¿Eretz Israel o territorios ocupados?
No es por azar que Am Israel llegó a Eretz Israel (la Tierra de Israel), ella fue elegida por el Creador del Mundo de entre todas las demás para ser la tierra del Pueblo Judío - porque sólo ella es la adecuada para plasmar el destino y las metas de ese pueblo.
por Rav Iaacov Filver
Una de las metas de Am Israel (el Pueblo de Israel) es el establecimiento de la Shjina (manifestación de la presencia Divina) en este mundo. Hay varias formas de lograr esa meta, cuando una de ellas es la edificación del Mishkan (El Tabernáculo), como dice el versículo: “Me harán un Mishkan, y Yo habitaré dentro de ellos” (Shmot 25:8). También si decimos que la edificación principal del Mishkan no es su construcción física - sino que la Shjina que se establecerá dentro de cada uno de los miembros de Am Israel, como se puede concluir del análisis del versículo que dice “habitaré dentro de ellos” - no podremos negar que la Torá vinculó la kdushá (santidad) a cierto marco de tiempo y lugar: Momentos determinados, como shabat y festividades, y un lugar determinado, que es la Tierra Santa, en que sólo en ella puede revelarse la kdushá que le es entregada a Am Israel del cielo.
Respecto al Beit HaMikdash (El Templo) dice la Torá: “El lugar que el Eterno, vuestro D’s, escogerá para hacer habitar en él Su nombre” (Dvarim 12:11). No es por azar que Am Israel llegó a Eretz Israel (la Tierra de Israel), ella fue elegida por el Creador del Mundo de entre todas las demás para ser la tierra del Pueblo Judío - porque sólo ella es la adecuada para plasmar el destino y las metas de ese pueblo. Como escribió el Rav Kuk al principio de su libro “Orot”: “Eretz Israel no es algo externo, una adquisición externa de la nación, no es sólo un medio para alcanzar alguna meta - como la unión general de la nación y el fortalecimiento de su existencia material o espiritual. Eretz Israel es una unidad en sí, unida con un vínculo de vida a la nación, enraizada a través de sus esencias espirituales internas con la existencia misma de ella”.
Ese vínculo entre el Pueblo Judío y su tierra fue puesto a prueba a lo largo de toda la historia, desde nuestro patriarca Avraham. No sólo en aquellos días en que el pueblo vivió en su tierra, sino que no menos en todos los años de la galut (el exilio), cuando la aseveración “el año que viene, en Ierushalaim reconstruida” tenía por intención no sólo expresar el deseo de regresar a Ierushalaim, sino que a todo Eretz Israel, en su interpretación más sencilla. No hay dudas que si hoy en día habitan seis millones de judíos en Eretz Israel, en el país que formaron en ella, no es un logro que podría haberse alcanzado sin la fidelidad absoluta del pueblo a su tierra.
