Un simple esbozo
Dentro de un par de meses, Israel irá a las urnas. Tres son los principales partidos que se anotan por el momento en los sondeos de la opinión pública: el oficialista Kadima, el laborista Avodá y el opositor Likud. En total, sumarían más del 50% de la votación.
Dentro de un par de meses, Israel irá a las urnas. Tres son los principales partidos que se anotan por el momento en los sondeos de la opinión pública: el oficialista Kadima, el laborista Avodá y el opositor Likud. En total, sumarían más del 50% de la votación. Aunque con plataformas políticas diferentes, comparten una tendencia común: tratar de concertar una solución política con los palestinos. Otros partidos pretenden alcanzar otros objetivos: para el orientalista Shas la aspiración suprema sería equilibrar la masa de ese origen con la ashkenazi, más preparada y con la ventaja de que fue la que generó la idea del Estado Hebreo y en gran medida la realizó. Hay también ortodoxos, que tienen sus propios intereses, los ultra nacionalistas para quienes todos los medios son legítimos para conseguir sus metas, y la izquierda propiamente dicha, muy mellada por el simple hecho que sus congéneres en el mundo no simpatizan precisamente con Israel y algunas veces llegan al extremo de preguntarse si existe razón para un Estado judío. Tampoco faltan en ese azulejo tan complejo fracciones a cuál más descabellada, con la simple finalidad de llegar a
Y para recabar este panorama, los partidos árabes que tratan de representar a la gran minoría musulmana del país, manteniendo la tesis que Israel ha de ser un país binacional. Nada de un hogar judío. Ya que de cualquier modo, con el crecimiento vegetativo y el regreso de los refugiados, piensan, llegará en un futuro próximo a ser una minoría de algún modo tolerada. Ese, por lo menos, parece ser su propósito ulterior.
Semejante fraccionamiento político no es nada propicio para la salud del país. No será exagerado afirmar que los israelíes están muy defraudados de sus políticos. Nadie piensa que regresen aquellos tiempos eufóricos de los años 50, cuando los ciudadanos acudían en masa a las urnas para elegir a los 120 miembros de
Israel tiene que hacer frente a múltiples problemas. No se trata únicamente de de confrontar la crisis económica global que también le ha afectado, aunque en una medida menor que otros países. Como siempre, se impone el problema de la seguridad. Los palestinos siguen una ruta irreconciliable, sin abrir ninguna puerta accesible para que se pueda encarar la solución aquí tan anhelada. Parece como si la parte opuesta no quisiera renunciar a su papel de víctima de una “agresión”, que de hecho no es otra cosa que insistir en posiciones inaceptables. Ahora posiblemente más que nunca, cuando han encontrado un aliado en un régimen islamista que ni siquiera oculta su declarado propósito de borrar a Israel del mapa.
Y ahora tenemos que ir a elecciones. Precisamente en este momento, porque el régimen a estar a algunos, es corrupto hasta la médula. ¿Realmente es así? Hasta ahora, no se tiene noticia que algún dirigente israelí tuviera cuentas secretas en Suiza. Hay sí irregularidades que de ningún modo son compatibles con el espíritu de la sociedad que habíamos pensado crear. Y es necesario talarles del bosque porque son malas hierbas. Además, y eso no es poco decir, se ha profundizado la disparidad entre pobres y ricos. Pero nadie es perfecto en esta vida.
A pesar de todo habría que ver el vaso medio vacío. Un tanto más lleno que vacío. Se ha creado aquí una democracia en un paraje en donde ese término es pronunciado en vano. Una sociedad que con el tiempo se cristaliza con una idiosincrasia de tal envergadura que asombra. La mente judía ha creado sobre las arenas y los pantanos de antaño una agricultura que no tiene rival, (perdón por la jactancia, pero es un hecho irrefutable), una industria muy sofisticada, y un ambiente que presume ser progresista. El hecho que tengamos tantos trabajadores extranjeros, legales e ilegales, es prueba fehaciente que se habrá logrado hacer algo en donde fuera otrora un “país dejado de la mano de Dios”.
He tratado de esbozar muy superficialmente la actualidad israelí. Hay problemas de seguridad, pero la situación está en cierto modo controlada. Hay problemas socioeconómicos, pero se hace mucho para aliviar la disparidad. Y de vez en cuando, en algún remoto rincón del diario, leemos alguna noticia que nos infunde esperanza. Un descubrimiento, un acto de profundo sentido humanista, un aporte a la comprensión entre personas dispares. No hay que sentirse tan decepcionado: Israel todavía encierra la esperanza de ser mejor el día de mañana.
Moshé Yanai