DESMISTIFICANDO CLICHES


Una década de clichés anti-Israel
Petra Marquardt-Bigman

Justo a tiempo para Navidad, The Financial Times publicó el habitual editorial temática propio de esas fechas sobre "La necesidad de paz en Tierra Santa". Ustedes no lo sabrán por el contenido de este editorial, pero la primera década del siglo XXI comenzó con propuestas israelíes de gran alcance para la paz que fueron rechazadas por los palestinos en Camp David y Taba en 2000/01, y ahora que la década está a punto de finalizar, resulta que el año pasado el primer ministro de Israel (Ehud Olmert) propuso un Estado palestino equivalente a todos los territorios pre-1967 en Gaza y Cisjordania, con Jerusalém Este como capital palestina, pero nuevamente la propuesta aparentemente no fue lo suficientemente buena.Si bien estos esfuerzos israelíes ni siquiera se mencionan en el editorial, el Financial Times se preocupa por la falta de interés e implicación:
"Es falso, en el mejor de los casos, pretender que las dos partes, con un potencia, unos recursos y un apoyo diplomático y financiero enormemente desproporcionados, podrían llegar a alcanzar jamas un acuerdo por su cuenta. Los palestinos están bajo la ocupación israelí y los territorios sobre los que eventualmente esperan construir su estado están siendo diariamente erosionados. Cualquier posibilidad de dividir la Tierra Santa en dos estados - el 78% de la Palestina histórica para los israelíes y el 22% (Cisjordania, Gaza y Jerusalén oriental) para los palestinos, pronto se evaporará, si no ha empezado ya"
Este breve párrafo podría ser una entrada muy prometedora para cualquier concurso que buscara resumir de la forma más concisa las distorsiones más populares de la última década sobre el conflicto israelo-palestino.Comenzamos con la declaración final que habla de un "78% de la Palestina histórica para los israelíes y el 22% restante para los palestinos". Suena como algo terriblemente injusto para los palestinos, ¿no es así?. Sin embargo, para que esta afirmación sea correcta, esa "Palestina histórica" tendría que ser definida como el territorio que quedó de ella después de que Gran Bretaña decidiera en la década de 1920 que la zona al este del río Jordán (de dicha Palestina histórica), y que constituía el 77% del Mandato Británico de Palestina, se consideraría (o se redefiniría) como "Transjordania", mientras que sólo al restante 23% al oeste del río Jordán se la conocería como "Palestina".En otras palabras, Israel en sus fronteras anteriores a 1967 no cubre el "78% de la Palestina histórica", sino el 78% de la "actual Palestina". En efecto, si el punto de referencia es el Mandato Británico de Palestina, el Israel anterior a 1967 tendría "menos de un 20% de dicho territorio", mientras que "más del 80% - Gaza, Cisjordania y Jordania -" se encontraría bajo dominio árabe hasta 1967, y obviamente, estas áreas todavía están pobladas predominantemente por los palestinos.Otro especie de afirmación/"mantra" repetida por el editorial es que "el territorio en que ellos [los palestinos] esperan eventualmente construir su estado están siendo diariamente erosionado". Dejando de lado el reciente anuncio de la congelación de la construcción, el hecho en sí de esta cuestión es que en la "última década ningún nuevo asentamiento ha sido creado" [N.P.: asentamiento como tal, no puestos avanzados con unas cuantas caravanas], y que la tantas veces invocada "implacable apropiación de territorio" desde 1967 ha dado lugar a unas aglomeraciones que representan "menos del 2% del territorio de Cisjordania" ocupado por Israel en 1967. Además, durante la "desconexión" en 2005, 25 asentamientos fueron abandonados, y la retirada de Israel de Gaza proporcionó a los palestinos la primera oportunidad en su historia de comenzar a construir su estado en una parte considerable de su territorio libre de toda presencia israelí.Pero la distorsión quizás más insidiosa viene justamente al principio del párrafo antes citado, cuando la editorial se queja de un fuerte desequilibrio que se refleja en "una potencia, unos recursos y un apoyo diplomático y financiero enormemente desproporcionados". En el contexto de este editorial - y en el contexto del discurso político que prevalece sobre el conflicto israelo-palestino - no hay duda de que parte se considera que posee "una potencia, unos recursos y un apoyo diplomático y financiero enormemente desproporcionados".Un lector imparcial puede dudar por un momento y preguntarse: ¿Podría considerarse que el apoyo incondicional del conjunto del mundo musulmán no sirve para nada? ¿Podría ser que la riqueza petrolera del mundo árabe resulta irrelevante, y que esa influencia económica, financiera y política asociada no importa y no vale nada? ¿Podría ser que el boicot económico y diplomático reiterado por parte del mundo árabe y musulmán desde hace décadas no tenga valor y que su mayoría automática en muchas organizaciones internacionales no tenga ninguna consecuencia?Al parecer, un pequeño país que por una buena razón exige que todas las casas y edificios públicos dispongan de refugios antiaéreos, que es objeto a menudo de continuas amenazas por parte de grupos y regímenes que niegan su derecho a existir, y que es fuertemente criticado y condenado por el ejercicio de su derecho a la autodefensa - incluso tras sufrir años de incesantes ataques con cohetes -, aún así y después de todo esto, todavía puede ser contemplado como desproporcionadamente poderoso sólo porque ha soportado e incluso florecido a pesar de toda la hostilidad dirigida en contra suya.Por último, hay un consejo urgente que llega con la conclusión del editorial:
