Recuperar la ventaja diplomática sobre Irán
por Gabriel Calabrese
Las últimas conversaciones nucleares en Ginebra revelaron sin lugar a duda quién lleva la ventaja en los recientes esfuerzos diplomáticos. Desde que un disidente iraní reveló la existencia del programa nuclear del gobierno en 2002, los diplomáticos iraníes han evitado cualquier oportunidad de modificar su programa o de cumplir su responsabilidad internacional como signatarios del tratado de no proliferación de armas nucleares. Irán es absolutamente consciente de las vacilaciones y la debilidad de las instituciones occidentales; ha sembrado y aprovechado los malentendidos y las opiniones divergentes sobre sus verdaderas ambiciones y ha incrementado las divisiones internas en los países democráticos. El tiempo pasa, y mientras Occidente sigue en tratativas, Irán sigue construyendo. A través de su retórica desafiante, el régimen teocrático chiíta enfrenta a las democracias libres con una opción difícil y desagradable: imponer sanciones económicas adicionales o emprender acciones militares. Pero mientras la comunidad internacional se rehúse a optar por una de estas opciones, seguiremos permitiendo que los iraníes definan las reglas del juego.
Uno de los principales obstáculos para lograr una política exterior coherente y unida contra las ambiciones nucleares de Irán es la falta de conocimiento sobre los peligros reales que la República Islámica implica para Europa, los Estados Unidos e Israel. Otro es el papel de China y Rusia, dos países no democráticos que siguen haciendo negocios con Irán y que de esa manera socavan las sanciones destinadas a convencer a este último de frenar su programa nuclear. Además de representar una innegable amenaza existencial para Israel, un Irán nuclear podría tener repercusiones cuyo significado eluden muchos estrategas occidentales, quienes prefieren suponer que el diálogo es aún posible con un régimen que día tras día expresa su decisión de aniquilar a un Estado que es miembro (todos los estados de las UN son legítimos no?) de las Naciones Unidas, y que persigue a sus propios ciudadanos por el "crimen" de ser un homosexual o una mujer violada. Otros civiles inocentes, tales como dirigentes gremiales, activistas por los derechos de las mujeres, minorías religiosas y étnicas y críticos del régimen sufren también la represión del gobierno iraní.
Desde la revolución teocrática fundamentalista de 1979, la política exterior antioccidental de la República Islámica de Irán ha sido coherente y consistente: actuar como una potencia regional, si no mundial, y adquirir los medios para alcanzar dichos objetivos. El régimen iraní ha demostrado ser muy predecible, pero los políticos occidentales, los analistas de la política exterior y lainteligentsia ?, que creen que todo puede resolverse con esfuerzo y buenas intenciones, se niegan a aceptar las aspiraciones supremacistas de la política exterior de Irán. En lugar de ello alimentan la incertidumbre sobre las verdaderas intenciones de Irán , dudan del beneficio de aplicar sanciones adicionales y, en el mejor de los casos, ven el peligro que implica Irán como un caso aislado similar a Corea del Norte, ignorando el contexto global del radicalismo islámico en el cual se enmarca el fundamentalismo iraní. Si suponemos por un momento que estos expertos están malinterpretando el peligro que Irán entraña, ¿qué pasará entonces? ¿Es esta una apuesta fatal que Occidente debe asumir?
En las conversaciones de Ginebra antenidas el 19 de julio, muchas preguntas críticas no se plantearon, si bien la vida de cientos de miles de personas dependen de las respuestas. Por ejemplo, si Irán no está desarrollando armas nucleares, ¿por qué fabrica misiles de largo alcance? ¿Por qué Irán multiplica las provocaciones genocidas contra Israel, y por qué necesita producir energía nuclear si es bien sabido que Irán ocupa el segundo lugar en las reservas de gas natural del mundo, y el quinto lugar en las de petróleo crudo? ¿Por qué Irán ha construido deliberadamente sus instalaciones nucleares bajo tierra y se niega a permitir el acceso de los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica? ¿Y por qué Irán rechaza reiteradamente las iniciativas que podrían ayudarle a demostrar lo que afirma: que, en realidad, no fabrica armas nucleares?
