ARTICULOS SELECCIONADOS


¿Jerusalén bajo la soberanía de Dios?
Shlomo Avineri


El tema de Jerusalén es sin duda el hueso más duro de roer en un eventual acuerdo palestino-israelí. Las ideas que se arrojaron durante la Cumbre de Annápolis y en el inicio de las negociaciones entre Israel y la ANP incluyeron la propuesta de remover de la Ciudad Santa cualquier autoridad soberana, israelí o palestina, para dejarla bajo supervisión de representantes de las tres religiones monoteístas. La soberanía, como se ha dicho, quedaría "en las manos de Dios".
Nosotros podemos entender el dolor de cabeza de aquellos que buscan una solución para Jerusalén; sin embargo, esta sugerencia está lejos de proporcionar una respuesta al problema. La razón principal para dudar de la eficacia de la propuesta es el hecho de que el sistema internacional - por lo menos desde la Paz de Westfalia, en 1648 - se ha construido en el principio de la soberanía territorial. Este principio no sólo deposita la autoridad suprema sobre un territorio en las manos de una sola entidad - el estado gobernante - sino que también le da la responsabilidad del uso de la fuerza, con todas las consecuencias que ello implica. No es casual que ningún conflicto territorial o internacional se haya resuelto alguna vez dando la soberanía a entidades supra-nacionales o no clarificando la materia. Todas las veces que estos experimentos se han probado, han fallado. Ninguna región poblada del planeta carece de una autoridad soberana, y la cuestión de la soberanía define quién está autorizado al empleo de la fuerza legítimamente.
En primer lugar, nosotros debemos entender que la "soberanía de Dios" no puede llevarse a cabo: el Señor del universo puede ser el soberano de toda la creación, pero está lejos de él poder establecer cualquier ejército eficaz o fuerza policial capaz de dar fuerza a su autoridad en la tierra. En segundo lugar, ninguna de las tres religiones monoteístas tiene una sola autoridad legítima que pueda hablar en nombre de todos los creyentes. No hay ningún representante mundial del cristianismo, dado que el Vaticano sólo representa a los católicos. No puede asumirse que las varias iglesias ortodoxas o protestantes estarían de acuerdo en aceptar que el Vaticano representara la totalidad de la cristiandad, o lo que sucedería si pudieran unirse. Cualquiera que quiera ver cómo "los cristianos" manejan algo de manera conjunta debe venir a ver la Iglesia del Santo Sepulcro. Sólo la policía (actualmente la israelí, anteriormente la jordana, británica u otomana) ha prevenido que generaciones de católicos, ortodoxos, coptos y etíopes se enfrentaran a los golpes.
Lo mismo se aplica al Islam. En un momento en que los chíitas y sunitas se están asesinando entre sí en Irak, y los sunitas están haciendo explotar las más sagradas mezquitas de la mayoría chiíta en Karbalah y Samarah, y viceversa, es difícil imaginar una sola autoridad islámica que podría tomar semejante responsabilidad.
Con el judaísmo ocurre lo mismo: no hay ninguna entidad internacional aceptada por todas las facciones. Está claro que el Rabinato Principal es una entidad israelí que no puede representar a todos los judíos. Es más: los grupos religiosos radicales - musulmanes y judíos - son el principal obstáculo para la paz. Poner el lugar más sensible de la religión en sus manos invita el desastre.
Cualquier solución al problema de Jerusalén debe ofrecer una respuesta inequívoca a las docenas de preguntas prácticas, como quién les impedirá a los extremistas judíos atacar el Monte del Templo - o la Explanada de las Mezquitas, en el léxico árabe - o quién dispersará a los musulmanes que intenten apedrear a los judíos que oran en el Muro de los Lamentos. Se necesita una solución creativa para los lugares santos de Jerusalén, pero ella debe contemplar que el control quede en las manos de alguien capaz de mantener los acuerdos.
Hay todo tipo de posibilidades para un control conjunto palestino-israelí - quizás con jordanos o elementos sauditas. Sin embargo, poner el tema en las manos de entidades religiosas no es una parte de la solución, sino la manera de agravar el problema.
Fuente: Universidad Hebrea de Jerusalem
* * * * * * * *

Frankestein P.M.
Mario Linovesky


El Frankenstein que origina el título de esta nota no es exactamente aquel estudiante de lo esotérico fruto de la imaginación de la escritora Mary W.Shelley, un personaje que a fuerza de mala costura e inyección de fluidos llegó a armar con partes de cadáveres una criatura sub-humana, la que paulatinamente fue adquiriendo conciencia y escapó al control de su autor para finalmente terminar exterminando a los seres más queridos por éste.
