
Qué debe hacer Obama en Oriente Medio?
Por Samuel Hadas*
Oriente Medio siguió en vilo la campaña presidencial de Estados Unidos que lo llevó a despertar ayer con un nuevo presidente en Washington, Barack Obama. No podía ser de otra manera. Al fin y al cabo el quehacer diplomático de Estados Unidos, así como su política económica, influyen en forma significativa en el devenir de la región. La inmensa mayoría de los medios de comunicación de la región había apostado claramente por Obama, en la esperanza -aunque no sin escepticismo- de que el cambio que prometía llegara también a Oriente Medio.
Ocho años de una política que contribuyó a crear un clima de gran hostilidad y resentimiento hacia Estados Unidos en Oriente Medio, sobre todo por las guerras en Irak y Afganistán, así como por sus posiciones en relación con el proceso de paz palestino-israelí, llevaron a que la denostada administración del presidente George W. Bush perdiera toda credibilidad, y con ello la capacidad de implicarse constructivamente en la búsqueda de soluciones a los candentes problemas que aquejan a esta zona.
El próximo presidente heredará el liderazgo de un país que sigue siendo el más poderoso del globo pero también deberá lidiar con el legado que en esta región le deja su predecesor, uno de los más desastrosos que un mandatario norteamericano haya dejado a su sucesor. Uno de los primeros cometidos de Barack Obama deberá ser intentar reparar los daños infligidos a la credibilidad de Estados Unidos en esta zona, como consecuencia de los desaciertos de su predecesor.
Es un hecho histórico que lo que los candidatos declaran sobre política exterior en sus campañas electorales, no siempre puede ser tomado como una guía exacta de lo que harán en el caso de ser electos, escribe uno de los más destacados estudiosos de la diplomacia, Richard Holbrooke. Pero es indudable que, a juzgar no solamente por sus declaraciones sino por las ideas y la experiencia de los asesores de quienes se ha rodeado, el nuevo presidente se apresta a introducir cambios significativos en el manejo de la política internacional estadounidense, sobre todo en esta región, una de las más volátiles e impredecibles del globo, que está atravesando uno de sus momentos más tumultuosos en mucho tiempo.
Obama ha prometido tomar parte activa y asumir un compromiso personal con la paz, en clara diferencia de lo actuado por Bush. Entre sus colaboradores más cercanos se encuentran diplomáticos con una larga experiencia en el manejo de conflictos en Oriente Medio: Dennis Ross, Dan Kurtzer, así como Dan Shapiro, que fuera alto funcionario del Consejo de Seguridad Nacional. Todos ellos formaron parte de la administración del presidente Bill Clinton.
El retorno de estos diplomáticos a la administración de Washington señalaría que Obama se apresta a adoptar "el enfoque intervencionista por la paz" de Clinton, como destaca un analista israelí, mientras que si esto no ocurre, señalaría que no tiene prisa en implicarse en el proceso palestino-israelí.
¿Qué debe hacer el sucesor de Bush en Oriente Medio? Nadie ignora que el nuevo mandatario deberá dedicarse de lleno en un primer momento a la crisis financiera global, por lo que nadie espera que nada más asumir se dedique a la búsqueda de soluciones a los problemas de esta región.
En cualquier caso, Oriente Medio, quiérase o no, seguirá ocupando la agenda diplomática de Washington durante muchos años. Los países de la región, y por supuesto Israel, esperan de la nueva administración una política equilibrada entre su guerra contra el terrorismo y su apoyo a los procesos de paz y estabilización de la región.
Estados Unidos, escribe el comentarista israelí Akiva Eldar, está a la espera de un presidente que pueda extraer las conclusiones correctas de la política del "eje del mal" y de la "democratización de esta región", el grandioso programa del Gran Oriente Medio.
Su primer quebradero de cabeza lo constituirá la búsqueda de una salida decorosa de Irak, donde la situación, sobre todo como consecuencia de los fallos de Washington a nivel político y militar, pareciera estar en un callejón sin salida, lo que obligará a su administración a revaluar sus objetivos.
El frágil proceso de paz palestino israelí, en estos momentos atascado por la situación política en Israel, también espera el retorno de la administración de Washington. En estas cuestiones, como en otros problemas que aquejan a Oriente Medio, es de suponer que intentará lograr una implicación más decisiva de la Unión Europea.
Existen fundadas razones, en opinión de analistas norteamericanos, para suponer que Obama perseguirá en esta región una política más multilateral que Bush, buscando la convergencia con la política de sus socios transatlánticos y una mayor solidez de su cooperación, no solamente en la búsqueda de una solución al problema de Irak, sino en el tratamiento de otros problemas candentes como la guerra en Afganistán, el conflicto palestino-israelí, la carrera armamentista nuclear y los designios hegemónicos de Irán y la crisis libanesa, entre otros.
Obama ha insistido en la necesidad de reforzar y construir nuevas alianzas y sobre todo lograr que éstas se impliquen en forma más decidida en la lucha contra amenazas como el terrorismo o la proliferación de armamento nuclear.
Cuando se decida a implicarse más a fondo en Oriente Medio, Obama descubrirá rápidamente que la consigna que lo llevó a la presidencia, "Change we need", aunque ha ganado apoyo y simpatía en esta región necesitada de un cambio, no le será suficiente para reparar el daño causado por la administración de Bush. Además, no deberá olvidar que a la presente administración le quedan aún varios meses en el poder, tiempo suficiente para cometer nuevos y hasta garrafales errores.
