LA ACTUALIDAD

Un “proceso de paz" patético
En 1993, la Organización
para la Liberación de Palestina se transformaba en la Autoridad Palestina. La AP asumiría las responsabilidades de gobierno del pueblo palestino, el primer paso hacia el estado.
por Asaf Romirowsky y Amos N. Guiora

En 1993, la Organización para la Liberación de Palestina se transformaba en la Autoridad Palestina. La AP asumiría las responsabilidades de gobierno del pueblo palestino, el primer paso hacia el estado.
El sueño de ingresar en la familia de naciones era tangible.
¿Qué salió mal? En la puesta en práctica, Yaser Arafat continuó fomentando el mensaje victimista del estatus quo de opresión de los palestinos como resultado
directo de la ocupación israelí y la indiferencia occidental (norteamericana principalmente), por no decir consentimiento -- a pesar del hecho de que era la Autoridad Palestina la que tenía la responsabilidad de los asuntos civiles y de la seguridad en la Franja de Gaza y zonas de Cisjordania.
El mensaje de Arafat: no asumir ninguna responsabilidad, y culpar de todo a los demás. En
lugar de centrarse en establecer una entidad política y económica viable, la corrupción fue la norma. No se construyó nada. Fue una diestra pérdida de una oportunidad.
¿Hizo siempre
Israel lo adecuado por los palestinos? Categóricamente no -- errores significativos eran cometidos por los sucesivos gobiernos. Pero en cumplimiento con Oslo, ellos sí iniciaron una campaña para preparar los israelíes para la realidad de la paz, algo que nunca vimos en la sociedad de los palestinos.
Vayamos tres años después de la muerte de Arafat, con
Estados Unidos intentando ahora arbitrar una resolución en un paisaje muy triste.
El sucesor de Arafat, Mahmoud Abbás, nunca ha logrado escapar de la sombra de Arafat. Abbás no es percibido sino como una reliquia de la vieja guardia. No es ninguna sorpresa que Hamas saliera victorioso en las legislativas de 2006. La corrupción institucionalizada de la Autoridad Palestina proporcionó a Hamas la fórmula de la victoria.
Se expulsó al partido de la corrupción, y se eligió al partido de la "integridad y la honestidad". El resultado es una entidad bicéfala ineficaz: Abbás, débil e incapaz, es el rais de la Autoridad Palestina; Ismail Haniyeh, primer ministro de Hamas, es el secretario general de un partido que hace frente a la Autoridad Palestina en una guerra civil y llama a la destrucción de Israel.
Si Abbás hubiera estado genuinamente preocupado por el pueblo palestino, estaría reformando la Autoridad Palestina, trabajando con Estados Unidos, Europa, los regímenes árabes e Israel para proporcionar mejores programas sociales que comieran terreno a Hamas.
Pero para ser un verdadero reformista, cualquier líder palestino tiene que aceptar a Israel como estado judío. El pueblo palestino tiene que entender esto. Si Abbás es capaz de hacerlo o no, es una cuestión en el aire. Seguir jugando la baza de la víctima es mucho más fácil que coger el toro por los cuernos.
Para tener una verdadera solución de dos estados, los palestinos tienen que asumir sus responsabilidades.
Lo cual nos lleva a Hamas. Al volar por los aires la frontera entre Gaza y Egipto, permitiendo a los habitantes de Gaza comprar comida y otros productos básicos en Egipto, Hamas lograba avergonzar a tres regímenes diferentes.
El episodio fue una soberbia maniobra política y mediática que permitió a Hamas reír el último. Israel era retratado como "el carcelero" que controla Gaza (al mismo tiempo que los israelíes son objetivo de ataques diarios con misiles por parte de Hamas), la Autoridad Palestina era percibida como un gobierno incapaz de alimentar a su pueblo, y el Presidente egipcio Mubarak tenía las de perder a la hora de responder a los cientos de miles de habitantes de Gaza que inundaban Egipto, y después a la hora de cerrar la frontera.
¿Dónde deja esto al proceso de paz palestino-israelí? Mientras Hamas lleve las riendas tanto en Gaza como a lo largo de la frontera Gaza-Egipto, la amenaza para Israel seguirá escalando. El peligro de armamento introducido en Gaza de contrabando desde Egipto es real y extraordinario motivo de preocupación para los legisladores israelíes.
