EDITORIAL DE GUYSEN INTERNATIONAL NEWS


El integrismo tiene treinta años
Por Guy Senbel para Guysen International News


Las violencias cometidas en nombre del Islam y los peligros integristas fomentados por los regímenes llamados ”islámicos”, suscitan diversas reacciones. Esta semana, el G8 se ha reunido en Italia. Era la ocasión de hablar de los grandes problemas del mundo a los cuales deberán enfrentarse las grandes potencias. Después de las elecciones amañadas que permitieron a Ahmadinejad mantenerse en el poder, esperábamos una condena unánime, o incluso sanciones. Ocasión fallida. El G8 se limitó a “deplorar” las violencias, sin condenarlas. Desde hace treinta años, las grandes potencias callan sobre lo que sucede en Irán.
Un comunicado final de la cumbre afirmó la determinación de los miembros del G8 a “encontrar una solución diplomática” al problema nuclear iraní. Mientras que todos los expertos concuerdan sobre la fuerte probabilidad de que una bomba nuclear iraní esté lista para dentro de tres años a más tardar, las grandes potencias reunidas en la ciudad de Aquila, destruida por un seísmo el pasado mes de abril, estaban tranquilas con respecto a Irán. ¿Por qué esta prudencia? Condenar a un Estado islámico que predica y fomenta el terrorismo, sancionar al más potente de los regímenes integristas, no tendría solamente un impacto en Irán, sino en todos los países, los movimientos y quizá los hombres que podrían tomar a Mahmud Ahmadinejad como modelo. La tentación integrista es grande, porque el modelo funciona, porque nadie se atreve a ponerlo en entredicho.La primera opción estratégica consiste en jugar la carta del aislamiento. Cerrar las fronteras, las embajadas, cortarse del mundo para practicar todas las discriminaciones de los regímenes teocráticos. Antes mismo de los atentados de Nueva York reivindicados por Ben Laden, la destrucción de los buddhas de Bamyan mostraba la voluntad de los talibanes de separarse de la comunidad internacional. Los dibujos de Plantu de mujeres que llevaban el Burqa inmortalizaron el símbolo de esta violencia integrista. La lista es larga. El integrismo prevalece casi por todas partes. La violencia en Irak en el momento en que América se retira. Se intensifican en Afganistán, estallan en el Xinjiang vecino, donde el Hans sospecha de los Ouighours, musulmanes chinos, de albergar grupos integristas que fomentan atentados. El integrismo, fenómeno mundial, se trivializa. En el hospital parisino Robert Debré, en 2006, un ginecólogo es atacado porque ausculta a una mujer musulmán que tuvo un parto difícil. Este domingo 5 de julio, en Talence, un imam es atacado por dos fundamentalistas por su discurso sobre el Burqa. Considerado estricto, el imam Mahmud Dua se opone a la prohibición del Burqa, pero su discurso es juzgado “demasiado republicano, demasiado integrista”, para los salafistas girondinos. Si el integrismo musulmán es peligroso para los países musulmanes, es porque no hay realmente quien lo enfrente. Una vez a las órdenes del Estado, el integrismo se convierte en teocracia. El Islam no es integrista sino la política. No es el Imam quien oprime, sino el Estado islámico. En los países donde el Islam es minoritario, para evitar el riesgo de pasar por islamofobo, se duda en denunciar los abusos. Es gracias a la acusación de “racismo anti islam” que el integrismo musulmán se instaló progresivamente en occidente. Tariq Ramadan, fundamentalista musulmán, se presenta como un partidario de los derechos humanos. Los atentados suicidas se convierten en operaciones mártires, sin que se precise cuales son los martirios. Este integrismo nació hace 30 años. Por otra parte fue durante la Revolución islámica en Irán en 1979 que los primeros “islamófobos” aparecieron; en la lengua chiita integrista iraní, “islamófobo” quería decir “que se opone al régimen de los Mollahs”… Y entre los primeros islamófobos, figuraron las feministas, aquellas y aquellos que animaban a las mujeres iraníes a no llevar el fular islámico…Las primeras víctimas del integrismo musulmán son los propios musulmanes. En Oriente Medio, los países moderados viven en el miedo permanente de una amenaza integrista. En Europa o en otros lugares, el integrismo musulmán da una imagen a menudo ridícula del Islam. Sería bien ingenuo considerar que el integrismo musulmán se presenta como una reacción contra la soberanía occidental, como un Roger Garaudy. Condenado por negacionismo y premiado con el Premio Kadhafi de los derechos humanos, Garaudy explicaba en los años 90 que la causa del integrismo musulmán se encuentra en la decadencia moral de occidente y la política de los dirigentes israelíes…Es con tales discursos que el integrismo musulmán consiguió obtener su derecho lejos de las “tierras del Islam”. Después de siglos de colonización, y treinta años de culpabilización, el discurso del El Cairo pronunciado el pasado mes de junio por Barack Obama era un mea culpa. En el G8, se estabiliza el orden mundial. Es necesario tranquilizar, y conviene más bien sonreir. No preocupar, evitar amenazar. Pospuestas por lo tanto las posibles nuevas sanciones contra Irán. Nicolas Sarkozy, único partidario junto con Gran Bretaña a una condena firme contra Teherán, fijó un “deadline”: Pittsburgh, dónde se organizará un G20 esta vez, al principio del próximo otoño. “Si no hay progresos, tendremos que tomar decisiones”, indicó el Presidente francés, el único en subir el tono. También se distinguió de su homólogo americano emitiendo dudas sobre la regularidad del escrutinio presidencial iraní, condenando las violencias contra los manifestantes. Y mientras esto sucede, Guilad Shalit siguen rehén en manos del Hamás. Soldado de Tzahal hace tres años, dos semanas, y dos días es mantenido alejado de sus seres queridos. Esta noche, pensamos también en él.