Israel está pagando su derrota
Se cumplen dos años este mes desde que Hizbulah e Israel fueran a la guerra.
por Jeff Jacoby
Se cumplen dos años este mes desde que Hizbulah e Israel fueran a la guerra.
El 12 de julio de 2006, Hizbulah, una organización terrorista y política de patrocinio iraní y respaldo sirio, llevada a cabo una incursión sin provocación a lo largo de la frontera libanesa-israelí, matando a tres israelíes y secuestrando a dos más, Eldad Regev y Ehud Goldwasser. La guerra que siguió -- una guerra para la que obviamente Hizbulah llevaba seis años preparándose, construyendo búnkeres reforzados y acumulando miles de misiles Katyusha a lo largo de la frontera -- fue un desastre para Israel. La lucha se prolongó durante 33 días sangrientos, durante los cuales Israel no logró ninguno de sus objetivos. No destruyó a Hizbulah, no detuvo la oleada de misiles que golpeaban las ciudades del norte, y no rescató a los soldados secuestrados.
Nunca antes la capacidad disuasoria de Israel y su reputación de invencibilidad militar sufrieron un golpe casi. Por primera vez en la historia, Israel se había enfrentado a un ejército árabe y no había logrado derrotarlo. Cuando las hostilidades finalizaron con la adopción de la resolución 1701 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, Hizbulah aún estaba en pie, sangrando pero decididamente erguido.
Dos años más tarde, Israel aún está pagando por su derrota.
En una humillante capitulación la semana pasada, el gobierno del Primer Ministro Ehud Olmert accedía a liberar a cinco terroristas de Hizbulah y palestinos, además de una cifra aún sin determinar de presos más, a cambio de los cadáveres de Regev y Goldwasser. Entre aquellos a ser liberados se encuentra el célebre asesino palestino Samir Kuntar, que en 1979 asesinaba brutalmente a Einat Haran, de cuatro años de edad, aplastando su cabeza contra una roca con la culata de su rifle, habiendo disparado a su padre por la espalda y después habiéndole ahogado en el mar. Kuntar, que también mataba a dos policías y era responsable de la muerte de la hermana de dos años de edad de Einat, está siendo elogiado como un héroe por los enemigos de Israel.
Esta no es la primera vez que Israel ha negociado con terroristas a cambio de la liberación de rehenes israelíes (o sus restos mortales), tampoco es la primera vez que ha accedido a liberar a asesinos brutales. Al hacerlo, casi siempre garantiza el secuestro de más de sus ciudadanos o sus soldados en el futuro, y asegura el asesinato de más inocentes en los días siguientes.
Con cada acuerdo así, Jerusalén erosiona lo poco que queda de su reputación legendaria en tiempos de vengar la muerte de israelíes asesinados por terroristas. El Israel que en 1976 desplegaba un equipo de comandos a
Durante meses después de que la guerra de Hizbulah con Israel finalizase, hubo quien minimizó el significado de su victoria. Thomas Friedman argumentaba en el New York Times, por ejemplo, que Hizbulah "ha visto reducida su capacidad y la de Siria y la de Irán y no ha logrado 'un solo objetivo estratégico'". Bajo la resolución 1701, una nueva fuerza de pacificación de Naciones Unidas, conocida como UNIFIL, se suponía que iba a patrullar el sur del Líbano y evitar que Hizbulah se rearmase o amenazase a Israel -- "una enorme pérdida estratégica para Hizbulah," en palabras de Friedman.
Pero UNIFIL no ha evitado nada y la 1701 es más o menos sólo un papel. Lejos de evitar el flujo de armamento nuevo a Hizbulah, los pacificadores de Naciones Unidas han hecho oídos sordos de manera rutinaria mientras Irán ha reabastecido masivamente a su brazo libanés. Hizbulah está hoy mucho mejor armado de lo que estaba en julio de 2006, con alrededor de 40.000 misiles desplegados al norte de la frontera, y la capacidad para alcanzar el 97% de los centros de población israelíes.
Lo más alarmante de todo es la toma de control efectiva del gobierno del Líbano por parte de Hizbulah, que intimidó hasta la sumisión a través de incursiones violentas en Beirut en mayo. Hizbulah reclama el derecho a designar a 11 ministros del gabinete, adjudicándose poder de veto sobre cualquier decisión del gobierno. Lo cual significa que Hizbulah ya no es una organización terrorista de patrocinio estatal. Ahora es algo mucho más peligroso: una organización terrorista con un estado propio.