Abbás ha estado hablando con los israelíes, pero su debilidad permite que Hamas sea percibido una vez más como el triunfador. Después de todo, es Hamas el que ha tratado con eficacia la necesidad de cohesión y de comida.
Pero el asunto más importante es estratégico, no táctico. ¿A dónde nos conduce todo esto? No se trata de quién "ganó la partida", sino de "quién lleva las de ganar". La respuesta nos dirá quién está realmente al mando.
Parece que lo que la mayor parte de los palestinos puede esperar seguro de su directiva (sea Fatah o Hamas) es la continuación del sistema estrepitosamente fallido de Arafat. Otro líder más demasiado vacilante -- o no lo bastante valiente -- para tomar un camino distinto, para liderar de verdad.
¿Va a institucionalizarse la victimología? ¿El estilo corrupto va a ser la herencia eterna de la Autoridad Palestina? ¿Seguirán guiando las tácticas a corto plazo a la Autoridad Palestina y a Hamas, por no mencionar el constante bombardeo de las ciudades israelíes?
¿Quién manda? Quién sabe…
El Dr. Asaf Romirowsky es docente del Instituto de Estudios Mediterráneos del Kings College de Londres y fue enlace diplomático destacado en Jordania. Es titular del Middle East Forum.
El profesor Amos N. Guiora ocupa la cátedra S.J. Quinney de la Facultad de Derecho de la Universidad de Utah.

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El
estado del odio al judío
Pero debe observarse que en la era post-Holocausto, el antisemitismo público tiende a crecer y descender en
relación directa con las percepciones de fuerza o debilidad por parte de Israel.
por Isi Leibler
Casi 300 parlamentarios, académicos, activistas de derechos
humanos y líderes judíos de todo el mundo están participando en el Foro Global contra el Antisemitismo celebrado bajo auspicios del Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel y Ministerio del Asuntos de la Diáspora. Lo que es más importante, al menos 45 gobiernos están representados y han prometido cooperación significativa con Israel para combatir el odio más antiguo del mundo.
Este compromiso, combinado con una cifra récord de participantes de alto nivel, refleja la creciente preocupación una proliferación de la judeofobia que habría sido juzgada inconcebible hace apenas una década, cuando los antisemitas eran considerados una especie casi extinta. La intensidad del odio hoy se ha vuelto tan feroz que es siniestramente evocadora de las ocasiones anteriores en las que la demonización precedió a las catástrofes judías.
Paradójicamente, dejando al margen al mundo árabe, este tsunami antisemita está teniendo lugar en el momento en que los judíos han logrado un nivel único de igualdad, libertad y riqueza, y las ceremonias anuales de recuerdo del Holocausto han sido institucionalizadas y elevadas a un estatus sin precedentes.
Pero debe observarse que en la era post-Holocausto, el antisemitismo público tiende a crecer y descender en relación directa con las percepciones de fuerza o debilidad por parte de Israel. El antisemitismo se hundía a sus niveles más reducidos como consecuencia de la Guerra de los Seis Días, y experimentaba un incremento exponencial tras la Segunda Guerra del Líbano, cuando Israel era percibido como débil.
El antisemitismo contemporáneo difiere del odio tradicional que se encontraron los judíos a lo largo de los siglos. Pero el veneno que emana del mundo islámico no es menos letal que la variedad Nazi más obscena, incorporando hasta el elemento medieval más conocido del libelo de sangre. La judeofobia islámica combina la xenofobia religiosa demoniaca con el racismo; representa a los judíos y los israelíes como vampiros y descendientes de los cerdos y los monos, como criaturas diabólicas que diseminan el sida, conspiradores que pretenden esclavizar a la humanidad, y como los verdaderos cerebros tras los ataques del 11 de Septiembre.
En una palabra, los judíos son de nuevo retratados como la fuente de todos los males del mundo y presentados como el cáncer que tiene que ser extirpado a la humanidad.
La era electrónica supone un favor a estos fanáticos del odio que, al contrario que sus predecesores Nazis, hoy son capaces de diseminar a nivel global su satánica difamación de los judíos a través de Internet, con eficacia e instantáneamente.
