La Modernidad y los Sefardíes
LOS MARROCANOS
Familias, Negocios y Tradición
Desde tiempos muy lejanos los judíos fueron viajeros que llegaron desde Egipto hasta la China , recorriendo la legendaria Ruta de la Seda, navegando por el Océano Indico. Recorrieron la lejana Rusia y atravesaron el Desierto del Sahara llegando hasta el corazón del África. Convirtieron a tribus magrebíes y concitaron el suficiente respeto y adhesión para que la tribu de los jázaros se convirtiera al judaísmo.
Por ese tiempo la clasificación que dividió al judaísmo entre azkenazim y sefaradim no existía, esta división recién tendrá lugar con la expulsión de los judíos de Castilla. Pero los judíos descendientes de los expulsados, formarán parte de diferentes grupos, judaizantes secretos, criptojudíos etc., otros continuarán recorriendo el mundo a la búsqueda de mejores oportunidades existenciales y económicas. Lo harán de diversas maneras, pero de algún modo se constituirán en una avanzada del judaísmo en la Edad Moderna , que participarán del mercado internacional y muchos de ellos lo harán ocultos tras una identidad española o portuguesa y católica. Algunos desde el temprano Siglo XVI tendrán una relevante actuación al servicio delos sultanes y reyes de Marruecos, sirviendo de intermediarios y embajadores con las monarquías europeas. Más tarde recorrerán los mares, participarán de eventos importantes en el Nuevo Mundo y tejerán redes mercantiles y familiares a lo largo de los más importantes puertos de la época.
Nuestro trabajo se basa en la investigación sobre como articulaban estos judíos las redes de parentesco con sus intereses económicos y como esto conectaba regiones muy lejanas entre si como América y África. Como participaron de importantes eventos políticos y de que manera la trashumancia, los cambios y mudanzas de esos grupos familiares y regionales marcaron y dejaron señales distintivas en esas comunidades en las que aun hoy, continúan actuando de un modo muy semejante al que lo hacían sus antepasados. Esos que construyeron una nueva identidad, muy equiparada con la modernidad y que fue muy adelantada y diferente a lo que harán luego los aszkenazim, sobre todo los de Europa Oriental.
Los Judíos del Mediterráneo
Indagar en la historia de los judíos que vivieron a las orillas del Mediterráneo, en especial en las costas del norte de África y de la península ibérica es encontrarse con una red muy intrincada de viajeros e inmigrantes, determinada por los azares políticos y religiosos. De acuerdo a las circunstancias, numerosas personas cruzaban el Mediterráneo en una y otra dirección, ya sea rumbo a la Península Ibérica, a Sicilia o Italia, ya sea huyendo de allí para establecerse en las islas que pueblan ese mar, directamente en el Norte de África o a veces hasta en el Medio Oriente, especialmente donde les fuera permitido en la antigua tierra de Israel.
Ese nicho geográfico y cultural conformado por el Mediterráneo dio lugar a una historia judeosefardí extremadamente intrincada, donde el peregrinaje de unas costas a las otras, atravesando los mares estableció una forma de existencia trashumante y cosmopolita.
De acuerdo al historiador David Corcos en “Studies in the History of the Jews of Moroco” editada en Jerusalem en 1976, los judíos que habitaron en Marruecos desarrollaron un movimiento de flujo y reflujo desde la Península Ibérica hacia el norte de África huyendo de las persecuciones de los visigodos y luego retornando con las tropas musulmanas que desembarcaron en el año 711. Con la llegada de los almohades, muchos judíos que habitaban en el Al Andaluz se establecen en África del Norte, uniéndose a la población judía ya existente. En las expulsiones de los reinos de Aragón en 1348 y luego la expulsión decretada por los Reyes Católicos en 1492, numerosos judíos se instalarán en África del Norte, y muchos de ellos, los más importantes y capacitados desempeñaron puestos muy importantes al servicio de los reyes de Portugal ya sea como traductores y negociadores. Eran recompensados con favores y concesiones excepcionales para la época y para el trato que se acostumbraba otorgar a los judíos.
Actuaban como embajadores y mediadores entre el reino de Marruecos y los europeos, frecuentemente para el desempeño de sus cargos se instalaban en Portugal, donde entre otras cosas inducían a los Marranos a establecerse en Marruecos para retornar al judaísmo. Marruecos durante el Siglo XVI era un refugio para los critptojudíos que llegaban allí desde la Península Ibérica , de las Islas de Madeira, las Azores, las Islas Canarias, y aun desde las Américas. En Tetuán, Fez, Meknes, y Marrakesh había centros de reconversión al Judaísmo. Algunos de ellos transfirieron exitosamente sus fortunas mientras que otros llegaban como artesanos especializados, en particular los que eran armeros, y que obtenían trabajo inmediatamente. Los Marranos fueron los primeros que introdujeron un nuevo proceso para la extracción de la caña de azúcar y su refinamiento. Estos métodos que inventaron en Marruecos produjeron el azúcar de mejor calidad durante los siglos XVI y XVII.