Jeff Jacoby es columnista de The Boston Globe
Basta de deslealtad política
El Laborismo y el Shas se han echado de nuevo atrás en su iniciativa por obligar a nuestro fracasado y disfuncional primer ministro a dimitir.
Fue solamente al dirigirme recientemente a una congregación judía en el extranjero que el grado de vergüenza ante el comportamiento indecente e inmoral de nuestros líderes electos me impactó de lleno. Todo me pareció un mal sueño mientras intentaba poner la nota positiva a nuestra desastrosa realidad.
El Laborismo y el Shas se han echado de nuevo atrás en su iniciativa por obligar a nuestro fracasado y disfuncional primer ministro a dimitir. Junto con el partido Kadima de Ehud Olmert en el poder, han traicionado una vez más sus obligaciones nacionales. Al prolongar la esperanza de vida política del primer ministro otros seis meses al menos después de proclamar repetidamente que es incapaz de liderar a la nación, el líder Laborista y Olmert demostraban que ambos son cartas del mismo mazo.
Mientras que antes incluso los líderes fracasados estaban motivados por lo que consideraban el interés nacional, los patéticos relaciones públicas de hoy en día están obsesionados con la necesidad de conservar el poder y promueven sin ninguna vergüenza sus agendas personales. Muestran su desprecio a la opinión pública y permanecen impertérritos ante los daños a largo plazo que provocan.
En el pasado, Israel era renombrada como nación de valentía, determinación y sofisticación. La disuasión era el sello de nuestra defensa y nuestros adversarios eran completamente conscientes de que se enfrentaban a una puntual retribución si derramaban sangre judía inocente. Hoy nuestros enemigos son conscientes de que las amenazas vacías están a la orden del día. La impotencia de nuestro gobierno queda subrayada cuando abandonaba a los ciudadanos del sur, convirtiendo a muchos de ellos en refugiados en su propio país.
Hoy, a pesar de disponer del ejército más poderoso de la región, tanto Olmert como Barak violan su repetido mantra de que "no habrá tregua con los terroristas" y las numerosas promesas realizadas al gabinete y a la familia Schalit de que no se consumaría ningún acuerdo con Hamas en Gaza sin asegurar la liberación de Gilad. Accedían a una tregua con la milicia terrorista que proclamaba abiertamente que no tenía intención de implementar su cumplimiento por parte de los demás grupos. Hamas también dejaba completamente claro que tiene intención de explotar la tregua con el fin de reagruparse, obtener armamento más letal procedente de Irán y renovar sus ataques contra nosotros en el momento que prefiera.
Tras haber convencido al mundo de rechazar cualquier relación con Hamas, ahora damos luz verde a todos los países para que reconozcan y traten directamente con ellos. Que una milicia terrorista pueda imponernos un sitio militar es una desgracia nacional aún mayor que nuestra debacle con Hizbulah en el Líbano. La "tregua" también contradice nuestra constante insistencia en que apaciguar a terroristas es la receta garantizada del desastre que refuerza a los jihadistas de todo el mundo.
El apaciguamiento y las concesiones unilaterales también están en marcha en el frente diplomático general. Nuestro primer ministro está tomando parte en negociaciones secretas a puerta cerrada en frenéticos esfuerzos por alcanzar un acuerdo con su impotente homólogo palestino Mahmoud Abbás antes de finales de año. Esto es especialmente barroco a la luz de la virtual seguridad en que
Están las negociaciones con Siria, también iniciadas por el primer ministro sin la aprobación del gabinete, señalando a los sirios la disposición a prescindir del Golán. Olmert lo hacía sabiendo que un compromiso con los sirios, que están profundamente asociados a los iraníes, es en la actualidad virtualmente imposible. Al hacerlo, enfurecimos a los americanos y conferimos legitimidad a Assad, que hasta el momento era calificado de parias internacional. El representante de Naciones Unidas en el Líbano, Terje Roed Larsen - que no es ningún amigo de Israel - condenaba a nuestro gobierno por "hacer un gran regalo a Siria sin hasta la fecha obtener nada a cambio." Para rematarlo, también está mostrando señales a los reticentes libaneses de que estamos dispuestos a ceder las Granjas de Sheba a pesar del hecho de que hasta el momento las propias Naciones Unidas rechazaron las reclamaciones territoriales sobre este territorio altamente estratégico, con el argumento de que pertenece a Siria.