En Occidente, la judeofobia árabe ha sido refinada e integrada con los veteranos prejuicios religiosos, culturales y raciales que, debido a las reverberaciones del Holocausto, habían sido suprimidos durante medio siglo. La recién resucitada tendencia del antisemitismo ya no se dirige principalmente contra los judíos particulares. Israel, "el judío entre las naciones" se ha convertido en un nuevo vehículo para demonizar a los judíos.
El punto de inflexión simbólico fue la viñeta que muestra a Ariel Sharon como un monstruo que devora niños palestinos, la cual recibía el premio a la mejor viñeta en el Reino Unido hace unos cuantos años. Este enfoque y otras calumnias, empleando en especial la inversión del Holocausto vinculando el comportamiento israelí a los crímenes Nazis, se ha convertido en rasgo característico de gran parte de los medios occidentales.
El nuevo antisemitismo representa a Israel como la encarnación del diablo. Después incluso de que un estado criminal como Irán amenaza con borrar del mapa a Israel y bien puede desatar una catástrofe nuclear global, la mayor parte de los europeos aún califica al estado judío como la mayor amenaza para la paz en el mundo.
Mientras tanto, los principales grupos de derechos humanos se han vistos secuestrados por racistas anti-Israel que aplican sin ninguna vergüenza dobles raseros contra el estado judío. De igual manera, muchos socialdemócratas y progresistas tradicionales, antiguos aliados del pueblo judío, ahora desfilan bajo pancartas como "Todos somos Hezbolá”, haciendo mofa de su presunta preocupación por los derechos humanos.
El Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, la Conferencias Mundial sobre Racismo y un buen número de ONG ignoran a propósito los bárbaros regímenes que niegan derechos humanos básicos a su ciudadanía, y dirigen su veneno contra Israel. Tanto si estos festivales del odio están motivados por el antisemitismo como si simplemente se dedican a deslegitimar al estado judío, es irrelevante.
Naturalmente, los judíos europeos se sienten particularmente en peligro. Algunos niegan compulsivamente o mienten descaradamente, esperando que el odio desaparezca por su propia cuenta; la mayoría es profundamente pesimista acerca del futuro de sus hijos en un continente que hace apenas 60 años estaba bañado en la sangre de sus parientes. Las repercusiones más severas son visibles en las universidades europeas, que se han transformado en centros de Israel-fobia. En menor medida está emergiendo ahora en los campus de Estados Unidos.
Durante los últimos años, el fenómeno de los judíos marginales que demonizan al estado judío ha estado ganando prominencia. Los judíos que difaman a su propio pueblo no son una experiencia nueva, y puede remontarse hasta la antigüedad, hasta los conversos judíos al cristianismo en la Edad Media, y hasta universalistas como Karl Marx, que no hizo ningún esfuerzo por ocultar su repugnancia hacia su pueblo. Más recientemente, los judíos que apoyaron el estalinismo o que se convirtieron en sus compañeros de viaje aplaudían los asesinatos de sus parientes y defendían al régimen soviético represivamente antisemita.
Hoy, bajo el disfraz de promover los derechos humanos, sus sucesores apoyan públicamente a los enemigos más rabiosos de Israel. Algunos llegan a tener la cara dura de afirmar que los valores morales judíos les obligan a promover la deslegitimación del estado judío y defender a los asesinos y los terroristas suicida que ponen sus miras en civiles.
Como es de esperar, los jihadistas y sus aliados explotan con entusiasmo a estas personas. En cuanto son desafiados, los críticos judíos de Israel se quejan de ser víctimas de McCarthyismo sionista e insisten en que ellos simplemente están tomando parte en una crítica legítima a las políticas israelíes.
Esto subrayan la necesidad de reiterar la distinción de crítica legítima, en contraposición a la demonización o la deslegitimación del estado judío, utilizada con frecuencia como camuflaje para el antisemitismo obvio. Se han logrado ciertos progresos y entidades como la Unión Europea ahora advierten públicamente de que el antisionismo está siendo empleado como vehículo para provocar el antisemitismo.
La realidad es que lejos de estar protegido de críticas, el gobierno israelí sufre más desaprobación y crítica de su propio pueblo y de los judíos en general que de ningún otro régimen.
En el contexto de confrontar el antisemitismo islámico, ha llegado el momento de condenar el mantra políticamente correcto de que, en su actual manifestación, el Islam es una religión de paz. Esto es una tontería absurda. El judaísmo, el cristianismo y el islam, todas comparten escritura y textos sagrados que incorporan temáticas que aprueban implícitamente la violencia. Pero de igual manera proporcionan espacio a la interpretación que promueve la tolerancia y el respeto a los que no comparten la creencia.
