
Ningún progreso a la vista
Cuando el extremismo está al orden del día, cuando no hay indicio alguno que se haya aprendido algo del pasado, cuando en definitiva no hay con quién hablar, ¿acaso vale la pena hablar de negociaciones?
Si se hace una rápida revisión de la prensa israelí de los últimos días, no deja de notarse la escasa atención brindada por los medios de este país a un tema que, por lo menos en teoría, tanto debiera interesar: la conferencia del Fátaj. Se trata del instrumento político primordial de los palestinos, en contraposición al Hamás y otras organizaciones menores y por lo general todavía más extremistas. Para atenernos a la realidad, la entidad que supuestamente manda en Judea y Samaria. Y se recurre a este adjetivo, porque en la práctica su dominio es muy relativo, ya que entre los palestinos hay múltiples clanes, sectas, catervas, grupos y quién sabe qué otras divisiones que esbozan un panorama bien complicado. Una entidad política que se ha distinguido, más que nada, por la corrupción y el incumplimiento de los Acuerdos de Oslo. En lugar de ello, emprendió la intifada que si bien cobró no pocas vidas de israelíes, causó mayores daños y víctimas a los propios palestinos.
La falta de interés local se debe, más que nada, a la decepcionada actitud del israelí, que nada espera que pueda surgir de esa conferencia. “Siguen divididos y con sus sueños de siempre”, se dice a sí mismo con tristeza. No hay nada que hacer con ellos. Estamos en un impasse. Y pasa a ocuparse de otra cosa.
Parece ser que entre ellos el único medio de unir fuerzas es disponer de un objetivo que sea común a todos. Y como se habrá comprendido, éste no puede ser otro que Israel. Cuanto más intransigente se demuestre ser, cuando sean mayores las exigencias, aumentan las posibilidades que esta disparatada urdimbre pueda adquirir una que otra forma. Todos son colores fuertes. Nada de tonos moderados, los que no entran a formar parte del producto que se proponen confeccionar.
Lo que antecede ya se anticipaba, pero resultó ser todavía más intransigente. Nosotros somos más papistas que el Papa, tronaron las vozarrones reuniones en Belén. En teoría, se trata de dos estados para dos pueblos; en la práctica el ya conocido plan del salami, que después de ser cortado a pedacitos resulta en definitiva que no deja nada para el otro lado. De modo que Israel (a su modo de ver) no es una nación judía, sino otra entidad política que resulta estar contigua a la Palestina y tiene (por el momento) una mayoría judía.
Cualquiera puede comprender que las mutuas recriminaciones de una política catastrófica seguida por los llamados palestinos desde hace más de medio siglo, debe tener su tubo de escape. El hecho que son ellos quienes tienen la culpa de hallarse tal mal como están, es desde luego indiscutible. Y que no dispongan de su propio Estado, se deben culparse únicamente a ellos mismos. Y a sus “aliados” árabes que les hicieron un muy flaco servicio cuando invadieron el nuevo Estado en el ’48, y una y otra vez trataron de exterminarlo.
Como en el famoso caso de las epidemias del medievo, había que encontrar el chivo expiatorio que siempre fueron los judíos. Ahora son los israelíes y el imperialismo norteamericano. Y cuando aparece una nueva administración que quiere aplacar a los árabes por todos los medios, bien se entenderá que ya no está de moda ser moderado y tender una mano a Israel. Eso de luchar con el fusil en una mano y una rama de olivo en la otra, como expresó uno de los delegados, era un lema que ya no tiene relevancia. De tanto tiempo como ha pasado, la pobre ramita ya se habrá marchitado, mientras que el fusil parece ser ahora más la alternativa más posible. No por nada el propio Abu Mazen expresó con tanto énfasis que se proseguirá la lucha armada.