Los judíos de Marruecos eran de naturaleza emprendedora, por esa razón viajaban a lugares muy lejanos a la búsqueda de mejores oportunidades para sus negocios, tales como la India. También se habían ganado un espacio en la Toscana , y en el noroeste de europeo. Esta actividad estaba relacionada con los cambios políticos que tuvieron lugar en los Países Bajos desde donde se estaba intentando asfixiar económica y políticamente al Imperio Español. De acuerdo al historiador Corcos, los gobernantes de Holanda y de Marruecos firmaron, gracias a la intervención del judío Samuel Pallache, el primer acuerdo entre un Estado musulmán y uno cristiano.
Los sultanes de Marruecos siempre tuvieron como consejeros y funcionarios a judíos expertos en estos temas, los que a su vez también actuaban como protectores naturales de las masas de judíos pobres, que eran la mayoría.
En la constante trashumancia de estos judíos de origen sefardí, familias de los “Judíos Francos” como eran llamados los de Livorno y Holanda se instalaron en Marruecos. Algunos lo hicieron atraídos por el tráfico de los piratas que operaban desde Safi y Tetuán.
En ese momento, a fines del siglo XVII y principios del XVIII, Tánger, se hallaba bajo el dominio británico, desde 1661 residía allí una pequeña comunidad de judíos francos que se relacionaban con los musulmanes a través de los judíos de Tetuán.
Hasta que los ingleses evacuaron Tánger las familias Pariente y Falcón, eran mediadoras muy importantes entre los ingleses y los musulmanes.
Pero estos judíos de Marruecos, los que podían, también se dirigieron desde allí hacia otras regiones como Tierra Santa, Egipto,Turquía, Italia,(especialmente Livorno y Venecia) Amsterdam, Hamburgo, Inglaterra y hacia América, del norte y del sur. . Ocasionalmente, en su edad madura y una vez que hubieran hecho fortuna, los emigrantes retornaban a sus comunidades de origen. En Tetuán y mas tarde en Mogador esta era una práctica frecuente.
Siempre de acuerdo a los datos proporcionados por Corcos, para 1767 la comunidad de Safi logró ponerse a la cabeza del comercio extranjero de Marruecos, mientras que la de Agadir adquirió el monopolio sobre el comercio con el Sahara. Por el contrario la prosperidad de los judíos de Mogador empezó mucho después de la salida de los portugueses, en 1765, con la creación del nuevo puerto, creado por el sultán Sidi Mohamed ben Abdallah.
Los moros y cristianos se resistieron a trasladarse allí por lo que el consejero del sultán y embajador en Dinamarca, el judío Samuel Sunbal, el último "sheikh" de la judería marroquí le aconsejó que invitara a algunas familias judías, entre las más escogidas, para que enviaran a alguno de sus miembros para representarlas en la ciudad. Los privilegios que les otorgarían serían inmensos, y las personas por designar debían tener relaciones comerciales con el extranjero y parientes instalados en Europa. De los diez escogidos, siete eran descendientes de Megorashim, es decir de origen sefardí, Abraham Sunbal y José Delvante, de Safi; Maimon Corcos y Salem Delmar, de Marrakech; Moisés Aburdaham, de Tetuán; David Peña, de Agadir; Moisés Anahory, de Rabat.
El desarrollo de la nueva ciudad y de su comunidad fue espectacular, contando con dos mil personas en 1770 y más de seis mil en 1785. El comercio de joyas, fue una de las ocupaciones tradicionales de la comunidad judía de Essaouira o Mogador, que antaño residió en la Mellah , junto a las murallas del noroeste.
Atraídos por su dinamismo, afluyeron comerciantes de varios puntos del país y de fuera de Argelia, Livorno, Amsterdam, etc. A la inversa, también se produjo una emigración hacia Inglaterra principalmente hacia Londres, Manchester, Liverpool, Porthmouth y Newcastle, que se convirtieron en ciudades con una importante población sefardí. Se multiplicaron, en definitiva las relaciones comerciales y en la villa sureña fue penetrando cada vez más la influencia británica
La condición de los judíos creció y otros llegaron del exterior para establecerse en Marruecos. Algunas personalidades judías alentaban la amistad con los Estados Unidos, donde sus parientes habían emigrado y con quienes tenían importantes relaciones comerciales. Isaac Cardozo Nunes, un traductor del Sultán en Marrakesh, e Isaac Pinto, un marroquí establecido en los Estados Unidos, fueron ampliamente responsables por la firma de un tratado entre Marruecos y Estados Unidos en 1787, donde el congreso norteamericano pagaba a Marruecos por la protección de los barcos norteamericanos que circulaban por el Mediterráneo. Mulay Muhammad introducía a los judíos en todas sus negociaciones con los Estados cristianos. Los de la comunidad de Tetuán, cuyos miembros incluían algunos ricos mercaderes y quienes como en Mogador, actuaban como cónsules, rehusaron participar en la rebelión del hijo del sultán, Mulay al-Yazid, con un importante préstamo, que él les había solicitado. Cuando llegó al poder, Mulay al-Yazid (1790–92) se tomó una cruel venganza descargando su odio sobre todos ellos. Las terribles epidemias de 1799 y 1818 despoblaron Marruecos e hicieron estragos con las condiciones sociales y económicas existentes. Como consecuencia, algunas de estas familias emigraron a Inglaterra, donde obtuvieron un lugar prominente dentro de la sociedad judía de Londres. Uno de los miembros de la familia Levy-Yuly, Moses, emigró a los Estados Unidos, donde su hijo David Yulee llegó a ser el primer senador de origen judío.
