
LA GRAN COARTADA
Por: Florentino Portero
No por anunciada la noticia deja de ser relevante. Desde el momento en que se aprobó
En la pequeña población de Khirbet Slim ha volado un edificio de dos plantas que se había convertido en uno de los arsenales que Hizboláh tiene dispersos por todo el sur del territorio. La precisa información ofrecida por el Ejército israelí sobre el armamento que se encontraba allí depositado da alas a la posibilidad, aireada por fuentes de Hizboláh, de que la explosión no fue accidental sino que, bien al contrario, fue resultado de una acción de sabotaje israelí.
Lo de menos es por qué el arsenal voló. Lo realmente importante es que este hecho demuestra que el armamento iraní continúa penetrando en Líbano a través de la frontera siria; que el ejército libanés es incapaz, en el hipotético caso de que lo intente, de impermeabilizar la frontera o de localizar y eliminar los depósitos de armas de la milicia chií; y que, por lo tanto, UNIFIL sólo sirve para garantizar un interregno de paz mientras el rearme continúa.
A la vista de esta noticia resulta patética la información, brindada por nuestro oficial de mayor rango allí destinado, de que nuestras fuerzas estaban colaborando con el ejército libanés en la localización de supuestos espías israelíes. ¿Para qué estamos allí? ¿Para facilitar el rearme de Hizboláh o para combatir a esa organización? Es evidente que
El arsenal desaparecido es un ejemplo ilustrativo de un problema que tenemos ante nuestros propios ojos. Sin embargo, su voladura no altera la capacidad de la milicia chií. Llevan años estableciendo depósitos de armas, a menudo pequeños, en casas particulares, mediante la técnica de crear habitaciones ciegas. Un sencillo tabique aísla un espacio que sólo será recuperado cuando los milicianos necesiten echar mano del armamento que previsoramente fue guardado allí tiempo atrás. Dejar que el enemigo se recupere cómodamente no es la mejor estrategia. Negar que Hizboláh es el enemigo es una irresponsabilidad