Algunos analistas mal informados consideran razonable vivir con un Irán nuclear, y sostienen que la adquisición de dichas armas de destrucción masiva implicará automáticamente que Irán asuma más responsabilidad y un pensamiento racional. Esas presunciones son falaces, ya que desconocen las reales ambiciones de sus dirigentes. Imaginen que Irán promueva esta doctrina de supremacía, que imponga su estilo de vida radical a toda la región, tramando un golpe en Bahrein, tal como lo hizo en 1981, o, digamos, cerrando los Estrechos de Ormuz. ¿Qué pasaría si quisiera apoderarse del petróleo de Irak, o anexar el Líbano y Kuwait? Con un Irán con armas nucleares, la comunidad internacional carecería de medios de disuasión. Permitir que Irán se procure armas nucleares acelerará la proliferación nuclear en el Medio Oriente, una regióndel mundo notablemente sensible. Más aún, los iraníes (que ya han prometido compartir su tecnología con países de ideas afines), puede suministrar esa clase de armas a organizaciones terroristas como Hamás y Hezbollah. De hecho, ya está enviando cientos de millones de dólares y armas a grupos insurgentes que matan norteamericanos en Iraq, y hacen lo mismo en el Líbano y en Gaza, proporcionando a sus allegados los medios de matar a civiles libaneses e israelíes. A pesar de lo que los analistas puedan decir, aún deben mostrar evidencias de que se puede vivir con un Irán nuclear; lejos de eso, lo que expresan son meras esperanzas sentimentales.
Con la fecha tope vencida el pasado fin de semana para que Irán aceptara o rechazara el paquete de incentivos económicos ofrecido por el Grupo de los seis, una pregunta sigue en pie: ¿en qué momento los diplomáticos que negocian con Irán entenderán que Irán no busca negociar? Mientras esta pregunta siga sin respuesta, quienes traten con Irán deberán recordar que están tratando de apaciguar a un régimen que sigue negando el Holocausto, que tiene el dudoso honor de ser el mayor patrocinador del terrorismo en el mundo y que apoya a un grupo que ha reclutado a 40.000 personas para que perpetren ataques suicidas contra Occidente. El pasado 29 de julio Ahmadinejad declaró que "Las grandes potencias están decayendo.[…] Han llegado al final de su poder, y el mundo está a punto de entrar en una nueva y prometedora era." La cuestión nuclear de Irán, que ahora afirma poseer 6000 centrifugadoras para el enriquecimiento de uranio, ya ha logrado sembrar la confusión en las democracias habitualmente independientes. Ahora, más que nunca, la comunidad internacional debe impulsar una política clara y unificada, y recuperar la ventaja en el juego contra Irán.
Gabriel Calabrese completa sus estudios de relaciones internacionales en la Universidad Hebrea de Jerusalén, donde además realiza una pasantía en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel. Actualmente se encuentra en Washington, DC, donde ha sido elegido para participar del programa The Israel Project ,una organización de estrategias en comunicaciones.
La claudicación del Líbano
por Ruben Kaplan
La reciente conformación del Gabinete del Líbano evidenció una clara subordinación del país, llamado una vez El Saint Tropez de Oriente, al grupo terrorista Hezbollah, armado y financiado por Irán.
Al otorgarle el poder de veto sobre las decisiones del país a la sanguinaria milicia extremista islámica, el gobierno libanés perdió patéticamente su independencia. Si se considera que la historia es como un profeta con la mirada puesta hacia atrás, quien observando lo que fue nos anuncia lo que será, la decisión del presidente del Líbano Michel Suleiman de permitir al Hezbollah mantener su arsenal, despreciando precisas resoluciones de las Naciones Unidas, devendrá en una futura tragedia para su pueblo.