Los reinados de Mulay Abd al-Rahman (1822–59) y de sus sucesores Mulay Muhammad b. Abd al-Rahman (1859–73) y Mulay al-Hasan (1873–94) estuvieron marcados por las presiones ejercidas por los Estados cristianos sobre Marruecos y un crecimiento de la actividad de los judíos en los campos económicos y diplomáticos. Meyer Macnin fue designado embajador en Londres (1827); Judah Benoliel, cónsul en Gibraltar, negoció exitosamente varios tratados; Abraham Corcos y Moses Aflalo fueron comprometidos con varias delicadas misiones; muchos otros judíos, tales como las familias de Altaras, Benchimol y Abensur, jugaron importantes roles en el gobierno de Marruecos.
Hasta 1875 las representaciones consulares en las ciudades marroquíes eran asumidas casi enteramente por comerciantes judíos y muchos de ellos colaboraron en tales funciones durante el siglo XX.
Los Estados europeos, en lo que concernía a sus intereses económicos garantizaban protección a un gran número de judíos. Esto es en relación a la condición de los judíos que vivían en Marruecos, cuando analizamos las investigaciones que otros historiadores realizaron sobre los judíos sefardíes de otras zonas y otras épocas, vemos que esa especie de patrón de conducta observado por ciertos grupos descriptos en Marruecos es casi el mismo que tuvieron las comunidades instaladas en otras regiones.
El autor Yosef Kaplan en su libro “Los Judíos Nuevos de Amsterdam” editado en Barcelona en 1996, analiza la condición de los marranos que se convierten al judaísmo y las características de esa comunidad que ha tenido que crear una identidad judía, casi desde la nada. Su enfoque se centra en los criptojudíos y la alianza existente entre judíos y marranos, en lo que ellos denominaban “ La Naçao ”. Kaplan describe a la típica familia sefardí de Amsterdam como una comunidad de parientes entre la “dispersa población de conversos, tanto en la Península Ibérica como en los territorios que formaban parte del Imperio Español (por ejemplo, en los países Bajos Meridionales o en las colonias españolas del Nuevo Mundo, o en Francia. . .) Las diferentes ramas de esta diáspora mantenían entre si relaciones económicas dinámicas, sociales y culturales y estaban marcadas por una constante movilidad, tanto geográfica como social y religiosa”. Existía según Kaplan, una vinculación permanente de conversos integrados al judaísmo con los judeoconversos de España, Portugal y sus respectivas colonias. “Todo ‘judío nuevo’ en Amsterdam, Hamburgo o Londres estaba íntimamente ligado a parientes y allegados en Sevilla, Málaga, Lisboa y Oporto”. Kaplan sostiene que los vínculos parentales eran tan fuertes que perduraron a través de las generaciones y de las grandes distancias que separaban a los distintos miembros entre si.
Menasseh Ben Israel
El autor Matthias B. Lehmann, "A Livornese 'Port Jew' and The Sephardim of the Ottoman Empire," (2005) indaga sobre las características de los que llama Judíos de los Puertos, a través de un libro “ La Guêrta de Oro” escrito por un bosnio sefaradí de apellido Attías, en el siglo XVIII y que expone en él sobre la importancia de la educación para enfrentar los tiempos nuevos y además la necesidad imperiosa existente de que los jóvenes judíos del Imperio Otomano recibieran educación secular para tener una vida digna, pues según su opinión los estudios religiosos los condenaba a una vida de miseria y mendicidad.
Este libro fue escrito en Livorno, en el siglo XVIII donde había una de las comunidades sefardíes más grandes de Europa Occidental.
Esta ciudad era también uno de los puertos principales del comercio mediterráneo que estaba unido en una red comercial marítima con Marsella, los puertos de la costa Atlántica, de Africa del Norte y el Imperio Otomano.
