REPERCUSIONES DE UNA CARTA ABIERTA


Mi último artículo: “¡Europa, me das asco!” ha despertado múltiples reacciones, en especial entre los medios judíos, algunas de aprobación, otras de rechazo, un rechazo basado, a mí entender, en el temor. Es por ello que he solicitado a la Sra. Dori Lustron, directora de Porisrael, tenga a bien publicar estas líneas.

CARTA A MIS HERMANOS JUDIOS

“Un judío ¿no tiene ojos? ¿No tiene un judío manos, órganos, dimensiones, sentidos, afectos, pasiones? ¿No se alimenta con la misma comida, no es herido por las mismas armas, no está sujeto a las mismas enfermedades, no se cura por los mismos medios, no se enfría y se calienta con el mismo invierno y el mismo verano que un cristiano? Si nos pincháis ¿no sangramos? Si nos hacéis cosquillas ¿no nos reímos? Y si nos ofendéis ¿no nos vamos a vengar? Si somos como vosotros en lo demás, nos pareceremos a vosotros en eso. Si un judío ofende a un cristiano, ¿cuál es la humildad de éste? La venganza. Si un cristiano ofende a un judío, ¿cuál habría de ser su paciencia, según el modelo cristiano? Pues la venganza…” (William Shakespeare, El Mercader de Venecia, monólogo de Shylok)

Durante los dos mil años de exilio, el pueblo judío se vio obligado a mendigar su derecho a existir, a implorar por un lugar bajo el sol. Entre masacre y masacre trataba de complacer a sus opresores, trataba de pasar desapercibido. Incluso renunció voluntariamente a parte de su herencia milenaria para ser aceptado por la sociedad gentil (sin darse cuenta que esa aceptación era ficticia).
Ese judío mendicante, ese judío que rogaba ser reconocido como un ser humano por el resto del mundo desapareció entre las cenizas de Auschwitz.

Ahora existe un nuevo tipo de judío. Ya no suplica, sino que exige lo que le corresponde por derecho propio y toma lo que le pertenece sin esperar que le sea concedido como dádiva.
Sin embargo todavía quedan judíos que temen a la sociedad no judía, que se cuidan en lo que dicen para no ofender, para no despertar sentimientos antisemitas (como si esos sentimientos no estuvieran despiertos y al acecho en todo el mundo). A esos judíos yo les digo: ¡Hermanos, basta de temer! ¡Nuestros enemigos se van apoderando del mundo! ¡Debemos denunciarlos con todas las palabras! ¡Debemos combatir al antisemitismo que invade como un cáncer a Europa y América Latina! ¡Y si debemos gritarle al mundo entero que nos da asco, entonces gritémoslo con todas las palabras!
Ya se que no es fácil, somos una minoría y dos mil años de exilio, de matanzas, de persecuciones, de discriminación, pesan. Pero justamente porque tenemos el recuerdo de esos veinte siglos sobre nuestras espaldas es que no debemos cometer el mismo error que nuestros padres. Repito, debemos defender lo que nos pertenece, exigir lo que nos corresponde, sin temor, sin mendigar, sin callar.
Israel Winicki, un judío que no está dispuesto a subir a un vagón de ganado