Hasta la Declaración de la Independencia todo Am Israel tenía bien claro que todo Eretz Israel es la tierra del Pueblo Judío. Había quienes pensaban que hay que conformarse aunque sólo sea con parte de ella, para edificar un estado para el Pueblo Judío – pero tampoco ellos nunca renunciaron al derecho histórico del pueblo a las demás partes de la tierra!. En los últimos tiempos esa fidelidad del pueblo por su tierra empezó a debilitarse, y “almas equivocadas” comenzaron a negar todo nuestro pasado y nuestro futuro, y llaman a la herencia de nuestros patriarcas “territorios ocupados” – como si la tierra no nos perteneciese, y como si nuestros hijos, que asientan los páramos de nuestra tierra con valentía al borde de la entrega de su vida, son extranjeros que han llegado a despojar los auténticos habitantes de ella. Respecto a los que así arguyen y similares, dijo el profeta: “Tus destructores y asoladores – de ti saldrán” (Ishaya 49:17). En cuanto a nuestro derecho por esta tierra, ya dijo Simón, el Jashmonaita, hace más de 2000 años: “La tierra que hemos vuelto a tomar posesión de ella es el patrimonio de nuestros patriarcas, y ninguna persona ajena tiene ningún derecho sobre ella. Porque nuestros enemigos robaron nuestra herencia y la poseyeron injustamente, y ahora, cuando D’s nos ha ayudado, volvemos a recuperar el patrimonio de nuestros antepasados, y asentamos nuestra tierra” (Jashmonaim I, 15:34). Debemos volver a recordar esas verdades a las almas equivocadas que se han juntado con los peores de nuestros enemigos, y claman juntos a coro frente a todo el mundo que Eretz Israel – con todas sus zonas históricas – no sólo que no es la tierra del Pueblo Judío, sino que hay que desmantelar los asentamientos judíos que en ella hemos edificado, con todos sus habitantes, mujeres y niños, y exiliar de su tierra habitantes que ya son Segunda o tercera generación en ese lugar. Y todo eso por el injusto argumento, que esa tierra donde ellos habitan es “territorio ocupado”.
Semejante negación no supo el Pueblo Judío nunca en su historia, desde que surgió en el escenario histórico. Debemos rechazar ese argumento, y expulsarlo más allá del límite del consenso. Porque sin entrar en el tema de los pactos de paz y la entrega de territorios a cambio, el que niega el derecho del Pueblo Judío por parte de la tierra, en realidad – incluso si no lo quiere – está negando el derecho moral de todo asentamiento judío en todo Eretz Israel, de ambos lados de la “línea verde”.
“Eretz Israel es más kdoshá (santa) que todas las tierras” (Kelim 1:6) dice la Mishná - y nosotros debemos asimilar esa verdad, en todos los sectores de la sociedad israelí.
Majon Meir
www.alumbrar.org
* * * * * * * *
Entregar Gaza a Egipto
Los alarmantes sucesos de Gaza destacan la necesidad de un cambio en la política occidental hacia este problemático territorio de 1,3 millones de habitantes.
por Daniel Pipes
La historia contemporánea de Gaza arranca en 1948, cuando las fuerzas egipcias reemplazaban el control británico de la zona y El Cairo asumía la responsabilidad del Gobierno de Toda Palestina" nominal al tiempo que gobernaba oficiosamente el territorio como protectorado. Esa ordenación finalizaba en 1967, cuando la dirección israelí asumía de manera defensiva el control de Gaza, heredando a regañadientes un territorio densamente poblado, pobre y hostil.
No obstante, durante 20 años los habitantes de Gaza consintieron en gran medida el gobierno israelí. Solamente con el inicio de la intifada en 1987 los habitantes de Gaza manifestaron sus posturas; su violencia y su precio político convencieron a los israelíes de abrir un proceso diplomático que culminaba con los acuerdos de Oslo de 1993. El Acuerdo de Gaza-Jericó de 1994 descargó la responsabilidad del territorio en el entonces Fatah de Yaser Arafat.
Esos acuerdos estaban concebidos para traer la estabilidad y la prosperidad a Gaza. Los hombres de negocios que llegarían relanzarían la economía. La Autoridad Palestina reprimiría a los islamistas y eliminaría a los terroristas. Yasser Arafat proclamaba que construiría allí "un Singapur", una comparación apropiada en realidad dado que el Singapur independiente comenzaba en una situación difícil en 1965, pobre y corroído por los conflictos étnicos.
Por supuesto, Arafat no era ningún Lee Kuan Yew. Las condiciones de Gaza se deterioraron y los islamistas, lejos de ser excluidos, alcanzaron el poder; Hamas ganaba las elecciones de 2006 y en el 2007 se hacía con el control total de Gaza. La economía se contrajo. En lugar de detener el terrorismo, Fatah tomó parte en él. Los habitantes de Gaza comenzaban a lanzar proyectiles desde el otro lado de la frontera en el 2002, incrementando su frecuencia, radio de acción y mortalidad con el tiempo, haciendo eventualmente inhabitable la ciudad israelí próxima de Sderot.
