
Cosa compleja la victoria de Obama
El mundo parece haber salido de sus estribos con la victoria del candidato de color. ¿Acaso podrá llevar a cambio el tan cacareado cambio que ha prometido concretar para bien de la primera potencia y, por ende, de todo el orbe progresista?
Como israelí que soy, ante todo y sobre todo me pregunto en qué medida la elección de Barak Obama habrá de gravitar sobre el conflicto entre Israel y los árabes. Espero que no haya cambios radicales en la actitud de Washington. Y no trataré a esta altura de hacer otras conjeturas. Sencillamente no sé. Y no creo que nadie lo sepa. Quien se atreva a abarcar este asunto a fondo se arriesga de no dar en el blanco. Realmente asume un gran riesgo.
Pero en qué medida puede afectar sobre el mundo la elección del nuevo presidente norteamericano. Para empezar: es positivo que se haya electo un dirigente de color por tan amplio margen. Ojalá que ello sea un símbolo para reducir sino anular la discriminación mundial, que nos afecta entre otros a nosotros, los judíos. Por otra parte, su victoria ha paliado la no siempre justificada animadversión de musulmanes, europeos y latinoamericanos para con el régimen norteamericano. No se trata si Bush fue bueno, regular, malo o pésimo; es un sentimiento que cunde no importa quién sea el inquilino de turno en la Casa Blanca. Es lamentable, pero resulta que gran parte del mundo es tradicionalmente anti-yanqui. Posiblemente, porque hay aquí un nada encubierto resentimiento por lo que ha llegado a ser la primera potencia mundial.
Confieso que no soy de derecha; muchas veces suele desembocar en dictaduras. Las aborrezco, y por razones personales siempre consideraré a Franco como un déspota que tenía las manos ensangrentadas. Pero resulta que la izquierda me ha traicionado. Sobre todo la izquierda española, la que en mi niñez era el portaestandarte de la libertad. Ahora se ha vuelto netamente pro palestina y anti-israelí. (Salvo alguna que otra excepción, como lo indiqué en un artículo previo). Aclaro, nunca he sido comunista; es un modo adicional de esclavizar a las masas, no menos brutal que el desalmado fascismo franquista. Pero no me explico este vuelco de quienes en días pasados representaban la mayor esperanza del mundo progresista. Por otra parte, recordemos que todos los extremistas del momento han aplaudido de uno u otro modo al candidato de color: para mí eso ya es motivo de sospecha. A ello se han de agregar los insistentes rumores que durante su niñez en Indonesia se le inculcaron teorías fundamentalistas musulmanas. De ser así, diría que mal comenzamos.
Y así es. Puede ser una casualidad, pero en los dos días después de su aparatosa victoria (estas líneas se escriben el viernes 8) las bolsas de todo el mundo han acusado espectaculares bajas. Pensaría que de ser algo positivo, la elección de Obama hubiera debido tener un efecto totalmente diferente. Como bien sabemos, no es un suceso que preocupa solamente a los grandes magnates; nos puede afectar a todos; a fulano, mengano y zutano. Es decir, a usted, él y yo. Todos en la misma olla. Que arde literalmente sobre fuego vivo.
Es posible que me equivoque cuando exponga semejantes dudas. Pero es evidente que lo prometido por Barak Obama es de tal magnitud, que mucho me temo que se quede corto. El cambio tan cacareado se enfrenta con una crisis de tal envergadura, que antes de ser un emprendedor Obama habrá de hacer de bombero para sofocar el incendio. Posiblemente él no tenga la culpa, pero tiene la obligación de hacerlo como primer paso. De hacer la vista gorda, nada bueno saldrá de su gestión gubernamental.
Por lo tanto, contemplo con mucha inquietud el cambio en cuestión. La pregunta que se debería hacer es por quién ha votado el pueblo norteamericano: ¿realmente por el cambio prometido por Obama? O es una protesta por un régimen descalabrado como tantos dicen que ha sido el de Bush.
De modo que más que nada contemplo la situación en forma circunspecta. Y más que sobrio, albergo algunas dudas. Un escepticismo que parece estar bien fundado.