* Diplomático y analista político, primer embajador de Israel en España y ante la Santa Sede
Por Samuel Hadas*
Oriente Medio siguió en vilo la campaña presidencial de Estados Unidos que lo llevó a despertar ayer con un nuevo presidente en Washington, Barack Obama. No podía ser de otra manera. Al fin y al cabo el quehacer diplomático de Estados Unidos, así como su política económica, influyen en forma significativa en el devenir de la región. La inmensa mayoría de los medios de comunicación de la región había apostado claramente por Obama, en la esperanza -aunque no sin escepticismo- de que el cambio que prometía llegara también a Oriente Medio.
Ocho años de una política que contribuyó a crear un clima de gran hostilidad y resentimiento hacia Estados Unidos en Oriente Medio, sobre todo por las guerras en Irak y Afganistán, así como por sus posiciones en relación con el proceso de paz palestino-israelí, llevaron a que la denostada administración del presidente George W. Bush perdiera toda credibilidad, y con ello la capacidad de implicarse constructivamente en la búsqueda de soluciones a los candentes problemas que aquejan a esta zona.
El próximo presidente heredará el liderazgo de un país que sigue siendo el más poderoso del globo pero también deberá lidiar con el legado que en esta región le deja su predecesor, uno de los más desastrosos que un mandatario norteamericano haya dejado a su sucesor. Uno de los primeros cometidos de Barack Obama deberá ser intentar reparar los daños infligidos a la credibilidad de Estados Unidos en esta zona, como consecuencia de los desaciertos de su predecesor.
Es un hecho histórico que lo que los candidatos declaran sobre política exterior en sus campañas electorales, no siempre puede ser tomado como una guía exacta de lo que harán en el caso de ser electos, escribe uno de los más destacados estudiosos de la diplomacia, Richard Holbrooke. Pero es indudable que, a juzgar no solamente por sus declaraciones sino por las ideas y la experiencia de los asesores de quienes se ha rodeado, el nuevo presidente se apresta a introducir cambios significativos en el manejo de la política internacional estadounidense, sobre todo en esta región, una de las más volátiles e impredecibles del globo, que está atravesando uno de sus momentos más tumultuosos en mucho tiempo.
Obama ha prometido tomar parte activa y asumir un compromiso personal con la paz, en clara diferencia de lo actuado por Bush. Entre sus colaboradores más cercanos se encuentran diplomáticos con una larga experiencia en el manejo de conflictos en Oriente Medio: Dennis Ross, Dan Kurtzer, así como Dan Shapiro, que fuera alto funcionario del Consejo de Seguridad Nacional. Todos ellos formaron parte de la administración del presidente Bill Clinton.
El retorno de estos diplomáticos a la administración de Washington señalaría que Obama se apresta a adoptar "el enfoque intervencionista por la paz" de Clinton, como destaca un analista israelí, mientras que si esto no ocurre, señalaría que no tiene prisa en implicarse en el proceso palestino-israelí.
¿Qué debe hacer el sucesor de Bush en Oriente Medio? Nadie ignora que el nuevo mandatario deberá dedicarse de lleno en un primer momento a la crisis financiera global, por lo que nadie espera que nada más asumir se dedique a la búsqueda de soluciones a los problemas de esta región.
En cualquier caso, Oriente Medio, quiérase o no, seguirá ocupando la agenda diplomática de Washington durante muchos años. Los países de la región, y por supuesto Israel, esperan de la nueva administración una política equilibrada entre su guerra contra el terrorismo y su apoyo a los procesos de paz y estabilización de la región.
Estados Unidos, escribe el comentarista israelí Akiva Eldar, está a la espera de un presidente que pueda extraer las conclusiones correctas de la política del "eje del mal" y de la "democratización de esta región", el grandioso programa del Gran Oriente Medio.
Su primer quebradero de cabeza lo constituirá la búsqueda de una salida decorosa de Irak, donde la situación, sobre todo como consecuencia de los fallos de Washington a nivel político y militar, pareciera estar en un callejón sin salida, lo que obligará a su administración a revaluar sus objetivos.
El frágil proceso de paz palestino israelí, en estos momentos atascado por la situación política en Israel, también espera el retorno de la administración de Washington. En estas cuestiones, como en otros problemas que aquejan a Oriente Medio, es de suponer que intentará lograr una implicación más decisiva de la Unión Europea.
Existen fundadas razones, en opinión de analistas norteamericanos, para suponer que Obama perseguirá en esta región una política más multilateral que Bush, buscando la convergencia con la política de sus socios transatlánticos y una mayor solidez de su cooperación, no solamente en la búsqueda de una solución al problema de Irak, sino en el tratamiento de otros problemas candentes como la guerra en Afganistán, el conflicto palestino-israelí, la carrera armamentista nuclear y los designios hegemónicos de Irán y la crisis libanesa, entre otros.
Obama ha insistido en la necesidad de reforzar y construir nuevas alianzas y sobre todo lograr que éstas se impliquen en forma más decidida en la lucha contra amenazas como el terrorismo o la proliferación de armamento nuclear.
Cuando se decida a implicarse más a fondo en Oriente Medio, Obama descubrirá rápidamente que la consigna que lo llevó a la presidencia, "Change we need", aunque ha ganado apoyo y simpatía en esta región necesitada de un cambio, no le será suficiente para reparar el daño causado por la administración de Bush. Además, no deberá olvidar que a la presente administración le quedan aún varios meses en el poder, tiempo suficiente para cometer nuevos y hasta garrafales errores.
* Diplomático y analista político, primer embajador de Israel en España y ante la Santa Sede