Bajo la influencia de las enseñanzas wahabíes procedentes hoy de Arabia Saudí, es innegable que las entidades islámicas más prominentes como muchos árabes seculares, por no decir que aprueban activamente la violencia, en el mejor de los casos permanecen en silencio. Denunciar esto en ningún sentido contradice o inhibe simultáneamente el diálogo y el esfuerzo por construir puentes con grupos islámicos moderados lo bastante valientes para condenar los jihadistas.
Finalmente, es un hecho que desde los Acuerdos de Oslo de 1993, el estado judío ha fracasado a la hora de defenderse con eficacia en la escena internacional. Por motivos políticos, el gobierno también ha tendido a subestimar la incitación criminal antisemita y la cultura de muerte y martirio que hasta la fecha impera en las zonas administradas por nuestros supuestos socios de paz moderados palestinos.
Con el fin de crear "una atmósfera adecuada" para promover el proceso de paz, ha tenido lugar una inclinación a pasar por alto el hecho de que los jardines de infancia, las mezquitas, los medios y todas las instancias de la sociedad bajo la jurisdicción de la Autoridad Palestina siguen alimentando a los futuros asesinos de judíos y santificando el martirio.
El objeto del Foro Global es examinar estos asuntos y considerar políticas diseñadas para invertir la tendencia. Mi esperanza es que ello cree una entidad permanente para lleve a cabo actividades constantes en coordinación con el gobierno israelí hasta que se reúna la siguiente conferencia.
La presencia de destacados parlamentarios y personalidades no judías en representación de un amplio espectro político sugiere que los esfuerzos por expandir alianzas con grupos políticos y ONG que promueven de verdad los derechos humanos están comenzando a dar frutos. Por encima de todo, la presencia de 45 gobiernos que han prometido cooperar con el gobierno israelí para vencer este mal debería interpretarse como señal de que la tendencia podría estar invirtiéndose.
Tampoco deberíamos subestimar el beneficio del extraordinario apoyo que Israel recibe hoy de enormes cifras de cristianos evangélicos, cuya importante contribución muchos de nosotros estamos empezando a apreciar por completo ahora.
Claramente la lucha del pueblo judío contra el odio más antiguo del mundo va a seguir en curso. Pero hemos superado situaciones mucho peores. Ahora tenemos que emplear nuestros activos globales de la manera más eficaz y unirnos a otros para evidenciar, avergonzar y desacreditar a los racistas y los bárbaros que promueven el racismo y la judeofobia y amenazan con contaminar la higiene social de las democracias.
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Hoy no es ayer
Las críticas del
mundo al Estado hebreo, implacables aunque estos países no ignoran que cada respuesta israelí es un legítimo e ineludible acto de defensa, dan pábulo para que los criminales integristas se envalentonen y vayan siempre por más.
por Mario Linovesky

“Antes de ser el que soy todos los rivales me golpeaban a voluntad y entonces hubo un
momento en que pensé que debería dedicarme a otra cosa; pero un día me planté y comencé a golpear yo primero. Desde entonces todo cambió para mí y hoy soy prácticamente imbatible, aunque en ocasiones haya algunos que tienden a creer que caigo, ignorando que yo estoy predispuesto a vencer y que nada ni nadie podrán arredrarme” (declaraciones de Oscar de la Hoya, Campeón Mundial de Boxeo)
Soy un condenado consumado y eterno. ¿A qué?: pues a lo que se le ocurra al verdugo de turno. Mi condena, de suyo arbitraria y grotesca, fue decretada desde muchísimo tiempo previo a que mis padres se conocieran, en un acto de futurismo delirante por donde se lo quiera mirar. Y también condenados absurdamente estuvieron mis antepasados y lo están hoy mis hijos, así como no dejarán de estarlo los descendientes de ellos... y por los siglos de los siglos (esto último, rezo y espero porque no). Sin embargo no somos, los de mi núcleo
familiar y entorno, condenados solitarios; nos acompañan en dicha penalización algunos otros millones de humanos, poquititos en número si los comparamos con el gigantesco resto, quienes comparten con nosotros una misma religión, cultura e historia, y ahora, también, un Estado Independiente. Soy... somos... ¡los judíos!.