Moshé Yanai
El mundo parece haber salido de sus estribos con la victoria del candidato de color. ¿Acaso podrá llevar a cambio el tan cacareado cambio que ha prometido concretar para bien de la primera potencia y, por ende, de todo el orbe progresista?
Como israelí que soy, ante todo y sobre todo me pregunto en qué medida la elección de Barak Obama habrá de gravitar sobre el conflicto entre Israel y los árabes. Espero que no haya cambios radicales en la actitud de Washington. Y no trataré a esta altura de hacer otras conjeturas. Sencillamente no sé. Y no creo que nadie lo sepa. Quien se atreva a abarcar este asunto a fondo se arriesga de no dar en el blanco. Realmente asume un gran riesgo.
Pero en qué medida puede afectar sobre el mundo la elección del nuevo presidente norteamericano. Para empezar: es positivo que se haya electo un dirigente de color por tan amplio margen. Ojalá que ello sea un símbolo para reducir sino anular la discriminación mundial, que nos afecta entre otros a nosotros, los judíos. Por otra parte, su victoria ha paliado la no siempre justificada animadversión de musulmanes, europeos y latinoamericanos para con el régimen norteamericano. No se trata si Bush fue bueno, regular, malo o pésimo; es un sentimiento que cunde no importa quién sea el inquilino de turno en la Casa Blanca. Es lamentable, pero resulta que gran parte del mundo es tradicionalmente anti-yanqui. Posiblemente, porque hay aquí un nada encubierto resentimiento por lo que ha llegado a ser la primera potencia mundial.
Confieso que no soy de derecha; muchas veces suele desembocar en dictaduras. Las aborrezco, y por razones personales siempre consideraré a Franco como un déspota que tenía las manos ensangrentadas. Pero resulta que la izquierda me ha traicionado. Sobre todo la izquierda española, la que en mi niñez era el portaestandarte de la libertad. Ahora se ha vuelto netamente pro palestina y anti-israelí. (Salvo alguna que otra excepción, como lo indiqué en un artículo previo). Aclaro, nunca he sido comunista; es un modo adicional de esclavizar a las masas, no menos brutal que el desalmado fascismo franquista. Pero no me explico este vuelco de quienes en días pasados representaban la mayor esperanza del mundo progresista. Por otra parte, recordemos que todos los extremistas del momento han aplaudido de uno u otro modo al candidato de color: para mí eso ya es motivo de sospecha. A ello se han de agregar los insistentes rumores que durante su niñez en Indonesia se le inculcaron teorías fundamentalistas musulmanas. De ser así, diría que mal comenzamos.
Y así es. Puede ser una casualidad, pero en los dos días después de su aparatosa victoria (estas líneas se escriben el viernes 8) las bolsas de todo el mundo han acusado espectaculares bajas. Pensaría que de ser algo positivo, la elección de Obama hubiera debido tener un efecto totalmente diferente. Como bien sabemos, no es un suceso que preocupa solamente a los grandes magnates; nos puede afectar a todos; a fulano, mengano y zutano. Es decir, a usted, él y yo. Todos en la misma olla. Que arde literalmente sobre fuego vivo.
Es posible que me equivoque cuando exponga semejantes dudas. Pero es evidente que lo prometido por Barak Obama es de tal magnitud, que mucho me temo que se quede corto. El cambio tan cacareado se enfrenta con una crisis de tal envergadura, que antes de ser un emprendedor Obama habrá de hacer de bombero para sofocar el incendio. Posiblemente él no tenga la culpa, pero tiene la obligación de hacerlo como primer paso. De hacer la vista gorda, nada bueno saldrá de su gestión gubernamental.
Por lo tanto, contemplo con mucha inquietud el cambio en cuestión. La pregunta que se debería hacer es por quién ha votado el pueblo norteamericano: ¿realmente por el cambio prometido por Obama? O es una protesta por un régimen descalabrado como tantos dicen que ha sido el de Bush.
De modo que más que nada contemplo la situación en forma circunspecta. Y más que sobrio, albergo algunas dudas. Un escepticismo que parece estar bien fundado.
Moshé Yanai