Confrontando una Gaza mortífera, el gobierno israelí de Ehud Olmert decidía aislarla, esperando que las dificultades económicas movieran a los habitantes de Gaza a culpar a Hamas y revolverse en su contra. En cierta medida, la presión funcionó, dado que la popularidad de Hamas realmente se redujo. Los israelíes también llevaron a cabo incursiones contra los terroristas para detener los ataques con misiles. Aún así, los ataques continúan; de manera que el 17 de enero, los israelíes intensificaban sus medidas suspendiendo el abastecimiento de combustible y cerrando las fronteras. "En lo que a mí respecta" anunciaba Olmert, "los residentes de Gaza viajarán a pie, sin gasolina para sus coches, porque tienen régimen criminal y terrorista que no deja vivir en paz a la gente del sur de Israel".
Esos sonaba razonable, pero la prensa denunciaba noticias desgarradoras sobre habitantes de Gaza que sufrían y fallecían debido a los cortes de suministro que inmediatamente hundieron la posición israelí. Los llamamientos y las denuncias de todo el mundo exigían a los israelíes aliviarán la situación.
Entonces, el 23 de enero, Hamas tomaba las riendas de la situación con una inteligente táctica sorpresa: después de meses de preparativos, volaba por los aires grandes secciones del muro fronterizo de 12 kilómetros de longitud y 13 metros de altura que separa Gaza de Egipto, logrando simultáneamente congraciarse con los habitantes de Gaza y arrastrar a El Cairo a la complicada situación. Políticamente, las autoridades egipcias no tuvieron otra opción que asumir con inquietud los 38 guardias fronterizos heridos y permitir que cientos de miles de personas accedieran temporalmente al extremo noroeste de su país.
Los israelíes se habrían metido por su cuenta en esta tesitura completamente gratuita gracias a la incompetencia -- suscribiendo acuerdos malos, entregando Gaza al criminal Arafat, expulsando a sus propios ciudadanos, permitiendo elecciones prematuras, consintiendo la conquista de Hamas, y cediendo el control de la frontera occidental de Gaza.
¿Qué podrían hacer ahora los estados occidentales? La violación de la frontera, irónicamente, ofrece la oportunidad de arreglar un desastre.
Washington y las demás capitales deben declarar un fracaso el experimento de autogobierno de Gaza y presionar al Presidente de Egipto Husni Mubarak para que colabore, proporcionando a Gaza quizás territorio adicional o incluso anexionándola como una provincia. Esto retornaría a la situación de 1948-67, excepto en que esta vez El Cairo no se ocuparía de Gaza de cualquier manera, sino que asumiría la responsabilidad.
Culturalmente esta relación es natural: los habitantes de Gaza hablan un árabe coloquial idéntico al de los egipcios del Sinaí, tienen más vínculos familiares con Egipto que con Cisjordania, y económicamente están más vinculados a Egipto (recuerde los muchos túneles de los contrabandistas). Además, Hamas se deriva de una organización egipcia, la Hermandad Musulmana. Como observa David Warren, del Ottawa Citizen, llamar "palestinos" a los habitantes de Gaza es políticamente más impreciso que exacto.
¿Por qué no formalizar la conexión egipcia? Entre otras ventajas, esto (1) acabaría con el fuego de misiles contra Israel, (2) evidenciaría la superficialidad del nacionalismo palestino, una ideología de menos de un siglo de edad, y quizá (3) rompería el callejón sin salida árabe-israelí.
Es difícil adivinar qué beneficio ha obtenido el contribuyente americano de los .000.000.000 dólares que ha gastado generosamente en Egipto desde 1968; pero que Egipto absorba Gaza podría justificar seguir transfiriendo los 1.800 millones de dólares al año.