En el transcurso de los siglos nos aporrearon de todas las formas, con persecuciones, castigos individuales y colectivos, pogromos y hasta con el más grande genocidio que se haya conocido jamás. ¿Quiénes?: absolutamente todos, unos por acción y otros por omisión. Aunque estos últimos, cuando advirtieron la barbaridad de la que habían sido cómplices por mirar para otro lado, resolvieron que nos correspondía una indemnización. Aprovechando entonces que en un pequeñísimo rincón del Levante había una tierra totalmente desmantelada y que la misma nos había sido arrebatada por la fuerza dos milenios antes, nos la devolvieron, tal como correspondía por historia y por ley.
En el ínterin entre que el Imperio Romano nos expulsara de aquel territorio con el uso de la prepotencia de sus legiones, hasta que proclamamos allí nuestra renovada independencia, en el vecindario ocurrieron cantidad de acontecimientos. Los más determinantes, y extraídos de nuestra propia cultura y tradición, consistieron en el plasmado de dos religiones monoteístas. Ambas, no es ocioso repetirlo, furibundamente expansionistas. La primera de ellas, el cristianismo, fue la consecuencia, entre otras muchas cuestiones, de un desacuerdo entre los seguidores del Rabino Ieshu o Ioshua ben Iosef (Jesús hijo de José) y nuestra dirigencia religiosa, sobre si había advenido el Mesías o no, título éste que le conferían al Rabino mencionado. La segunda, fue cuando algunos siglos más tarde un conceptuado profeta, de nombre Muhamad (Mahoma), imaginó una nueva confesión, que de nueva tenía solamente algunos agregados belicistas y descalificadores contra nosotros, sus indiscutibles progenitores.
Derivación de una arremetida sin sentido contra quienes habíamos sido hasta poco tiempo atrás su propia familia (ésto reconocido elípticamente por los últimos Papas), el cristianismo aparecido en primer término nos hizo pagar un amargo precio de persecución y muerte, basado tan solo en acusaciones carentes de razón y asidero. Que aunque se atenuó luego de la matanza dirigida y alentada por los alemanes durante la II Guerra no consiguió sin embargo borrar del sentir colectivo una mentira cuidadosamente elaborada e instalada, ya que la misma permaneció arrebujada por centurias y firmemente entre los militantes del vulgo y dio pie para que los interesados en la destrucción de los judíos obrasen libremente, con la anuencia y también la participación de ellos.
Sin embargo este aquietamiento de las hordas cristianas, para nada significó nuestra tranquilidad, porque la posta la tomaron enseguida determinados sectores del Islam, quienes actúan basados en la permisividad interpretativa que les facilitan ciertos suras (capítulos) de su libro principal (furiosamente judeofóbicos), y que la feligresía del común acepta sin ambages, prescindiendo de hacer ninguna clase de cuestionamientos sobre su razón de ser.
Sin embargo, hoy con el islamismo prevaleciendo en esta ya milenaria persecución ideológica y religiosa, transformando el Dios heredado que redime en uno que solamente castiga, curiosas nuevas aparecieron en escena. Porque tratándose de una hilada de fanáticos que no consiguieron y ni siquiera intentaron salirse del medioevo, nos tienen por ello desconcertados con su ambición sin límites aunque la justifiquen, mediante el uso de toda suerte de excusas, llantos y pataleos. Un método éste que si bien resulta infantil en su explicación y ejecución, no obstante no nos afecta a nosotros solamente, en razón de que codician el universo entero.
De cualquier modo, siempre somos nosotros quienes estamos primeros en su mira, motivo por el cual tanto cristianos, como budistas, hindúes y otros muchos, y ya sea en oriente u occidente, se desentienden de la amenaza en ciernes confiando que la misma se ciña exclusivamente a los judíos y que a ellos no los va a afligir.
Así, desalienta y mucho cuando comprobamos que se persiste en no ver lo evidente, máxime cuando el comportamiento del agresor roza con el ridículo. Porque que se moteje, en este caso puntual a nosotros, como “hijos de los monos y los cerdos” y no haya una repulsión explícita de absolutamente nadie, significa la aceptación por parte del mundo de un pensamiento sucio y es una manera de apañar a aquel que lo expone y utiliza. A más que tamaño grotesco no es único, ya que también los fundamentalistas apelan a la complicidad de entes inertes como “las piedras y los árboles” (leer el manifiesto fundacional de Hamás), exigiéndoles que se transformen en alcahuetes suyos denunciando a viva voz que detrás de ellos se esconden judíos, para enseguida ordenarle al “piadoso” musulmán que venga a matarlos, en una de las tantas facetas de su yihad (guerra santa) histérica.
