HISTORIAS


El poder y el arte de la conversación
Es difícil aceptar que el último suspiro de la rica cultura judaico-germánica haya sido dado en un living de Santa Mónica, en California. Pero eso fue lo que tristemente sucedió.
Los inmigrantes que deambulaban a la deriva en una tierra extraña, hallaron en el Salón de Salka Viertel en Los Ángeles, una casa lejos del antiguo y perdido hogar que se convirtió en la década entre 1930 y 1940 en un refugio de civilización y cultura de la Europa Central.
En el Salón de Salka Viertel circulaban asiduos concurrentes como Thomas Mann, Bertold Brecht y Arnold Schoenberg, entre otros. Actriz de éxito en los escenarios austríacos, Viertel dejó Europa con su marido y director Berthold en 1928 en busca de una carrera en Hollywood. El extraordinario calor humano y la hospitalidad de la actriz calmaban el extrañamiento, el aislamiento y la alienación padecidos por los recién llegados, gran parte de los cuales se hallaban muy poco familiarizados con el nuevo idioma.
Aunque la modesta sala de estar en la calle Mabery estuviese muy lejos de los agitados cafés de Berlín, Viena y París, el énfasis en las conversaciones, el intercambio intelectual y la calidad del café servido por Salka construían un puente entre el viejo y el nuevo mundo. En una carta, Christopher Isherwood le escribió que "aquellos días en su glorioso salón se convirtieron en una leyenda y es necesario constantemente hablar de ellos a los jóvenes."
Algunos de los habitués de la casa Viertel son recordados y reverenciados hasta hoy, pero Salka, tristemente desapareció en la oscuridad, destino compartido por muchos de sus colegas. A pesar del brillo y de la intensidad de las conversaciones, también su salón tenía los colores de lo efímero y la escena duró solamente hasta la partida de su último invitado.
Mientras tanto, una exposición que tuvo lugar en el año 2006 en el Jewish Museum de Nueva York, evidenció el papel que catorce inteligentes, apasionadas y perspicaces judías desempeñaron en los orígenes de la cultura moderna.
Mujeres exitosas
La muestra "El Poder de la Conversación: Mujeres Judías y Sus Salones” trazó una línea en el tiempo que comienza en la Francia del Siglo XVII bajo la influencia de Madame de Rambouillet, pasa por las casas de Berlín a fines del Siglo XVIII, sigue con las apasionadas discusiones sobre el Caso Dreyfus en la propiedad de Genevieve Straus, en la Francia de la Belle Epoque, entra en departamento de Gertrude Stein en la Rue des Fleurs y llega hasta la sala de visitas de Salka Viertel, en el sur de California.
Concebidas como reuniones informales que ofrecían espacio social alternativo a la formalidad de la corte francesa, los salones, casi siempre patrocinados por mujeres de la aristocracia, atraían un amplio espectro de frecuentadores habituales e invitados. La atmósfera estimulaba la eliminación de barreras sociales infranqueables en otros ambientes y al mismo tiempo destruía los estereotipos. Las mujeres, principalmente, se beneficiaban de esa trasgresión de convenciones sociales. Si les estaba prohibido recibir educación superior, votar, ocupar cargos públicos, como anfitrionas, podían formular juicios sobre tendencias sociales y cambios, ejerciendo un influencia que desafiaba su status como ciudadanas de segunda clase, como mujeres y judías.
El peso de la exclusión era todavía peor para las judías, imposibilitadas por razones religiosas de participar en la vida pública. Para ellas, las libertades que disfrutaban en los salones era muy valiosas, pese al sabor agridulce tan familiar para quien vive entre dos mundos esencialmente distintos.


