MEDIO ORIENTE


Escalada retórica
Por Shmuel Hadas

En las últimas semanas, titulares de los medios de comunicación en todo el mundo han originado la sensación de que Irán e Israel (con Estados Unidos terciando) conducen a Oriente Medio hacia un inevitable desastre, cuyas devastadoras consecuencias afectarían al mundo entero. Las repetidas declaraciones del presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, de que el propósito de Irán es borrar del mapa a Israel no son interpretadas en Israel como palabras vacías de contenido por parte de un fanático líder fundamentalista, sino como un programa de acción, a juzgar por las reacciones de sus dirigentes políticos y de una opinión pública cuya presión sobre su gobierno es cada vez mayor.
La campaña de especulaciones, originada en Washington, de que Israel podría atacar instalaciones nucleares iraníes en el caso de que Teherán siga ignorando la exigencia de la comunidad internacional de congelar su programa de enriquecimiento de uranio, no sólo refleja la probable intención de Israel de no esperar que el fanático régimen de los ayatolás se encuentre en condiciones de implementar sus amenazas, sino también las divisiones internas en la Administración del presidente George W. Bush, que se ha caracterizado por garrafales errores en esta volátil parte del mundo. Es público el enfrentamiento entre el vicepresidente Richard Cheney, por un lado, y el secretario de Defensa, Robert Gates, y la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, por el otro, no solamente en lo que respecta a la actitud que tomar frente al régimen de Teherán, sino en otros temas cruciales, como el futuro de la presencia de tropas norteamericanas en Iraq y el conflicto palestino-israelí.
Las filtraciones desde la Administración a The New York Times y la cadena de televisión ABC, reproducidas instantáneamente en el mundo entero, han creado la errónea impresión de la inevitabilidad de un ataque israelí a Irán. Un ataque que, siempre según Washington, obligaría a EE.UU. a intervenir, como insinúa el almirante James Winnenfeld, el comandante de la VI Flota norteamericana desplegada en el Mediterráneo, para quien “un masivo lanzamiento de misiles balísticos de Irán contra Israel exige nuestra inmediata atención en el caso de una respuesta de Estados Unidos o la OTAN”. La escalada retórica no se hizo esperar y desde Irán e Israel las amenazas recíprocas están a la orden del día.
El debate nacional en Israel refleja la opinión generalizada de que el régimen teocrático iraní constituye hoy una amenaza existencial, y desde allí se siguen con preocupación sus designios hegemónicos en Oriente Medio y, sobre todo, su nada encubierta instrumentalización de movimientos islámicos extremistas como Hamas, en Gaza, y Hizbulah en Líbano, que con Teherán constituyen el nuevo triángulo de las Bermudas en la región y para quienes el uso del terrorismo contra Israel es práctica obligada: ninguno reconoce ni está dispuesto a negociar con la “entidad sionista” (el término Israel no figura en su léxico).
Irán, por su parte, no da señales de aceptación de las exigencias de la comunidad internacional y prosigue el tira y afloja con los negociadores encabezados por el jefe de la diplomacia de la Unión Europea, Javier Solana. La reanudación de las conversaciones con Irán en Ginebra son consideradas en Israel parte de la política iraní de seguir ganando tiempo mientras acelera un programa nuclear que tarde o temprano le permitirá acceder a armamento nuclear.
Es alentador el hecho de que el presidente Bush haya autorizado el más significativo contacto diplomático con Irán desde la revolución islámica de 1979, con la participación del vicesecretario de Estado para Asuntos Políticos, William J. Burns, en el encuentro con el negociador iraní Said Jalili. ¿Estamos ante un cambio de política de Washington? A juzgar por la reacción de su Departamento de Estado ante el fracaso de la reunión con Irán, EE.UU. no tiene por el momento intención de negociar con Irán mientras no suspenda el enriquecimiento de uranio. Es también positiva la noticia de la posible apertura de una oficina de intereses norteamericana en Irán en un futuro próximo. The New York Times expresa su esperanza de que Bush y Rice hayan aprendido la lección de siete años de fallida política exterior basada en el aislamiento o el ataque a sus adversarios. Y que el cambio signifique que Cheney y su equipo neoconservador han renunciado a su fantasía de bombardear las ambiciones nucleares de Irán.
¿Seguirá ignorando Irán la demanda internacional de suspender su programa de enriquecimiento de uranio? Es evidente que la búsqueda de una solución diplomática es preferible a una acción militar, pero un acuerdo que ignore al país más amenazado por el régimen de los ayatolás podría empujar a Israel a una acción militar. Aunque es de suponer que los políticos y militares israelíes entienden y valoran correctamente las arriesgadas implicaciones de una acción militar contra Irán. Y si en Washington “fuentes bien informadas” insisten en que “Bush dio luz amarilla” a Israel para prepararse para una acción militar, pocos creen que Israel se apresta a lanzarla en un futuro previsible.
No nos espera un verano político ardiente (aunque no deberíamos excluir la posibilidad de un “invierno iraní”). La bomba iraní y su papel en lo que sucede en Iraq, Líbano y Gaza obligan a la comunidad internacional a implicarse seriamente en los esfuerzos para contener a Irán.
Fuente: Diario La Vanguardia (España)