
Un Gobierno un tanto anómalo
Ya no es noticia que Israel tiene nuevo Gobierno. Pero la coalición creada por Biniamín Netaniahu plantea la pregunta de cuál habrá de ser su futura política, si la integran fuerzas políticas tan dispares.
En un artículo anterior comencé a hablar sobre el nuevo Gobierno de Israel, una tarea que interrumpí en honor de las pasadas fiestas. Comencé señalando que la “bienvenida” de los medios al nuevo Gabinete de Beniamín Netaniahu no fue precisamente positiva. Es cierto que la crítica parece ser el pan de cada día de aquéllos, pero ya de entrada, no se puede descartar el hecho que su Gabinete no es precisamente lo que podría ser descrito como “ideal”. Como ya lo señalé, para empezar es uno de los más inflados que se anota en los anales del Estado. Treinta ministros (no 32 como erróneamente se dijo entonces) y siete viceministros implican un Poder Ejecutivo de proporciones exageradas. Y la anomalía del caso que una cartera tan importante como Salud Pública, cuenta solamente con un viceministro: Yaacov Leitzman, de Agudat Israel. Parece ser que nadie ha querido asumir esas funciones tan vitales… y responsables. Lo que no deja de ser otro punto de descrédito. Por otra parte, sus “ingredientes” parecen ser tan dispares, que uno se pregunta cuál sería el “manjar” que sería capaz de cocinar.
Desde luego, aunque parezca absurdo, han sido precisamente los palestinos, con su constante beligerancia, quienes han dado lugar a que Israel eligiera un Gobierno tan derechista y de tinte nacionalista. Si hubiesen sido más moderados, otro gallo le cantara a la política de este país. Aún y todo la victoria del Likud (27 escaños) ha sido muy relativa; quien realmente ha salido ganando ha sido Israel Beitenu (15). Y ahora Israel cuenta con un ministro de Exteriores que tiene fama de ser un extremista. Muchos dicen que en realidad Avigdor Lieberman es un político pragmático, que ve en un intercambio de población la única salida al callejón sin salida. Es más, no se habla de desplazarla de su presente ubicación, sino que algunas zonas densamente pobladas por árabes pasaran a la soberanía palestina, a cambio de que Israel anexase las principales concentraciones de asentamientos en Judea y Samaria. E insiste en que los árabes que se queden a vivir en Israel juren lealtad al Estado. Es digno de señalarse, por lo irónico que pueda parecer, lo furibundos que se sienten los árabes israelíes al escuchar semejantes propuestas.
window.google_render_ad();
Pero Israel Beitenu no es la parte más extrema del Gabinete: Habayit Hayehudí parece enarbolar un mayor nacionalismo. Para él la patria palestina está en la otra margen del Jordán. Pero con sus 3 parlamentarios, constituye una minoría de la que el Primer Ministro podría prescindir sin que cayera su Gobierno.
Integra la coalición otro partido que juega a ser nacionalista, pero de hecho es meramente comunitario: Shas. Un tanto amenguado con sus 11 diputados, el leit motiv de su existencia es el tema religioso y, por ende, los subsidios a las familias numerosas. A mi modo de ver tiene un serio problema en la figura de su líder espiritual, el venerable rabino Ovadia Yosef, que a veces formula declaraciones tan controversiales que dejan atónitos a muchos israelíes. Otro integrante de la coalición es el ultraortodoxo Agudat Israel (6), que como es su norma parece estar ensimismado en los problemas religiosos.
El aspecto más interesante de este nuevo Gobierno sería la participación del tan reducido Laborismo (13 bancas) que ha creado una profunda distensión interna. Algunos diputados del ala más izquierdista han discutido la decisión de Ehud Barak (a quien se le ha asignado la cartera de Defensa, de la que era titular en el Gobierno anterior) de unirse a elementos tan derechistas. Algunos observadores han comentado irónicamente que Netaniahu precisaba de una “hoja de parra” para ocultar el carácter intransigente de su Gabinete. Barak explica su decisión en que el momento crucial por el que atraviesa el país requiere la mayor unión posible de sus fuerzas políticas.
Tzipi Livni no ha aceptado las ofertas de Netaniahu para integrar el Gobierno, considerando que lo que le ofrecía no le permitiría tener voz y voto en éste. Una y otra vez el Primer Ministro designado mantuvo conversaciones con la dirigente de Kadima, tratando de pincelar una postura más bien pragmática en lugar de la actitud radical que caracterizara el periodo anterior como jefe de Gobierno (1996-1999). Es en este sentido que en su discurso inaugural ante la Knéset, Netaniahu aseguró que su gobierno buscará concertar la paz con los árabes, afirmando que “no queremos dominar a los palestinos”. Aunque les extendió una mano, les exhortó a que combatieran el terrorismo y educaran a la nueva generación a una paz con Israel. Todos ellos conceptos que nadie en Israel puede discutir, pero cuya consecución parece ser toda una quimera por el momento presente.
Aunque el conflicto con los palestinos y la perenne amenaza de un Irán nuclear son los dos principales problemas de Israel, también habría que agregar la crisis económica que afecta al país, y la creciente desocupación que se ha derivado de ella, entre otras cuestiones que requieren solución. De modo que, resumiendo, Biniamín Netaniahu tiene no pocos desafíos que afrontar ya desde el comienzo de su gestión.