Los salones de Rajel Levin Varnhagen a fines del Siglo XVIII en Berlín y los de Genevieve Straus, en París, en la década de 1890, atraían celebridades de varios orígenes pero las invitados se identificaban con el estilo de vida de sus anfitrionas judías y lo tenían en cuenta. Una carta firmada por Wilhelm von Humboldt, en el cual consideraba las opciones sociales disponibles en determinada noche, demuestra este cuidado especial. Aunque prefiriese frecuentar salones de condesas a salones de judías, escribió “hoy me sumergiré en Israel. Sugiero Levin”
Los salones organizados por damas judías florecieron, es lo que demuestran los retratos de los asiduos visitantes: Oscar Wilde y Max Beerbohm celebrando con Ada Leverson; Niccolò Paganini e Heinrich Heine en el famoso salón musical que homenajeaba Fanny Mendelssohn Hensel.
Entre el final del siglo XVIII y el comienzo del siglo XIX, los salones berlineses patrocinados por Amalie Beer, Rajel Varnhagen, Henriette Herz y Fanny Hensel eran, en su mayor parte, foros apolíticos donde las discusiones giraban en torno de la música, el arte y la poesía. Es sorprendente el hecho de que, justamente cuando la Revolución y Napoleón transformaban a Francia, reuniones como éstas en Berlín se mantenían absolutamente desvinculadas de temas políticos. La norma era priorizar la compatibilidad entre el énfasis judaico sobre la educación y el alto aprecio germánico por la educación, el cultivo moral, estético e intelectual de los individuos
Una salonière judía, asidua devota de la cultura alcanzó su punto más alto en Viena, a la vuelta del siglo, con Berta Szeps Zuckerkandl. Hija del periodista Moritz Szeps, Berta creció en un ambiente progresista y desde muy joven conoció los recovecos y pasillos del poder, por intermedio de la amistad del padre con personalidades como Georges Clemenceau y otras personalidades importantes de la política europea. Íntimamente conectada con las ideas vigentes en la intelectualidad vienesas, fue confidente de Gustav Klimt y fue ella la que le presentó Gustav Mahler a Alma Schindler. Zuckerkandl conoció el éxito como crítica de arte y periodista, y su salón se convirtió en un refugio para la vanguardia intelectual, en flagrante oposición a la cultura social dictada por la aristocracia de los Habsburgo. Viendo la vida social vienesa como innecesariamente "correcta y aburrida", Berta deseaba crear "un lugar que acogiese todo tipo de estímulo intelectual, un punto de encuentro para todos los pensadores y luchadores".
Los salones literarios de Ada Leverson, en Londres, y de Geneviève Straus, en Paris, ofrecían el mismo tipo de paraíso para aquellos que vivían al margen de la alta sociedad. Los encuentros de Leverson incluían a Aubrey Beardsley, Max Beerbohm y nada menos que a Oscar Wilde, que la llamó " una esfinge de la vida moderna". Ada poseía una perspicacia y agudeza de espíritu tan legendarias como las del escritor. Cuando Wilde contó que en Paris, un indio apache lo había seguido por todas partes con un gran cuchillo en una de sus manos, ella le contestó inmediatamente:"Tengo la certeza que él tenía un tenedor en la otra!"
Genevieve Straus, un modelo para la Duquesa de Guermantes creada por Marcel Proust, "lisonjeaba y acariciaba a sus invitados con su sensible antena femenina orientada hacia los deseos latentes de mentes y corazones".
En el Salón de Straus, sin embargo, no eran cultivadas exclusivamente las artes.
Hija de Fromental Halévy, compositor de la ópera La Juive ("La Judía"), y viuda de Georges Bizet, se casó nuevamente, esta vez con Émile Straus, abogado de la familia Rothschild, lo que le permitió expandir el objetivo de las reuniones.
Eventos políticos consolidaron el papel y la posición de su salón en la historia.
Fue en uno de los encuentros promovidos por Genevieve que el abogado Joseph Reinach reveló tener la certeza de que la acusación contra el capitán contra el capitán Alfred Dreyfus era inventada.
La casa de Straus, situada en el noble Boulevard Haussmann, se convirtió en el cuartel general del Caso Dreyfus. Es por eso que muchos de los que hasta entonces fueron asiduos visitantes cambiaran de dirección, prefiriendo asistir a las reuniones de la Condesa de Loyne, una de las fundadores de la Liga Anti-Dreyfus de la Patria Francesa.



PUBLICADO EN MILIM DIGITAL