenció también en la percepción de la existencia de Dios. Los djidiós inmigrantes de Turquía y Grecia que arribaron al Río de la Plata mantuvieron sus costumbres y su liturgia; las primeras familias establecían una kehilá en los lugares que les era posible. Al principio, se reunían con regularidad en el comedor de la casa de alguno de ellos donde completaban con creces el minian (diez varones judíos, mayores de 13 años indispensables para rezar). Ni bien el número de inmigrantes creció y tuvieron alguna posibilidad de reunir fondos, alquilaron una sala de mayor tamaño en el frente de una casa de inquilinato, y puede afirmarse que desde su llegada, había conciencia y deseo del grupo de construir su templo. Así sucedió con la comunidad sefaradí de Villa Crespo, la de Shalom en el barrio de Colegiales de Buenos Aires, o la de Córdoba que a principios del siglo XX se reunían en la casa de la Familia Rubín, hasta que décadas después inauguraron su hermoso templo, lo mismo sucedió en otras provincias. Cada día y obviamente en vísperas de shabat, en mayor número, se podía ver djidiós rezando, la sinagoga estaba a pleno en las altas fiestas. Se organizaban los asientos numerados y las luces encendían de alegría los ánimos festivos. Hasta los años cincuenta, ese era el panorama en cualquiera de estas sinagogas sefaradíes argentinas.
La definitiva integración a la sociedad argentina y la orientación hacia otros intereses culturales o económicos, fueron las razones de la asimilación de la comunidad sefaradí de Buenos Aires y ciudades del interior; se vaciaron los templos, algunos cerraron sus puertas definitivamente. Otros sufrieron el cambio de orientación de la liturgia, pasaron a ser dirigidos por sefaradíes orientales, quienes aún conservan su cohesión y tienen objetivos definidos.
Varios testimonios hablan sobre los sefaradíes inmigrantes y la primera generación nativa, afirmando que iban a la sinagoga con alegría y sentido de pertenencia, celebrando en su gran mayoría las altas fiestas: el día del Perdón (Iom Kipur), el año nuevo (Roshaná), la pascua (Pésaj) y respetando las normas del kashrut. Pero dichos testimonios coinciden en comparar con otros grupos judíos a los sefaradíes judeoespañoles señalando que su religiosidad era limitada, no había ortodoxia. El escaso número de djidiós que llevaba adelante estas normas con cierta rigidez, despertaba respeto y admiración, no fue suficiente para su continuidad en las nuevas generaciones
El antiguo patrimonio paremiológico judeoespañol, presenta refranes que hablan de Dios con majestuosidad, pero otros involucran Su Nombre con palabras callejeras relacionándolo con situaciones cotidianas de bajo nivel. La forma de percibir a Dios de los sefaradíes judeoespañoles, podría decirse que toma la forma de pater familia, a quien se respeta y venera sin condiciones, pero se lo integra a la vida cotidiana sin medir el lenguaje empleado, se lo sienta a la mesa cada día con el amusí (bendición del pan), pero sin ritos grandiosos que les haga perder la presencia cotidiana de su deidad.
En la actualidad, las comunidades judías más activas, se nuclean en torno a la actividad religiosa. La falta de líderes sefaradíes convocantes (de lengua judeoespañola) facilitó que los miembros identificados con el judaísmo emigraran hacia comunidades de ritos diferentes a los de sus abuelos. Se perdieron así, definitivamente, los últimos eslabones de una cultura: la sefardí.
SefarAires No.71
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Los judíos cartógrafos y geógrafos de la Península Ibérica
Por Carlos León
El apasionante libro titulado “Los Descubridores” escrito por Daniel J. Boorstin, prestigioso historiador estadounidense, aporta valiosa información sobre científicos sefardíes dedicados a la cartografía, en el período previo al descubrimiento de América.
Hasta el siglo XIV resultaba extremadamente peligroso para los navegantes realizar travesías que abandonaran las costas para salir al mar abierto. Por ejemplo, emprender un viaje desde un puerto del Mediterráneo hacia un país asiático.
Uno de los más trascendentes aportes a la navegación, fue el que realizó el cartógrafo judío Abraham Cresques, oriundo de Palma de Mallorca, a solicitud del rey de Aragón, al elaborar el “Atlas Catalán” de 1375.
La tolerancia transitoria del cristianismo hacia los judíos en aquellos años, posibilitó según afirma Boorstin- la creación de una importante escuela judía de cartografía en Mallorca.
El “Atlas Catalán” de Cresques era un intento de lograr un mapamundi, representando las distintas regiones de la tierra, a partir de las experiencias empíricas de distintos navegantes.
El hijo de Abraham Cresques, de nombre Jehuda, continuó con los trabajos de su padre, pero tuvo que emigrar de Aragón hacia fines del siglo XIV, cuando se reinició la persecución contra los judíos. Jehuda Cresques fue invitado por el príncipe Enrique “El Navegante” de Portugal, para la preparación de mapas y cartas de navegación para los viajes marítimos de los portugueses.
El rey Juan de Portugal y el príncipe Enrique atrajeron expertos de todo el mundo a los efectos de ir resolviendo los más complejos interrogantes que restringían la navegación. Uno de ellos era la dificultad para determinar la latitud cuando se navegaba abajo del Ecuador y se perdía la visión de la estrella del Norte.
Para resolver este problema apelaron a dos sabios astrólogos y matemáticos judíos, que tuvieron que escapar de España por la persecución de los Reyes Católicos. Uno de ellos fue Abraham Zacuto quien se vio obligado a abandonar la Universidad de Salamanca, acompañado por su discípulo José Vizinho.
Boorstin afirma en su libro, que la obra más avanzada que existía en ese entonces para hallar la posición en el mar era el “Almanach Perpetuum”, que Zacuto había escrito en hebreo aproximadamente veinte años antes. Esas tablas traducidas al latín por Vizinho, permitieron guiar a los marinos portugueses durante el medio siglo siguiente.
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