
La siempre cambiante relación entre Siria, el Hezbolá e Israel
Carlos Escudé
Meses atrás decía que "hoy, Siria e Israel son casi aliados naturales, separados por contingencias modificables. (…) Pero para que Israel y Siria acuerden la paz, el apoyo de Damasco al Hezbolá debe cesar."
El tiempo parece confirmar ese diagnóstico. En estos momentos, Siria es el estado más temido por el Hezbolá, que sabe que las tropas de ese origen concentradas en la frontera sirio-libanesa son un mal augurio para la organización chiíta pro-iraní del Líbano. Por cierto, las tropas de Damasco vienen desplegándose desde fines de septiembre, en etapas sucesivas. Hacia el 22 de ese mes, cuando ya se habían acantonado 10.000 soldados, el presidente Bashar Al Assad asistió a maniobras militares en la frontera. Hacia el 8 de octubre, ya se habían desplegado tanques y erigidas trincheras.
Aparentemente, el objetivo estratégico sirio es recuperar su control del Líbano, otrora un títere de Damasco. Como se sabe, el régimen de Al Assad se vio forzado a retirar sus tropas de allí en 2005, debido a las presiones norteamericanas que siguieron al asesinato del ex primer ministro libanés Rafiq Al Hariri, inspirado por Siria.
Según analistas occidentales, la táctica de Damasco para reingresar al Líbano es instigar choques entre diversas facciones libanesas, para justificar una incursión con la excusa de preservar la seguridad de la misma Siria.
Un atentado terrorista perpetrado en Damasco el 27 de septiembre, presuntamente por una facción libanesa, da alguna credibilidad a la pretensión. También se produjeron refriegas entre tropas sirias y una supuesta célula terrorista, en un campamento de refugiados palestinos sito en las afueras de Damasco.
Además, los sirios han cooptado a milicias libanesas como los llamados "salafistas", una agrupación sunita que pulula en la ciudad portuaria de Trípoli y en los campos de refugiados, y que está equipada para engendrar luchas armadas en ambos lados de la frontera. La hipótesis es que, una vez superado un umbral de conflicto, la intervención siria para restaurar el "orden" estará justificada.
En el pasado esta táctica ha funcionado. En 1976, frente a una escalada de presuntos riesgos para la seguridad de Siria, Estados Unidos e Israel aceptaron el ingreso de tropas de Damasco en el Líbano. Pero en estos tiempos, para que la maniobra tenga la más mínima posibilidad de éxito, Siria debe brindar garantías de que neutralizará al Hezbolá.
Para Israel, aunque no necesariamente para Estados Unidos, ese servicio justificaría una nueva ocupación siria del Líbano.
Otro país que simpatiza extraoficialmente con el plan sirio es Turquía, que actualmente media en las negociaciones de paz entre Tel Aviv y Damasco. Compite con Irán por el poder regional, y uno de sus intereses es terminar de alejar a Siria del régimen persa, otrora aliado de Damasco. Al mismo tiempo, como miembro de la OTAN, Turquía es sensible a la necesidad de Israel de neutralizar al peligroso Hezbolá.
Por otra parte, la relación de Turquía con el norte de Irak es análoga a la de Siria con el Líbano. Así como Damasco aspira a entrar y salir del Líbano según conveniencia, Ankara pretende penetrar en el norte de Irak toda vez que lo necesite, para frustrar toda acción coordinada entre los kurdos iraquíes y los rebeldes de la misma etnia que habitan territorio turco.
Por cierto, la legislatura turca ha otorgado a sus fuerzas armadas un mandato de un año, que probablemente se renueve, para operar en Irak persiguiendo a rebeldes. La concentración de tropas turcas en la frontera iraquí se asemeja a la que actualmente mantiene Siria en su frontera con el Líbano. Según la agencia de inteligencia privada Stratfor, los turcos asesoran a los sirios respecto de su táctica frente al Líbano.
Pero no todos sonríen frente a la ambición siria. La perspectiva de que su plan prospere alarma a Irán, para quien el Hezbolá libanés es un brazo armado, hermano pero subordinado, que defiende sus intereses estratégicos lejos de sus fronteras. Además, por motivos diferentes, el accionar sirio también es objetado por Egipto y Arabia Saudita. Éstos desean acotar el poder iraní pero no a costa de permitir la expansión siria.
En las circunstancias, la táctica de El Cairo y Riyadh es intentar cerrarle la puerta del Líbano a Damasco, a la vez que cooperar con Israel, neutralizando al Hezbolá con la metodología opuesta: captar a sus sectores más moderados para que abandonen la lucha armada, dividiendo a la organización. Estos caminos cruzados pueden neutralizarse mutuamente. No existe ninguna certeza. Una cosa, sin embargo, está clara: el Hezbolá lleva las de perder y está alarmado. Pero no habrá progresos antes de que se clarifique el panorama interno de Israel.