No se trata del mismo estudiante porque "éste" Frankestein, que no es producto de la ficción sino de carne y hueso, similitudes más, similitudes menos, ha creado - y superado holgadamente con su creación a la del primero -, gracias a su inoperancia o escaso tino político miles de sub-humanos muchísimo peores que el del científico del cuento, quienes con su obrar, hoy más que nunca, amenazan la supervivencia de todo un pueblo. De nuestro pueblo.
El titular periodístico es de suyo elocuente y alarmador: "Soldados de la Brigada Golani dicen que en Gaza hallaron un verdadero ejército" (www.elreloj.com el 18.10.07)
Claro que este introito de personajes y situaciones nos llevará a confusión, mientras no sepamos cabalmente quién es quién dentro de tanto barullo. Pongámosles entonces nombre a las piezas de este intrincado puzzle. El Frankenstein P.M. que mencioné, fabricante de monstruos, no es otro que Ehud Olmert, P.M. o Primer Ministro del Estado de Israel - por supuesto que acompañado en su destructiva e irresponsable tarea en lo que hace a la defensa de nuestra nación, por un montón de individuos tan incapaces como él -, los sub-humanos producto de sus desastrosas políticas los fundamentalistas islámicos que hoy, asistidos con dinero y armamentos por Siria e Irán se han convertido en ese "verdadero ejército" en tamaño y pertrechos, no porque sea una fuerza uniformada y estructurada a la que se pueda enfrentar con métodos bélicos convencionales -que denunciaron haber encontrado los soldados de Tzáhal y Gaza el territorio que nuestro Estado abandonó unilateralmente en muestra de buena voluntad e inclinación por la paz definitiva con sus vecinos; una iniciativa que nació del entonces premier, Ariel Sharón, pero que se consuma bajo el gobierno de su sucesor Frankenstein Olmert.
Ahora bien, quien se involucra públicamente a favor de un determinado proyecto, si sigue convencido que éste era correcto y viable, debe mantener esa, su convicción, por más enemigos que se le vengan encima y por más que el tal proyecto haya fracasado. Por lo tanto y como entonces estuve convencido de las bonanzas de esa retirada, sigo sosteniendo que la misma fue una jugada política muy bien concebida - en pos de coronar a futuro objetivos más importantes que el de conformar las apetencias de una ínfima minoría - y que aún hoy lo sigue siendo. Sin embargo la misma salió mal y de eso pueden dar fe los habitantes de Sderot y otras localidades del Neguev. Por lo que deberemos dilucidar cuales fueron los motivos.
Antes todavía de que Israel entregase aquel territorio para que los "palestinos", previo comprometerse a convivir en paz pero ya en poder del sitio pudiesen empezar a delinear allí su propio país, escribí en un artículo este último párrafo: "Porque a partir de la evacuación, el primer misil que caiga o cualquier otro tipo de ataque que se produzca - proveniente de la franja de Gaza sobre nuestro territorio - será considerado un flagrante acto de agresión por parte de un “país” vecino, al que se responderá, por cuanto se tratará de una acción de guerra, con una invasión masiva, hasta destruir la estructura bélica del atacante".
Y luego de la mentada retirada hebrea y de que Hamás tomara el poder en el territorio abandonado - en un escrito que titulé: " Tambores de guerra" -, puse estos otros parágrafos: "Entretanto Israel, el comprometido más inmediato para ponerle el pecho a la hecatombe, deberá seguir actuando, ahora con más firmeza que nunca, menos lástima por las "víctimas colaterales" (como hoy llaman a los inocentes que mueren por encontrarse en el sitio inapropiado de alguna batalla inevitable) y sin hacer caso tampoco a los ladridos que en estos casos suelen provenir de los "petrolíferamente" humillados Oriente y Occidente".
"Se acabó esa payasada montada por el mundo árabe de responsabilizar al Estado Judío de lo que fuere. Y quien quiera seguir prestando oídos a esa fatigante cantinela, pues que lo haga y se atenga a "consecuencias letales" en su contra, en un futuro más próximo de lo que aparenta ser. Porque el acceso al poder resolutivo de una banda terrorista en lo que debió haber sido un Estado Palestino, por cuya concreción ahora deberán esperar quienes los votaron vaya a saber cuanto tiempo más, esfuma los compromisos que Israel tenía con los farsantes asiáticos y europeos que presumen de democráticos, mientras apoyan con declaraciones y dinero a las más abyectas dictaduras y teocracias".
