ARTICULOS DESTACADOS

Los palestinos: excurso histórico
Pancracio Celdrán -
Dr. en Filosofía y Letras. Master en Historia comparada


A mi amigo Don Antonio Escudero Ríos,
Gran Maestre de la Orden Nueva de Toledo


Si se lee el libro de Joan Peters: "De tiempos inmemoriales", se comprueba, de acuerdo con la documentación contrastadísima que en él se maneja, que la tierra de Israel no ha estado poblada por palestinos en las épocas moderna y contemporánea, tal como se desprende de los relatos de viajeros de los siglos XVIII, XIX y XX, sino que era un
territorio casi vacío
Son más de cincuenta los libros y relatos de viajeros europeos manejados para afirmar que todos coinciden en no haberse encontrado nunca con nadie en el 90% de las tierras que actualmente forman el Estado de Israel, el Reino de Jordania, la República de Siria y El Líbano, que no se sabe realmente lo que es hoy, o a quien obedece. René de Chateaubriand en su Viaje de París a Jerusalén expresa la extrañeza que se siente ante la desolación y la despoblación total de la Tierra Santa, y Alphonse de Lamartine, que la visitó en 1835 para meditar y tratar de armonizar su fe cristiana con el racionalismo filosófico del siglo XVIII, dice en su libro "Recuerdos de Oriente" que 'fuera de las puertas de Jerusalén no vimos ningún ser viviente ni escuchamos sonido alguno': no había gente. El estadounidense Mark Twain, que visitó la zona en 1867, afirma: 'Tal desolación existe aquí que no se puede describir; hemos llegado a Tabor... no hemos visto a ningún ser humano en todo el viaje'. Diez años antes, el cónsul británico para Palestina declaraba: 'El país está vacío de habitantes y sería necesario que tuviese alguna población'. Si se consulta el censo turco para la región, de 1882, cosa que yo tuve ocasión de hacer un siglo después, en toda la tierra de Israel, parte del Líbano, Jordania y Sinaí hay 140.000 habitantes, tanto árabes como cristianos y judíos. ¿Dónde estaba el milenario pueblo palestino?. En ninguna parte. Mejor dicho: quienes se dicen sus descendientes estaban en Jordania, Siria y Egipto. De esos países llegaron en el primer tercio del siglo XX a la Tierra Prometida. Prometida porque la presencia cada vez más numerosa de los judíos sionistas creó fábricas, saneó el suelo, creó mano de obra; al reclamo de la actividad judía se arracimaron en una tierra que nunca habían habitado por la sencilla razón de que era inhabitable por su insalubridad y pobreza. Debido a este hecho, y sobre todo a la inmigración judía de socialistas idealistas procedentes de Europa del Este, que se establecieron en kibutzim y moshavim a modo de granjas y fábricas colectivas, la población se disparó, y los árabes, que habían despreciado la tierra hasta entonces emigraron a ella en número de 650.000 en 1922, ubicándose precisamente en los lugares donde los judíos habían creado riqueza y trabajo. Aquel mismo año el gobernador británico del Sinaí puso de relieve que aquella inmigración era en su mayor parte ilegal, y que procedía de Transjordania, Egipto y Siria. En 1930 las autoridades inglesas del Mandato apoyaban el conocido y poco recordado Hope Simpson Report diciendo: 'la lista de parados está ampliándose por la constante inmigración árabe a través de Transjordania y Siria', información que se ve corroborada por fuentes árabes de la época: el informe del gobernador del distrito sirio de Hauran, Tewfik Bey El-Haurani, que escribe: 'Más de 300.000 sirios de Hauran se mudaron a la tierra de Israel en estos años de 1930'. Y el primer ministro inglés W. Churchill dijo en 1939: 'Lejos de ser perseguidos, los árabes se han desplazado al país desde sus países de origen'. Los judíos eran el polo de atracción gracias a los puestos de trabajo que estaban creando.