Moshé Yanai
En un artículo anterior comencé a hablar sobre el nuevo Gobierno de Israel, una tarea que interrumpí en honor de las pasadas fiestas. Comencé señalando que la “bienvenida” de los medios al nuevo Gabinete de Beniamín Netaniahu no fue precisamente positiva. Es cierto que la crítica parece ser el pan de cada día de aquéllos, pero ya de entrada, no se puede descartar el hecho que su Gabinete no es precisamente lo que podría ser descrito como “ideal”. Como ya lo señalé, para empezar es uno de los más inflados que se anota en los anales del Estado. Treinta ministros (no 32 como erróneamente se dijo entonces) y siete viceministros implican un Poder Ejecutivo de proporciones exageradas. Y la anomalía del caso que una cartera tan importante como Salud Pública, cuenta solamente con un viceministro: Yaacov Leitzman, de Agudat Israel. Parece ser que nadie ha querido asumir esas funciones tan vitales… y responsables. Lo que no deja de ser otro punto de descrédito. Por otra parte, sus “ingredientes” parecen ser tan dispares, que uno se pregunta cuál sería el “manjar” que sería capaz de cocinar.
Desde luego, aunque parezca absurdo, han sido precisamente los palestinos, con su constante beligerancia, quienes han dado lugar a que Israel eligiera un Gobierno tan derechista y de tinte nacionalista. Si hubiesen sido más moderados, otro gallo le cantara a la política de este país. Aún y todo la victoria del Likud (27 escaños) ha sido muy relativa; quien realmente ha salido ganando ha sido Israel Beitenu (15). Y ahora Israel cuenta con un ministro de Exteriores que tiene fama de ser un extremista. Muchos dicen que en realidad Avigdor Lieberman es un político pragmático, que ve en un intercambio de población la única salida al callejón sin salida. Es más, no se habla de desplazarla de su presente ubicación, sino que algunas zonas densamente pobladas por árabes pasaran a la soberanía palestina, a cambio de que Israel anexase las principales concentraciones de asentamientos en Judea y Samaria. E insiste en que los árabes que se queden a vivir en Israel juren lealtad al Estado. Es digno de señalarse, por lo irónico que pueda parecer, lo furibundos que se sienten los árabes israelíes al escuchar semejantes propuestas.
window.google_render_ad();
Pero Israel Beitenu no es la parte más extrema del Gabinete: Habayit Hayehudí parece enarbolar un mayor nacionalismo. Para él la patria palestina está en la otra margen del Jordán. Pero con sus 3 parlamentarios, constituye una minoría de la que el Primer Ministro podría prescindir sin que cayera su Gobierno.
Integra la coalición otro partido que juega a ser nacionalista, pero de hecho es meramente comunitario: Shas. Un tanto amenguado con sus 11 diputados, el leit motiv de su existencia es el tema religioso y, por ende, los subsidios a las familias numerosas. A mi modo de ver tiene un serio problema en la figura de su líder espiritual, el venerable rabino Ovadia Yosef, que a veces formula declaraciones tan controversiales que dejan atónitos a muchos israelíes. Otro integrante de la coalición es el ultraortodoxo Agudat Israel (6), que como es su norma parece estar ensimismado en los problemas religiosos.
El aspecto más interesante de este nuevo Gobierno sería la participación del tan reducido Laborismo (13 bancas) que ha creado una profunda distensión interna. Algunos diputados del ala más izquierdista han discutido la decisión de Ehud Barak (a quien se le ha asignado la cartera de Defensa, de la que era titular en el Gobierno anterior) de unirse a elementos tan derechistas. Algunos observadores han comentado irónicamente que Netaniahu precisaba de una “hoja de parra” para ocultar el carácter intransigente de su Gabinete. Barak explica su decisión en que el momento crucial por el que atraviesa el país requiere la mayor unión posible de sus fuerzas políticas.
Tzipi Livni no ha aceptado las ofertas de Netaniahu para integrar el Gobierno, considerando que lo que le ofrecía no le permitiría tener voz y voto en éste. Una y otra vez el Primer Ministro designado mantuvo conversaciones con la dirigente de Kadima, tratando de pincelar una postura más bien pragmática en lugar de la actitud radical que caracterizara el periodo anterior como jefe de Gobierno (1996-1999). Es en este sentido que en su discurso inaugural ante la Knéset, Netaniahu aseguró que su gobierno buscará concertar la paz con los árabes, afirmando que “no queremos dominar a los palestinos”. Aunque les extendió una mano, les exhortó a que combatieran el terrorismo y educaran a la nueva generación a una paz con Israel. Todos ellos conceptos que nadie en Israel puede discutir, pero cuya consecución parece ser toda una quimera por el momento presente.
Aunque el conflicto con los palestinos y la perenne amenaza de un Irán nuclear son los dos principales problemas de Israel, también habría que agregar la crisis económica que afecta al país, y la creciente desocupación que se ha derivado de ella, entre otras cuestiones que requieren solución. De modo que, resumiendo, Biniamín Netaniahu tiene no pocos desafíos que afrontar ya desde el comienzo de su gestión.
Moshé Yanai