Sopesando lo antedicho, que buenos tiempos fueron aquellos cuando el planeta estaba dividido en dos y existía la llamada Guerra Fría. Porque si bien se chumbaban unos a otros y se prometían mutuamente dolorosísimas represalias, en realidad no estaban haciendo otra cosa que compensar fuerzas y disuadir al rival, mediante el uso de esas amenazas vacuas. Todo eso cambió con la caída del Muro de Berlín; y quienes apoyaban su existencia, quedaron con las manos vacías. La cabeza, que duda cabe, ya la tenían así. Y esa gente, que quedó sin un triste ladrillo del Muro, sin politburó y sin Stalin, quien previamente los había dejado sin Trotzky, sin Lenin y sin algunos cuantos millones de camaradas, es hoy uno de los principales sostenes de este islamismo teo, pluto y autocrático, al que insisten en considerar como el paradigma actual de su “anti-imperialismo” tan añorado. Un pliegue éste al terrorismo mahometano desembozado y furiosamente anti judío-israelí, del que tampoco escapan vastos sectores del centro y la derecha.
Mientras tanto Irán, que se convirtió en avanzada contra la civilización desde el advenimiento de los ayatollás, se está armando sin pausas y con la indisimulada intención de hacerse de la bomba nuclear. Pero en tanto tiene sus principales afanes puestos en ello, no encuentra óbice de ir preparando el terreno para un posterior y definitivo embate, cuya única meta es instalar un Califato a nivel universal. Así, y basado en su poder económico, es el principal provocador y proveedor de pertrechos bélicos a incontables bandas terroristas, para que con sus ataques constantes vayan ablandando al primer enemigo de su lista, o sea el país de los judíos, o sea: Israel.
Las críticas del mundo al Estado hebreo, implacables aunque estos países no ignoran que cada respuesta israelí es un legítimo e ineludible acto de defensa, dan pábulo para que los criminales integristas se envalentonen y vayan siempre por más. Pese a las pocas luces... que distinguen a su dirigencia. Y de este modo asistimos a cantidad de despropósitos, indignos de ser creídos por una sociedad civilizada. Uno de los últimos fue, tras la consecución del congreso nazi que tuvo lugar en Teherán, el que partió de la bocaza del hoy escondido Primer Ministro Palestino (un pueblo del que se tuvo noticias sobre su existencia recién en 1964 y cuyo principal dirigente, un tal Yasser Arafat, curiosamente era egipcio y ajeno a la zona) Ismail Haniye, quien tuvo la “grandeza” de ofrecer a Israel una “tregua” por 20 años, si éste se retiraba a las fronteras de 1967 y permitía el nacimiento de un Estado Palestino. Juguetón el muchacho, creyó que con eso sólo lo iban a considerar bienintencionado. Lástima grande que los judíos están enterados de lo que significa la palabra tregua (que nada tiene que ver con la paz, sino con postergar la agresión) y de modo alguno van a responder a tamaña proposición como no sea con un corte de mangas, menos aún partiendo de un individuo que mandó asesinar a sus hermanos y que por ello está marcado para su oportuna eliminación.
De este modo el juego continuará y sus consecuencias se irán acumulando. Pero aun así, encontrándonos en semejante brete, no ha llegado todavía la hora de suicidarnos. Israel y su pueblo por lo menos no lo harán. Pero…¿y el resto de la humanidad?. Entiendo la desesperación de la gente por este inacabable estado de guerra; pero aun en las circunstancias más críticas, la tendencia del hombre ha de ser como la de aquel que ha caído en aguas profundas: mantenerse a flote, poniendo toda su voluntad y energía para conseguirlo.
Por eso o en vista de eso, hago votos por que despertemos de una buena vez y nos pongamos todos, no sólo los judíos, a la tarea de librarnos para siempre del flagelo extremista que nos amenaza, aun a sabiendas de que no resultará nada sencillo conseguir su definitiva derrota.