* * * * * * * *
Adelante, aunque no nos guste
Mario Wainstein

Los judíos observantes cumplen con una larga serie de preceptos y son llamados a cumplir con todos por igual, los ``grandes'' y los ``pequeños'', ya que ``no sabes cuál es el premio por el cumplimiento de cada uno''.Sin embargo, hay un precepto que supera a casi todos los demás: la preservación de la vida. Si para salvar tu vida es necesario que violes la santidad del sábado, debes hacerlo: violarás un sábado para preservar a muchos otros, determinaron los sabios. Si estás enfermo y el médico te dice que es peligroso que ayunes en Iom Kipur, tienes prohibido el ayuno.¿Pero qué pasa cuando alguien te amenaza de muerte y te obliga, por ejemplo, a comer carne de cerdo delante de otros, para demostrar que a pesar de ser judío comes alimentos prohibidos? Teóricamente, deberías comer la carne y salvar tu vida. Pero no es así. Los sabios han determinado que en ese caso es preferible ser matado y no transgredir los preceptos. Es que alguien ha descubierto el punto débil y lo utiliza a su favor, para desmerecer a Israel, a su Dios, a su credo, o para lo que sea.Los soldados de Tzáhal tienen prohibido, por la propia ley israelí que fue aplicada por el juez Biniamín Halevy en 1957, disparar a civiles aunque se les ordene hacerlo. La orden impartida es ``obviamente ilegal'' y por lo tanto quien la acate, no sólo quien la imparta, asume la responsabilidad penal por ese acto. Cuando en julio de 2002 Israel abatió al terrorista Salah Shjade, jefe del brazo armado de Hamás, arrojando una bomba de una tonelada desde un avión, lo que provocó la muerte de su ayudante y otros 14 civiles, 11 de ellos niños, el entonces jefe de la Fuerza Aérea Dan Jalutz tuvo que alegar que no sabían de la presencia de dichos civiles y que, en caso de saberlo, no se hubiera llevado a cabo la operación.Hamás conoce perfectamente la situación. Aprendió también muy bien la lección mediática de la Guerra del Líbano. En Gaza, por ejemplo, hay una versión local de aquella serie británica que se titulaba ``Los de arriba, los de abajo''. Se trata de un edificio de ocho pisos: en los cuatro primeros hay cuarteles de Hamás con puestos de tiro. En los cuatro superiores viven familias. Los soldados israelíes deben elegir entre dar a los terroristas la libertad de matar con un salvoconducto que los inmuniza y les da acceso a la impunidad, o reaccionar y disparar a ese edificio, corriendo el riesgo de matar a los civiles, entre ellos seguramente niños.Israel, gracias a Dios, tiene perdida la guerra mediática, porque para ganarla hay que mostrar víctimas mortales, sangre, niños muertos y el producto escasea en Israel. El error está en dar el alerta para que la gente busque refugio, en no poner a los niños al frente desguarnecidos.Hay quienes creen que la actitud palestina de sacrificar sus vidas y la de sus hijos es una muestra de heroísmo, cuando en realidad constituye una prueba de crueldad y de absoluto desprecio por la vida.
Son ellos quienes debían haber inventado la consigna ``viva la muerte'' y son los enceguecidos izquierdistas maniqueos quienes corren a abrazar a los fascistas más recalcitrantes de estos tiempos: nacionalistas, fanáticos religiosos, antisemitas, fundamentalistas.A ellos todo les está permitido. Pueden comprar y vender mujeres, vivir en poligamia, porque es ``su cultura''; pueden también lapidar mujeres adúlteras u homosexuales, y cercenar sin más trámite las extremidades de un ladrón. Pueden enviar niños al frente y pueden matar niños ajenos. Ellos son los pobres, las víctimas, los expoliados. La culpa de todo la tiene la ocupación.Antes de la Guerra de 1967 no había territorios ocupados, pero sí había acciones terroristas. Nadie exigía por entonces la creación de un Estado palestino en Cisjordania, dominada por Jordania, ni en Gaza, en poder de Egipto. Se exigía a Israel y no a Jordania o Egipto la liberación de los territorios palestinos. Alguien podría suponer que se trataba de territorios ocupados por Israel en la Guerra de 1948.¿De qué guerra? ¿Acaso esa guerra la inició Israel? No, claro, fue también una guerra que comenzaron los palestinos (que por entonces ni siquiera tenían ese nombre) y la siguieron, después de declarada la independencia, los demás países árabes. ¿De qué territorios ocupados se hablaba entonces? De los que los judíos habían adquirido con su dinero a precios desmesurados, y habían puesto en condiciones de cultivo y de vida con enormes sacrificios: desecando pantanos en Hadera y lavando la tierra en el Mar Muerto. La Conquista del Desierto en la epopeya sionista no fue matar indios sino ganar espacios verdes palmo a palmo. Esa guerra no ha cesado ni cambiado. Su objetivo desde el lado palestino sigue siendo la de arrojar a los judíos al mar. No es cierto que aspiren a un Estado al lado de Israel, sino en su lugar. En