Un periodista israelí relató que un amigo palestino de Hebrón le explicó que ante la ausencia de un futuro mejor, El Fátah se ha dedicado ha mirar en retrospectiva. Como la conferencia tuvo lugar en el cumpleaños de Arafat, y no había nada en particular que subrayar, surgió la idea de acusar a Israel de su muerte. ¡Bravo! Ahora hay un tema en torno al cual se pueden mancomunar las fuerzas. Y agregó: Hay en Hebrón un equipo de fútbol que cada vez que gana un partido, sus hinchas entusiasmados, dicen que es el mejor. Pero cuando pierden, se lamentan diciendo: “Qué queréis. Es culpa de la ocupación…”
Si se hace una rápida revisión de la prensa israelí de los últimos días, no deja de notarse la escasa atención brindada por los medios de este país a un tema que, por lo menos en teoría, tanto debiera interesar: la conferencia del Fátaj. Se trata del instrumento político primordial de los palestinos, en contraposición al Hamás y otras organizaciones menores y por lo general todavía más extremistas. Para atenernos a la realidad, la entidad que supuestamente manda en Judea y Samaria. Y se recurre a este adjetivo, porque en la práctica su dominio es muy relativo, ya que entre los palestinos hay múltiples clanes, sectas, catervas, grupos y quién sabe qué otras divisiones que esbozan un panorama bien complicado. Una entidad política que se ha distinguido, más que nada, por la corrupción y el incumplimiento de los Acuerdos de Oslo. En lugar de ello, emprendió la intifada que si bien cobró no pocas vidas de israelíes, causó mayores daños y víctimas a los propios palestinos.
La falta de interés local se debe, más que nada, a la decepcionada actitud del israelí, que nada espera que pueda surgir de esa conferencia. “Siguen divididos y con sus sueños de siempre”, se dice a sí mismo con tristeza. No hay nada que hacer con ellos. Estamos en un impasse. Y pasa a ocuparse de otra cosa.
Parece ser que entre ellos el único medio de unir fuerzas es disponer de un objetivo que sea común a todos. Y como se habrá comprendido, éste no puede ser otro que Israel. Cuanto más intransigente se demuestre ser, cuando sean mayores las exigencias, aumentan las posibilidades que esta disparatada urdimbre pueda adquirir una que otra forma. Todos son colores fuertes. Nada de tonos moderados, los que no entran a formar parte del producto que se proponen confeccionar.
Lo que antecede ya se anticipaba, pero resultó ser todavía más intransigente. Nosotros somos más papistas que el Papa, tronaron las vozarrones reuniones en Belén. En teoría, se trata de dos estados para dos pueblos; en la práctica el ya conocido plan del salami, que después de ser cortado a pedacitos resulta en definitiva que no deja nada para el otro lado. De modo que Israel (a su modo de ver) no es una nación judía, sino otra entidad política que resulta estar contigua a la Palestina y tiene (por el momento) una mayoría judía.
Cualquiera puede comprender que las mutuas recriminaciones de una política catastrófica seguida por los llamados palestinos desde hace más de medio siglo, debe tener su tubo de escape. El hecho que son ellos quienes tienen la culpa de hallarse tal mal como están, es desde luego indiscutible. Y que no dispongan de su propio Estado, se deben culparse únicamente a ellos mismos. Y a sus “aliados” árabes que les hicieron un muy flaco servicio cuando invadieron el nuevo Estado en el ’48, y una y otra vez trataron de exterminarlo.
Como en el famoso caso de las epidemias del medievo, había que encontrar el chivo expiatorio que siempre fueron los judíos. Ahora son los israelíes y el imperialismo norteamericano. Y cuando aparece una nueva administración que quiere aplacar a los árabes por todos los medios, bien se entenderá que ya no está de moda ser moderado y tender una mano a Israel. Eso de luchar con el fusil en una mano y una rama de olivo en la otra, como expresó uno de los delegados, era un lema que ya no tiene relevancia. De tanto tiempo como ha pasado, la pobre ramita ya se habrá marchitado, mientras que el fusil parece ser ahora más la alternativa más posible. No por nada el propio Abu Mazen expresó con tanto énfasis que se proseguirá la lucha armada.
Un periodista israelí relató que un amigo palestino de Hebrón le explicó que ante la ausencia de un futuro mejor, El Fátah se ha dedicado ha mirar en retrospectiva. Como la conferencia tuvo lugar en el cumpleaños de Arafat, y no había nada en particular que subrayar, surgió la idea de acusar a Israel de su muerte. ¡Bravo! Ahora hay un tema en torno al cual se pueden mancomunar las fuerzas. Y agregó: Hay en Hebrón un equipo de fútbol que cada vez que gana un partido, sus hinchas entusiasmados, dicen que es el mejor. Pero cuando pierden, se lamentan diciendo: “Qué queréis. Es culpa de la ocupación…”
Moshé Yanai