"De ahora en más, además, se acabó esa escenificación palestina, donde los terroristas hacían atentados y la Autoridad Nacional Palestina respondía a los reclamos de la víctima con un tenue tirón de orejas a sus responsables. Es decir: se terminó por fin la hipocresía. Desde hoy cualquier ataque que se produzca contra ciudadanos israelíes será con la aquiescencia y responsabilidad de quienes gobiernan la "por el momento" malograda Palestina y serán ellos los que deberán cargar con las consecuencias de sus actos. En definitiva, es obra de los propios palestinos que otra vez estén sonando los "tambores de guerra" en el Medio Oriente y esto, le disguste a quien le disguste, no es ningún juego, razón por la cual tronará el escarmiento de la parte atacada. Terminándose así esa travesura árabe-palestina de hacerse las víctimas - con los beneficios que eso les traía -, dado que al fin y al cabo tuvieron su oportunidad y "ellos" solitos eligieron tal destino".
A esta altura, no es necesario que aclare que las cosas no se dieron tal como lo predije en mis notas y la realidad habla por sí sola. Los palestinos (con su ¿gobierno? de Hamás) más fuertes y envalentonados que nunca, Hesbollah convertido en potencia en el norte, una guerra en Líbano que no se perdió pero que por atender las demandas interesadas de Occidente u Oriente tampoco se ganó, amenazas de extinción que llegan desde todos los ángulos y una ciudadanía inmersa en la más total incertidumbre, es lo que en la actualidad queda del hasta ayer nomás imbatible Israel.
Algo que es preciso revertir urgentemente, si es que queremos detener la constante agresión árabe y la extinción prometida. Siendo que a todo esto se llegó por culpa de un minúsculo coágulo, que el canallesco destino introdujo en las arterias del propiciador del mejor plan de paz elaborado hasta el presente y que una vez alojado en su cerebro, lo postró definitivamente. Porque pasado muy poco tiempo - aunque muchos, muchísimos estuvimos convencidos de lo contrario - nos dimos cuenta de la inexistencia de un recambio eficaz para acometer empresa tan grande, aunque, dejándonos llevar por un ficticio optimismo, creímos que poniendo a Frankestein P.M. al frente del Estado, éste podría llevarla a cabo.
No pudo, no supo y, menos todavía, le dio el coraje para enfrentar la agresión. Mientras que, ésto lo sabemos bien nosotros y los árabes mejor, Sharón - con el que en el pasado y hasta que se desempeñó en su nuevo rol de auténtico estadista, jamás había coincidido en nada - de modo alguno hubiese permitido que cayera, impunemente y sin que sus autores se preocupasen por una represalia que implicaría su definitiva destrucción como fuerza terrorista, más de "un" primer Kassam en nuestro sur.
En su lugar, dejándonos llevar por la proclama de nuestros "hermanos menores" en la fe, al recibir una artera bofetada en una mejilla pusimos la otra, en la cual nos propinaron un segundo golpe, más doloroso que el anterior. No obstante y en vez de darles el condigno escarmiento, a efectos que no se enoje la crítica y como más mejillas no nos quedaban, nos dimos vuelta para no pelear y fue entonces que recibimos un soberbio puntapié en el trasero - la matanza de soldados y el secuestro de tres de ellos, quienes al día de hoy, si es que viven, permanecen todavía en cautiverio. ¡Como para no enojarse y reaccionar como se hizo!
No quiero la guerra, por el contrario, amo apasionadamente la paz, tal como la inmensa mayoría del pueblo judío. Pero así no podemos seguir, por lo que habrá que obrar, como siempre en legítima defensa. Actuar y luego explicar, no como hasta ahora que dejamos que nos bombardeen ininterrumpidamente - con Kassam Y Katiushas -, mientras que nosotros con una timidez asombrosa les cortamos la luz por un ratito en castigo y quedamos a la espera de la inevitable europea-asiática reprimenda.
Y no tomar como impedimento para castigarlos que nuestros atacantes, cobardes por antonomasia, se escuden tras la población civil, a sabiendas (ellos) que la Torá nos impone como regla no lastimar nunca a los inocentes. Cuando de vida y muerte se trata, es preciso plantearse el ellos o nosotros, teniendo en cuenta que mientras para nosotros representa vergüenza tocar a un solo civil, ellos centran sus matanzas casi exclusivamente sobre nuestros civiles.
Por tales motivos Tzahal deberá entrar en territorio enemigo a sangre y fuego, a fin de detener definitivamente los ataques que de allí provienen, destruyendo su armamento, combatientes y logística. Porque será recién entonces y no antes, mientras ellos se estén reponiendo de la colosal paliza recibida, cuando podremos sentarnos a una mesa de diálogo y firmar definitivamente la tan ansiada paz. Y que Dios me perdone, pero a esta altura de los acontecimientos, no vislumbro otra salida.
Mario Linovesky