realidad, están dispuestos a renunciar a un Estado independiente con tal de eliminar al israelí. No estoy revelando secretos y conjeturando teorías: es lo que Hamás y sus allegados dicen explícitamente y lo que hacen en el terreno de los hechos. El pobre Shimon Peres, que ha hecho por la causa de los palestinos mucho más que la mayoría de sus gobernantes, movilizó a medio mundo para dejar en manos de ellos los sofisticados invernaderos de los colonos israelíes de Gaza, que eran una fuente de trabajo y de riqueza. Los invernaderos duraron lo que un suspiro. No eran hortalizas lo que querían en ese lugar, sino lanzaderas de cohetes.Todos los que acusan y acusarán a Israel de reaccionar en forma desmedida, para lo cual no importa cuál sea esa reacción, nos proponen una alternativa que tiene una única lectura: un suicidio colectivo como nación, similar al de Masada. Nos sugieren, por ejemplo, que dialoguemos con Hamás y lleguemos a un acuerdo. Se trata de una tregua, a la cual Hamás está dispuesto.Israel debe padecer de una ceguera muy aguda para acceder a ese pedido: cada vez que se llegó en el pasado a una tregua de ese tipo -y con Hamás se puede hablar sólo de treguas, no de acuerdos de paz, que rechazan de plano- el resultado fue una nueva guerra al cabo de un tiempo no muy largo, pero con la organización mejor pertrechada y organizada, con armas cada vez más sofisticadas. La última tregua a pedido de Hamás fue cuando Israel fue abatiendo a los líderes, y en ese momento tenían apenas los Kasam. Ahora tienen un arsenal que llega cómodamente a Ashkelon y bastará otra tregua para que lleguen de igual manera a Ashdod. Personalmente, no sé cuáles son los mejores medios militares para derrotar a Hamás. Sólo sé que ése debe ser el objetivo y que en el camino a lograrlo Israel debe desoír las voces de críticas y condenas, que no le ofrecen ninguna alternativa y sugieren que los bombardeos al Néguev deben ser recibidos con resignación y quizás también con amor. Esos bombardeos por lo visto son proporcionados y en todo caso lo único que merecen es una advertencia y un reto moviendo el dedo índice en forma amenazante: eso no se hace.Si para defender nuestra elemental soberanía y nuestras vidas se debe reinvadir Gaza, habrá que hacerlo. Se pondrá cuidado en no dañar civiles, aunque muchos de ellos pagarán con sus vidas. Los israelíes lo lamentaremos sinceramente, pero deberemos continuar hasta la victoria. Ellos cada vez que logran matar a nuestros niños reparten golosinas en sus ciudades para festejarlo.
El mundo lo entiende y lo apoya.
Fuente:
AURORA-ISRAEL.CO.IL
* * * * * * * *
El crimen perfecto (Atentado a la Embajada)

Por Mario Linovesky
Para consumar el crimen perfecto se precisa contar con al menos tres elementos fundamentales: el escenario adecuado, la víctima propicia y una posterior y asegurada impunidad. Y los tres se hallaban al alcance de la mano en aquella Argentina menemista de principios de los 90, razón por la cual este 17 de marzo, sin fastos a efectos de guardar las formas, pero con alegría en muchos corazones, se festejará en variados círculos el 16 aniversario de la voladura de la Embajada de Israel. Y a aquellos que esbocen una sonrisita sarcástica por esta afirmación mía, en tanto entiendan que usé equivocadamente el término “festejo” a cambio de “conmemoración”, les diré que no se apresuren en sus juicios y se ahorren el gesto. Utilicé el “se festejará” intencionalmente porque es el término que se me antoja más correcto, en razón de que el crimen de marras se encuentra todavía irresuelto y tengo la casi seguridad que nunca se remediará; motivo por el que, por cada aniversario que se sucede, se acentúa el regocijo de quienes tuvieron algo que ver, ya sea por su accionar directo o por haber hecho la vista gorda, en su consumación. Visto lo cual quizá mi pecado sea el haber usado un vocablo desproporcionadamente abarcativo, pero no más que eso. Así y todo serán muchos los que festejarán el acontecimiento. Por caso sus autores materiales, de indudable procedencia foránea, que tanto tiempo después todavía permanecen en el anonimato, del mismo modo que sus indispensables apoyos locales, de los que al momento se ignora hasta la más mínima seña. Y no serán sólo ellos, también se unirán al ambiente festivo todos esos que están ensañados con el pequeño Estado de Israel, entre los que resaltan los componentes de la izquierda “derechizada”, llámense “troskos”, “bolches”, u otros añorantes del derrumbado mito soviético. Pero con ellos solos no se cierra la lista, ya que los justificantes y/o cómplices del brutal atentado se encuentran en los más disímiles estratos sociales y se cuentan por decenas. Así, cantidad de grupúsculos de tendencia nazi manifestarán su júbilo por aquel bombazo y otros “seres” (con apariencia humana) si bien se guardarán de exhibirlo abiertamente, lo