Habían sido invitados a residir allí por los Medici, que les otorgaron privilegios inusitados para Europa y para la época, fines del siglo XVI. Esa invitación también incluyó a los portugueses conversos a quienes se les garantizaba inmunidad frente a la Inquisición. La legislación vigente no ponía restricciones a las actividades económicas, lo que le permitió un gran crecimiento a esta comunidad que se convirtió en los comienzos de la modernidad en el centro de una red de comunidades sefardíes en el Mediterráneo, pero que abarcaba una región mucho mayor que se extendía hasta Africa del Norte, el mundo atlántico en ambas orillas e Italia también.
A Livorno llegaban para comerciar judíos de Tetuán, Esmirna y Aleppo y judíos livorneses iban a Amsterdam, Salónica y Túnez. Fue en 1778 cuando Attias publicó en Livorno La Guerta de Oro.
Esta investigación llevada a cabo por Lehmann demuestra que este mundo sefardí, que abarcaba una gran red mundial, estaba integrado también como afirma Kaplan, por criptojudíos. Poseía una gran movilidad, pues las familias o integrantes de familias dedicadas a los negocios desarrollaban una trashumancia permanente relacionada con las oportunidades comerciales, religiosas y políticas. Las caracteristicas de este mundo sefardí que desarrollaba su mayor expansión, no solo tiene que ver con el mundo de los negocios, también tiene un rasgo de gran importancia vinculado con la observancia religiosa y las obligaciones tradicionales que ligaban a los sectores sefardíes más encumbrados y ricos con los sectores más pobres y necesitados de ese micro mundo hispanosefaradí.
En un momento dado también sus intereses estuvieron involucrados con temas de la cultura pero muy particularmente con la Ilustración y la Emancipación. En ese caso, con el triunfo de ambas, ellos franquearían puertas que les permitirían un futuro de grandes oportunidades y libre de las tensiones causadas por su condición, mantenida oculta para realizar sus negocios en la mayor parte de los lugares por donde circulaban.
La historiadora Lois Dubin en su trabajo “Introduction: Port Jews in the Atlantic world”afirma que para poder comprender la relación y la influencia que estos judíos sefardíes o judíos de los puertos ejercieron en el comercio Atlántico y la colonización en América, ya sea la del norte o del sur o del Caribe, es necesario estudiarlos comparativamente porque formaron parte de la misma red que los relacionaba con Europa.
El historiador Nathan Wachtel en su libro La Fe del Recuerdo, Laberintos Marranos, sostiene que la presencia de los cristianos nuevos es un aporte a una cierta modernidad en Occidente y que ello se debió no solo a la creación de nuevas formas de intercambio sino también porque las redes comerciales que crearon a partir de los grandes descubrimientos se expandieron a escala planetaria pues desde Lisboa y Sevilla sus vínculos se extendieron hasta las costas de Africa y de América para abarcar Asia y las Filipinas. Las conexiones existentes con Amberes y Amsterdam también implican a Livorno y Venecia, Salónica y Constantinopla. Wachtel sostiene que este es el primer antecedente del gigantesco proceso de lo que hoy se llama globalización. Para este historiador también las ideas modernas de libertad de conciencia y la tolerancia son producto de las tensiones y los conflictos a los que se vieron sometidos estos cristianos nuevos, cuyas creencias pueden ir desde la más sincera adhesión al judaísmo a las muy diversas y variadas formas representadas por una mezcla de cristianismo y judaísmo propio de quienes han vivido las situaciones de persecución a las que se vieron sometidos, y que también incluían individuos de sincera pertenencia al cristianismo. Lo mismo que los otros autores mencionados Wachtel sustenta el concepto de que estos cristianos nuevos, en este caso los que se hallaban en Méjico, formaban parte de redes jerarquizadas de comercio, clientela y crédito. La red muy extendida era a la vez trasatlántica y transpacífica, unía tres continentes, que comerciaba con una gran variedad de productos, incluido el tráfico de esclavos. Pero todo este andamiaje se sostenía sobre una “base sólidamente familiar” que incluía también la presencia de importantes banqueros. Para Wachtel la gran diáspora marrana, que se identificó a si misma con el término “Naçao” tuvo más allá de las diferencias religiosas un fuerte componente étnico, el origen judío y “un componente fundamental, y positivo de fidelidad a los ancestros. Pues los miembros de la “Nación comparten, más allá de su diversidad, una fe común: la fe del recuerdo” Ellos habían conservado el deber de la memoria. Para el historiador Nathan Wachtel que se ha especializado en la historia de los vencidos provocada por la Conquista , también estos marranos perseguidos por la Inquisicion forman parte de las víctimas sobre los que se erigieron los imperios coloniales español y portugués y esta es una nueva dimensión que se agrega a la historia de esta sorprendente diáspora sefaradí y sus aportes a la modernidad.