"Lo que cada cual tiene que entender es que si este conflicto no deja de existir sobre la tierra - con un reparto equitativo que divida la Tierra Santa - entonces se corre el riesgo de una nueva guerra de religión. Y eso no sería una pelea más"
¿No les resulta curioso que hablen a la vez de una "división de la Tierra Santa" y adviertan en la misma frase en contra de la percepción del conflicto como una "guerra de religión"? Por supuesto, el conflicto israelo-palestino, o más bien, el conflicto árabe-israelí, nunca ha girado solamente sobre el territorio. Mientras que el sionismo y su búsqueda del restablecimiento de una patria judía en Palestina no fue un movimiento religioso [N.P.: desde luego no mayoritariamente, porque el sionismo religioso era aún muy minoritario], la oposición al sionismo siempre ha tenido una fuerte dimensión religiosa. Y es que no resulta en absoluto irrelevante que los primeros en considerar a "Palestina" como la "Tierra Santa" hayan sido los judíos, con Jerusalém como su ciudad santa. De hecho, el nombre árabe de Jerusalém, Al-Quds, fue adaptado de la palabra hebrea para el Monte del Templo, Beit HaMikdash.Desde la antigüedad, la religión ha desempeñado un papel importante y relevante en los intentos de los invasores y conquistadores por negar a los judíos sus derechos históricos sobre su patria. Incluso en el siglo pasado, algunos de los primeros enfrentamientos violentos fueron instigados por la difusión de rumores falsos sobre supuestos planes "sionistas" de reconstruir el Templo judío en el lugar de los santuarios musulmanes, los cuales habían sido construidos para reclamar el Monte del Templo para el Islam.De inspiración y fuente religiosa, los intentos de negar los derechos de los judíos siguen siendo centrales y fundamentales - y no sólo a nivel retórico - para grupos como Hamas, pero es que según el negociador en jefe palestino, Saeb Erekat, también representaron una importante motivación a la hora de rechazar las propuestas de paz de Israel en Camp David y Taba, así como en las conversaciones de Annapolis.Del mismo modo, la llamada Intifada de Al Aqsa, que se cobró la vida de miles de personas en la primera mitad de la década pasada, se desató apelando a las pasiones religiosas, como el dirigente de los Tanzim, Marwan Barghouti, ha explicado:
"En la víspera de la visita de Sharon, yo participé en un programa de televisión en una estación local. Descubrí que se trataba de una buena oportunidad de invitar a la gente a que fuera a al-Aqsa a la mañana siguiente para que no le fuera posible a Sharon llegar al Monte del Templo [...] Como la cosa marchaba pacíficamente [...], vi en la situación una oportunidad histórica para inflamar el conflicto. La conflictividad más importante es la que se inició en Jerusalém debido a la sensibilidad de la ciudad, su singularidad y su lugar especial en el corazón de las masas que están dispuestas a sacrificarse a sí mismas sin ni siquiera pensar en el costo".
Existe quizás una amarga ironía en el hecho de que algunos estudiosos musulmanes afirman que los escritos islámicos en realidad reconocen el vínculo judío con Israel, porque "los comentaristas tradicionales desde el siglo VIII y IX han interpretado uniformemente que el Corán dice explícitamente que Eretz Israel ha sido dada por Dios al pueblo judío como una alianza perpetua. No hay demanda o reconvención islámica de la Tierra en cualquier parte del corpus tradicional de los comentarios (islámicos)".Sin embargo, desde los comentarios anónimos en la prensa a los editorialistas elitistas, la sabiduría convencional actual sostiene que resulta "desproporcionado" un poderoso Estado judío por el riesgo que existe de traer un Armagedón mundial al "pisotear los derechos de unos desafortunados musulmanes árabes que con gusto harían la paz" en la zona si sólo se les ofreciera una "división equitativa de la Tierra Santa". El hecho de que incluso una propuesta (la de Ehud Olmert en 2008) que ofrecía el equivalente al 100% del territorio reclamado por los palestinos fuera rechazada, es convenientemente ignorado a fin de poder aferrarse a la narrativa popular que culpa de todo al chivo expiatorio favorito por la ausencia de paz en Tierra Santa.