El primer ministro y sus asesores en relaciones públicas gestionaron mal de principio a fin las crueles negociaciones relacionadas con nuestros soldados desaparecidos. Difundieron declaraciones contradictorias a diario, provocando un dolor insostenible a las familias, socavando la moral de la nación y proporcionando un campo abonado a la propaganda de Hizbulah y nuestros enemigos.
En paralelo a este caos tenemos el flujo constante de manifestaciones irresponsables por parte de ministros del autobombo. Haim Ramon, primer ministro en funciones, afirma que la tregua es una derrota para Israel. Shaul Mofaz, otro primer ministro en funciones, proclama que Israel va a atacar a Irán. Tanto la ministra de asuntos exteriores como el ministro de defensa, directa o implícitamente, instan al primer ministro a dimitir a causa de su comportamiento inmoral. El ministro de defensa en funciones Matan Vilna'i dice a los habitantes de Sderot que dejen de quejarse de que les disparen misiles. El ministro del interior Avi Dichter condena al gobierno por no tomar medidas militares contra Hamas. El ministro de justicia Daniel Freedman describe la tregua de Hamas como un acto de locura. La lista podría prolongarse sustancialmente con una sección entera dedicada a la tradición política y los derroteros del ministro de defensa Ehud Barak
Y para rematar todo, nuestro primer ministro, bajo investigación por corrupción, se niega a dimitir y sigue tomando decisiones vitales que la mayor parte de la gente está convencida son productos de una mente completamente distraída por temores personales. Aunque los días de Olmert ciertamente están contados, solamente cabe esperar que lo que los regalos diplomáticos y otras iniciativas puedan estar contemplando sea su fase terminal, con el fin de salvarse para crear una herencia histórica.
Pero la coalición de partidos y ministros del gabinete, la mayor parte de los cuales le condena públicamente, carecen del valor hasta para exigir transparencia y actúan como si la responsabilidad del gabinete hubiera sido disuelta. Permanecen pegados a sus cargos, negándose a actuar por temor a enfrentarse al juicio de la opinión pública.
El núcleo del problema se encuentra dentro del propio Kadima, que desde el primer día -- con notables excepciones -- abarcó a un abanico disfuncional de políticos frustrados con puntos de vista contrarios, unidos solamente por la búsqueda de intereses personales. Suscribieron una creencia mesiánica pseudo-secular en que Ariel Sharon podía de alguna manera obrar milagros. Pero el culto a la personalidad se desintegró cuando las cuestionables actividades privadas de Sharon quedaron en evidencia, y las repercusiones de la desastrosa retirada unilateral de Gaza que despejaron el camino a la enfermedad actual ya no pudieron esconderse durante más tiempo.
Kadima pasará a la historia por haber erosionado los valores centrales del sionismo. Inició políticas virulentas de concesiones unilaterales, apaciguamiento y resistencia a ejercer la disuasión y la fuerza militar. La historia recordará al Kadima como el equivalente a las políticas de apaciguamiento de Neville Chamberlain que condujeron a la edad oscura de Europa.
El presente fracaso de todos los partidos de la coalición a la hora de obligar a Olmert a marcharse es monstruoso. Ellos pasarán a la historia como oportunistas desafortunados dispuestos a sacrificar el bienestar de la nación por sus propios objetivos egoístas.
La gente está enfurecida y se siente frustrada. Las masivas manifestaciones organizadas tras la guerra del Líbano pidiendo la cabeza del gobierno, especialmente del primer ministro, fueron ignoradas con desprecio. La mayoría piensa ya que manifestarse no va a lograr nada.
A lo largo de todo este desafortunado período, nuestra nación ha mostrado valentía y resistencia. Bajo una nueva directiva, se pondrá al día de nuevo. El ejército está en buenas manos y ha sido dramáticamente reforzado. Cuando sea autorizado por un nuevo gobierno a emplear la disuasión genuina, puede transformarla esencialmente de la noche a la mañana.
También un sistema electoral que pueda poner fin de una vez por todas a las negociaciones bajo la mesa que se han convertido en la carta de presentación de nuestra degradada Knesset.
La fuerza de la sociedad israelí vista por un periodista árabe.
