EL RINCON DE MOSHE YANAI


Fecha para festejar

El Día de la Independencia no es una simple fiesta de nuestro calendario. Marca la realización del anhelo supremo del desterrado de su tierra, que por fin ha regresado a su casa. Y en este horizonte cubierto de amenazadoras nubes, vuelve a plantearse el consabido interrogante: ¿acaso el judío puede estar seguro en dondequiera esté?
Desde siempre, la fiesta nacional de mi país ha sido una ocasión única. No es una fecha cualquiera, tiene un significado muy especial. Posiblemente quienes nacieron aquí ya no lo consideran de ese modo: para ellos Israel es un hecho consabido. Pero para aquéllos que lo vieron nacer, adquiere otras dimensiones.
Aunque parezca reiterativo, he de insistir: la creación de Israel ha sido la realización de un sueño milenario y de una utopía convertida en realidad. Fue un privilegio ver como adquiría forma, participar en la lucha de los pocos frente a los muchos para evitar su aniquilación apenas nacido, tomar parte en la labor que ha esculpido su carácter. En una palabra: convertirse de judío perseguido en israelí orgulloso de ser tal.
Reconozco que fue una ardua tarea. Lo digo en el pleno sentido de la palabra. Convertir un país descuidado, mísero y desolado, envuelto en las entrañas de una oscuridad medieval, fue una labor de titanes. Y nosotros no lo éramos: se trataba de simples mortales llegados motivados por un ideal imposible, o buscando refugio de un mundo que nos era hostil. Y con qué violencia ha demostrado que no querían saber nada de nosotros.
Cuando conversamos con los veteranos, todavía brilla un dejo de asombro mezclado con cierto orgullo, al recordar lo difícil y penoso que resultó la tarea de edificar el Estado. Los desafíos que nos esperaban en cada recodo del anguloso camino que tuvimos que recorrer. Los sacrificios que tuvimos que hacer para poder seguir adelante. Y no fueron pocos los que alzaron los brazos en desesperación y renunciaron a la tarea, buscaron fortuna allende los mares.
Pero véase hoy lo que es Israel: moderno, progresista y democrático. Sus realizaciones en tantas facetas de la actividad humana lo colocan en la primera línea de las naciones más adelantadas del mundo. Pero, ante todo, el israelí es libre. Quienquiera puede expresar aquí sus opiniones, incluso si éstas a veces resultan ser tan disonantes y hasta ultrajantes.
Hasta el día de hoy es bien sabido: no es fácil vivir en Israel. Pero no es cosa nueva. Siempre se ha dicho lo difícil que es ser judío. Debe enfrentarse con un mundo que, en muchos casos, lo mira de reojo. Una actitud que puede empezar alzando las cejas, y puede terminar en un odio que no conoce límites. Para algunos, personificamos el olímpico Satanás. A veces me digo que en el caso de nuestra familia tuvimos suerte: el hecho que un dictador nos echara literalmente de España, en definitiva nos hizo un favor. Es triste y contradictorio expresarse así, pero creo estar en lo cierto.
El judío de la diáspora puede encogerse de hombros. No me incumbe, tal vez diga. Pero ha de comprender que, quiera o no, está involucrado. Recuérdese, muchos de los deportados a los campos de muerte, supieron únicamente de su judaísmo cuando fueron llevados como ganado al matadero.
Se dirá que el mundo ha cambiado y que ya no hay razón para buscar refugio. Me pregunto si el judío en Europa puede hoy profesar su fe sin temor alguno. O se ve constreñido a ocultar su identidad, para no ser victimizado oralmente y a veces, incluso físicamente. Quisiera saber si las comunidades judías en ciertos países latinoamericanos se sienten a sus anchas, o si existe algún que otro temor por la sensación que uno no es como los demás, por muy argentino, chileno, uruguayo, mexicano, boliviano o venezolano que pueda ser.
Por otra parte, hoy Israel es injustamente criticado y demonizado por no pocos en el mundo. Dícese que es fruto de una nueva forma de antisemitismo, un aciago sentimiento que había quedado latente durante años y no encontraba el modo de expresarse. Pero estimo que la razón es diferente. Es porque ahora el judío, personalizado en un país, planta cara al mundo. Ya no es la víctima propicia, el chivo expiatorio indefenso, servil y temeroso. Hoy si le pegan, contesta con creces. En donde ocurra un desmán antisemita, se le escucha su voz. Quien se alíe con sus enemigos, sabe que tendrá que verlas con alguien que ya no se siente inferior a nadie.
Sí, es fecha para festejar. Lo haremos este miércoles. El Día de la Independencia es un símbolo de nuestra soberanía en el solar que fue nuestro y lo hemos recuperado. Legalmente y con todas las de la ley. Que ha sido rehabilitado con el sudor de nuestra frente y la sangre de nuestros caídos. Feliz cumpleaños. Israel.
Moshé Yanai