Carlos Escudé
Meses atrás decía que "hoy, Siria e Israel son casi aliados naturales, separados por contingencias modificables. (…) Pero para que Israel y Siria acuerden la paz, el apoyo de Damasco al Hezbolá debe cesar."
El tiempo parece confirmar ese diagnóstico. En estos momentos, Siria es el estado más temido por el Hezbolá, que sabe que las tropas de ese origen concentradas en la frontera sirio-libanesa son un mal augurio para la organización chiíta pro-iraní del Líbano. Por cierto, las tropas de Damasco vienen desplegándose desde fines de septiembre, en etapas sucesivas. Hacia el 22 de ese mes, cuando ya se habían acantonado 10.000 soldados, el presidente Bashar Al Assad asistió a maniobras militares en la frontera. Hacia el 8 de octubre, ya se habían desplegado tanques y erigidas trincheras.
Aparentemente, el objetivo estratégico sirio es recuperar su control del Líbano, otrora un títere de Damasco. Como se sabe, el régimen de Al Assad se vio forzado a retirar sus tropas de allí en 2005, debido a las presiones norteamericanas que siguieron al asesinato del ex primer ministro libanés Rafiq Al Hariri, inspirado por Siria.
Según analistas occidentales, la táctica de Damasco para reingresar al Líbano es instigar choques entre diversas facciones libanesas, para justificar una incursión con la excusa de preservar la seguridad de la misma Siria.
Un atentado terrorista perpetrado en Damasco el 27 de septiembre, presuntamente por una facción libanesa, da alguna credibilidad a la pretensión. También se produjeron refriegas entre tropas sirias y una supuesta célula terrorista, en un campamento de refugiados palestinos sito en las afueras de Damasco.
Además, los sirios han cooptado a milicias libanesas como los llamados "salafistas", una agrupación sunita que pulula en la ciudad portuaria de Trípoli y en los campos de refugiados, y que está equipada para engendrar luchas armadas en ambos lados de la frontera. La hipótesis es que, una vez superado un umbral de conflicto, la intervención siria para restaurar el "orden" estará justificada.
En el pasado esta táctica ha funcionado. En 1976, frente a una escalada de presuntos riesgos para la seguridad de Siria, Estados Unidos e Israel aceptaron el ingreso de tropas de Damasco en el Líbano. Pero en estos tiempos, para que la maniobra tenga la más mínima posibilidad de éxito, Siria debe brindar garantías de que neutralizará al Hezbolá.
Para Israel, aunque no necesariamente para Estados Unidos, ese servicio justificaría una nueva ocupación siria del Líbano.
Otro país que simpatiza extraoficialmente con el plan sirio es Turquía, que actualmente media en las negociaciones de paz entre Tel Aviv y Damasco. Compite con Irán por el poder regional, y uno de sus intereses es terminar de alejar a Siria del régimen persa, otrora aliado de Damasco. Al mismo tiempo, como miembro de la OTAN, Turquía es sensible a la necesidad de Israel de neutralizar al peligroso Hezbolá.
Por otra parte, la relación de Turquía con el norte de Irak es análoga a la de Siria con el Líbano. Así como Damasco aspira a entrar y salir del Líbano según conveniencia, Ankara pretende penetrar en el norte de Irak toda vez que lo necesite, para frustrar toda acción coordinada entre los kurdos iraquíes y los rebeldes de la misma etnia que habitan territorio turco.
Por cierto, la legislatura turca ha otorgado a sus fuerzas armadas un mandato de un año, que probablemente se renueve, para operar en Irak persiguiendo a rebeldes. La concentración de tropas turcas en la frontera iraquí se asemeja a la que actualmente mantiene Siria en su frontera con el Líbano. Según la agencia de inteligencia privada Stratfor, los turcos asesoran a los sirios respecto de su táctica frente al Líbano.
Pero no todos sonríen frente a la ambición siria. La perspectiva de que su plan prospere alarma a Irán, para quien el Hezbolá libanés es un brazo armado, hermano pero subordinado, que defiende sus intereses estratégicos lejos de sus fronteras. Además, por motivos diferentes, el accionar sirio también es objetado por Egipto y Arabia Saudita. Éstos desean acotar el poder iraní pero no a costa de permitir la expansión siria.
En las circunstancias, la táctica de El Cairo y Riyadh es intentar cerrarle la puerta del Líbano a Damasco, a la vez que cooperar con Israel, neutralizando al Hezbolá con la metodología opuesta: captar a sus sectores más moderados para que abandonen la lucha armada, dividiendo a la organización. Estos caminos cruzados pueden neutralizarse mutuamente. No existe ninguna certeza. Una cosa, sin embargo, está clara: el Hezbolá lleva las de perder y está alarmado. Pero no habrá progresos antes de que se clarifique el panorama interno de Israel.