En el londinense periódico Al Hayat se publicó el 5 de noviembre pasado un artículo del periodista y corresponsal palestino Madjad Kiali, titulado “En qué superan los israelíes a los árabes”.
Se trascribe un extracto de dicho artículo:
Los árabes tienden a interpretar la supremacía israelí sobre ellos, exclusivamente en las áreas de finanzas, tecnología y ejército, alegando además que gozan del favoritismo de los Estados Unidos. Sin embargo, dicha interpretación hace caso omiso de los factores internos que otorgan a Israel más poder y la capacidad de convertir dichos factores en preponderancia dentro de la zona. En consecuencia, Israel, que fue creada hace pocas décadas, parece mucho más grande y poderosa de lo que es en realidad, incluso más estable en comparación con los países árabes. A pesar del conflicto árabe-israelí y a pesar de su empuje en las áreas de economía, tecnología y militar, Israel prevé la continuación de su desarrollo y supremacía en virtud de dos factores:
El primero consiste en la capacitación, administración y explotación de los recursos humanos. Aunque en Israel el número de habitantes es limitado, el gasto de educación alcanza los 1.200 dólares por persona, mientras que en el mundo árabe no se superan los 110 dólares y las estadísticas demuestran un 40% de analfabetos.
La parte proporcional de cada israelí en el gasto de investigación científica es de 500 dólares anuales, siendo éste el 2,5% del PNB anual estimado en 120 mil millones de dólares. La totalidad del gasto de I+D e investigación en el mundo árabe no sobrepasa los 8 dólares per capita anual y suma 3 mil millones de dólares, cantidad similar a la que Israel gasta en esta área, a pesar de la abismal diferencia de población.
Las estadísticas indican que el número de ingenieros de Israel es el más alto del mundo: 135 por cada 10.000 trabajadores. En EEUU son 70 y en Japón 65. Israel también ocupa el primer lugar mundial respecto a científicos y tecnólogos expertos, que suman 140 por cada 10.000 trabajadores. Le siguen los EEUU con 83 científicos, Japón con 80 y Alemania con 60. Israel alberga otro Silicon Valley, como en California.
Según ciertos estudios, Israel ocupa el lugar nº 11 en el mundo por cuanto a la cantidad de inventos y patentes registrados en los Estados Unidos. Desde 1977 hasta 2004, israelíes registraron en ese país más de 12 mil patentes e inventos. Por otro lado, el entorno israelí atrae inversiones a pesar de lo que ocurre a su alrededor, mientras que los países árabes despiertan un cierto rechazo a la inversión extranjera.
Por cuanto a condiciones de vida, la participación de cada israelí en el producto nacional, este año superará los 20 mil dólares, con un incremento continuo del porcentaje de crecimiento, del 4,4% de 2004 al 5,2% de 2005.
La otra razón para la excelencia de Israel y que le proporciona un poder adicional capacitándola para aprovechar sus recursos humanos y materiales de la mejor manera, es la forma de administración de su sociedad y su régimen político democrático. Gracias a la administración y al régimen, Israel consigue sobreponerse a sus puntos débiles (territorio y población limitados, entorno adverso), así como superar las contradicciones y los conflictos internos, encauzándolos hacia el exterior. Esto se realiza a diferencia de la realidad árabe que produce un trato de debilidad y repulsa hacia la población marginal. Cabe señalar que el régimen democrático de Israel está basado en la participación política, la diferenciación entre las distintas autoridades, con elecciones correspondientes, la multitud de partidos y jurisdicciones y la determinación a través de las urnas, lo cual asegura a cada uno de los grupos, tendencias y partidos políticos, a cada una de las etnias (sea del tamaño que sea), manifestarse y asegurar sus derechos para conseguir escaños en
La sociedad israelí cuenta con un índice de participación en los comicios del 80%, además de la actividad partidista y pública. Según un informe egipcio, el 88% de los ciudadanos egipcios no pertenecen a ningún partido político, mientras que el 67% no se interesa por la política; sólo el 52% tienen derecho a votar y están registrados en los libros electorales, de los cuales, el 20% acuden al sufragio. En el Líbano, el porcentaje de electores es del 44% y en Jordania llega al 47%.
De todo esto resulta que Israel constituye un objetivo para el mundo árabe, no sólo en el área militar y no sólo en la superioridad económica y tecnológica, sino como consecuencia de su prestancia en el terreno político, en la administración de los recursos humanos y en el alto grado de participación política.