DESPEDIDA


“Profundo dolor y gran pérdida” en la comunidad judía por la muerte de Guinzburg
El director de cultura de AMIA, Moshé Korin, el actor Max Berliner y el rabino Abraham Skorka expresaron su pesar tras el fallecimiento del periodista. Quedará “muy fresco en la memoria y el corazón”.
La muerte del periodista Jorge Guinzburg causa “un dolor profundo a toda la sociedad argentina y la comunidad judía por la pérdida de un miembro destacado, un judío asumido, solidario y siempre dispuesto”.
El director de Cultura de AMIA, Moshé Korin, consideró en diálogo con la Agencia Judía de Noticias (AJN) que Guinzburg “era un luchador por el entendimiento entre la sociedad, entre los distintos pensamientos y las distintas colectividades”.Luego del atentado a la mutual en 1994, el periodista “estuvo muchas veces a disposición de la institución para ayudar con su talento, humor, cultura, en todo lo que hizo falta”, aseguró Korin.Por su parte, el actor Max Berliner, el referente más importante del teatro idish en Argentina, consideró que Guinzburg “fue un Scholem Aleijem moderno”, porque su humor coincidía con la idea del clásico escritor de la literatura judía, de reírse “del pueblo y para el pueblo”.El reconocido actor y director teatral remarcó en diálogo con AJN que el humorista fue “un judío cien por ciento, de corazón y de alma” y recordó que en las épocas de “La Noticia Rebelde” Guinzburg se interesó por el humor judío y le pidió información sobre Scholem Aleijem.“El se reía y criticaba sanamente el judaísmo, esa misma idea tenía Guinzburg”, explicó, y sostuvo que el humor judío “era parte de su vida, no por lo qué hacía, sino por la forma”.
El rabino Abraham Skorka de la comunidad Benei Tikvah se refirió a Guinzburg como alguien que supo “aunar en forma brillante lo particular de la tradición judía con la cultura en general”.En declaraciones a AJN, el rabino consideró al periodista como un “judío asumido que siempre manifestó su condición de tal y se vinculó a las tradiciones y la normatividad judía, sobre todo en los momentos especiales de su vida”.
Skorka ofició meses atrás el casamiento de Soledad, la hija mayor del periodista, a quien conoció cuando firmó su divorcio de la primera esposa.“Era un talento muy especial. Tenía chispa para encontrarle la faceta del humor a todos los aspectos de la vida en una forma totalmente espontánea”, expresó el rabino.Korin señaló además que el conductor de radio y televisión “era un hombre admirable por su ingenio, su capacidad, su arte, su poder de síntesis; tenía la frase en el lugar y momento adecuados”. “Por suerte quedan grabaciones, videos, cada vez que lo veamos él va a vivir con nosotros, y su agudeza, ingenio, capacidad y su genio de actor escritor y humorista nos van a acompañar”, expresó el director de Cultura.Guinzburg recibió el Premio AMIA el último noviembre “por su destacada trayectoria y compromiso con el humor, el arte y la cultura argentina y judeo argentina”, destacó el dirigente. Quedará “muy fresco en la memoria y el corazón de la AMIA”, confesó Korin.El periodista falleció este miércoles a los 59 años como consecuencia de una infección pulmonar, luego de que su estado de salud se había deteriorado en la última semana y había sido internado en el sanatorio Mater Dei, de Buenos Aires.
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DOLOR
“Me río de mí mismo porque la vida me ha dado motivos sobrados para ello”, decía en una de sus últimas entrevistas Jorge Guinzburg, una de las figuras más importantes de la pequeña pantalla argentina de las últimas décadas, que el pasado miércoles fallecía a los 59 años de edad en un hospital de Buenos Aires, aquejado de un cáncer.
Su muerte ha causado una honda conmoción en la sociedad argentina, en la que Guinzburg era muy querido por su humildad, inteligencia y simpatía, cualidades que trasladaba a sus programas en una época en la que los platós televisivos de todo el mundo se llenan de personajes arrogantes que no tienen nada que decir pero se creen superiores a los demás.
Nacido en la Capital Federal en el Hospital Israelita en 1949, Jorge Ariel Guinzburg se ganó pronto el corazón de los argentinos. Con tan sólo 1,60 de estatura —“no soy petiso , soy breve”—, su primera incursión en los medios tiene la doble lectura del humor argentino: estaba obligado a entregar 50 chistes diarios. De ahí pasó a presentar magazines y en 1975 dio el salto a la televisión, donde ha permanecido prácticamente sin interrupción hasta apenas pocas semanas antes de su muerte.
Amable, tremendamente cortés y siempre con una carcajada a punto para romper cualquier atisbo de tensión, Guinzburg se hizo un habitual de las pantallas argentinas. Su estilo servía con igual eficacia para tratar un tema dramático y para provocar la risa incontrolable de sus invitados ante cualquier banalidad. Sin modales de estrella, el único privilegio que se permitía era sentarse en un taburete más alto que los demás para quedar a la misma altura frente a la cámara. Por su plató pasó todo tipo de personajes y se vivió toda clase de situaciones. Así, se convirtió en uno de los personajes de la televisión más premiados de la historia del país.
Aquejado de problemas pulmonares desde su infancia, desarrolló una incansable actividad laboral. Guinzburg fue además productor teatral, televisivo y actor. Su fallecimiento abrió el miércoles todos los informativos en Argentina y el canal donde trabajaba colocó un lazo negro en la pantalla durante la jornada. Fue enterrado ayer en la intimidad familiar, en el Cementerio Israelita de Tablada.Tras la tapia, cientos de personas —desconocidos y famosos, codo con codo— le daban su último adiós.