No obstante una clara resolución de las Naciones Unidas y un acuerdo alcanzado hace 19 años, que llamaba al desarme de todas las milicias no gubernamentales, el gabinete libanés, en una flagrante violación de la Resolución 1701 del Consejo Nacional de las Naciones Unidas, autorizó al Hezbollah a mantener su armamento, incrementado considerablemente desde el fin de la segunda guerra del Líbano.
La Fuerza Interina de las Naciones Unidas en Líbano (UNIFIL) fracasó estrepitosamente en implementar la citada resolución, aduciendo abiertamente que ellos no tenían la menor intención en lidiar con el Hezbollah y menos desarmarlo.
Como contrapartida, el diario libanés Al-Akhbar, publicó que la UNIFIL estaría confrontando con el Hezbollah, en virtud de "órdenes secretas" para usar "todos los medios" para prevenir que las fuerzas terroristas se aproximen a los pilotos israelíes que puedan ser derribados en Líbano.
Según trascendidos, cuatro ministros de la mayoría de partidos cristianos representados en el gobierno, expresaron sus reservas sobre la cláusula de permitir armar a los terroristas, llamados eufemísticamente "resistentes contra Israel". No obstante, el Ministro de Información del Líbano Tareq Mitri dijo que el documento fue aprobado unánimemente.
Según Mitri la autorización al Hezbollah fue acordada en el marco del derecho del Líbano, su gente, su ejército y la "resistencia" para liberar las Granjas de Shebaa, las Colinas de Farkshuba y Ghajar, zonas localizadas en la frontera norte de Israel y el Líbano.
Además de Irán a través del Hezbollah, no se puede soslayar el rol de otro actor importante que gravita enormemente en Líbano: Siria.
Los intereses de la Siria de Bashar Al-Sadad, quien visitó el fin de semana pasado a su par Ahmadinejad en Teherán para reafimar su alianza, como reflexionara el conocido activista libanés Hassan Mneimneh, licenciado de Harvard, no se limitan al tema de la imagen y la influencia. Con su desarrollado sector bancario, y con una red mundial de conexiones de servicios, el Líbano ha servido como conducto principal de los intereses políticos de la dictadura siria. Accionando su alianza con la milicia islamista libanesa anti-israelí Hezbollah, la cúpula de Damasco también ha logrado retrasar la inevitable caducidad de su raison d'être oficial, su presunta "lealtad" contra Israel como enemigo inventado.
Más graves aún son las denuncias de asesinato por encargo del ex Primer Ministro de Líbano Rafik Hariri y continuas desestabilizaciones, atribuidas a los servicios de inteligencia sirios.
Las desastrosas consecuencias sufridas por el Líbano a raíz de la guerra desatada por el Hezbollah al atacar desde su país a Israel, secuestrando y asesinando, entre otros, a los recuperados soldados Goldwasser y Regev, no parecen haber servido de lección al actual gobierno libanés.
En aquella ocasión, el plañidero Primer Ministro de Líbano, Fuad Soniora, en otra época contrario al Hezbollah lloraba amargamente por la destrucción de su país, sin ejercer la autocrítica por haber permitido que los terroristas cooptaran su Nación. Los daños sufridos fueron en proporción más materiales que de víctimas humanas, por el cuidado del IDF de no atacar barrios de mayor densidad de gente, ni a los sectores con población mayoritariamente cristiana. La sumisión irrestricta del nuevo gobierno de Líbano al Hezbollah, tácitamente lo convierte en un nuevo e indeseado enemigo de Israel. Una nueva confrontación, indubitablemente arrojaría daños muy mayores.
Para que Soniora y el Líbano no tengan que lamentarse en el futuro por haberse aliado al terrorismo, vale recordar el consejo que le diera la madre a su hijo Moabdil "El Chico", último gobernante moro de Granada que lloraba desconsoladamente por haber perdido en combate la ciudad: "No llores como mujer, lo que no supiste defender como hombre"