gozarán en su intimidad. No otra cosa podemos sospechar por ejemplo de quien tras hacer tambalear el país se ha guarecido en el Senado de la Nación, ocupando una banca que lo pone a cubierto de cualquier investigación judi-policial, habiendo sido, él y su gente, quienes presuntamente (o no tanto) maniobraron desde el poder para encubrir a los criminales. ¿Y que decir de ese lacrimógeno ex-embajador rosarino-árabe, frecuente instigador del odio antijudío y antiisraelí en los medios de comunicación, al punto de glorificar en toda instancia, antes al criminal Arafat y hoy a los supra criminales de Hamás, por su preeminencia en la todavía (por antojo y/o insolvencia moral de sus propios dirigentes) inexistente Palestina?. Justificando además todos sus actos terroristas, incluidos los perpetrados en tierras tan alejadas de la suya.Siendo que al aludir a dicho ¿ex-embajador?, resulta difícil evitar la mención del sector de los “progres” de nuestra sociedad, quienes ya sea en debates, entrevistas y demás eventos propagandísticos en contra de Israel, lo tienen como invariable invitado (recuérdense si no las lágrimas vertidas por la perínclita periodista progre Liliana López Foresi, dama a quien antes de ese reportaje admiraba, mientras escuchaba compungida las flagrantes mentiras y exageraciones del diplomático de marras).Pues bien, así están dadas las cosas, por lo que aquellos que fuimos ultrajados a raíz del innoble atentado (en este caso la mayor parte del pueblo argentino), deberemos seguir sumando bronca y desasosiego al por mayor. En razón que el tiempo ha pasado y con él se han esfumado todas las posibilidades, además de los elementos probatorios, para esclarecer ese deleznable suceso.Pero hubo y hay algo muchísimo más grave que aquel hecho terrorista en sí. Porque lo ocurrido el 17 de marzo de 1992 no fue un acontecimiento aislado, sino un aviso de lo que vendría más tarde. Tan es así que a los 2 años se repitió el operativo terrorista, esta vez en la sede de la Amia, pero de mayor envergadura y con mayor cantidad de muertos y heridos que en el primero. Y tras ello el asunto se internacionalizó, expandiéndose por distintos puntos del globo. Entonces cayeron estrepitosamente las Torres Gemelas en Nueva York, al poco tiempo explotaron los trenes en Madrid, y después los subterráneos en Londres. Y una humanidad que se hallaba ocupada en subsistir como podía, cuando no entretenida en frívolos menesteres, advirtió que lo ocurrido a israelíes y judíos en la lejanísima Argentina poco tenía que ver con la contienda centenaria entre el Estado Hebreo y esa rara entelequia a la que llaman “pueblo palestino”, sino que formaba parte de una conspiración del islamismo fundamentalista y a escala global. Y hoy que han caído las caretas y en alguna medida se va sabiendo quién es quién en esta escalada del terrorismo, paralelamente se advierte la verdadera dimensión de aquel atentado del 17 de marzo del 92 cuando un coche bomba demolió la mansión de la calle Arroyo de Buenos Aires, donde funcionaba la Embajada de Israel. Porque si en aquel entonces el mundo hubiese exigido al (corrupto) gobierno argentino una rápida investigación y resolución del suceso (como ocurrió en las otras ciudades atacadas), muy distinta sería la realidad que estamos viviendo. A cambio de ello lo quisieron hacer ver como algo que pasaba en un país atrasado, incapaz y desprotegido y aquí tenemos las consecuencias. Con el agravante de que tras las bombas recibidas en propio suelo las naciones-potencia agredidas se encuentran paralizadas por la incertidumbre y el miedo, objetivo prioritario, y vaya si logrado, por el terrorismo internacional. De ahí la importancia de darle la correspondiente dimensión a la fecha y conmemorarla como hecho liminar de nuestra historia contemporánea. Habrá sí quien lo festeje con no poco regodeo, se presume o asegura, pero somos muchos más los que lo recordaremos con el alma estrujada por el dolor. Porque sabemos que la única manera de apuntalar la historia es teniendo bien presentes sobre todo sus acontecimientos más aciagos, a fin de impedir que vuelvan a aplastarnos. Mantenerlos en la memoria, pero sin desatender su verdadero sentido. Porque nuestro avance civilizatorio, moral y tecnológico se ha basado en aquella proverbial actitud de manejarnos dando “un paso atrás y dos adelante” (que no es propiedad de ninguna ideología en particular, sino hija de la lógica) y difícilmente los hombres del mundo libre aceptaremos renunciar a sus beneficios (¿o muchos sí lo harán?). Motivo por el cual, en estos momentos en que por desidia, cobardía o resignación estamos retrocediendo a grandes zancadas ante un enemigo eminentemente medieval y feroz, ha llegado la hora de despertar y enfrentarlo. En nuestra humilde condición de ciudadanos, evitando que sus criminales andanzas se pierdan en el olvido.