
A finales del siglo XIX el egiptólogo Victor Loret descubrió, durante unas excavaciones en los alrededores de la pirámide de Iput (en Saqqara Norte), seis tumbas–capilla pertenecientes al Imperio Nuevo Egipcio. La quinta, la más interesante de todas ellas, ocupaba parte de la mastaba de la reina Khou–At y del templo funerario de la reina Apu–It. Loret pudo confirmar que aquellos restos funerarios pertenecían a un tal Meses (Moisés), escriba del tesoro del Templo de Ptah.Los jeroglíficos de la tumba aluden a un largo proceso judicial por la posesión de un terreno que el faraón Ahmés (Amosis) había concedido a un antepasado de Meses (Moisés) llamado Neshi, durante la guerra de liberación contra los hicsos. Según se desprende de la lectura de los jeroglíficos, el proceso lo inició una descendiente de Neshi y abuela de Moisés hacia el final del reinado de Horemhed, último monarca de la XVIII dinastía.Tres siglos más tarde, Moisés tomó cartas en el asunto y el litigio llegó a su fin. Dicho proceso se inició al término del reinado de Horemheb, último rey de la XVIII dinastía, y concluyó durante el reinado del faraón Ramsés II. En su ensayo Moisés y la religión monoteísta, Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, dice que el profeta era un atoniano convencido, es decir, defensor de la tesis del faraón Akhenatón. Éste sustituyó el culto al dios Amón por Atón, lo que en la práctica supuso el cambio de una religión politeísta a otra monoteísta. Akhenatón acabó con la creencia de que el faraón era la divinidad misma encarnada en la Tierra, pues se consideraba a sí mismo simplemente como el profeta único enviado por Dios.Freud defiende que Moisés y sus huestes de egipcios atonianos –entre los que se encontrarían numerosos hebreos–, seguidores del monoteísmo, huyeron de la contrarreforma politeísta que provocó la destrucción de todo lo que había representado Akhenatón. Sin embargo, se sabe que las doctrinas del faraón hereje continuaron practicándose en el secretismo más absoluto por grupos de iniciados. Moisés bien podría haber sido el líder de uno de estos grupos, quien tomó la decisión de huir con sus seguidores, ante las presiones y persecuciones a las que eran sometidos. Hacia la tierra prometidaEl Éxodo narra el viaje agotador y problemático del profeta al Sinaí, acompañado por el numeroso pueblo hebreo. Estas gentes, conducidas por tan carismático líder, se extraviaron durante cuarenta años en un área cuyas vías eran de sobra conocidas hacía más de dos milenios, puesto que era allí donde se encontraban los ricos yacimientos de turquesa (Wadi-Maghara), explotados desde las remotas épocas del Imperio Antiguo. Por supuesto, Moisés jamás habría cometido un error semejante, debido a su condición de escriba del tesoro. Era un importante jerarca religioso y probablemente también militar, tal como refleja Números, el cuarto libro del Pentateuco. En otras palabras, Moisés, por el cargo que ocupaba, tenía necesariamente que poseer amplios conocimientos sobre temas administrativos, militares, geográficos y políticos.Debió ser en el momento inmediatamente anterior a la XX dinastía, o quizás durante las luchas sucesorias por el cambio dinástico, cuando aquellas huestes de «nómadas» ocuparon Canaán, territorio que ellos mismos bautizaron como «Tierra de Promisión». En este lugar, en las llanuras desérticas de Moab, Jehová ordenó a Moisés y a los suyos que expulsaran y aniquilasen sin piedad a los habitantes de esas tierras, para que «el pueblo elegido» pudiera ocuparlas como herencia de su dios. (Números XXXIII, 52, 53, 55). Una vez cumplida su misión, Moisés murió allí, en la tierra de Moab, por orden de Jehová. El mismo dios procedió a enterrarlo, y su tumba permaneció oculta a los ojos de los hombres (Deuteronomio XXXIV, 5).¿Quién puede creer que los restos de un líder de tal envergadura, enterrados «personalmente» por su dios, permaneciesen por los siglos de los siglos en el más absoluto de los olvidos?No es demasiado creíble es mas factible la suposición de que su cadáver regresó a Egipto, y debido al origen asiático del personaje, la opción más plausible es que sus antepasados se hubieran establecido en la zona nororiental del delta del Nilo, región de Avaris, capital de los hicsos. Por lo tanto, la familia de Moisés posiblemente pertenecía a la etnia invasora, dentro de cuyo movimiento de ocupación estaría también la estirpe de José. Quizás haya sido un rey hicso con el que José entró en contacto, a tenor del episodio maravilloso de la interpretación de los sueños del monarca extranjero, instalado en Avaris.Moisés y Ramsés IISi los antepasados del profeta, según hemos visto, eran de origen asiático y se establecieron en la zona nororiental del delta del Nilo, debieron coincidir y conocer a la casta reinante en Egipto en los tiempos de Moisés. Por tanto, ambas familias seguramente mantuvieron relaciones a lo largo de los siglos. De este modo se explicaría el importante cargo que ocupaba Moisés dentro de la estructura religiosa egipcia. Siguiendo por esta vía, podemos plantear la posibilidad de que existiese algún tipo de enfrentamiento y envidia entre ambas familias, sobre todo cuando Ramsés II logró sentarse en el trono, un puesto que, sin duda, ambicionaban diferentes castas de la nobleza egipcia. En esta hipótesis podemos hallar el origen de la rebelión de Moisés contra el faraón. Para ello contaría con el apoyo de las tribus hebreas, las cuales habían creado una especie de microestado dentro del Imperio y también llevaban tiempo enfrentadas al férreo régimen de Ramsés II.