Brevísima historia de la Comunidad Monte Sinai de México
Hablar de historias de inmigración cuando se trata de un grupo de judíos es hablar de algo obvio. No hay quienes no tengamos en nuestra memoria familiar más de una anécdota relacionada a ello. Eso mismo sucede cuando volteamos la mirada hacia lo que hoy en día constituye la Comunidad Monte Sinai en México.
Como todas las comunidades judías de la Diáspora , ésta fue fundada sobre la base de cuatro principios marcados por las leyes de la religión judía: caridad, educación, salud y un lugar de descanso eterno.
Basados en estos principios, los inmigrantes judíos que llegaron a México a finales del siglo XIX y principios del XX se organizaron para crear en este nuevo país una institución social con el propósito de llevar a cabo estos actos básicos de ayuda hacia sus hermanos que continuaban arribando desde diferentes puntos del mundo.
Con el paso de los años, esta primera comunidad judía se dividió en distintos sectores de acuerdo a sus lugares de origen y a la forma en la que estaban acostumbrados a llevar los rezos. Uno de estos sectores es el llamado Sociedad de Beneficencia Alianza Monte Sinai, o, simplemente, Monte Sinai. Sus miembros, en su mayoría, son originarios de Damasco en Siria, aunque hay quienes también llegaron a México a través de Líbano.
Damasco era una ciudad hermosa, con extraordinarios monumentos y jardines en donde los judíos constituían una pequeña minoría. Durante muchas generaciones vivieron al lado de sus vecinos árabes, absorbiendo la cultura que los rodeaba y adoptando de ella tradiciones que desapercibidamente dieron como resultado una mezcla que se volvió parte integral de sus vidas. Esta mezcla de tradiciones árabes y judías viajó con ellos a los lugares del nuevo mundo en los que eventualmente volvieron a establecerse.
El barrio judío era un área bien respetada tanto por musulmanes como por cristianos. Dentro de él, la vida diaria florecía permitiendo el intercambio de mercancía entre vecinos. La influencia árabe se hacía presente en la manera en la cual se vestían, así como en la variedad de platillos árabes que cocinaban.
Este barrio, conocido como el Sham, era similar en muchos aspectos a los shtetls de los judíos polacos. En ambos, la vida diaria que sucedía en su interior incluía el hogar, el mercado, la escuela, la sinagoga, etc. En ambos, la vida religiosa era el centro de todas las acciones, como por ejemplo el cuidado del Shabat, el día más sagrado.
Sin embargo, la llegada del siglo XX trajo cambios dramáticos en esa región geográfica. Con ellos vino la necesidad de emigrar y buscar nuevos horizontes y más favorables condiciones económicas. Pero en todos los casos había un denominador común: el antisemitismo en sus expresiones más feroces.
Desde los últimos años del siglo XIX un gran movimiento migratorio se había dado en Europa hacia la “Tierra Prometida” de los Estados Unidos. En menos de 50 años, 35 millones de personas habían emigrado al nuevo continente. Para la mayor parte de los emigrantes, “América” era el lugar en el que las calles estaban pavimentadas de oro que podía ser recogido con palas.
Pero la llegada a América no siempre fue fácil. Restricciones y cuotas entraron en vigor y los inmigrantes se vieron obligados a buscar otros destinos. Al final de la Primera Guerra Mundial los judíos que quedaban en Damasco se enfrentaban a la pobreza, enfermedad y falta de empleos. México empezó a aparecer en varias conversaciones y muchos jóvenes se embarcaron a este país a probar su suerte. Esos jóvenes llegaron solos, para mandar por sus familias más adelante.
Pero en México, la revolución en contra de Porfirio Díaz, un dictador que había ocupado el poder por más de 30 años había empezado en 1910 y esos nuevos inmigrantes se vieron obligados a cambiar unos problemas por otros. Además del lenguaje, que desconocían, no tenían dinero y no conocían a nadie ni tenían un lugar en donde pasar la noche. Y les esperaba la presión de juntar suficiente dinero como para traer a sus familias, novias y parientes lo más pronto que les fuera posible.
Pero el sentido de pertenencia y la necesidad de contar con un lugar en donde reunirse los llevaron, a estos primeros inmigrantes, a constituir una asociación. En 1912 se crea oficialmente la Sociedad de Beneficencia Alianza Monte Sinai que daba cobijo a todo judío que llegara a México. Al separarse con los años la gente que llegó de otras partes, los judíos damasquinos siguieron conservando el nombre. Así, la historia de Alianza Monte Sinai corre paralela a la del país que los acogió.
En 1914 se adquirió el terreno para el primer panteón, hecho trascendental para este pequeño grupo. En adelante, los logros que se han ido concretando han sido el resultado del esfuerzo de los miembros, interesados en contar con una sinagoga y todo lo relacionado con el mantenimiento de la vida de acuerdo a los preceptos de la religión (tales como la supervisión del kashrut), un colegio que impartiera educación judía (que inició siendo un modesto Talmud Torá y ahora cuenta con más de 1,000 alumnos), además de nunca dejar de lado la idea de brindar ayuda y apoyo a los hermanos que continuaran llegando.